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La tecnología puede contribuir a prevenir el suicidio. Ese es al menos el objetivo que hay detrás de tres aplicaciones en las que han participado expertos de España, donde todos los días se suicidan diez personas, siendo el primer motivo de muerte no natural, según el INE. En el mundo, el 90% de los casos está relacionado con algún trastorno mental, como los trastornos psicóticos. En estas personas una actividad anormal en las redes sociales puede anunciar el surgimiento de un brote. Esta es la hipótesis detrás de Searching Help, una aplicación “de apoyo al seguimiento clínico”, según el doctor Roberto Rodríguez-Jiménez, investigador principal del Instituto de Investigación Sanitaria Hospital 12 de Octubre (i+12) y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).
Rodríguez-Jiménez no tiene duda de que la tecnología puede ayudar a prevenir el suicidio, ya que permite informar al psiquiatra o psicólogo “en tiempo real” sobre la actividad de su paciente. Lo que permitirá “acciones más precoces y, en muchos casos, preventivas”, destaca. En el país, 1,4 millones de personas (3% de la población) están afectadas por alguno de estos trastornos, como la esquizofrenia.
La aplicación, lanzada en septiembre y supervisada por el comité de ética del Hospital 12 de octubre, está siendo probada en 30 pacientes diagnosticados con esquizofrenia y trastornos similares, de entre 18 y 45 años. Esta prueba piloto representa tan solo un tercio de los pacientes que el comité del hospital espera involucrar.
El paciente “se puede instalar libremente un plugin (un complemento informático) que nos dará a los psiquiatras o psicólogos información sobre su actividad en internet, a nivel cuantitativo y a nivel cualitativo”, detalla Rodríguez-Jiménez. Así, el médico puede conocer las búsquedas realizadas sobre temas relacionados con ideas delirantes (por ejemplo, cámaras ocultas de vigilancia), o temas sobre ideas suicidas (como fármacos para morir sin dolor).
La herramienta, creada en colaboración con la empresa Yslandia, monitoriza la actividad cibernética de los pacientes “tanto en buscadores como en redes sociales, en dispositivos fijos o móviles”, precisa Borja Anguita, director general de Innovación y Tecnología de Yslandia. Las interacciones elevadas en redes en poco tiempo, o la publicación de ciertos comentarios, likes, o solicitudes de amistad indiscriminados, son motivo de alerta para el médico, añade Anguita.
Los jóvenes, un sector vulnerable
El suicidio es la segunda causa de muerte en las personas de 15 a 29 años, según la OMS. Pensando en ellos ha nacido G-moji, otra aplicación creada este año por el centro de innovación holandés Garage2020, dirigida a jóvenes con algún tipo de trastorno psiquiátrico. El equipo responsable del diseño y desarrollo de la plataforma es liderado por Ana Bernardos, investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid.
Esta app es “una especie de coach que te ayuda a gestionar tu estado de ánimo”, asegura Bernardos. Los emoticonos han permitido a los más de 500 jóvenes, de entre 15 y 24 años, en los que ha sido probada la aplicación, expresar todos los días sus estados de ánimo y monitoreado su evolución. La aplicación permite además relacionar estos estados con su actividad física, la interacción con otras personas o su calidad de sueño. En caso de que un joven se sienta mal, la aplicación notifica a su médico.
Esta permite “generar modelos predictivos a partir de los datos que se recogen para detectar a priori si puede haber algún tipo de crisis en una persona”, al mismo tiempo que permite al psiquiatra “iniciar conversaciones específicas y entender mejor ciertos comportamientos”, explica Bernardos.
La doctora Lucía Pérez, psiquiatra del Hospital Regional Universitario de Málaga, participó en el equipo que lanzó hace dos años la app “Más (+) caminos”, dirigida a adolescentes y jóvenes con depresión, ansiedad, antecedentes de ideación suicida o intentos de suicidio.
La aplicación todavía es descargable pero la falta de presupuesto impidió a los especialistas seguir con su desarrollo. “No tenemos dinero ni para su mantenimiento”, se lamenta Pérez. Sin embargo, sigue convencida de que la tecnología puede ser de gran ayuda en la prevención del suicidio. “Es algo que abarataría la intervención”, opina.
Una app no es un médico
“Los recursos móviles nos pueden ayudar pero no podemos quitar el factor humano. No reemplaza la visita con el psiquiatra”, advierte Pérez.
Carles Alastuey, vicepresidente de la asociación catalana Después del Suicidio, que atiende a familiares, se muestra escéptico sobre el potencial de estas aplicaciones. “Las considero indispensables pero me preocupa que se vean como el recurso principal”, asegura. Solo les ve sentido como un “recurso complementario”.
Alastuey, quien perdió a su sobrino de 18 años, echa de menos la falta de políticas preventivas “que cuenten con recursos económicos y humanos, no solamente declaraciones de buenas intenciones”, advierte.
El suicidio es un tabú y aunque se empieza a hablar más sobre él, sigue siendo una muerte “absolutamente invisibilizada”, según Alastuey. Y si esto es así, las personas que han perdido a una persona “lo son más”, señala.
Informar, desestigmatizar y, sobre todo, ofrecer ayuda accesible y cercana es lo que hay que hacer para combatir este problema de salud pública, apunta Rodríguez-Jiménez, así como tratar “de manera eficaz” los trastornos psiquiátricos que pueden conducir a ciertas personas a cometerlo. La tecnología puede ser en estos casos un ingrediente que contribuya a prevenirlo.
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Autora >
Gabriela Martínez
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