CRÓNICAS HIPERBÓREAS
Para ganar hay que querer
Si el PP y el BNG se han disparado es simplemente porque son las dos formaciones que el electorado, desde distintos puntos de vista, ha considerado, mayoritariamente, que defienden los intereses de la sociedad gallega
Xosé Manuel Pereiro 13/07/2020
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Para entender por qué pasó lo que pasó en las elecciones al Parlamento de Galicia hay varios métodos. Uno es graduarse en sociología gallega por el método Casado, viendo algún capítulo de Fariña o de Vivir sin permiso y leyendo Romance de lobos. Otro, similar, es el uso de la sinécdoque aplicada a la política: creer que la parte de unos viejos acarreados a las urnas por las monjitas, o una teórica sumisión secular constituye el todo de una mayoría absoluta (no creo que eso funcione en Vigo donde, pese a Abel Caballero, el PP fue la fuerza más votada). También hay quienes se arrancan la mascarilla de interregionalismo proletario que tan bien les sentaba cuando En Marea era el asombro del mundo y se colocan de nuevo el salacot. Lo cierto es que lo único mínimamente sorprendente de los resultados del 12J fueron algunos porcentajes de votos, pero no desde luego el orden de preferencia sobre las distintas opciones políticas que la ciudadanía expresó en las urnas.
Feijóo ha mantenido el mismo porcentaje de apoyos que en 2016, pero ha perdido unos 50.000 con respecto a los anteriores comicios
Para entender la victoria de Feijóo es útil molestarse en leer –al tiempo que se disfruta haciéndolo– este análisis de cómo es el PP de Galicia, y las razones por las que gana. Es decir, siendo un PP sensiblemente distinto del habitual (aún así, su candidato, Alberto Núñez Feijóo, hizo todo lo posible por camuflárselo al electorado, como si fuese un matrimonio morganático). Y el PP de Galicia es como es porque es el único asentado en todo el territorio, con lo que eso supone como maquinaria electoral y también como detector de sensibilidades y tendencias. Tener a los medios públicos y a la mayoría de los privados comiendo de su mano, obviamente también ayuda. De todas formas, Feijóo ha mantenido el mismo porcentaje de apoyos que en 2016, pero ha perdido unos 50.000 con respecto a los anteriores comicios. La suma de sus electores con los 26.400 de votos de Vox (un 2%) y los residuales de Cs (un 0,75%) arrojan una cifra de 661.386 mientras, hace cuatro años, las dos opciones de derechas (PP y Cs) habían alcanzado los 730.703. La suma de las izquierdas ha pasado de 649.350 en 2016 a 613.897 ayer.
Con respecto a su anterior posición, el PSdeG-PSOE ha mantenido los mismos apoyos (ha perdido algo menos de 4.000 votos, pero ha ganado un escaño más) y sigue siendo la tercera fuerza. Tampoco es que, como partido, se haya esforzado mucho. Desde que perdió la presidencia de la Xunta, en 2009, el PSdeG no ha presentado dos veces al mismo candidato (de hecho, hasta 2001 también lo cambiaba cada cuatro años). En estas elecciones, incluso un exsecretario general se presentaba con una formación propia. Hay dos tradiciones que lastran siempre los resultados socialistas en las autonómicas gallegas. Una es que el secretario general no domine toda la organización territorial y la otra es que da la impresión de que a Ferraz, y más si el PSOE está en el Gobierno, no le hace especial ilusión tener una administración amiga en el noroeste. En esta ocasión, los beneficios de sumar un gobierno autonómico palidecen ante las ventajas de ahorrarse las críticas de los medios de la derecha vociferante por compartirlo con nacionalistas (no digamos ya en posición subalterna) y de tener a Pablo Casado en permanente amenaza por la posible bajada de Jon Snow Feijóo desde Invernalia.
Ha sido Podemos el que ha adoptado los vicios del BNG. Los que en su día hicieron caer a la formación y determinaron el nacimiento de Alternativa Galega de Esquerdas
Sí es cierto que nadie esperaba un castigo tan drástico a las listas de Galicia en Común/Podemos/Esquerda Unida/Anova/Mareas. 51.223 votos (un 3,95 %) que dejan como extraparlamentaria a la opción heredera de la que había sido la segunda fuerza en la anterior legislatura, En Marea, que había sumado 273.523 votos. Entre las reacciones reproducibles, la que Juan Carlos Monedero expresó en un tuit es que “la izquierda nacionalista vasca y gallega se han podemizado. El discurso de Bildu y BNG no se diferencia del que antaño criticaban. Mientras tanto, Podemos, que ha cambiado la política de este país, sigue sin dedicar el grueso de sus energías a lo que debe: construir partido”. Ignoro qué ha pasado con la izquierda nacionalista vasca, pero con el hándicap que supone vivir y trabajar aquí, mi opinión sobre lo ocurrido en Galicia es mas bien la contraria: ha sido Podemos el que ha adoptado los vicios del BNG. Los que en su día hicieron caer a la formación nacionalista y determinaron el nacimiento de Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), el protoPodemos, de la mano de Xosé Manuel Beiras y Yolanda Díaz. El BNG nació y creció de una confluencia de movimientos sociales y políticos y entró en barrena cuando centró sus energías, primero en mantener el equilibrio de poderes internos y, después, en una lucha descarada por el control del volante. AGE recorrió ese camino en la legislatura 2012-2016 y lo que empezó siendo En Marea y después Grupo en Común da Esquerda siguió el mismo proceso, con empeño digno de mejor causa. Ninguno de los dos grupos parlamentarios acabó como empezó. Mientras, el Bloque, que había perdido la representación en el Congreso que tenía desde 1996, iniciaba el camino inverso. En todo caso, incluso en cuestión de peleas a navajazos, la gente suele preferir el original a la copia.
El ascenso del BNG, pasar de 118.000 a 310.000 votos, de 6 a 19 escaños, no ha sido exclusivamente a base de coger (o de recuperar) los votantes que antes habían optado por el rupturismo. La formación de Ana Pontón ha pescado mucho en esos caladeros, y ha sido la predominante entre los jóvenes y primeros votantes, pero también ha obtenido réditos en electorados del PP y del PSOE, desde ámbito rurales a urbanos (en este caso en el electorado femenino). Todo esto no se debe a que el Bloque haya puesto orden en la casa, a que tiene una líder sólida, a que haya hecho la mejor campaña (contando o no la de ocultamiento del PP). Ni siquiera a que haya aumentado la conciencia nacionalista. Si el PP, pese a la gestión de Feijóo (que también ha conseguido ocultar) y a su colección de fotos con amistades peligrosas y carcelarias, se ha mantenido y el BNG se ha disparado es simplemente porque son las dos formaciones que el electorado, desde distintos puntos de vista, ha considerado, mayoritariamente, que defienden los intereses de la sociedad gallega. Les parecerá raro, pero curiosamente, eso y no otra cosa es lo que se dirime en unas elecciones autonómicas.
Para entender por qué pasó lo que pasó en las elecciones al Parlamento de Galicia hay varios métodos. Uno es graduarse en sociología gallega por el método Casado, viendo algún capítulo de Fariña o de Vivir sin permiso y leyendo Romance de lobos. Otro, similar, es el uso de la sinécdoque...
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Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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