INTERRUPTORES DE GLOBALIZACIÓN
Imaginar los gestos-barrera contra la vuelta a la producción anterior a la crisis
A la petición de ‘Reactivemos lo más rápidamente posible la producción’ hay que responder con un grito: “¡Ni se nos ocurra!”. Lo último que debemos hacer es retomar de manera idéntica todo lo que hacíamos antes
Bruno Latour (AOC) 5/04/2020
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Seguramente resulta algo inconveniente proyectarse en la post-crisis ahora que el personal sanitario está, como se suele decir, “al frente”; ahora que millones de personas pierden su empleo y que muchísimas familias sin consuelo ni siquiera pueden enterrar a sus muertos. No obstante, es justo ahora cuando hay que pelear porque la reanudación económica, una vez la crisis haya pasado, no traiga de vuelta el mismo antiguo régimen climático contra el cual intentábamos hasta este momento, en vano, luchar.
Efectivamente, la crisis sanitaria está engarzada en lo que no es una crisis –siempre pasajera– sino una mutación ecológica duradera e irreversible. Si tenemos oportunidad de “salir” de la primera, no tenemos apenas ninguna para “salir” de la segunda. Las dos situaciones no están en la misma escala, pero es muy esclarecedor articular la una sobre la otra. En cualquier caso, sería una lástima no aprovechar la crisis sanitaria para descubrir otros medios para adentrarse en la mutación ecológica de manera distinta a hacerlo a ciegas.
La primera lección del coronavirus es también la más impresionante: la prueba está hecha; efectivamente, se puede, en pocas semanas, suspender por todas partes y simultáneamente un sistema económico que hasta ahora nos habían dicho que era imposible ralentizar o redirigir. Contra todos los argumentos de los ecologistas sobre la necesidad del cambio de nuestros modos de vida, siempre se oponían los argumentos de la fuerza irreversible del “tren del progreso” que no podía hacer nada para salir de sus raíles, “debido”, nos decían, “a la globalización”. Sin embargo, es precisamente su condición de globalizado lo que convierte en tan frágil este famoso desarrollo, capaz no solo de frenar, sino de detenerse por completo.
De hecho, no solo contamos con las multinacionales o los acuerdos comerciales o internet o los tour operadores para globalizar el planeta: cada entidad de este mismo planeta posee una manera exclusiva de mantener unidos los otros elementos que componen, en un momento dado, lo colectivo. Y esto puede verse en el CO2 que recalienta la atmósfera global en su difusión a través del aire, en los pájaros migratorios que transportan las nuevas formas de gripe, y también, lo reaprendemos dolorosamente, en el coronavirus cuya capacidad para relacionar a “todos los humanos” pasa por la mediación aparentemente inofensiva de nuestros múltiples esputos. Al globalizador, globalizador y medio: si se trata de resocializar millares de humanos, los microbios ya estaban ahí.
Lo que convierte en peligrosos a los globalizadores es que han comprendido a la fuerza que han perdido, que la negación de la mutación climática no puede durar indefinidamente
De ahí este increíble descubrimiento: ya había en el sistema económico mundial, escondido de todos, una señal de alarma en rojo vivo con una gruesa empuñadura de acero templado que los jefes de Estado, cada uno a su turno, podían disparar para detener “el tren del progreso” al oír chirriar los frenos. Si la demanda de cambiar 90 grados nuestro rumbo para aterrizar sobre el suelo parecía todavía en enero una dulce ilusión, se ha convertido en más realista: todo automovilista sabe que para tener la oportunidad de dar un gran giro de volante salvador sin descarrilar, hay que haber ralentizado un poco antes…
Desgraciadamente, solo los ecologistas ven en esta pausa repentina en el sistema de producción globalizado una ocasión formidable para avanzar en su programa de aterrizaje. Los globalizadores, esos que desde la mitad del siglo XX han inventado la idea de escabullirse de las obligaciones planetarias, ellos también ven una oportunidad formidable para romper todavía más radicalmente con los obstáculos que les quedaban para su huida fuera del mundo. Para ellos, la ocasión de deshacerse de los restos del Estado proveedor, de la red de seguridad de los más pobres, de aquellos que sostiene aún reglamentos contra la contaminación y, más cínicamente, de quitarse de en medio todo esa gente supernumeraria que estorba en el planeta, es demasiado bella.
No se debe olvidar, en efecto, que debemos sostener la hipótesis de que estos globalizadores son conscientes de la mutación ecológica y que todos sus esfuerzos, desde hace cincuenta años, consisten en negar la importancia del cambio climático al tiempo que escapan de sus consecuencias construyendo bastiones fortificados de privilegios que deben quedar inaccesibles a todos los que habrá que dejar plantados. No son lo suficientemente naif como para creer en el gran sueño modernista de la repartición universal de los “frutos del progreso”, pero, lo que sí es novedoso, es que son lo bastante francos como para ni siquiera dar esa impresión. Son los mismos que aparecen todos los días en Fox News y que gobiernan todos los Estados climatoescépticos del planeta: de Moscú a Brasilia y de Nueva Delhi a Washington pasando por Londres.
Lo que convierte la situación actual en tan peligrosa no son solo los muertos que se acumulan cada día que avanza, sino la suspensión general de un sistema económico que da entonces a aquellos que quieren ir todavía más lejos en su huida del mundo planetario una ocasión maravillosa para “cuestionarlo todo”. Es necesario no olvidar que lo que convierte en peligrosos a los globalizadores es que han comprendido a la fuerza que han perdido, que la negación de la mutación climática no puede durar indefinidamente, que no queda ninguna oportunidad para reconciliar su “desarrollo” con las diversas envolturas del planeta en que terminarían teniendo que encajar la economía. Esto es lo que les tiene preparados para probarlo todo para extraer por última vez las condiciones que van a permitirles durar un poco más y poder ponerse a cubierto, ellos y sus hijos. “La pausa del mundo”, este golpe de freno, esta parada imprevista, les da una ocasión para huir más rápido y más lejos de lo que jamás habrían imaginado. [2]. Los revolucionarios, de momento, son ellos.
Y es aquí donde debemos actuar. Si la oportunidad aparece para ellos, se abre para nosotros también. Si todo está parado, todo puede ser cuestionado, modificado, seleccionado, clasificado, interrumpido para bien o, al contrario, acelerado. El momento de hacer el inventario anual es ahora. A la petición del sentido común: “Reactivemos lo más rápidamente posible la producción”; hay que responder con un grito: “¡Ni se nos ocurra!”. Lo último que debemos hacer es retomar de manera idéntica todo lo que hacíamos antes.
Por ejemplo, el otro día aparecía en televisión un florista holandés con lágrimas en los ojos, obligado a tirar toneladas de tulipanes listos para su envío que no podía ya enviar en avión al mundo entero por falta de clientes. Solo podemos compadecerle, está claro, es justo que sea indemnizado. Pero en seguida la cámara reculaba enseñando sus tulipanes. Los hace crecer sin suelo bajo una luz artificial antes de entregarlos a los aviones cargo de Schiphol envueltos en una lluvia de queroseno. Entonces surge la duda: “¿Es útil prolongar esta manera de producir y de vender ese tipo de flores?”.
No se trata ya de retomar o de modificar un sistema de producción, sino de salir de la producción como principio único de relación con el mundo
Una cosa nos lleva a la otra. Si comenzamos, cada uno por nuestra cuenta, a plantear este tipo de preguntas sobre todos los aspectos de nuestro sistema de producción, nos convertimos en eficaces interruptores de globalización –tan eficaces, los millones que somos, como el famoso coronavirus en esa manera tan suya de globalizar el planeta. Lo que el virus obtiene por humildes escupitajos de boca en boca –la suspensión de la economía mundial–, nosotros empezaremos a imaginarlo a través de pequeños gestos insignificantes puestos, los nuestros también, unos detrás de otros: es decir, la suspensión del sistema de producción. Haciéndonos este tipo de preguntas, cada uno de nosotros se pone a imaginar gestos barrera no solamente contra el virus, sino, sobre todo, contra cada elemento de un modo de producción del que no deseamos el retorno.
No se trata ya de retomar o de modificar un sistema de producción, sino de salir de la producción como principio único de relación con el mundo. No se trata de una revolución, sino de una disolución, pixel a pixel. Como demuestra Pierre Charbonnier, después de cien años de socialismo limitado solo a la redistribución de los beneficios de la economía, quizá es el momento de inventar un socialismo que discuta la producción en sí misma. Y es que la injusticia no se limita únicamente a la redistribución de los frutos del progreso, sino a la manera misma de hacer fructífero el planeta. Lo cual no quiere decir decrecer o vivir de amor y de agua fresca, sino aprender a seleccionar cada segmento de ese sistema pretendidamente irreversible, poner en cuestión cada una de las conexiones que se decían indispensables y demostrar paso a paso aquello que es deseable y lo que ha dejado de serlo.
Surge de esto la importancia capital de utilizar este tiempo de confinamiento impuesto para describir, primero cada uno por su cuenta, después en grupo, aquello a lo que estamos ligados, aquello de lo que estamos listos para liberarnos, las cadenas que estamos preparados para reconstituir y aquellas que, por nuestro comportamiento, estamos decididos a interrumpir. [2] Los globalizadores, por su parte, parecen tener una idea muy precisa de aquello que quieren ver renacer tras la reanudación: lo mismo, pero peor, industrias petroleras y cruceros gigantes bonificados. Está en nuestra mano oponer un contra-inventario. Si en un mes o dos miles de humanos son capaces, a golpe de silbato, de hacer suya la consigna “distancia social”, de alejarse para ser más solidarios, de quedarse en sus casas para no saturar los hospitales, podemos imaginar bastante bien el poder de transformación de estos nuevos gestos barrera ataviados contra la reanudación idéntica o, lo que sería peor, contra un nuevo azote de aquellos que quieren escapar para siempre de la atracción terrestre.
Una herramienta para ayudar al discernimiento
Como siempre está bien relacionar un argumento con ejercicios prácticos, se propone a los lectores que intenten responder a este pequeño inventario. Será todavía más útil si se aborda desde una experiencia personal, vivida directamente. No se trata solamente de expresar una opinión que os venga a la cabeza, sino de describir una situación y quizá prolongarla con una pequeña encuesta. Solo al continuar, si encontráis la manera de combinar las respuestas para componer el paisaje creado por la superposición de descripciones, se desembocará en una expresión política encarnada y concreta –en ningún caso se obtendrá antes.
Atención: esto no es un cuestionario, no se trata de un sondeo. Es una ayuda a la autodescripción*.
Se trata de hacer la lista de las actividades de las que os sentís privados por la crisis actual y que os dan la sensación de mantener en espera vuestras condiciones esenciales de subsistencia. Para cada actividad, se puede indicar si desearíais que esta se retomara exactamente (como antes), mejor o que no se retome en absoluto. Responded a las siguientes preguntas:
Pregunta 1: ¿Cuáles son las actividades actualmente suspendidas que desearías que no se retomaran?
Pregunta 2: Describe a) las razones por las que esa actividad te parece dañina / superflua/ peligrosa/ incoherente; b) en qué su desaparición/ puesta en espera/ sustitución convertiría otras actividades que priorizas en más fáciles o más coherentes (Escribir un párrafo distinto para cada una de las respuestas incluidas en la lista realizada en la pregunta 1)
Pregunta 3: ¿Qué medidas defenderías para que los obreros/ empleados/ agentes/ emprendedores que no podrían continuar su actividad vean facilitada la transición hacia otras actividades?
Pregunta 4: ¿Cuáles son las actividades actualmente suspendidas que desearías que se desarrollen/ retomen o aquellas que deberían inventarse en sustitución?
Pregunta 5: Describe a) por qué esa actividad te parece positiva; b) cómo contribuye esta actividad a que sean más fáciles/ armoniosas/ coherentes otras actividades que sí favoreces; y c) ¿permiten combatir aquellas que juzgas como desfavorables? (Escribir un párrafo distinto para cada una de las respuestas incluidas en la lista realizada en la pregunta 4)
Pregunta 6: ¿Qué medidas defenderías para ayudar a los obreros/ empleados/ agentes/ emprendedores a adquirir las capacidades/ medios/ ingresos/ instrumentos que permitan retomar/ desarrollar/ crear esta actividad?
(Encontrad después la manera de comparar vuestra descripción con la de otros participantes. La compilación de respuestas, seguida de su superposición, deberán dibujar poco a poco un paisaje compuesto de líneas de conflictos, alianzas, controversias y oposiciones.)
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Bruno Latour es filósofo y sociólogo.
Este artículo se publicó originalmente en francés en AOC.
Traducción: María García Asensio.
Notas
[1] Danowski, Deborah; de Castro, Eduardo Viveiros, «L’arrêt de monde”, en De l’univers clos au monde infini (textes réunis et présentés). Ed. Hache, Emilie. Paris, Editions Dehors, 2014. 221-339.
[2] La autodescripción recupera el procedimiento de los nuevos cuadernos de quejas sugeridos en Bruno Latour, Où atterrir? Comment s’orienter en politique. Paris: La Découverte, 2017 y desarrollado después por el consorcio Où atterrir
* La autodescripción recupera el procedimiento de los nuevos cuadernos de quejas sugeridos en Bruno Latour, Où atterir? Comment s’orienter en politique. Paris: La Découverte, 2017 [N.T.: el libro está disponible en castellano en Bruno Latour, Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política. Barcelona: Taurus, 2018 (traducción de Pablo Cuartas)] y desarrollado posteriormente por un grupo de artistas e investigadores.
Seguramente resulta algo inconveniente proyectarse en la post-crisis ahora que el personal sanitario está, como se suele decir, “al frente”; ahora que millones de personas pierden su empleo y que muchísimas familias sin consuelo ni siquiera pueden enterrar a sus muertos. No obstante, es justo ahora cuando hay que...
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