Dietario (II)
De repente, un gatito
¿Quién cuida las plantas cuando no estás, en una ciudad que se vacía? Lo normal habría sido pedírselo a los vecinos, pero en mi caso esta opción habría resultado extravagante, ni siquiera pasean a sus propios perros
Elena de Sus 3/08/2020
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Yo nunca decidí tener cinco plantas. Ni me lo planteaba. Si alguien me lo hubiera propuesto, seguramente habría dicho que no era práctico, para empezar porque mi habitación no tiene casi luz natural, lo que obligaría a colocar las plantas en el comedor o en la cocina del piso compartido, un lío. Además, siempre estoy pensando que me iré pronto de aquí, aunque luego no lo haga, y ese pensamiento no cuadra con el de la cultura vegetal.
La albahaca la compré hace poco más de un año en el Carrefour junto con otros productos impropios de mí, como una botella de vino blanco, una bandeja de salmón fresco, un trozo de queso italiano y unos frutos secos que finalmente no fueron piñones porque, bueno, todo tiene un límite.
Después de la extraordinaria cena, que fue un éxito, observé la plantita demediada en la cocina y me dio un poco de pena tirarla. Dije a mis compañeras que era aromática, que podían coger alguna hoja si querían. Una de ellas le cogió cariño, y entre unas cosas y otras, se puso a crecer. Nunca más la usamos para salsas. Esa fue la primera planta.
Para el confinamiento me quedé sola en el piso. Pasada una semana, otra compañera me comunicó que tenía una planta en su habitación, y me pidió que mirase a ver si estaba viva y si era así, me encargara de ella hasta su vuelta en septiembre. Desde entonces, dos plantas.
Poco después llegó Sofía con tres macetas en una cesta. Se las habían regalado, pero ellas no las podían tener, porque en su piso no hay luz natural (es cierto, no la hay) y se estaban empezando a poner mustias. A partir de ahí, cinco plantas.
Durante el resto del confinamiento, a falta de otra cosa que hacer, las cinco plantas pasaron a ser centrales en mi vida. El recuerdo de esos días parece una alucinación.
Ahora tengo cuatro plantas, porque la albahaca murió durante una ausencia mía que se prolongó más de lo previsto, con la inestimable contribución de este verano infernal. Es inquietante dejar morir aquello que poco antes te has esforzado en cuidar. Por lo que veo en Twitter, está siendo una experiencia habitual.
¿Quién cuida las plantas cuando no estás, en una ciudad que se vacía? Lo normal habría sido pedírselo a los vecinos, pero en mi caso esta opción habría resultado extravagante por múltiples motivos, entre ellos, que mis vecinos ni siquiera pasean a sus propios perros. Estoy mirando en Youtube autorriegos caseros.
Mi amiga Bea no pensó que quería tener un gatito en aquel piso compartido de Madrid, pero resulta que su hermana, animalista, lo recogió de la calle en malas condiciones, y el veterinario les dijo que el felino tenía una enfermedad contagiosa, por lo que no podía estar cerca de sus congéneres. Esta condición hacía imposible mantenerlo en la casa familiar de Soria, y así fue a parar a Aluche.
Ese verano, a Bea le surgió un trabajo de dos semanas en El Escorial, y el piso quedaba vacío, por lo que me pidió que le fuese a dar de comer al gato. Era muy cariñoso y me hacía monerías hasta que le ponía la comida. A partir de entonces pasaba de mí. Esta actitud no disminuyó mi simpatía hacia la bestiecilla, sino todo lo contrario.
Mi amigo Manu (nombre figurado) tampoco tenía previsto tener un gato, pero al parecer la nueva compañera de piso de su vecina de enfrente era alérgica, lo que le hacía imposible mantener allí a Félix (nombre figurado). Manu y Félix llevan juntos muchos meses, habiendo superado algunos riesgos. La dueña no lo va a visitar, pero le pide la comida por Amazon.
Es curioso. Algunos dedicamos mucho esfuerzo a cumplir el papel que nos ha tocado del mejor modo posible. Intentamos parecernos al sitio en el que vivimos, un sitio donde se dan las gracias de forma compulsiva por algún favorcillo nimio, como si fuera una heroicidad, y el cariño se administra teniendo en cuenta los KPI. Intentamos ser de agua como Bruce, inexpugnables como Clint. Ligeros para poder volar. Con ambición como nos dijeron nuestras mamás. Llegamos a casa y dejamos pasar una sonrisa, pensando que lo llevamos muy bien.
Y de repente, un gatito.
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La próxima entrega de este dietario se publicará el 7 de agosto, mientras puedes leer la anterior aquí.
Dietario (I): La historia que no emocionó a nadie.
Yo nunca decidí tener cinco plantas. Ni me lo planteaba. Si alguien me lo hubiera propuesto, seguramente habría dicho que no era práctico, para empezar porque mi habitación no tiene casi luz natural, lo que obligaría a colocar las plantas en el comedor o en la cocina del piso compartido, un lío. Además, siempre...
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Elena de Sus
Es periodista, de Huesca, y forma parte de la redacción de CTXT.
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