EL DECAMERÓN (XXXVI)
Jornada trigésimo sexta: estado de alarma-sutra
El fascismo era una XXXXXX. El postfascismo, lo mismo. Pero hace reír. Hasta que no
Guillem Martínez Madrid , 6/05/2020
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1- Pues aquí. Micropiso. Conviviendo con mi yo adolescente. Concretamente, el peor de todos. El que vino de Berlín tras vivir en Kreuzberg varios meses. Un marilisti del anarquismo internacional. He intentado reintegrarme a mi vida normal en MAD. Sin éxito. Mis duchas adolescentes de 6 horas ahora se ven limitadas por las duchas adolescentes de 12 horas de mi yo adolescente. Si golpeo la puerta del baño en ese periodo, me llama fascista. Resulta difícil hasta comer, pues todo pasa por asamblea. En la asamblea de hoy, por ejemplo, mi propuesta de menú, tachada de fascista, era comernos las uñas. La suya, oursinade à la mode de Bologne sur Mer. No, si el mamón tiene estilo. Pero lo que ni él ni yo tenemos son erizos. Ni, de hecho, nada en la nevera. La hora del deporte en el micropiso ha sido muy tensa. Todos los deportes que proponía eran tachados de competitivos. Y, lo habrán adivinado, de fascistas. Finalmente, aprovechando que le estaba berreando con la boca abierta, ha zanjado la discusión metiéndome en ella un objeto extraño, en forma de pequeño papel secante. Nos pasamos el resto de la tarde mirándonos las manos. Él me habla del fascismo internacional, que quiere que trabajemos y no miremos las flores que nacen del cabello de las chicas en el trance de hacerles el amor. Y yo me acuerdo de Ilse, llenando la habitación del piso ocupado de Kreuzberg con las flores que surgían de su cabello. Y de su voz. Que era azul. Recuerdo la libertad más absoluta. La de las flores. Y digo flores y azul. Y, luego, maldito fascismo. Mi yo adolescente sonríe. Sus pupilas son flores puras.
2- Chorrocientas horas después, empiezo este artículo. Estado de alarma y post-facismos. Se han colado. Como en cada biotopo, a partir de una lógica y un pasado interno, despenalizado, con trade-marks democráticos. Los de aquí: nacionalismos, constitucionalismo y procesismo. He dudado varias semanas en llamar a todo ese compendio por su nombre. La razón: ese nombre impide el diálogo. Pero, total, ya no hay diálogo. Si una parte de la sociedad espera que la otra vuelva, espera en vano. No hay pastillas para eso. Si exceptuamos las de mi yo adolescente. Que como que no. Hace años que no se produce el diálogo. Esta pandemia, en vez de facilitar ese dirigirse la palabra, ha radicalizado la propaganda. Es decir, la realidad paralela de la que se nutren los postfacismos. Igual puede ayudar llamar por su nombre a las cosas, explicar que responden a una lectura sentimental de la información, a la creación de marcos restrictivos, y que sólo conducen a la represión –a la amenaza física, incluso– y penalización de una parte de la sociedad. O igual no sirve para nada. Yo qué sé. En todo caso, no es mi problema. Bueno. Estado de alarma.
3- Esp ha sido el único Estado de la UE que lo ha proclamado. Es el nivel de estado raruno más leve. Otros Estados han optado por el estado de emergencia sanitario. O por algún símil. Las diferencias en la UE han sido pocas, en ese sentido. Fundamentalmente, restricción al derecho de circulación y de reunión, e implementación de una autoridad sanitaria, que no ha intervenido los sistemas autonómicos o federales. De alguna manera, todas esas restricciones han sido consensuadas en la sociedad. Sin ese consenso social, sin la idea íntima de que era necesario quedarse en casa, el estado de alarma hubiera sido un pitote. No lo ha sido –bueno, no se pierdan el punto 4–. Ha sido el confinamiento más riguroso de Occidente. Ha sido casi oriental. O sin el casi en algunos tramos –que no se pierdan el punto 4–. Respondía, supongo, a diversas interiorizaciones de la sociedad. Una, la más conservadora, respondía a la obediencia. Es decir, al miedo. En el otro extremo, en el que me incluyo, respondía a esta percepción: nos hemos quedado en casa para no saturar un sistema sanitario colapsado ya desde los recortes, de manera que ese sistema sanitario salvara cuantas más vidas pudiera. Hemos renunciado a la libertad de movimiento y de reunión por una clase política que, en la anterior crisis, reformó la CE78, negándole el Bienestar. Y recortó todo lo que pudo, continuando con sus negocios. De manera aún más acusada en MAD y Cat.
4- Pero el estado de alarma ha sido más cosas. En su lado negativo, ha sido interpretado por el TC/ el deep State/esa joya como un estado de excepción, que impedía manifestaciones, por ejemplo. El Gobierno tampoco ha estado muy fino al respecto, otorgando al Ejército funciones informativas, coreográficas y de imagen que no son adecuadas en un estado de alarma. Y que le hacen poner a uno cara de póquer. Durante semanas, incluso, especuló con la idea de que Ejército y GC patrullaran juntos. Mientras las flores salían de sus respectivos rizos. Lo que hubiera supuesto cruzar una frontera infranqueable en democracia.
5- En su lado mal-rollo-pero-no-tanto, ha supuesto la desfederalización de uno de los pocos ámbitos más o menos federales. La Sanidad. No se han intervenido las CC.AA. –cuidadín–, simplemente se les ha puesto bajo una autoridad sanitaria. Supongo que era una medida contra el trumpismo autonómico. Que podía ser llamativo en Murcia, Cat y MAD. Sólo lo fue en Cat y MAD. Tal vez se hubiera tenido que recurrir a otras medidas que premiaran la responsabilidad federal –o peor, la responsabilidad a secas– por encima del suicidio sanitario, en comunidades como Euskadi, Navarra, País Valencià, Balears o Asturies, que lo han bordado. Esto es, exactamente, algo parecido a lo que se intenta en esta renovación del estado de alarma –no se pierdan el punto 12-.
6- Sobre el trumpismo. Y para reír. Ha consistido, en los USA, en decir chorradas para impedir hablar de muertos. Es decir, de responsabilidad política. El “esto se quita con lejía” de Trump, es el pollo por las 1.714 mascarillas de Torra, o el “la gente se muere en accidentes de coches y nadie prohíbe circular” de Ayuso. Esas declaraciones acientíficas y en modo los-payasos-de-la-tele impiden ver el drama proponiendo otro. El drama: no había ni capacidad, ni posibilidades, ni ganas, pues el trumpismo no accede al poder para esas cosas. Es un saqueo, vamos. Nadie vota saqueo, lo que implica un cambio descomunal en los discursos y en la información.
7- En su lado positivo-luminoso, el estado de alarma ha posibilitado un exotismo. En la crisis del 2008 las primeras medidas del Gobierno –PSOE– fueron a) agilizar la cosa judicial para la cosa desahucios –se dice rápido–, y reformar la CE78, de manera que fue la primera Consti post-45 que dejó de serlo –se dice rápido, indeed–. En esta, han gastado entre el 1,6 y el 1,7 del IPB en medidas para PYMEs, autónomos, ERTEs y rentas bajas. “Eso es una miseria. Es fascismo”, dice mi yo adolescente. Es una miseria, le digo, pero no es miserable, como en 2008. Todo dependerá en el futuro de cómo se lo monte la UE con ese deuda, que podrá aumentar. O frenarse en seco. Mañana me lo cuenta, por cierto, Isidro López.
8- Estas medidas descansan en el estado de alarma. Se justifican en eso. En una gran alarma. No alarma = no medidas de gasto. Sí, se podrían llevar vía decretazo. Pero perderían agilidad y universalidad. A falta de responsabilidad federal –muy compartida; nadie la tiene en todo el Estado, snif– y de responsabilidad a secas, podría ser un –otro– instrumento de odio y propaganda y desigualdad en algunas comunidades. Ojo, que hablamos de postfascismos. No de ONGs.
9- Votar la tradicional renovación del estado de alarma en el Congreso era una votación netamente ideológica. Consistía, indirectamente, en prolongar en el tiempo las medidas de gasto social. O no. Por lo mismo consistía en finiquitar la autoridad sanitaria. En dejar a las CC.AA. a su bola en el momento desconfinación. Es decir, a MAD y Cat, dos comunidades que, a pesar de sus discursos de radicalidad sanitaria y confinamiento chino, jamás los han intensificado, salvo de manera oral, y para marcar distancias propagandísticas ante el Gobierno. Se votaba volver a la normalidad rapidito y con el menor número de cambios, gestionando la normalidad y los cambios y la propaganda. El relato de lo sucedido. Un chollo.
10- Ha sorprendido la entrada de ERC en el campo semántico del neolib, cada vez con mayores ejes y comportamientos postdemocráticos. Hay varias razones. Se las enumero.
11- ERC lleva, en la Gene, las Consellerias que deberían haber coordinado y paliado la cosa –Sanitat y Benestar Social–. Quizás por eso mismo, Torra ha potenciado que todo pase por Interior –ole–, Conselleria consagrada al discurso postfascista europeo. A la emisión de trumpismos, propaganda, guerra cultural y odio y enfrentamiento social. Propuestas estilísticas con las que ERC no ha tenido grandes problemas, por otra parte. La gestión de la pandemia por parte de ERC ha sido o mala o nefasta –lo tendremos que evaluar con tranquilidad–. Ha primado el odio –el bicho viene de fuera, y las medidas para combatirlo; ayer trascendió que, de los 170.000 PCRs anunciados por la Gene, en realidad se hicieron unos cuantos menos; sólo 32; es posible que a miembros del Govern, por tanto–. Cuando esto se tranquilice, vendrá la cosa judicial. A tope en Austria –una estación de esquí, que es posible foco europeo de contagio, no se cerró para no provocar pérdidas–. En Francia, Irlanda, Italia y Esp van a tope. Fiscalía tiene abiertos expedientes en más de 140 centros en todo el Estado –Cat y MAD, brillan–, a los que hay que sumar las demandas privadas por lo de las residencias, o por la negativa de la Gene, en plena escabechina, a abrir hospitales militares. Los herederos de los que mintieron a su sociedad hace tres años, en todo caso, han vuelto a hacerlo en una pandemia. Y, esta vez, a diferencia de la anterior, los delitos convocados pueden ser verosímiles. A ERC sólo le queda asumir su obra y explicarla a la sociedad. O tirar hacia adelante, como en anteriores ediciones, con las herramientas propagandísticas del procesismo. El clientelismo, el marco, y el fake, mediatizado –en lo que es la gran diferencia con Vox y PP– por unos medios de comunicación públicos y concertados que harían pasar a Urdaci como un desviacionista Kerenski. Parece, visto lo visto hoy en el Congreso, que van por ahí.
12- La segunda opción de la negativa de ERC a votar el estado de alarma es tardía. Desde ayer, cuando el Gobierno, vía Ciudadanos –que lo está dejando– y PNV, se garantizó el estado de alarma y se hicieron públicos los criterios gubernamentales para el desescalonamiento en fases. No los cumplirá ni la Esp Vacía más vacía. El medidor será la autoridad sanitaria, que cortará el bacalao, con datos objetivos. E inasumibles, diría. Es decir, que las CC.AA. que opten por la propaganda para defenderse de su ineptitud no se librarán de ser visualizados como entes que no cumplen con sus objetivos sanitarios. Tal vez sólo se puede librar Cat de eso, que tiene una industria del fake llamativa.
13- Por lo demás, ERC hoy ha votado junto con Vox. Y, por los pelos, junto a PP, que en el último momento le ha llegado la astucia de la abstención. La mayoría gubernamental pierde a ERC, tal vez forever. Pero gana a Ciudadanos, un mal rollo, si bien ahora provisto de astucia. PNV, con su sí crítico, y Bildu, con una abstención crítica y sustentada en derechos, han brillado con luz propia, y con una lógica cabal. Si pasa algo sexy en lo territorial, vendrá de esos dos partidos vascos y del pack valenciano. Cat ha dejado de emitir, salvo propaganda, por primera vez en la historia. Comuns, víctima estos días de su tercera guerra cultural perdida –las repaso, para que vean el percal del postfascismo: primera: el saqueo del procesismo de una expo sobre Franco, porque estaba edificada en territorio sagrado; ese mismo 2017, la segunda: el saqueo por el procesismo de una expo de arte degenerado, por estar edificada en un territorio etc; la tercera: lograr suspender un concierto del Ajuntament, porque todo es territorio sagrado–, ha estado, por fin, crítico ante el carácter derechista de los ulteriores referentes de ERC. La CUP, otra anécdota ideológica, pero no comunicativa, ha votado en contra. Por el despilfarro, entre otros dadaísmos. Las izquierdas del Primer Mundo son un lío, en tanto no se agarran al mundo, sino al léxico. “Rayos, había algo que no me cuadraba de Berlín, ¡y era eso!”. Sí, lo aprendimos ahí.
14- Casa. Asamblea pro-cena. Discusión. Boca abierta. Papel secante. Manos. Flores. Azul. El fascismo era una XXXXXX. El postfascismo, lo mismo. Pero hace reír. Hasta que no.
1- Pues aquí. Micropiso. Conviviendo con mi yo adolescente. Concretamente, el peor de todos. El que vino de Berlín tras vivir en Kreuzberg varios meses. Un marilisti del anarquismo internacional. He intentado reintegrarme a mi vida normal en MAD. Sin éxito. Mis duchas adolescentes de 6 horas ahora se...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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