Diversión con banderas
“¿Por qué, en nuestro país, nadie dice la verdad?”
El PSC debería presionar por un indulto rapidito. El PP sabe que el Estado necesita cambios o involuciones. Por lo que se debería aprovechar el cambio de peinado de Casado para negociar sacar el concepto nación del pack Hegel
Guillem Martínez 9/02/2021
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USTED SE ENCUENTRA AQUÍ. Se estudia una reforma para evitar que lo de Pablo Hasél –y, de paso, los más de 20 raperos en capilla para ir a juicio– suponga un delito de Estado contra la libertad de expresión. Esa reforma, ojo, no parte tanto de la supresión del delito de injurias a la Corona, como de la modificación de su castigo. El PSOE, reticente a la derogación de la Ley Mordaza –puede serle una herramienta útil/aún no sabe la que le va a caer en la calle en seis meses–, parece optar por el castigo económico, el gran éxito de la Ley Mordaza, ese texto autoritario que, también, habla de una sociedad empobrecida. Por lo demás, A) el bitcoin –en cat, bitcony, creo– sube lo que los economistas de Princeton denominan un güevo, esa unidad de lo inverosímil. Lo verosímil es que B) la emisión de moneda, ese monopolio del Estado, está dejando de serlo. Casado C) se pronuncia en contra de la violencia policial del 1-O. Es decir, contra casi todo lo emitido por el PP desde 2017. Se trata de una D) oportunidad política, para ser cogida por la política cat por los cuernos. Pero en Cat parece haber más cornadas que política. Habría que aprovechar lo de Casado –se ha cambiado, y esto es lo importante, hasta el peinado, esa cosa que solo suelen hacer los caballeros cuando se divorcian–, si dura –durará; el experimento de Vox se diferencia de una vacuna en que tenía menos efectividad en el laboratorio; el PP, el promotor de Vox, tendrá que distanciarse de Vox, o morir en la mezcla–. Tras la cosa vacunas, F) descienden los contagios en residencias cat. Un indicio, por tanto, de que G) desciende en cualquier país del Primer Mundo sin capacidad, ni ganas, de practicar lo público, pero que dispone, yupi, de vacuna. Lo que es, a su vez, otro indicio de que, H) la vacuna es, además de una joya, todo lo contrario: la deslocalización de la política en la empresa. Un poco como el bitcoin. I) Se estudia en Cat la posibilidad de vacunaciones masivas en el Camp Nou. Por su J) carácter simbólico. Un indicativo de que K) todo en Cat es simbólico, de manera que, vacunemos o emitamos DUIs fakes, en realidad estamos construyendo una pirámide. Es decir, una tumba. Simbólica.
DIFICULTADES PARA DESCRIBIR UNA PIRÁMIDE. Ayer salí de paseo por la BCN chapada y en pandemia. Poca gente, y todos elois. Como todo el mundo sabe, en marzo del 2020, y tal como previó H. G. Wells, la especie humana quedó dividida entre morlocks –disponen de teletrabajo; o incluso de tele sin trabajo– y elois –no disponen de teletrabajo; por lo que es posible que no trabajen–. Los morlocks son un misterio. Se les ve poco. Viven protegidos en ese subsuelo que, en ocasiones, es un ático. Solamente emergen en el puente de la Purísima, momento en el que se alimentan de –lo que les sirven– los elois, en la Cerdanya o en el Empordà. Los elois son, a su vez, otro misterio. Se les ve mucho, pero en silencio y manteniendo la distancia y todas las normas de seguridad que les dictan los morlocks. Viven en la superficie, y no se sabe lo que comen. El gran éxito de esta pandemia es que morlocks y elois, que no se miraban, ahora ni siquiera se ven. No ver las cosas hace las cosas incalculables. Esta campaña electoral, por lo mismo, hace incalculable una sociedad que no se ve.
POR SU DATOS LES CONOCERÉIS. Aprovechando que no hay sociedad, se puede aludir a ella con sus datos. Se nos asegura que, en estas elecciones, la sociedad cat se enfrenta al 14-F consciente de que se trata de una jornada histórica, en la que bla-bla-bla. No obstante, la sociedad cat no hará nada distinto de lo que hace siempre desde 1981. Votar entre dos bloques en los que, de forma diáfana en ocasiones, y poco nítida en otras, se conjugan también opciones nacionales. Esos bloques, lo dicho, no han variado mucho desde 1981. Si cogemos a –la entonces– CiU y a ERC y las convertimos en el bloque que son en la actualidad, veremos que la cosa siempre ha ido como hoy. Justilla, algo que agrupa a un poco menos de la mitad de la sociedad. El bloque superó la mayoría absoluta –51,2% de los votos– con Banca Catalana, en 1984. Algo poco edificante, y que debería hacernos meditar, hermanos, sobre la cultura política cat, poco diferenciada de la esp, por otra parte. Y en un par de ocasiones más, en 1992 –52,2%–, y en 1999 –50,05%–. Desde la solemne inauguración del procesismo, en 2012 –47,9%–, la cosa se ha mantenido, o ha bajado tres décimas, que es casi lo mismo, pero que no. Muchos Morlocks y algún eloi votan lo mismo, en ese bloque, desde los 80. O, al menos, a los mismos.
POR SUS OBRAS, LES DESCONOCERÉIS. Sí, se puede alegar que, vale, no han cambiado los partidos, pero sí sus programas y sus votantes. A lo que se puede responder que los programas no son importantes por aquí abajo. Lo es su percepción. Es decir, los medios de comunicación, que informan de éxitos y fracasos en los programas, en ocasiones, con suma frescura. Y sí, se puede alegar que el electorado de ese bloque ha votado indepe desde 2012. Lo que, tarde o temprano, nos debe llevar a evaluar que esa posibilidad no se experimentó con seriedad por su clase política en ningún tramo. Ni siquiera esta mañana a primera hora. Y, aún así, fue votada en la misma proporción de siempre desde 2012. Lo que nos lleva a una frase de Pla, escrita en 1960 –léanse lo de Jordi Amat, leñe–. “¿Por qué, en nuestro país, nadie dice la verdad?”, dijo aquel mentiroso compulsivo. La frase alude a la capacidad para el metalenguaje propia de los países pequeños, que –Aznar, Trump, Johnson, Orbán, Salvini– puede existir, no obstante, en los países grandes, empequeñeciéndolos también. Alude a la capacidad de identificar la mentira, y obviarla, si parte de los nuestros, a quienes reconocemos con un simple vistazo. Hablamos de una sociedad familiarizada con la mentira. Hablamos de una sociedad, por tanto, mentirosa, que no se formula por la verdad, sino por el grupo, esa forma de disolverla y negociarla. Lo cierto es que la política cat –al contrario que sus medios de comunicación, que no han parado– no ha aportado nada al derecho de autodeterminación desde que le dio por hablar de eso. Ni siquiera ha habido aportaciones al respecto en su tramo académico. Lo que es descomunal. La indepe ha sido algo que, en la práctica, se ha considerado irrelevante por los políticos del bloque 1981-2017. Por lo que, en la práctica, también debe haber sido considerado así en sus votantes. Lo que indica que se ha votado otra cosa. Por lo que también se votará otra cosa el 14-F.
TSUNAMIS. Desde 2012 asistimos al hecho de que varios partidos ofrecen al votante algo más nítido que una indepe nebulosa, y que sus votantes han comprado. Un cambio en la idea de nación. Una idea étnica, autoritaria, ultraliberal y derechista, que expulsa de la catalanidad todo lo que no es eso, que se dota de leyes no escritas y, por lo tanto, sumamente variables, para definir lo que es cat y democrático. Un corpus que, al contrario que la indepe, se puede materializar sin Estado, como es el caso. Sí, vale, en pandemia no hay sociedad. Pero los datos emiten la sospecha de que no la hay desde hace varias décadas. O, al menos, no hay una sociedad civil, alejada del Estado –la Gene no es una ONG–, y que lo chulee. No hay una sociedad que evalúe los datos, que se observe a sí misma y se critique. Y se ría de sí misma. La ausencia de medios públicos interesados en la unanimidad y los bloques puede ser determinante. O no. El gran logro del procesismo no son derechos o nuevas herramientas sociales. Es la app Tsunami, un sistema de obediencia ciega a un Govern. El gran logro es, así, un marco, que no se utilizará en ningún nuevo Estado, pero sí en la C.A. de siempre. Ese marco conforma la campaña electoral y puede conformar cuatro años más de ausencia de políticas sociales. O, incluso, ausencia del siglo XXI, ese eludido, junto a la pandemia, de esta campaña en pandemia.
PLAN PONS DE SINCERIDAD EN 7 DÍAS. Las campañas son hechos modulados por los directores de campaña. No son puntos de discusión, sino de dramatización de actitudes. No obstante, les paso unas ideas, que pueden orientar si, tras la campaña, la política, ante el aplauso de sus votantes, seguirá mintiendo. No atañen a todos los partidos, pero marcarían un cambio de 180 grados. PSC debería presionar, y hacer públicas esas presiones, por un indulto rapidito. Por lo mismo, emitir –o callar para siempre– una propuesta federal que, sin llegar a la precisión de los calendarios procesistas hacia la nada, fijara un itinerario y un interés hacia un Estado Cat –y vasco, y gallego, y valenciano, y andaluz, como mínimo–. El PP sabe que el Estado necesita cambios o involuciones. Por lo que se debería aprovechar el cambio de peinado de Casado para negociar sacar el concepto nación del pack Hegel. ERC, con sus líderes libres, debería librarse de ellos, y hacer un reset, empezar a meditar lo que es la indepe en un país del Primer Mundo. Tal vez, un Estado indepe ni tiene soberanía ilimitada, ni se llama a sí mismo Estado. Comuns debería desmarcarse –parece que lo está haciendo– del marco procés, y observarlo como algo estéril en derechos, que ha modulado un ciclo de reacción y austeridad llamativos. El procesismo, y así se dibuja mejor en la realidad, no sólo no es indepe, sino que es ultraderecha. CUP debería observar otras ultraderechas en el territorio, aparte de Vox –el itinerario Vox por la supresión de las CC.AA. es tan inverosímil como el de JxC; sus marcos derechistas empiezan a ser tan verosímiles como los de JxC–, y empezar a ver que no todas las hegemonías con banderita son lo que dicen. O, en su defecto, no volver a votar un presi de ultraderecha. De JxC no se puede esperar nada. Lo tiene casi todo –marcos–, y si no hay empate, repetición de elecciones, ni cambios en ERC y CUP, puede volver a tener sueldos. JxC durará lo que dure el exilio de Puigde. Luego pasará a disfrutar del marco con otra forma y, tal vez, otro nombre. Y el exilio de Puigde solo acabará como el de Cabrera. General carlista que sufrió la desproporción del Estado –fusilaron a su madre–, pero que también hizo desproporciones llamativas, y que se exilió en UK, solo abandonó la causa de su abuelo con un braguetazo que lo sacó de pobre. Momento en el que empezó a chulear a Prim, ese liberal con el que coincidió en Londres: “Xoanet, Xoanet, tu cada dia més carlí, i jo cada cop més liberal”. No es tan sorprendente. El exilio de Tarradellas –inverso al de Cabrera– también acabó en braguetazo. Rayos, con Prim se me ha colado otro de Reus. Estoy a dos citas de que el Cantón de Reus me mande un jamón.
USTED SE ENCUENTRA AQUÍ. Se estudia una reforma para evitar que lo de Pablo Hasél –y, de paso, los más de 20 raperos en capilla para ir a juicio– suponga un delito de Estado contra la libertad de expresión. Esa reforma, ojo, no parte tanto de la supresión del delito de injurias a la...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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