Precariedad
La precariedad y la inseguridad, principales barreras para una natalidad bajo mínimos
La fecundidad en España alcanza los 1,23 hijos por mujer, uno de los ratio más bajos del mundo y muy alejando de los deseos de la población, que sitúa sus preferencias en cerca de dos hijos
ctxt 23/01/2021
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Los cambios sociales y culturales de las últimas décadas ha provocado cambios en las dinámicas familiares y de procreación que son visibles en la mayoría de países: hay menos nacimientos, las poblaciones están más envejecidas y los ratios de dependencia son cada vez más elevados. Sin embargo, si algo explica que España tenga una de las tasas de natalidad más bajas del mundo es la gigantesca precariedad e inseguridad que arrastra la población adulta más joven, así como otros problemas estructurales como el desempleo y la falta de políticas públicas. Esto es lo que concluye un reciente informe de la fundación de estudios FEDEA, donde se advierte de que nuestro país es uno de los lugares donde mayor distancia se registra entre el número de hijos que desearía tener la población y los que efectivamente tiene.
Según los datos recopilados en el estudio, la tasa de natalidad en España se ha situado durante los últimos años en los 1,3 hijos por mujer, mientras que las encuestas indican unas aspiraciones y preferencias de la población bastante más elevadas, cercanas a los dos hijos, tanto entre las mujeres como entre los hombres.
“Esta distancia entre fecundidad deseada y fecundidad alcanzada refleja un déficit de bienestar individual y colectivo, e indica la existencia de una serie de barreras que dificultan que muchas personas y parejas puedan hacer realidad sus proyectos familiares”, señala el documento, que firman varias investigadoras del CSIC, la UNED y la Universidad Complutense de Madrid.
Si bien el debate sobre la sostenibilidad de las pensiones y el Estado de bienestar ha tomando fuerza en los últimos años, España lleva cerca de cuatro décadas arrojando unas cifras de natalidad por debajo de los umbrales que aseguran el relevo generacional, y el descenso durante este tiempo ha sido continuado salvo pequeñas excepciones. Ya en la década de los noventa se pasó la barrera de los 1,5 hijos por mujer, y el ligero aumento que se experimentó a comienzos del milenio –en parte gracias a la llegada de migración– enseguida quedó truncado por la crisis de 2008.
Desde ese momento, España se ha ido situando cada vez a más distancia de la fecundidad media de la Unión Europea, que entre 2008 y 2019 apenas ha sufrido pequeñas variaciones, y que en la actualidad se sitúa en 1,56 hijos por mujer.
Esta tasa no es, en cualquier caso, el único indicador que apunta a un fenómeno estructural complejo y de largo recorrido en nuestro país. La transición a la maternidad, por ejemplo, también ha sufrido un retroceso significativo durante los últimos años. La edad media con la que las mujeres tienen su primer hijo ha pasado de los 25 años en 1980 a los más de 31 años de la actualidad. Junto a esto, el 25% de las mujeres nacidas a comienzos de los años setenta ha tenido un solo hijo, y los niveles de infecundidad se han situado entre los más altos de la Unión Europea.
La distancia entre fecundidad deseada y fecundidad alcanzada refleja un déficit de bienestar individual y colectivo
¿Cuáles son los principales motivos que explican este descenso de la natalidad y el retraso en la edad para formar una familia? Más allá de los cambios sociales y culturales que se han vivido durante el último siglo a nivel mundial –reducción de la mortalidad infantil, incorporación de la mujer al trabajo o aparición de nuevas dinámicas familiares–, en los que nuestro país no es un excepción, el estudio de FEDEA apuntan a una serie de barreras institucionales y económicas que han arrastrado a España fuera de este contexto de descenso generalizado y de los nuevos patrones de decisión personal.
“Los muy bajos niveles de fecundidad registrados en España no se derivan de un rechazo creciente a la maternidad o la paternidad, ni reflejan una preferencia mayoritaria por el hijo único”, asegura el documento, que subraya el contraste que generan muchas de las cifras más recientes, como las de la Encuesta de Fecundidad del INE. En los últimos años, la población que no desea tener hijos ha aumentado considerablemente, pero sigue siendo mayor la proporción de personas que esgrime motivos no voluntarios o ajenos a sus decisiones. Ejemplo de ello es que, a cierre de 2018, hasta cuatro de cada diez mujeres de 45 a 55 años sin descendencia habrían deseado tener un hijo o varios en nuestro país.
Entre las obstáculos más comunes que explican esta creciente brecha entre aspiraciones y realidades reproductivas, el estudio señala la precariedad e inseguridad laboral generalizada que sufre gran parte la población en edad de tener hijos. Cerca de un tercio de las personas de entre 25 y 39 años tiene un contrato temporal. Y en el caso de las mujeres, las que son madres “tienen mayor dificultad para encontrar empleo y para mantenerlo, están sobrerrepresentadas en los empleos a tiempo parcial” y sufren una mayor brecha salarial.
A su vez, el gasto en prestaciones familiares que se registra en España (1,36% del PIB) es mucho más bajo que en otro países europeos, y los problemas de conciliación y desigualdad de género siguen siendo la norma: en el sur de Europa las mujeres todavía realizan el 75% de los cuidados domésticos.
En el sur de Europa las mujeres todavía realizan el 75% de los cuidados domésticos
Para mejorar esta situación y lograr un aumento de los ratios de natalidad, el documento sugiere descartar las tesis pronatalistas, ideologizadas y restrictivas con ciertos grupos de población, y poner en marcha medidas que mejoren las condiciones de vida de la población. “Los países europeos que han conseguido mantener un nivel de fecundidad próximo a los 2 hijos por mujer han desarrollado políticas sociales que facilitan la emancipación residencial y económica de los jóvenes, que redistribuyen los costes y responsabilidades de la crianza entre las familias y el Estado, y que favorecen eficazmente la conciliación”.
En último término, el estudio recuerda que, teniendo en cuenta que los principales factores que frenan la natalidad guardan relación con la realidad laboral y económica de la población adulta más joven, es esperable que la crisis provocada por el coronavirus genere una reducción adicional de la natalidad: “La generación milenial, que ya había retrasado sus proyectos de formar una familia a causa de la crisis económica del 2008 y que empezaba a recuperarse, ahora se enfrenta de nuevo a un escenario de inseguridad económica”.