1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

LA VANGUARDIA EN CUESTIÓN

Simultaneidades de lo sucesivo

Sobre la poesía de vanguardia en América Latina

Edgardo Dobry 5/10/2020

<p>César Vallejo, circa 1920.</p>

César Vallejo, circa 1920.

Wikimedia Commons

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Las siguientes líneas se proponen aportar algunas observaciones, a la luz del muy estimulante intercambio de ideas, matices y abordajes sobre el origen, vigencia e impacto de la poesía de vanguardia en América Latina que se viene desarrollando en este medio. Mi propósito no es dirimir una posible verdad sobre la materia sino agregar a esas valiosas intervenciones algunas precisiones y matices que considero importantes para avanzar en el conocimiento del asunto. Uno de los problemas al que nos enfrentamos al hablar de la vanguardia o de las obras de vanguardia es que no existe tal objeto, si se lo considera como algo homogéneo, aproximadamente acotado y definido en el espacio y el tiempo. Poner en una misma frase a Joyce y a Proust solo es legítimo si se hacen suficientes matizaciones, porque ambos distan tanto de la novela del siglo XIX como lo que dista la Recherche de Ulysses. Los poemas en una lengua inventada que Hugo Ball recitaba en el Cabaret Voltaire de Zurich tienen poco que ver con los “campos magnéticos” de Breton y Soupault, y ninguno de los ellos tiene nada que ver con La tierra baldía de Eliot. El manifiesto Dada, escrito por Tristan Tzara –cuyo verdadero nombre era Samuel Rosenstock (en su pronunciación rumana, “trist în ţara” significa el “triste en su país [natal]”) y provenía del meollo de la comunidad judía de Bucarest– es un festival de la negatividad: “Dada no significa nada”; “…no tiene para nosotros ninguna importancia”. En tanto que el católico Breton, que, con toda la ironía del caso, no deja de titular “La inmaculada concepción” a uno de sus escritos programáticos, escrito junto a Paul Éluard, produjo una serie de manifiestos afirmativos, taxativos y, de hecho, convertidos en doctrina de una orden estricta y vertical. Dada emerge y fulmina a la vez: rompe el código para mostrar que la poesía ha llegado a su fin; el surrealismo inaugura, funda, se promete un camino que empieza en el cero y va hacia el infinito, en consonancia con su imaginario soviético.

La pandemia ha golpeado duro a CTXT. Si puedes, haz una donación aquí o suscríbete aquí 

En el ámbito particular de América Latina: Neruda y César Vallejo descienden de Rubén Darío, pero en modos tan distintos que resulta un tanto forzado asociarlos a un mismo movimiento; tienen, acaso, un mismo aire de época, pero sin conexión entre sí. Los manifiestos mismos deben leerse con precaución: Huidobro, en Altazor, fue ortodoxamente creacionesita, pero Borges fue muy escasa y tibiamente ultraísta, por mucho que fuera coautor de la proclama. Alejandra Pizarnik, que escribe en los años sesenta, está más cerca de Lautréamont y de Artaud de lo que nunca estuvo Oliverio Girondo, cuyo Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922) está –y con justicia– en todas las listas de los imprescindibles de la vanguardia latinoamericana. En 1958, el colombiano Gonzalo Arango escribe el Primer manifiesto nadaísta: “Yo no sabría decir lo que es, pues toda definición implica un límite. Su contenido es muy vasto, es un estado del espíritu revolucionario, y excede toda clase de previsiones y posibilidades”. ¿Cuándo termina la vanguardia en América Latina?

Entonces, ¿es un error o una generalización abusiva hablar de un movimiento estético o literario, cualquiera que sea? No siempre: el modernismo, por ejemplo, tuvo un líder evidente e indiscutido, Rubén Darío, y una serie de figuras importantes, aunque menores respecto de él, como Lugones, Herrera y Reissig, Delmira Agustini, Alfonsina Storni o Jaimes Freyre, para mencionar solo algunos. Todos fueron modernistas, pero la muerte de Darío, en 1916, se puede considerar sin grave error como el final del periodo hegemónico del movimiento. Otro ejemplo: entre las décadas de 1970 y 1980 buena parte de América Latina estuvo bajo la égida del neobarroco, tendencia inspirada en los poemas y ensayos de José Lezama Lima y cuya doctrina fue articulada desde París por Severo Sarduy. Lo que llamamos vanguardia o vanguardias, en cambio, es una disgregación o un estallido: es insoslayable el hecho de que en el giro de unos pocos años la poesía latinoamericana dio obras tan notables como Altazor, Residencia en la tierra, Fervor de Buenos Aires, 5 metros de poemas, Trilce. Pero cada una de ellas está marcada por proyectos y tensiones distintos, entre otras cosas porque –y este hecho evidente se olvida con frecuencia, sobre todo desde España, cuando se habla de literatura hispanoamericana o latinoamericana– pertenecen a ámbitos nacionales tan diversos como los de Argentina, Chile y Perú. Lo diré de otro modo: Breton, Éluard, Aragon, Crevel, Soupault, Desnos, Péret, Artaud, Picabia, descienden de la misma tradición, de la fuerte, sólida, antigua y autosuficiente tradición francesa; son herederos directos de Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud y Lautréamont, para mencionar solo los más cercanos e influyentes en ellos. ¿De qué tradición, en cambio, descienden Borges y Vallejo? ¿De la española? No; o, solo muy parcialmente. ¿De la francesa? En parte, y mediada por la diferencia de lengua, que, en poesía, es una diferencia abismal. ¿De una combinación de elementos que son muy diversos para cada uno de ellos? Sin duda.

La lengua es, en América Latina, un indiscutido territorio común; la literatura, no

Si América Latina es una unidad o solo una agregación de países que hablan la misma lengua y fueron colonias de un mismo imperio (o de dos, si incluimos a Brasil) es asunto en permanente discusión, que vuelve cada tanto. Menos dudoso es que cada uno de esos países posee unos rasgos nacionales que, a pesar de su juventud, son notorios e insoslayables, y han sido objeto de vivos debates acerca de cómo definir un proyecto nacional, también en la literatura. La lengua es, en América Latina, un indiscutido territorio común; la literatura, no: por eso carece de sentido inventarle una poesía de vanguardia a aquellos países que no la tuvieron o solo la tuvieron muy pálidamente. La mayor parte de las disputas literarias e intelectuales que se han dado en el espacio latinoamericano no tuvieron como escenario el entero ámbito subcontinental sino alguno de esos espacios nacionales. Y se da el caso de interesantes superposiciones cronológicas; por ejemplo, Rubén Darío muere el mismo año en que Argentina celebra el centenario de su independencia y empieza a cerrar el vivísimo debate acerca del proyecto nacional que se había abierto seis antes, cuando se celebró el centenario de la Revolución de Mayo, que fue el principio de la emancipación. Modernismo, protovanguardia y nacionalismo acérrimo coinciden en varios de los poetas significativos del momento, el más notable de los cuales fue Leopoldo Lugones.

A propósito de Lugones, daré un ejemplo de disputa velada y solo comprensible como tensión en el ámbito nacional: en el número 18 de la revista Martín Fierro (1926), Borges reseña Calcomanías de Oliverio Girondo, quien había escrito el manifiesto de esa revista, es decir que era un compañero de filas, en ningún caso un adversario. Borges dice: “Girondo es un violento. Mira largamente las cosas y de golpe les tira un manotón. Luego las estruja, las guarda. No hay ventura en ello, pues el golpe nunca se frustra...”. El “golpe” es el símil, los diferentes tropos que son, en el Girondo de los años veinte, el fundamento del poema: en Toledo, “la ciudad/ muerde con sus almenas/ un pedazo de cielo”; en la noche, “los pasos suenan/ como malas palabras”; en Sevilla “los hacendados penetran/ en los despachos de bebidas,/ a muletear los argumentos/ como si entraran a matar”. ¿Por qué no hay “aventura”? Porque es fácil identificar Toledo con las torres almenadas y a estas con una muela que muerde el cielo; porque en Sevilla hay corridas de toros y los ganaderos son, por metonimia, parecidos a los matadores, etc. Pero también porque la búsqueda de la metáfora “que anima y alza las cosas inanimadas” es tan antigua como la poesía y Borges da como ejemplo un verso de la Eneida en que el asiático río Aras, herido en su orgullo por el puente que salva su caudal, arremete contra él y lo arrasa: pontem indignatus Araxes. Segunda descomposición de la “aventura”: la presunta novedad de la prosopopeya es, en verdad, la renovación de un procedimiento que ya está en Virgilio y en la Biblia.

