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Vuelvo a BCN. Frente a mi ventana veo el cruce en el que un tranvía atropelló a Gaudí. Hasta cierto punto es un atropello inexplicable. En aquellos tiempos casi no había tráfico rodado. Sólo carruajes y algún tranvía. No muchos. La explicación es el sentido de la religión de Gaudí, un anciano sometido por sí mismo a penitencia física, pero también a ayuno. Un hombre, en fin, que avanzaba taciturno y peligrosamente por una ciudad sin tráfico rodado, pero a la que no percibía. La de Gaudí es una muerte por sus creencias. Como todas las muertes, posiblemente. En el mismo punto en el que murió Gaudí, por cierto, sucedió otro accidente, que explica más íntimamente ese tipo de vida y de muerte. Sucedió unos 60 años después de la muerte del arquitecto. En el mismo raíl, una mujer a la que llegué a conocer trabó su tacón. El tranvía no tardaría en venir. Y en cobrarse su pieza. Los vecinos se agruparon en torno a la mujer y empezaron a proponer soluciones. Primero, relajadas. Pero después –el zapato no salía– cada vez más desesperadas. Pero el zapato en ningún momento pudo abandonar su anclaje a la vía. Ni siquiera con la fuerza de los hombres más fuertes. Finalmente, ya con el tranvía en el horizonte, alguien propuso la solución más sencilla y, quizás por ello, no pensada hasta ese momento. Quitarse el zapato. Al enunciar la solución todo el mundo suspiró aliviado. Menos la mujer, que se negó en redondo. El tranvía se aproximaba y la mujer seguía luchando. El público, ante la proximidad del tranvía, se apartó, y se dispuso a ver el final trágico. Ya lejos, desde la acera, confundidos con el sonido de la campana del tranvía, los vecinos gritaban a la mujer que se quitara el zapato. En el último segundo lo hizo. Salvó la vida. Y fueron muy pocas las personas que vieron lo que la mujer quiso ocultar, hasta ese momento y poniendo en peligro su vida. Un agujero en el extremo de su media.
Morimos por mitos. Morimos para impedir ver agujeros. Son muertes absurdas. Absurdas como cualquier muerte por una creencia. Quien pueda ver los agujeros entre tanto mito, verá un agujero terrible.
Vuelvo a BCN. Frente a mi ventana veo el cruce en el que un tranvía atropelló a Gaudí. Hasta cierto punto es un atropello inexplicable. En aquellos tiempos casi no había tráfico rodado. Sólo carruajes y algún tranvía. No muchos. La explicación es el sentido de la religión de Gaudí, un anciano sometido...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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