EL DECAMERON (XVII)
Jornada decimoséptima. Covid-Valoración
Falta legislar el tema alquileres. Sin legislación, el tema queda abocado a un impago masivo y traumático a finales –ya estamos– de mes. En todo caso, esta crisis ha tenido una gestión diferente a la anterior
Guillem Martínez 29/03/2020
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PASO DEL ECUADOR. Han pasado 15 días de confinación de los, en principio, 30 previstos. En este tiempo hemos visto cómo el Covid-19 pasea por el mundo. Por lo que, a falta de ver cómo se agota, es ya un paseo grande y valorable. El siguiente articulete es un breve repaso valorativo de cómo el mundo está gestionando este paseo y crisis. Iremos de afuera a adentro, en lo que tal vez sea la descripción de un mundo recién levantado, sin maquillar ni peinarse. Es decir, de una epidemia.
LA AUTORIDAD SANITARIA MUNDIAL. La OMS –recordemos, una institución sin poder, con cierta capacidad de que sus consejos sean seguidos, pero sin posibilidad de ordenar nada a ningún Estado–, lo ha hecho bien. Esto es, avisó de la alarma en diversos grados para, finalmente, proclamar la pandemia. Ha establecido pautas de actuación para los Estados, que permiten, a su vez, evaluar la actitud y aptitud de los Estados. Pauta: confinamiento y/o tests, que ha pedido intensificar en su producción. Los tests son algo que, por pobreza o por falta de planificación, no pueden ni podrán tener/utilizar todos los Estados. Los confinamientos inexistentes, o más o menos rigurosos, se deciden según los Estados disponen de tests. Precisamente, los Estados son el límite a la actuación positiva y determinante de la OMS en esta crisis. Pudiendo, teniendo mecanismos, la OMS no ha arbitrado, no ha ejercido hasta la fecha una presión importante a los Estados para evitar acaparación de materiales y especulación –dos factores importantes en esta crisis–. No ha ejercido su capacidad para liberar patentes de medicamentos u objetos industriales sanitarios, como los tests. Cabe suponer, por tanto, que la vacuna ante este virus, cuando llegue, será privada. Es decir, no universal, de difícil adquisición por Estados pobres. La ONU, en esta pandemia dramática, que será más dramática aún cuando acceda a países en vías o sin vías de desarrollo, no ha existido.
Cabe suponer, por tanto, que la vacuna ante este virus, cuando llegue, será privada. Es decir, no universal, de difícil adquisición por Estados pobres
EL ESTADO. Ha sido el sujeto, lo que orienta a una ralentización de la globalización. Ha tenido una participación en la crisis variable. Se han establecido varias poéticas de los Estados ante la pandemia. Cada una de ellas obedece a una idea de la sanidad universal, de la democracia y de los derechos. De mayor o menor cultura democrática y sanitaria, esas actitudes ante la enfermedad oscilan desde el abandono de la sociedad a su suerte –UK, USA y Brasil serían el paradigma; esta actitud parece ser posible en sistemas propagandísticos occidentales y duros, autoritarios; no parece suponer, así, erosión electoral en sus líderes–, hasta la supresión de derechos de la población para paliar la enfermedad –China, otro Estado sin sanidad universal efectiva–. Quizás las opciones más democráticas de solución –y por lo visto más efectivas y rápidas–, que menos conculcación de derechos han supuesto, vienen de Asia –Corea y Japón–, lo que es un indicativo de algo, de una época. De un cambio que la pandemia nos permite ver. En Europa, el único segmento de sanidad universal en el planeta, la respuesta ha sido diversa. Las opciones que más afectan a los derechos –la confinación, más radical, al parecer, cuanto menos recursos sanitarios se poseen; más defendida por las autoridades cuanto más se ha recortado la sanidad universal en la pasada crisis, y más se carece de capacidad de planificación–, se han producido, respectivamente, en Esp e Italia. Las que menos han afectado a derechos individuales, las emitidas por países con menores recortes sanitarios y mayor sostenibilidad en la sanidad, y mayor capacidad de gasto, son las realizadas en Alemania y Suiza. Un orientativo de que el gasto sanitario es un indicativo democrático.
UE. La UE ha asistido a la pandemia, hasta la fecha, en modo desastre. No ha podido erigirse en autoridad sanitaria europea. No ha participado en planificación alguna, al punto de no haber podido evitar la insolidaridad interna –Francia y Alemania, los casos más llamativos–, que ha impedido no solo vender materiales a países vecinos afectados, sino disponer de ellos para su servicio y, todo lo contrario, su especulación. En un mercado mundial de productos sanitarios atrozmente especulativo, no ha sido el comprador fuerte, poderoso y único de materiales. Lo poco que ha hecho al respecto no ha llegado aún a los Estados afectados. A esa actividad poco efectiva en la defensa de sociedades en epidemia, se suma la emisión de cosas raras, el control de la población a través de los operadores de telefonía, que esta semana pasada han aceptado entregar datos a la Comisión para controlar movimientos de individuos. Lo que es un duro precedente. Autoritario. En el marco de la UE se han producido cambios inauditos –supresión del límite de gasto–, e iniciales cambios de actitud al respecto –en la Comisión, en el BCE y en Estados de tradición anti-déficit, como Alemania–. Pero, al parecer, no han sido constantes. En el seno de la UE hay un debate histórico sobre el gasto. Es un debate ideológico, que confirma que la UE tiene ideología, y que es poco modulable por elementos externos. Ese debate implica dos posicionamientos: a) el reparto de la deuda –a través de bonos europeos, opción más progresista, o a través de los fondos de rescate, opción menos estructural y más conservadora–, así como el establecimiento de una suerte de Plan Marshall para la reconstrucción. El otro posicionamiento es b) una vuelta a la austeridad tras este paréntesis. Hay dos bloques. El a) une a 9 Estados –entre los que está Francia, Italia y Esp; parece que, en lo que es su tradición, Francia no irá a la batalla–, contra el liderazgo de Holanda y Alemania. No es un debate radical. Lo radical sería hablar de condonación o impago de la deuda. En el debate, la UE se juega su unidad, su funcionalidad. Y su existencia. Las sociedades europeas se juegan que, una vez desaparecido el bienestar post-45 en 2008, haya o no una nueva forma de bienestar. Esto es, de universalidad de la sanidad –y, por ende, de la educación, por ejemplo–. Es una batalla democrática. En casa somos muy de Piketty. Y nos van a dar para el pelo, creo
ESP. En esta crisis hemos descubierto que, en una pandemia, un Gobierno son dos objetos. El poder Ejecutivo y la Autoridad Sanitaria.
PODER EJECUTIVO. Sus medidas económicas han sido importantes y positivas. De manera temprana, y determinante en el contexto europeo, el Gobierno optó por el gasto, por el reparto de la crisis y por medidas económicas y sociales que, en algunos aspectos, prefiguran una renta universal. Vio que esta crisis era económica y social. Y radical. Las medidas han sido paulatinas, por lo que pueden serlo aún más. Falta legislar el tema alquileres. Sin legislación, queda abocado a un impago masivo y traumático a finales –ya estamos– de mes. Queda por ver y evaluar la efectividad de todas las medidas, ordenadas en el tiempo. En todo caso, esta crisis –traumática, peor que la de 2008– ha tenido una gestión diferente a la anterior. La determinación del Gobierno, en ese sentido, ha sido importante en el debate UE sobre gasto, no concluso. Y que se puede ganar. Y perder. En lo que es un exotismo, el Gobierno no ha optado por el nacionalismo –ese pegamento rápido, pero crispante y que suple derechos y democracia– en la solución y en sus discursos. El carácter veloz y positivo del Poder Ejecutivo lo ha sido mucho menos en su dicotomía Autoridad Sanitaria.
El Gobierno/Autoridad Sanitaria ha fracasado en la centralización de materiales. No ha conseguido, con rapidez, productos de protección para sanitarios. Ni tests.
AUTORIDAD SANITARIA. Mal. La Autoridad sanitaria falló un mes antes de la crisis. Ese fue su primer gran fallo. Durante un mes no hizo nada. Ni siquiera cuando la epidemia empezó en Italia. Salvo Alemania –falló también en su previsión y primeras medidas, pero al parecer empezó a adquirir material y a incentivar a la industria sanitaria en ese momento–, ningún Estado europeo reaccionó a tiempo. Lo que invita a observar un fallo catastrófico en la inteligencia sanitaria UE, en la de los Estados, y en la del Estado Esp. El segundo gran fallo fue retrasar 48 horas la promulgación del Estado de Alarma, cuando ya era concebido por la sociedad como necesario. Es decir, cuando ya no era un desparrame autoritario. En esas 48 horas de duda, al parecer por las consecuencias económicas –en aquel momento ya calculables, lo que no explica ese retraso–, la Autoridad Sanitaria perdió su unidad, que empezó a verse cuestionada por elementos propagandísticos, no sanitarios, emitidos por autonomías gobernadas por la ultraderecha, con una austeridad rigurosa en sanidad y con escaso poder de planificación, o todo ello junto –Murcia, MAD, Cat–. En el Decreto del estado de alarma, el Gobierno asumía la gestión de la Sanidad, una competencia transferida. Y la centralidad en la adquisición de materiales. Esas dos medidas no se han seguido en ningún momento. No se ha intervenido la Sanidad de ninguna autonomía, y no se ha impedido la compra de materiales a nadie. No obstante, esas dos medidas han supuesto la erosión del Gobierno, en tanto es el responsable nominal, tras el Decreto, de estructuras y planificaciones sanitarias autonómicas caóticas. Y ha visualizado en sí mismo, y cargando con ello, la dificultad para adquirir materiales. En ese sentido, el Gobierno/Autoridad Sanitaria ha fracasado en la centralización de materiales. No ha conseguido, con rapidez, productos de protección para sanitarios. Ni tests. La confinación –más ligera en Bélgica, casi inexistente en Suiza y Alemania– es la respuesta a la ausencia de tests. Es decir, que la ausencia de tests comporta erosión de la democracia y de los derechos. Impredecible. En una orden del 27 de marzo, hace dos días, Sanidad asumía el big-data –otra vez, control de teléfonos móviles– como forma de control de los movimientos de personas. Es decir, como forma de control. El aumento de la confinación anunciado ayer satisface las reclamaciones propagandísticas de la extrema derecha y el ultraliberalismo –Murcia, MAD, Cat–, emitidas sin criterio sanitario. Esperemos que estas medidas sean científicas, y no una señal de caos, de debilidad, de miedo ante el aumento de la curva de contagio. El Consejo Técnico en esta crisis se formó –sintomáticamente– tarde. La semana pasada. Y no se ha verbalizado ni publicitado. Esperemos que funcione. Como datos positivos, la Autoridad Sanitaria, el Gobierno en el trance de gestionar la epidemia, no ha recurrido al nacionalismo, ni a la búsqueda de enemigos y culpables. Ha recurrido a un lenguaje cívico y no autoritario. Y –esto es desorientador; tal vez oriente sobre una escasa cultura democrática en Esp– ha sido el sujeto que más ha hablado de derechos. No obstante, con la ampliación del confinamiento abre la puerta al estado de excepción. Ha permitido también la presencia de mandos militares en las ruedas de prensa. Algo único en Europa. A su vez, las actuaciones positivas del Ejército –hospitales, desinfecciones–, han sido raptadas por su comandante en jefe. Utilizadas como propaganda en un momento en el que la corrupción erosiona a la monarquía. Las FF.SS., a su vez, mantienen un comportamiento irregular. Junto con las FF.AA., en algún momento parecen contradecir el carácter cívico del confinamiento. Como se vio en 2017, disponemos de unas FF.SS. sensibles a la ideología, y con lagunas democráticas y cívicas.
En MAD se ha producido el caos sanitario. Su símbolo: los geriátricos privados, en los que se han visto situaciones inhumanas. Se ha llegado a emitir un protocolo al respecto que supone la eutanasia activa
AUTONOMÍAS. Mal. Con la excepción notoria de Euskadi. El Gobierno vasco protestó contra la centralización del estado de alarma, pero respetó la Autoridad Sanitaria resultante. Previamente, fue la única autonomía con infectados que planificó con efectividad. De lo que se observa que la capacidad de planificación, también en las autonomías, es una orientación de un gasto mayor y de una menor austeridad. La curva de mortalidad, por otra parte, ha perdido violencia en ese territorio. Por lo demás, de Euskadi vienen las únicas reticencias hacia los derechos que pueda conculcar el estado de alarma, y la promulgación de otros estados más graves. En MAD se ha producido el caos sanitario. Su símbolo: los geriátricos privados, en los que se han visto situaciones inhumanas. Se ha llegado a emitir un protocolo al respecto que supone la eutanasia activa. No es triaje –una opción practicada por médicos, con criterios sanitarios, humanos y de urgencia–, es, simplemente, negar atención médica bajo unos presupuestos. Se ha percibido la austeridad en los hospitales. Y la ausencia de planificación. En contrapartida, se ha emitido una lucha feroz en la defensa de lo privado. A través de fakes y propaganda. Desde Cat, otra C.A. austera, con selección negativa de líderes, con serios problemas para la planificación y –muy importante y determinante– con medios de comunicación progubernamentales fuertes, se empezó con el triaje, según me informan familiares afectados, hace un par de semanas. Mucho antes que en MAD, lo que puede ser un indicio de lo que puede acaecer allá. O, esperemos, no. No se sabe nada, por otra parte, de la situación en los geriátricos, el sello del caos en MAD. El Govern, en dos semanas, ha cambiado mucho de posicionamientos, y ha ejercido la politización de la crisis, a través de la propaganda y el fake. También ha emitido y modulado debates científicos –es decir, poco científicos– para contrarrestar ausencia de planificación, y vertebrar inocencia ante el presumible caos. La utilización de propaganda y política en una pandemia es un indicio de bancarrota ética. En los usuarios de la propaganda está creando una crispación nueva y fuerte, en las RR.SS y en los balcones. Una suerte de degeneración social, con formas ultraderechistas.
MUNICIPIOS. BCN/Comuns y MAD/PP lo han hecho bien. Fueron dos instituciones que, como todas, actuaron con retraso. Posteriormente, no han cuestionado a la Autoridad Sanitaria, han colaborado, han creado diques, han planificado y, muy importante, no han emitido crispación, propaganda o política. Sus mensajes han sido integradores, relajados, tranquilizadores.
SOCIEDAD. Es difícil describir una sociedad. Y más una sociedad confinada. ¿Qué hace? ¿Vivir una experiencia ética y de solidaridad? ¿Obedecer a su Gobierno? ¿Denunciar a vecinos, verlos como enemigos, como culpables? Es importante saberlo, pues cuando todo esto acabe se iniciará la batalla por el gasto. Es decir, por la democracia en esta crisis.
YO. El periodismo consiste en ir a los sitios. No vamos a los sitios. En ocasiones, los sitios no existen. Los periodistas y los repartidores de Glovo –estos, mucho más– vamos por la calle más que la media. Pero en la calle no hay nada. Solvento eso con llamadas telefónicas y contactos virtuales. Algunas regiones del poder son sensibles a ellas en esta crisis, e informan.
PASO DEL ECUADOR. Han pasado 15 días de confinación de los, en principio, 30 previstos. En este tiempo hemos visto cómo el Covid-19 pasea por el mundo. Por lo que, a falta de ver cómo se agota, es ya un paseo grande y valorable. El siguiente articulete es un breve repaso valorativo de cómo el...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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