La diferencia entre la vanguardia y cualquier otro movimiento estético no consiste en la novedad –desde hace siglos la cultura celebra lo nuevo– sino en la ruptura

Diez años más tarde, en un artículo en la revista El hogar, Borges agrega: “Lugones publicó Lunario sentimental en 1909. Yo afirmo que la obra de los poetas de Martín Fierro y de Proa –toda la obra anterior a la dispersión que nos dejó ensayar o ejecutar obra personal– está prefigurada, absolutamente, en algunas páginas del Lunario… Lugones exigía, en el prólogo, riqueza de metáforas y rimas. Nosotros, doce y catorce años después, acumulamos con fervor las primeras y rechazamos ostentosamente las últimas. Fuimos los herederos tardíos de un solo perfil de Lugones”. En la reseña sobre Girondo hay un giro conservador: la búsqueda de lo nuevo no es un valor en sí mismo porque lo nuevo es siempre reelaboración de lo anterior o de lo eterno y porque el valor no está en la imagen insólita sino en la verdaderamente lograda. En el artículo de El hogar la figura tutelar de Lugones ciñe la disputa al ámbito argentino, de la que ambos, maestro y discípulos, nunca quisieron apartarse; ni Lugones ni Borges ni Girondo tuvieron jamás la menor intención de concebir la existencia de algo que se llamara Hispanoamérica o Latinoamérica ni menos aún literatura latinoamericana. En buena medida fue esa, precisamente, la línea divisoria entre Darío y Lugones: cuando el primero va hacia las “sangre de Hispania fecunda” (Cantos de vida y esperanza), el segundo emprende el camino hacia las Odas seculares (1910, precisamente el centenario del que antes hablábamos).

Es difícil negar que Lugones, que vivió hasta 1936 y que en los años veinte fue una figura muy activa y problemática –por su deriva en favor de Mussolini y sus refutación del sufragio universal, que lo harían el valedor intelectual del golpe de Estado de 1930, que asestó un golpe mortal al proyecto democrático del país–, se convirtió en el blanco de duros ataques por parte de los jóvenes de entonces. También porque, muerto Darío, él era la encarnación del abominado modernismo –abominado por demasiado cercano y no del todo destituido. Porque si la generación vanguardista fue heredera, aunque sea a medias, del poeta modernista más importante de Argentina, ¿qué caracteriza, inequívocamente, al poema vanguardista? ¿El abandono de la rima? Eso ya lo había hecho el padre de la gran poesía americana, Walt Whitman, cuya influencia en Lugones, en Borges, en Neruda y en Juan L. Ortiz (para mencionar solo a algunos) nada tiene que ver con el futurismo, ni con Dada, ni con el surrealismo.

La diferencia entre la vanguardia y cualquier otro movimiento estético no consiste en la novedad –desde hace siglos la cultura celebra lo nuevo, en las costumbres, en el arte, en el poema; la edad moderna es la edad de la moda– sino en la ruptura, en el intento de dinamitar la continuidad con el pasado y, sobre todo, con el pasado reciente. La vanguardia no es nada sino la postulación de que el arte no es una institución sino una provocación: “no tenemos nada que ver con la literatura”, escriben Breton y Éluard. Por eso en 1920 Breton trata de “cadáver” y de “mediocridad dorada” a Anatole France, que iba a recibir el premio Nobel al año siguiente y en quien se inspiró Proust para el personaje del escritor Bergotte. Borges hizo algo parecido a lo de Breton con Lugones, acusándolo, en los años veinte, de publicar “libros casi en blanco”. La diferencia consiste no solo en que diez años más tarde iba a reconocer la deuda (y no es casualidad que lo hiciera pocos meses después del suicidio del autor de Lunario…, como un velado y evidente mea culpa), y que en 1960 le iba a dedicar El hacedor (“Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones…”) sino en el hecho de que Lugones fue, en el sentido pleno de la palabra, el primer escritor argentino. Antes de él no hubo, en el Río de la Plata, un escritor autónomo, un profesional de las letras con consciencia de su obra, un –para decirlo en términos de Bourdieu– campo literario en el que insertarse. ¿Hay equivalencia entre el desaire a Anatole France, considerado como el último, débil y afectado representante de una estirpe, y el de Lugones, que es el primero, la figura tutelar de una literatura nacional recién nacida y que se piensa más como proyecto que como tradición? ¿Con qué podían, verdaderamente, romper los poetas de las revistas Martín Fierro y Proa?

Podríamos establecer esquemas parecidos para la relación de César Vallejo con Mariátegui; podríamos argumentar que el Martín Adán que, con apenas veinte años, escribe La casa de cartón –donde se contiene el extraordinario “Poemas Underwood”, claramente deudor de “Zone” de Apollinaire– escribe, al mismo tiempo, su tesis de doctorado, titulada De lo barroco en el Perú.

Breton fundó oficialmente el surrealismo en 1924; en los años siguientes fueron expulsados Éluard, Dalí, Picabia, Artaud; Aragon abandona el movimiento en 1932 después de una agria polémica sobre la utilidad revolucionaria de la poesía; René Crevel se suicidó en 1935 después de una sonada discusión con Breton e Ilya Ehrenburg porque la “libertad total” que proclamaba el surrealismo no le impidió condenar, y prohibir entre sus filas, la homosexualidad. ¿Sucedió algo parecido en América Latina? No: porque no hubo una ortodoxia surrealista ni de ninguna otra especie, porque no hubo un jefe de filas carismático y dictatorial; porque no hubo, como en la frontera oriental de Europa en los años veinte y treinta, una revolución que se quería extender; porque no hubo, en fin, un movimiento unificado y transversal al subcontinente.

En América Latina, la revolución (fantasiosamente) extensible fue la cubana, en los sesenta, y coincidió con la reacción antivanguardista y el auge de una poesía coloquial y poco dada a las metáforas herméticas; cosa que, dicho sea de paso, parece adaptarse mucho mejor a la causa revolucionaria que lo del encuentro casual del paraguas y la máquina de coser. Digo “parece” porque, en lo que respecta a la eficacia política del poema, el coloquialismo fracasó tan estrepitosamente como el surrealismo, más allá de dejar unas cuantas canciones que hoy ruborizan a quienes las cantaron, en su juventud, a coro y tomados de la mano.

Una de las características de lo americano es la capacidad de hacer simultáneo lo que en Europa es sucesivo

A estas diferencias, por así decir, espaciales que dificultan el acotamiento de un campo de poesía vanguardista en América Latina como algo homogéneo y cuya existencia podría darse como un fenómeno evidente y de contornos más o menos definidos debe sumarse la no menor complejidad temporal. En Europa el ascenso de los fascismos y la posterior hecatombe de la Segunda guerra mundial sepultaron definitivamente la vanguardia. Todavía en plena guerra, Francis Ponge escribe Le partis pris des choses, que no es solo un libro genial: es una decisiva impugnación del surrealismo y una proclama por la recomposición del vínculo entre palabra y mundo, que ya no tendrá vuelta atrás. En el ámbito del arte, se hablará de neovanguardias pero vendrán ya desde América: el pop art, el expresionismo abstracto. Aunque América Latina vivió siempre bajo una proverbial inestabilidad institucional, no hubo un único acontecimiento decisivo, de alcance continental, que decretara la caducidad del proyecto o ideario vanguardista. Por eso vuelve en sucesivas oleadas. En 1951 Juan Sánchez Peláez publica Elena y los elementos: “El porvenir: lobo helado con su corpiño de doncella marítima./ Me empeño en descifrar este enigma de la infancia./ Mis amigos salen del oscuro firmamento…”. Será el origen de una nueva ola de surrealismo en Venezuela. Al año siguiente Aldo Pellegrini lanza en Buenos Aires A partir de cero, revista fervorosamente bretoniana donde publican, entre otros, Enrique Molina y Olga Orozco. En 1961 el mismo Pellegrini publica su Antología de poesía surrealista, en cuyo prólogo escribe: “El futurismo fue una concepción inhumana y reaccionaria, disfrazada de modernidad. El surrealismo es esencialmente revolucionario y aspira a transformar la vida y la condición del hombre”. ¡En 1961! Buena parte del sentido de la frase está en los verbos: el futurismo fue; el surrealismo es.

¿Hace falta recordar que hacia mediados de la década de 1950 se habían publicado ya libros tan decisivamente antivanguardistas como Poemas y antipoemas de Parra (pero la denominación “antipoema”, ¿no tiene algo de gesto vanguardista?) o Argentino hasta la muerte de César Fernández Moreno? ¿O que, al mismo tiempo, se publica la primera edición de En la masmédula, donde Girondo es más vanguardista que nunca, en la negatividad y disgregación de la palabra que esos poemas conllevan? Y sin embargo, en los años sesenta Alejandra Pizarnik, en la órbita del nuevo espíritu de Pellegrini y compañía, escribe algunos de los mejores poemas de inspiración surrealista de América Latina: Extracción de la piedra de locura (1968) toma su título de un cuadro de El Bosco al que Breton había dedicado un ensayo ¿Y cómo leer el Primer Manifiesto Infrarrealista de Roberto Bolaño, de 1976, que titula “Déjenlo todo, nuevamente”? “Lachez tout”, había dicho Breton en 1923; más de cincuenta años más tarde un joven chileno le agrega el “nuevamente”: ¿es un gesto vanguardista o es más bien la ironía que desarma la posibilidad de todo gesto vanguardista, de toda ruptura?

Una de las características de lo americano es la capacidad de hacer simultáneo lo que en Europa es sucesivo: Darío fue romántico, simbolista y protovanguardista. Neruda se hizo popular como poeta sentimental, como autor de poemas de amor bajo las estrellas que tiritan azules, y pocos años después provocó, con el hermetismo trascendental de Residencia en la tierra, uno de los desconciertos más profundos y fructíferos de la poesía moderna en castellano. Después, a partir de Tercera residencia, decretó que la vanguardia se había terminado y que, habiendo visto la sangre por las calles en la Madrid bombardeada por Franco en agosto de 1936, solo se podía escribir poesía política: el Canto general será la máxima consecuencia de ese giro. La delimitación de las estéticas es difícilmente sucesiva y las escuelas y corrientes siguen complejas lógicas entre lo nacional y lo continental. Un debate sobre las tendencias de la vanguardia en América Latina que no tenga en cuenta esa complejidad corre el riesgo de creer específico y preciso lo que no es sino una generalización y de buscar un único tono para un mapa que es más bien un atlas de hojas superpuestas y de colores muy diversos.

La pandemia ha golpeado duro a CTXT. Si puedes, haz una donación aquí o suscríbete aquí

----------------------

Edgardo Dobry (Rosario, Argentina, 1962) es poeta, ensayista y profesor en la Universidad de Barcelona.

Las siguientes líneas se proponen aportar algunas observaciones, a la luz del muy estimulante intercambio de ideas, matices y abordajes sobre el origen, vigencia e impacto de la poesía de vanguardia en América Latina que se viene desarrollando en este medio. Mi propósito no es dirimir una posible verdad sobre la...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Edgardo Dobry

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí