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Yo lo del miedo a ganar no lo termino de ver. Creo que, en todo caso, el temor sería precisamente a lo contrario, a no hacerlo. Quiero decir: uno lo que quiere es lograr la victoria a toda costa y, cuando la ve tan cerca que tal vez podría olerla, manosearla y hasta charlar con ella, cuando justamente cree que por derecho le pertenece, es entonces cuando suele fastidiarla.
Es como cuando en una primera cita decides, por precaución, no pedirte nada de comer para no dar lugar a situaciones desagradables y lo que haces al final es agarrarte una melopea sublime tras alimentarte solo a base de cerveza y ron con coca cola. O como cuando los niños se quedan dormidos y por puro terror a que despierten no enciendes la luz cuando pasas por su habitación a coger algo, y terminas dándote un leñazo de categoría. O como cuando –para acercarnos más al asunto–, vas ganando por la mínima un partido difícil en el FIFA e instintivamente quitas al segundo punta y metes a un central para jugar con cinco atrás, y en el último minuto te cascan el empate. Tú lo que quieres es ganar, no hay duda, pero la cagas cuando tratas de conservar algo que aún no es tuyo.
En este caótico final de Liga este miedo cerval a lograr el triunfo se le ha atribuido, por momentos, a los tres de arriba (el Sevilla, por ser el tapado, se ha librado de ello). Aunque, por la holgada ventaja diluida en tan solo unas semanas, el diagnóstico se ha utilizado sobre todo con el Atlético. ¿Ha tenido este descenso abrupto un componente psicológico? Parece evidente que sí, aunque el análisis seguramente sea un poco más complejo: las bajas causadas por las lesiones y la covid, una mayor espesura en el manejo del balón, un menor acierto en el área contraria y una mayor fragilidad en la propia. Todos esos males aumentados por la tenaz persecución de Real Madrid y Barcelona.
Algo han hecho mal Simeone y sus chicos, eso es cierto. Ahora bien, esperar que, llegados a este punto, el equipo renuncie a su mayor seña de identidad –menos pronunciada este año–, resulta un tanto ingenuo. El Atlético dio un paso atrás en el Martínez Valero y a punto estuvo de despeñarse. Pero también es verdad que hablamos de un equipo que marcha líder sin margen de error a falta de cuatro jornadas, que en ese partido gozó de inmejorables ocasiones para disponer de una ventaja más amplia pero que se vio ganando por los pelos a falta de quince minutos y que, para colmo, ha comprobado cómo sus rivales le hacen verdadero daño jugándole a la contra (el primer gol del Athletic, sin ir más lejos, se origina en una pérdida colchonera).
Por todo ello el técnico argentino y los futbolistas han concluido que justamente este quizá no sea el mejor momento para experimentar. Juegan con cautela, sin querer arriesgar, con miedo a no ganar. Temen tanto meterse en un lío que al final lo hacen. Pero me parece humano. Como también me lo parece que Ter Stegen se tire los últimos diez minutos del partido ante el Valencia sacando en largo. Como me lo parecería que el Real Madrid se pusiera a perder tiempo si se pone por delante en el partido de Stamford Bridge. No sé si es o no lo más efectivo, pero sí sé que es más o menos lo que cualquiera de nosotros haría: tratar de ganar intentando no perder.
En todo esto –en el miedo a ganar, o a no ganar, o a perder, o en el miedo en general, qué sé yo– andaba yo pensando mientras me dirigía a la floristería del cementerio. Eran las once de la mañana del Día de la Madre, me quedaba sin tiempo y aquella me pareció una opción bastante segura. Empecé hablando a la dependienta con un tono de voz sólido (“quería un ramo de flores…”), aunque la parte final de la frase solo fue un murmullo que se mezclaba con el viento: “…en este caso, sería para una persona viva”. Y me fui hacia casa a pasos dubitativos, contemplando con lástima el magro ramo compuesto por dos rosas rojas, unas florecitas blancas y diminutas, y un puñado de ramas verdes. Cholismo puro.
Yo lo del miedo a ganar no lo termino de ver. Creo que, en todo caso, el temor sería precisamente a lo contrario, a no hacerlo. Quiero decir: uno lo que quiere es lograr la victoria a toda costa y, cuando la ve tan cerca que tal vez podría olerla, manosearla y hasta charlar con ella, cuando justamente cree que...
Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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