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Dos campesinos van a Atenas. Son ciudadanos. Por el camino desayunan mientras caminan. Pan y cebolla. Comen la cebolla como hoy comemos las manzanas. Con placer y mordiscos precisos. Debía de ser una experiencia en verdad refrescante comer así la cebolla, ese objeto que mantiene, eternamente y en su corazón, el misterio del hielo. Esa forma de comer cebollas, por cierto, ha creado confusión, en el tiempo, entre las cebollas y las manzanas. Muchas manzanas de la Antigüedad aludían a un premio mítico, inexistente. O, tal vez, simplemente eran cebollas. La manzana de Adán y Eva, por cierto, no. Por un error en la primera traducción al griego, es posible que fuera un higo. Un higo, la carnalidad, explicaría más y mejor, y con menos culpa y trascendencia, el fruto prohibido. Algo que está en el Paraíso, pero que, a la vez, puede suponer tu expulsión eterna y fulminante de él. Las manzanas, exóticas e incalculables, sin parecido alguno con nada más, sólo vinieron, en fin, a confundirnos. Bueno, Ática, dos campesinos, cebolla. Los campesinos, ciudadanos libres rumbo a la Asamblea, hablan con la boca llena de la Asamblea a la que acuden. Son analfabetos y sencillos. Aun así, someten la Asamblea a su descripción humorística. Dibujan el aburrimiento que produce. Y el juguete que la hace eterna y previsible. La retórica, una serie de trucos elaborados y localizados, pero fatales e imparables.
Todo esto fue escrito por Aristófanes, en el siglo IV a.C. El primer comediógrafo –resulta emocionante leerlo y reír con chistes de hace más de dos milenios; ver cómo la política, la obscenidad, el sexo, el higo o la manzana son motores efectivos del humor desde su nacimiento–, se ríe de la primera y, sin duda, mejor democracia que han creado los humanos. La primera democracia era restrictiva. Excluía mujeres, imberbes, extranjeros y esclavos. La actual, menos obvia y más difícil de leer, no es menos excluyente. En todo caso, la primera, con mayores cuotas de incidencia en lo posible, fue sometida –a tiempo real; Aristófanes es el sello– al fracaso máximo: el humor. Sorprende, por lo mismo, que la política actual carezca de ese beneficio de la duda. Y que sea premiada con la mayor de las recompensas, jamás vista en democracia. La seriedad. Un trato que, en la Antigüedad, sólo lo recibía la religión. Aristófanes vio un único gran peligro en la democracia. La retórica. El uso abusivo del lenguaje. Hoy –cuando confundimos cebollas, manzanas e higos–, ese peligro es el menor. Lo que habla de la magnitud del peligro. Quizás el peligro y el abuso sea otro y nuestro. No reírnos.
Dos campesinos van a Atenas. Son ciudadanos. Por el camino desayunan mientras caminan. Pan y cebolla. Comen la cebolla como hoy comemos las manzanas. Con placer y mordiscos precisos. Debía de ser una experiencia en verdad refrescante comer así la cebolla, ese objeto que mantiene, eternamente y en...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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