MONTES ABANDONADOS
Más del 80% de la superficie forestal de España no cuenta con un plan de ordenación
Un Estudio de Greenpeace alerta sobre el abandono del medio rural en nuestro país, el segundo de la UE con mayor extensión de bosques. Entre 1970 y 2018 se han registrado cerca de 628.000 incendios
ctxt 4/07/2020
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En las últimas décadas, al tiempo que crecía la superficie forestal en España también lo hacía el desinterés y la dejación por este tipo de hábitats. Así lo advierte un estudio publicado en los últimos días por Greepeace, donde se señala que desde 1962 se han abandonado en el país cerca de 4 millones de hectáreas de cultivo de tierra, lo que ha provocado un aumento de la masa forestal pero también del riesgo de incendios del alta intensidad, hasta el punto de considerarlo un problema de “seguridad nacional”.
Según el documento de la organización, los principales motivos que han conducido a esta situación son de sobra conocidos: por un lado, el aumento de las temperaturas derivadas del cambio climático. Por otro, el éxodo del mundo rural, una realidad que lleva tiempo generando importantísimas consecuencias demográficas y económicas en varias regiones del país.
En el caso concreto de los entornos boscosos, Greepeace asegura que la desidia que las instituciones para con la España vaciada ha terminado por asentar una gran paradoja: si bien el crecimiento de los bosques solo puede tomarse como una noticia positiva, cerca del 81% de esta superficie forestal no cuenta con un plan de ordenación y gestión en un contexto de creciente riesgo por la crisis climática y de aumento de las temperaturas.
Casi la mitad de nuestro país está cubierta por monte, y de esa superficie dos tercios son bosques
Hoy, España se sitúa como el segundo país con más superficie forestal de la UE, solo después de Suecia. Casi la mitad de nuestro país está cubierta por monte, y de esa superficie dos tercios son bosques. En muchos casos, sin embargo, no se trata de hábitats compuestos por vegetación madura y con un nivel de biodiversidad elevado, cuya conservación supone incluso una barrera natural contra los incendios. Por el contrario, el abandono de los cultivos y otras tierras de explotación ha resultado en grandes masas de vegetación pobre –como los matorrales o la maleza– que cada vez son más vulnerables al fuego y que actúan como “combustible forestal”.
Los datos recopilados por la organización son estremecedores: entre 1970 y 2018 se han registrado cerca de 628.000 incendios en España, de los que más del 95% han tenido como origen y la actividad humana y hasta la mitad fueron generados de forma intencionada. Durante ese periodo, el fuego ha calcinado 8 millones de hectáreas. A pesar de que durante los últimos años se ha registrado un descenso en el número de fuegos y de superficie malograda –gracias a la mejora en la eficacia de los operativos de extinción–, la organización señala que la intensidad de los incendios va en aumento: en 2019, apenas un puñado de grandes fuegos –el 0,13% del total– fueron responsables del 34% de la superficie quemada.
A nivel internacional, la situación es aún más reveladora. Según Greenpeace, los superincendios se han convertido en uno de los rasgos distintivos de la crisis climática. Catástrofes como las vividas en Australia o Brasil demuestran la evolución “de los incendios hacia episodios más peligrosos, rápidos e incontrolables, debido a la subida de las temperaturas, de las olas de calor y de los períodos de sequía prolongados, que tienen como resultado la sequedad del suelo y de la vegetación”. Se trata, además, de un problema circular y que se retroalimenta: los incendios emiten grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, lo que contribuye a acelerar el cambio climático.
Dos terceras partes del territorio están en riesgo de desertización, pese al aumento de la superficie forestal
Aquí, las cifras también son muy preocupantes: los cuatro años más cálidos desde que existen registros se han dado durante la última década, las olas de calor tienen una tendencia creciente en casi todas las Comunidades Autónomas y dos terceras partes del territorio están en riesgo de desertización, pese al aumento de la superficie forestal.
Frente a esto, la organización ecologistas asegura que, ante la imposibilidad de controlar factores como la meteorología y la topografía, la vía más rápida para reducir el riesgo que enfrenta el país sobre los incendios pasa por una recuperación integral y sostenible del medio rural, mitigando los efectos de la despoblación y conectando las realidades de estas zonas con las del ámbito urbano. Para ello, Greenpeace propone medidas como “la promoción de iniciativas que recuperen el paisaje mosaico tradicional” o el fomento de prácticas en el sector primario “como la ganadería extensiva, pastoreo, cultivos..., buscando la fragmentación del territorio como medida de gestión forestal para la reducción del combustible”.
A nivel de gestión, la organización solicita la puesta en marcha una estrategia nacional en la que se recojan medidas como la restauración de tierras y montes abandonados o que detalle una dotación presupuestaria y el aumento de los recursos para los distintos planes de ordenación forestal.