En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Era motivo de humor entre los griegos la facilidad con la que los romanos liberaban a sus esclavos. Un negocio, un éxito personal, un matrimonio, un sueño era la excusa de un romano para emancipar a un esclavo. Se podría pensar así que Roma era benévola. No lo fue. Los griegos, que nunca liberaban a sus esclavos, les brindaban un trato familiar. Vivían y comían y dormían con sus amos. Ya sin dientes, alguien masticaba por ellos. Tras la muerte, su propio amo ponía, sobre sus párpados ya sellados, sendas monedas.
En Roma, por lo contrario, un esclavo no era nada ni requería trato. Trabajaba en el fondo de minas de mercurio, daba su sangre a las lampreas, perdía sus ojos en la cal o el azufre. Si era doméstico, era común el sexo obligado. Cuando salía a la calle, por cualquier motivo, debía llevar su collar de esclavo. Ese collar, con el paso de los siglos, fue un papel, en el que quedaba registrada su pertenencia. Ese papel es el eco, el origen, la primera necesidad de algo que aún llevamos en el bolsillo. Nuestra documentación.
Quedan más ecos de la esclavitud en nuestra vida cotidiana. Muchos. En el castellano brillante y de colores de Andalucía es común aún oír mandatos con la partícula “niño”. “Niño, me vas a traer”, “niño, corre y dile”. Son frases en las que hay algo que no encaja. Imperativas, extrañas, están al filo del respeto o de la simpatía. Porque, sencillamente, son un filo, lo que queda de órdenes a esclavos petrificadas en las gargantas, desde una época en la que a un esclavo, fuera cual fuera su edad, se le llamaba indefectiblemente “niño”. Un esclavo era, de hecho, un menor eterno. Nadie. En las crónicas de América se les reconoce, precisamente, por eso. Entre todos los nombres de una expedición, se distingue a los esclavos por sus nombres en diminutivo. Estebanillo, Luisillo. Niños. Con armas. Y, siempre, o durante un largo tiempo, se supone, con la esperanza de ser adultos y libres.
Quizás ese ansia de libertad es, precisamente, el eco más cotidiano y sonoro que nos llega de la esclavitud. Es un anhelo tan sólido que incluso creó objetos sólidos. Los puedes ver en la actual Roma, en el aledaño de las antiguas vías. Allí, entre tumbas de ciudadanos puedes ver tumbas ricas, aparatosas, exageradas, de antiguos libertos. En estelas explicaban, orgullosos, su lugar de nacimiento, siempre lejano y exótico, y su aventura imparable hasta la ciudadanía y la abundancia: su esclavitud, la libertad otorgada por un amo magnánimo y benigno, y el oficio y el gran éxito comercial que les enriqueció, y que hizo de aquel antiguo esclavo un ciudadano acaudalado. Hay en pie decenas, cientos de esas tumbas milenarias de antiguos esclavos. Muchas, si bien una cantidad ridícula, si la comparamos con los esclavos que vivieron en Roma. Millones, sin oportunidad alguna, sin ni siquiera ser enterrados, sino vendidos, ya cadáveres, por sus dientes, cabello o sebo. Cuando en vida veían esas tumbas, veían la libertad y la riqueza, difícil, si bien siempre posible en una ciudad de esclavos, en la que cientos de miles de ciudadanos libres dormían, cada noche, en la calle, formando un tapiz de pobreza. No verían la posibilidad real de acceder a la libertad. No verían que la libertad observada era, literalmente, solo una tumba. Se podría pensar que Roma era benévola.
Era motivo de humor entre los griegos la facilidad con la que los romanos liberaban a sus esclavos. Un negocio, un éxito personal, un matrimonio, un sueño era la excusa de un romano para emancipar a un esclavo. Se podría pensar así que Roma era benévola. No lo fue. Los griegos, que nunca liberaban a sus esclavos,...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí