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Universalidad colonial

Grada Kilomba contra la blanquitud de Narciso

Con su videoinstalación ‘Ilusiones’ la artista portuguesa invita a reflexionar sobre el deseo de que pervivan las desigualdades, dado que el racismo es la base material que sostiene nuestras vidas

Paola Marugán Ricart 7/04/2021

<p>Grada Kilomba.</p>

Grada Kilomba.

MUAC

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Los mitos son organizadores de mundos. Construyen la realidad por medio de relatos que, a menudo, producen sujetos incapaces de escapar a su propia fantasía, aun cuando estas fantasías se vuelven asfixiantes. Es el caso de la blanquitud, el grupo social privilegiado por la matriz de dominación de nuestro sistema-mundo moderno-colonial-capitalista. A esta figura se dirige la artista portuguesa Grada Kilomba en su videoinstalación Ilusiones, Vol. I: Narciso y Eco (2017), presentada en una exposición virtual en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de Ciudad de México.

Ilusiones acontece en un espacio blanco donde se sitúan cuatro artistas negrxs. Siguiendo la tradición oral griot oriunda de África Occidental, Grada Kilomba narra en voz en off el mito de Narciso y Eco. Ambas son figuras centrales en el relato de la modernidad europea colonial y una no se explica sin la otra, en una relación de coexistencia gracias a la cual la blanquitud goza todavía de muy buena salud. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de blanquitud y qué relación guarda con el mito de Narciso-Eco? La blanquitud es sinónimo de humanidad, belleza, inteligencia, poder, modernidad y norma. Es la narradora de una historia europea con impulsos universalizantes cuya inercia le impide dejar de observarse (amándose a sí misma) en el reflejo de las aguas de Narciso. Su gran confusión consiste en considerar que el reflejo de su imagen es toda la imagen de la realidad y que se puede apropiar del agua para convertirla en mercancía. 

Grada Kilomba es una mujer negra que vive en un mundo blanco dedicada a la escritura textual, visual y escénica para dejar de ser objeto y convertirse en sujeto, tal y como afirma en la introducción a su libro Plantation memories. Episodes of everyday racism (Memorias de la plantación. Episodios de racismo cotidiano, 2008). Como artista interdisciplinar, su estrategia consiste en valerse de la ancestralidad occidental, desorganizando e invirtiendo la mitología griega, para mostrarnos que es posible sentipensar de otro modo. “¿Qué ocurre cuando la producción de conocimiento universal es contada por otros cuerpos?”, se (nos) pregunta la artista. En ese caso, ¿cuánto estaría dispuesto a escuchar el sujeto blanco?, ¿pondría su cuerpo a disposición de ejercitar la escucha de una manera afectiva? 

En Ilusiones, Narciso se habla a sí mismo ante el reflejo de las aguas del lago: “Come to me, my love! My love! My love! My love!”, y, colmado de amor por sí mismo cual sociedad blanca-colonial-patriarcal, baila y baila y baila pleno de goce hasta alcanzar el fin del mundo tal y como lo conocemos. Este es nuestro presente: un entramado complejo de coreografías narcisistas dedicadas a producir la muerte de existencias vivas humanas y no-humanas. 

Las personas blancas nacen, crecen y viven en una suerte de confinamiento social que garantiza un ambiente racialmente relajado

Decía que la estrategia estético-política de Grada Kilomba consiste en invertir el marco para devolvernos una imagen otra de Narciso, puesto que la blanquitud se presenta a sí misma como neutral, ausente y, paradójicamente, omnipresente: ser blanco se considera el estándar normativo único, el modelo ideal de ser humano, razón por la cual su identidad racial no necesita ser marcada. Por eso la invisibilidad racial es una de las principales características de la blanquitud. La identidad racial blanca se ha construido histórica y socialmente como el lugar de los privilegios simbólicos, subjetivos y materiales. El sujeto blanco, como grupo social enraizado en la matriz de dominación, detenta una posición de poder desde la que organizar y analizar las otredades conforme a sus fantasías narcisistas-coloniales. Así, las personas blancas nacen, crecen y viven en una suerte de confinamiento social que garantiza un ambiente racialmente relajado. La omnipresencia de este centro invisible continúa existiendo gracias al pacto de silencio que las figuras beneficiarias de este privilegio sostenemos. Observamos frecuentemente la dificultad que tenemos las personas blancas –o con privilegio de blanquitud heredado por la nacionalidad– para admitir que cumplimos un papel esencial en hacer pervivir las desigualdades, dado que el “racismo es la base material que sostiene nuestras vidas”, tal y como nos susurra la voz en off de Ilusiones.

Eco encarna el pacto de silencio. La ninfa, tras perder su voz, camina callada siguiendo los pasos de Narciso. Este ser enmudecido confirma los enunciados de la norma reproduciéndolos. Se trata de un silencio consensuado y necesario para que se mantenga la blanquitud hasta nuestros días. Desde el lugar donde ahora escribo, Eco es el silencio cómplice con la colonialidad que ha conformado la arquitectura del modelo de nación mexicana, ya que el mestizaje es un proyecto ficticio de igualdad social-racial orientado hacia un futuro blanco o blanqueado del país. Eco es la voz que, al ausentarse, europeiza y blanquea ilusoriamente la nación mestiza.

Lorde nos dijo que las herramientas del amo no desmontarán la casa del amo, pero también hemos aprendido que sí pueden agrietar sus cimientos

En este sentido, resulta muy fructífera la fricción que se produce al exponer Ilusiones en el MUAC, si tenemos en cuenta que el museo es el modelo de institución artística colonial por excelencia, cuya función principal ha sido definir (organizar, clasificar, arcaizar) cuerpos, vidas, prácticas y formas de relacionalidad de lo que se concibe como otredad. Históricamente, el museo se ha dedicado a fijar los lugares sociales que cada individuo debe ocupar en el contexto de la nación. Desde esta institución, el canon moderno-colonial enuncia qué es arte, quién puede producirlo y de qué maneras se debe exhibir. De este modo, la inversión que ejecuta Grada Kilomba adquiere varias dimensiones cuando interpela al régimen de la mirada colonial desmantelando el territorio visual y supuestamente crítico de la blanquitud, que es el régimen de la visualidad colonial. La artista se convierte en sujeto-narradora de la(s) historia(s), hacedora de lo visible que esconde Narciso. Audre Lorde nos dijo que las herramientas del amo no desmontarán la casa del amo, pero también hemos aprendido que sí pueden agrietar sus cimientos y hacer entrar por esas hendiduras la luz que sostiene ciertas vidas.

La condición de blanquitud no se refiere sencillamente a una piel más clara o menos oscura. Como nos enseña Vovó Cici, la raza es una cosa y la tonalidad epidérmica es otra. La blanquitud significa ser beneficiaria/o del conjunto de violencias que producen nuestros privilegios raciales, sociales, económicos, políticos, epistémicos, religiosos y geopolíticos. ¿Podemos continuar manteniendo la triple ignorancia planteada por Grada Kilomba en Ilusiones? No saber, no tener que saber y no sentir el deber de saber. Lo cierto es que, en el reino de la hiperconectividad, “ya lo sabemos todo aunque tendamos a olvidarlo”. 

La blanquitud significa ser beneficiaria/o del conjunto de violencias que producen nuestros privilegios raciales, sociales, económicos, políticos, religiosos y geopolíticos

Propongo hablar de blanquitud para enfrentar el olvido. No es posible continuar bailando ensimismadamente mientras todo se derrumba, dado que nada existe aislado. Imaginemos un proyecto político que le devuelva la voz a Eco para que la ninfa pueda responder a la pregunta de la contadora de mitos: ¿qué papel eliges desempeñar ante el fin del mundo tal y como lo conocemos? Lourenço Cardoso distingue dos tipos de blanquitud. La blanquitud acrítica considera a las personas blancas superiores por su raza. La blanquitud crítica, por el contrario, rechaza el racismo públicamente. No obstante, considerando que el racismo es una máquina de producción de diferencias (no solamente discriminando, también incluso obliterando: anulando, borrando), limitarse a rechazar el racismo sin producir transformaciones no contribuye finalmente a reducirlo. La blanquitud crítica no paraliza esa maquinaria. Nos encontramos en este caso ante un callejón sin salida. La única opción que tenemos es reconocer nuestro legado histórico de muerte y expropiación para generar diálogos afectivos con las existencias múltiples de este mundo, pláticas no exentas de profundos malestares y muchas incomodidades. Como nos enseña Sueli Carneiro, las personas blancas somos beneficiarias de esa tecnología de producción de desigualdad y privilegios; sin embargo, existe la opción de no ser signatarias. ¿De qué maneras podemos transitar de una blanquitud crítica a una blanquitud antirracista?, ¿qué proyecto político conjunto antirracista y anticolonial podemos elaborar desde las ruinas del fin del mundo?, ¿qué papel desempeñamos las personas con privilegio de blanquitud en ese proceso de transformación? 

No existe una respuesta única para estas preguntas, pero no dudo de que cualquier propuesta política que esté a la altura de tales cuestiones sólo puede ser procesual y situada. Se trataría de concebir el cambio a través de un devenir feminista, antirracista y anticolonial, teniendo en cuenta que la blanquitud estructura nuestro sistema-mundo y sus cimientos son de piedra dura. Subrayo la la necesidad que hoy existe de vincularnos al proyecto revolucionario antirracista y anticolonial, sentipensando desde nuestro lugar de enunciación qué podemos hacer para contribuir a una necesaria transformación. Confieso sentir cierta incomodidad cuando observo al sujeto de la blanquitud crítica movilizarse contra las violencias que las personas racializadas viven diariamente como consecuencia del racismo sistémico. No digo que se trate de una actitud menospreciable, pero debemos reflexionar sobre esto: si continuamos apenas analizando o incluso actuando contra el sufrimiento de las personas racializadas sin revisar los beneficios que sostienen nuestras confortables vidas, la maquinaria continúa operando al igual que se mantienen nuestros privilegios. El sistema-mundo es relacional. Nada existe aislado. Es decir, yo diría que se trata más ni menos que de actuar contra nosotrxs mismxs. 

Del trabajo de Grada Kilomba deduzco que, como personas beneficiarias de la blanquitud, debemos saber que cada vez que participamos en una manifestación antirracista estamos movilizándonos en realidad contra nuestro reflejo narcisista de la blanquitud, es decir, contra todo lo que sostiene nuestro confort. Asumamos políticamente ese lugar y actuemos desde ahí. De lo contrario, continuar luchando contra el sufrimiento ajeno resultará cada vez más profundamente salvacionista y colonial: una prolongación de nuestro egoísmo narcisista. ¡Asesinemos a Narciso!, ¡inventémonos otros mitos!

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Paola Marugán Ricart (Valencia, 1977) es investigadora, curadora y gestora cultural feminista. Anteriormente establecida en Brasil, actualmente es doctoranda en estudios feministas en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco de Ciudad de México.

Los mitos son organizadores de mundos. Construyen la realidad por medio de relatos que, a menudo, producen sujetos incapaces de escapar a su propia fantasía, aun cuando estas fantasías se vuelven asfixiantes. Es el caso de la blanquitud, el grupo social privilegiado por la matriz de dominación de nuestro...

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