En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Una vez más la vida imita al arte. Creo que fue Oscar Wilde el que lo dijo. Lo que era una metáfora se ha hecho realidad, los adjetivos se han convertido en sustantivos y soñar es despertar. La vida es un mal sueño, del que hemos salido, de la noche a la mañana, para confirmar, con la lucidez del miedo, que nos habita un cadáver inminente. Una canción de cuna puede sonar a réquiem y las jubilosas campanas de una boda acabar tocando a muerto. Somos inocentes y no hemos hecho nada malo para merecer esto. Nos descubrimos débiles, vulnerables, perecederos. En la escuela no nos han preparado. Por si hiciera falta, ahora sabemos que el mundo no tiene fronteras, el mal está en todas partes. Formamos parte de una humanidad única, que niega naciones, razas, historias diferentes, lenguas diversas, rivalidades irresolubles, climas y pieles incompatibles. Ya no hay extranjeros, ya no hay héroes; todos somos unos. El coronavirus nos unifica y nos desmitifica. Todos somos responsables de todos, condenados al carnaval tétrico de las mascarillas. Lo que era literatura se ha hecho verdad, de la buena. Todos nos hacemos filósofos, a la fuerza. Se acabaron las bromas. Tú y yo no compartimos la alegría de vivir, sino la certeza de la última hora. Todo ha saltado por los aires. Los buenos sentimientos están en cuarentena. La solidaridad, ese bonito sentimiento, que nos redimía de nuestra proclividad al egoísmo, se ha convertido en insolidaridad, en poner tierra por medio, en alejarnos de los otros, en desconfiar. La expresión de nuestros sentimientos está prohibida. El beso, la caricia, el abrazo, que completaban la felicidad de nuestra piel, son nefastos y pueden ser el punto de partida de nuestro final. Si queremos a alguien es bueno apartarlo de nosotros, todo lo contrario a lo que antes creíamos y queríamos. La mirada vuelve a ser la libertad. Como decía Sartre, el infierno son los otros. Cuanto más lejos estén, mucho mejor. Detrás de una amable sonrisa puede estar nuestra condena. El botón del ascensor puede ser el punto de partida de una tragedia. Mi nieto, el del botellón, puede darme la puntilla. Cerrar las puertas es inútil, el mal está en el aire. Vivimos sobre una débil costra de inestabilidad. La actualidad no se pasa, estamos anclados en un perpetuo presente, con un futuro hipotético. Cada amanecer nos trae las mismas advertencias. Pero no podemos, como los avestruces, meter la cabeza debajo del ala. Franz Kafka tenía razón. El guión de nuestra vida cotidiana parece escrito por él.
Una vez más la vida imita al arte. Creo que fue Oscar Wilde el que lo dijo. Lo que era una metáfora se ha hecho realidad, los adjetivos se han convertido en sustantivos y soñar es despertar. La vida es un mal sueño, del que hemos salido, de la noche a la mañana, para confirmar, con la lucidez del miedo, que nos...
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí