Ganas de quemar cosas
Si la imagen en el retrovisor se agranda es que vamos marcha atrás
Alicia Ramos 31/08/2020
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Una mancomunidad de pueblos de la sierra de Madrid organizó el pasado fin de semana unas jornadas de poesía en torno a la figura de Gloria Fuertes. Hubo exposiciones, actividades para la infancia, presentaciones de libros, recitales y micros abiertos por los diferentes núcleos de población mancomunados. El sábado por la tarde estábamos en uno de los actos escuchando a no recuerdo quién contarnos algo acerca de su poemario, o de la obra de otra persona, da igual, hablando sobre poesía, ese uso especial de la lengua que nos cuenta lo máximo con lo mínimo, según Gloria Fuertes. Las temperaturas habían caído de golpe y nos había pillado a la gente desprevenida para un evento así al aire libre. El atardecer de la sierra desplegaba sus celajes wagnerianos junto a lo que habían sido los lavaderos públicos de un pueblo en el que la mayoría de la población era, en verdad, de Madrid. Se oía poco a la ponente, pero con toda claridad a la gente que celebraba algo en una casa cercana. Nos disponíamos en aquel patio en sillas plegables que respetaban la distancia que aconseja la situación sanitaria. Parecíamos representantes de algún culto exótico que despertaba recelos entre los grupos de personas ajenas al acto que pasaban cerca por la calle y se nos quedaban mirando con desconfianza. ¿Qué hace esa gente que no está viendo la tele?, parecían preguntarse.
Llevo cuarenta años oyendo quejas sobre la progresiva pérdida de prestigio de la cultura. Pero a lo mejor ha llegado el momento de cuestionarse si no representará más bien un peligro. Definitivamente éramos un cuerpo extraño en el tejido de acontecimientos de la cotidianidad local, una anomalía y quién sabe si una amenaza.
Es fascinante lo de la autocensura. El clima que sugestionaba a todas las personas allí reunidas a medida que avanzaba el acto se manifestó de golpe cuando una de las ponentes dudó de si leer o no un poema, se preguntó en voz alta si sería procedente. El poema “peligroso” era de una inocencia casi infantil, solo que podía entenderse que denunciaba la imposición de una versión mendaz, la intolerancia y el borrado del pasado por parte de quienes peor parados podían salir con su recuerdo minucioso y cabal.
Yo, muertita de frío en mi silla plegable, también me sentí amenazada por una presencia invisible pero sólida por regocijarme ante la belleza formal de lo que de repente se me antojaba un panfleto comprometedor, una insignia que no debería haber escondido en mi cartera o la foto del abuelo en el marco del ejército de la República.
De repente alguien, en alguna calle, detrás del edificio cuyo patio nos acogía, gritó con voz destemplada “¡viva Franco!”
¿A quién podía ir dirigido ese anacronismo? ¿Qué significa un viva a quien lleva tanto tiempo muerto que, por mis cuentas, ya lo han enterrado por lo menos dos veces? A la cultura. En realidad, para ser tiquismiquis, era un “viva Millán Astray”, pero, aunque se esfuerzan, los periódicos del régimen no han logrado aún colocar el nombre de este prócer de la inanidad cultural en el verbo desacomplejado de la vanguardia del miedo.
Hace diez, puede que cinco años, tal vez menos, un grito así nos hubiera hecho prorrumpir en una carcajada colectiva. Esa tarde de golpe fría ni nos miramos, cada quien masticó su propio miedo, calculó sus propios riesgos, evaluó sus posibles vías de escape. Bien empleado nos está por reunirnos en torno a la palabra hecha verso, ya nos vale.
En Irán, una teocracia que se parece mucho, salvo por la teonimia, al régimen que quieren traernos aquí, acaba de aprobar una ley que castiga los ataques con ácido a las mujeres que llevan el velo mal colocado, no visten de acuerdo a los códigos del islam político o porque no me gusta tu careto. Si se legisla sobre esto es porque ocurre con frecuencia.
La uniformidad solo se impone con miedo y brutalidad, con una represión eficaz a la diversidad.
El 8 de marzo de 1979 cien mil mujeres se manifestaron en Teherán porque les parecía que el régimen estaba tomando una deriva peligrosa y se rumoreaba que se proponía imponer el velo.
Al año siguiente era una imprudencia temeraria, si no un suicidio, tan solo pensar en manifestarse.
Una mancomunidad de pueblos de la sierra de Madrid organizó el pasado fin de semana unas jornadas de poesía en torno a la figura de Gloria Fuertes. Hubo exposiciones, actividades para la infancia, presentaciones de libros, recitales y micros abiertos por los diferentes núcleos de población mancomunados. El sábado...
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Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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