La vita nuova
Perdonar las molestias
Los indultos son necesarios. Pero insuficientes. Hay al menos un millar de encausados por el 1-O y otras gaitas. Muchos alcaldes, sometidos a dos violencias. La judicial. Y la propagandística: el procesismo les aseguró que no pasaría nada
Guillem Martínez 1/06/2021
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1- Repasando articuletes, la primera vez que defendí los indultos fue en octubre de 2017. Eso no explica ningún portento personal, sino que alude a otro fenómeno mayor: el grueso de los medios esp y cat de aquel momento, un tanto illuminatis, y que informaron, antes que de lo que sucedía, de las propagandas del constitucionalismo y del procés. Hoy, afortunadamente, eso ya no es así, de manera que los medios han abordado, ante los indultos, una discusión serena, madura, que... Rayos, no puedo seguir. Me tomo un frasco de Quememeo Compositum y les espero en el punto 2, a ver.
2- Ah. Mucho mejor. Vuelvo a empezar. Se puede indultar a mamás que han robado leche materna en el súper. Pero también, y más frecuentemente, a todo lo contrario: corruptos, asesinos, torturadores, golpistas, terroristas de Estado o sin Estado. Se puede indultar a rubias, a bizcos, a sexadores de pollos, a anabaptistas, a filatélicos, a Barrabás. En general, se puede indultar hasta al gato. La momia egipcia de un gato no es más que un gato indultado, de hecho. El presente artículo, sobre la pertinencia muy razonable de un indulto a los presos procesistas, podría acabar aquí. Pero, y ya que ha salido un gato momificado, sigamos.
3- El indulto, precisamente, viene de ahí. De cuando los gatos momificados y el poder absoluto del faraón. Hoy es una atribución faraónica del Ejecutivo. Lo que supone que a) no se realiza en asamblea, ni participan en él, en modo starring, el Legislativo o el Judicial. Y b) es un fósil y una herramienta arbitraria con la que el Ejecutivo, ese arbitrario, puede, relativamente a pelo, especular, apañar, socorrer a un amigote. Pero también, c) ayudar a solucionar un problema político cuando los trámites legales no lo han conseguido, o solo lo han intensificado.
El indulto/minifalda afecta y alude a dos nacionalismos de Estado, parecidos, relacionados con un fenómeno de descomposición democrática que recorre el mundo
4- Que una herramienta que puede colaborar a solucionar un problema –poco más; la solución, lejana, está en otra parte; no se pierdan los puntos 12-14– haya sido recibida con el mismo estupor y temblores con los que, en su día, las derechas esp y cat recibieron a la minifalda, explica el carácter punk de este indulto. La razón: supone un duro correctivo al nacionalismo de Estado. El constitucionalismo. Que no es lo constitucional –o, glups, tal vez ya sí–, pero sí una máquina de poder no electo asombrosa. Pero, por aquí abajo y para acabarla de liar, tenemos más nacionalismos de Estado –la Gene, en fin, no es una ONG–. La debilidad, absoluta, de un pequeño nacionalismo de Estado frente al desproporcionado gran nacionalismo de Estado es un hecho, si bien eso no le exime, éticamente, de haber optado, si lo hace, por el mismo modelo y lógica que su primo el de Zumosol. Por, en mayor o menor grado, la misma idea de nación. Sagrada, innegociable, excluyente, sustentada en una minoría social y, por todo ello, reaccionaria, y sobre la que reposa cualquier otro concepto. Como el de democracia, que queda así reducido, como en Esp, a ser un objeto subsidiario de ese nacionalismo. Según esa lógica, los indultos no van de héroes y villanos. Sino de villanos y villanos. Unos villanos –poderosos– han ejercido el abuso de Estado sobre otros –menos poderosos, si bien más poderosos que tú; son Estado– que ejercieron la mentira de Estado sobre su sociedad. Ese abuso entre abusones no es anecdótico, sino que modifica el Estado de Derecho en favor de un nacionalismo. Por lo que debe corregirse.
5- Sobre lo punk. No hay ningún gobierno punk en el mundo. De hecho, la voluntad del Gobierno con estos indultos es el orden. Solucionar un problema que ya huele internacionalmente. Salvar a la Justicia esp de sí misma. E intentar crear un cambio de ritmo, saludable –y por ello, snif, improbable– en la política esp. Sin embargo, el indulto –un indulto a políticos, algo antipunk; skin, incluso– tiene su qué de gamberrada cívica. Por sí solo dibuja que, ante el procés –y, en general, ante todo, y desde los 90, con el nacimiento del trade-mark constitucionalismo–, se ha perdido la neutralidad institucional. La ha perdido el Judicial, las FF.SS. y la Jefatura del Estado –el discurso del 3-O, no solicitado por el Gobierno, pero sí refrendado, legitimó e invitó todo el itinerario policial anterior y el judicial posterior–. Un indulto, por cierto, no puede ser edificado sobre la voluntad de modificar una decisión judicial. Algo que el Gobierno se cuidará mucho de hacer. Pero su propuesta parte, por fuerza, de una meditación colectiva sobre lo ocurrido en el Estado durante todo este periplo. Es decir, sobre la naturaleza íntima del Estado desde los 90. Por otra parte, el Gobierno –este, no cualquier otro– tiene un problema. La pérdida de neutralidad institucional esa. Lo tiene y sufre cada día. Y lo tendrá y sufrirá más con su voluntad de indultar. En ese sentido, se juega la vida. Literalmente.
6- El indulto/minifalda afecta y alude, por tanto, a dos nacionalismos de Estado, parecidos, relacionados con un fenómeno de descomposición democrática que recorre el mundo, si bien diferenciados en su poder y competencias. Los sabotajes que, a modo de indicio, se han empezado a emitir contra los indultos, provienen de esos dos nacionalismos. Permiten, a su vez, ver cuál será la pista americana de los indultos. ¿Cómo y dónde han empezado a reaccionar esos dos nacionalismos?
La Sala del TS se debe limitar a verificar que el texto del Gobierno proponga una lógica razonada, independientemente de que esa sea la lógica del TS
7- El nacionalismo esp ha empezado a emitir, como su nombre indica, desde el Estado, a partir del preceptivo, y no vinculante, informe del TS. Es un informe negativo. Lo que es normal. Esperar otra cosa hubiera significado una ingesta de burundanga. Lo que es importante, en todo caso, son los matices de esa negativa, en tanto que prefiguran los primeros fakes vertebrados por el constitucionalismo –político y mediático– para dificultar los indultos, para utilizarlos electoralmente y como Guerra Cultural. El mayor fake es que es necesario el arrepentimiento para acceder al indulto. No lo es. Tan sólo es necesario que el Ejecutivo no se arrepienta antes de indultar. Vamos, sólo se precisa la firme decisión del Ejecutivo, que debe ser explicada al TS en un documento con un itinerario lógico. Aludiendo a la convivencia en Cat, por decir algo. Y sí, el TS puede negar una petición de indulto. En 2013 el Ejecutivo –Rajoy– vio invalidada una petición para un caso de homicidio, del que fue defensor el hijo de un ministro del pack. La razón de la denegación fue, a su vez, correcta: en aquel texto, hecho con el XXXX, se solicitaba, sin razonarlo, un indulto. De hecho, a eso se debe limitar la Sala del TS que valore la petición de indultos. A verificar que, en efecto, el texto del Gobierno proponga una lógica razonada, independientemente de que esa sea la lógica del TS. No hacerlo sería una sorpresa. Y, por lo mismo, también supondría un TS haciendo política y extralimitándose en sus funciones. Concretamente, fuera de ellas. Técnicamente, eso sería un golpe de Estado. Del siglo XXI. Tranquilo, pausado, judicial, trumpista, bisontista, consistente en imponer percepciones determinantes no fundamentadas en la ley escrita ni la tradición democrática. Rayos, releído esto último, me digo a mí mismo que es acongojante la frescura con la que la cotidianidad nos lleva a hablar de la barbarie. Esta época es la monda.
8- Lo inquietante es que el TS ha hecho política ya a lo largo del caso. Y lo vuelve a hacer en su informe, en el que el TS intenta matizar doctrina, de manera que amplía la gravedad del caso respecto a lo expuesto en la sentencia. Supongo que eso es un signo de estrés. Un doble estrés. Por una parte ante a) los dos votos particulares recientes en el TC, en los que se alude a la desproporción de la pena, y que, ojo, suponen una matización importantísima al TS, y con consecuencias en instancias europeas. El TS responde en su texto al TC, aprovechando que responde al Ejecutivo, ampliando la gravedad de lo juzgado. Wala. Por otro lado, b) la posibilidad de indulto total, que era una probabilidad para que la cosa no llegara a Europa, ha sido imposibilitada por el propio TS –su informe negativo cierra esa vía–. El indulto será ahora parcial. A falta de ver la forma final del indulto –que esa es otra–, eso no sería importante. Lo importante es que los presos salgan de la cárcel, y no tanto que persista su inhabilitación, por ejemplo, en tanto que los presos –y los exiliados– son actores políticos que nunca volverán a la política, salvo en una política aún más degradada. Pues bien, parece que el TS también habla con Europa al ampliar la gravedad de los cargos. Todo ello es posible, pero también tendencioso. Y, como decimos los estetas brasileños, no es jogo bonito. También es un indicio de los problemas del constitucionalismo con Europa.
9- El constitucionalismo es un conjunto de apriorismos no escritos y, por lo común, preconstitucionales. Por lo mismo, no es ley, sino interpretación forzada y patriótica, por lo que no es exportable a Europa, como se vio con las euroórdenes. La Justicia soberanista, que no quiere asumir una jerarquía europea sobre ella, es una tendencia iliberal en los países –dos– en los que ya se ha producido. En sus actuaciones ante el procés, el TS no ha cumplido, en dos ocasiones, sentencias europeas. Lo que no es una metáfora, sino una prueba de que el TS es consciente de su soberanía amenazada. Y que lucha por ella. El constitucionalismo, si no cambia Europa –no es, snif, descartable– es una carrera hacia una colisión fatal con Europa, lo único que nos salva, en ocasiones, de casi todo.
El constitucionalismo, si no cambia Europa es una carrera hacia una colisión fatal con Europa, lo único que nos salva, en ocasiones, de casi todo
10- El procesismo ha respondido a los indultos, a su vez, desde las declaraciones de políticos y desde sus medios. Por ahora no ha emitido declaraciones institucionales, vacías y sin valor, lo que indica un cambio. Es sintomático que se opte por preferir oficialmente la amnistía, o incluso por rechazar el indulto. Por lo mismo que los rechaza el TS. Por el fake de afirmar que presuponen arrepentimiento. JxC está por la amnistía –un tanto de perfil y calladito estos días; no durará mucho; su futuro como partido puede pasar por luchar contra los indultos y visualizar en ellos una traición de ERC; mientras, esto es procesismo, acepta los indultos a lo bestia–. ERC, CUP y Òmnium también entran en ese bloque formalmente pro-amnistía. ANC, como la ultraderecha esp/el constitucionalismo, se niega frontalmente a los indultos. Es preciso señalar que la amnistía defendida por el procesismo son dos cosas: a) un intento, sin mucho trayecto, de que los presos no sean inhabilitados, y puedan seguir en cargos. Y b) una Guerra Cultural, con la que enfrentarse a los indultos –mientras se aceptan–, y al cambio de ambiente que supondrían. Parece ser, en ese sentido, que ERC no la practicaría. Lo que es otro cambio. Sobre la pertinencia de una amnistía: es una opción arriesgada, en tanto supondría una vía –del Legislativo, no del Ejecutivo– de excarcelación de políticos que, una vez desprecintada, quedaría en manos del PP, esa factoría de políticos encarcelados. Por otra parte, una amnistía implica un alto reconocimiento cívico que aquí no existe. Recordemos que los presos, víctimas de un abuso judicial, no son por ello Mandela. Mintieron. Y es muy probable que sigan haciéndolo. Mentir, recordemos, no es delito, o no lo es siempre. Es una molestia. Una imposibilidad de realidad.
11- Es llamativo y difícil de interpretar que el presi Aragonès haya optado –de manera momentánea y con freno y vuelta atrás; lo que es un cambio– por las armas maravillosas, tradicionales del procesismo, al apuntar vías fake para una amnistía. Como la aplicación de la Ley de Amnistía del 76. Algo que no es cierto. Ni posible. En general, los presos no saldrán de la cárcel por esa ley, por la Ley de Pesos y Medidas, o por el Tribunal de las Aguas. Ignoro el porqué de sembrar la confusión –la piedra angular del trumpismo y del procesismo– al respecto, por unos instantes y a estas alturas. Tal vez por mal asesoramiento legal, la gran seña de identidad del procesismo, y de la que debería alejarse, una vez visto a dónde le ha conducido.
12- Los indultos son necesarios. Pero insuficientes. Hay al menos un millar –casi 3.000 según la Gene– de encausados por el 1-O y otras gaitas. Muchos alcaldes, sometidos a dos violencias. La judicial. Y la propagandística –el procesismo les aseguró que no pasaría nada, que el 2-O habría un cambio legal, apoyado por Alemania, entre otros all-stars; se dice rápido; el staff procesista, preocupado por el posible castigo, quiso que la sociedad desobedeciera por ellos; lo dicho: tienen que desaparecer de la política–. Estas son las verdaderas víctimas. Muchos de los alcaldes son maestros. Una inhabilitación les impediría trabajar. Por años. Y sin recibir los 7.000 euros mensuales que han recibido del PDeCAT al menos dos presos. Habría que hacer algo por todas estas personas. Un cambio legal, que sobreseyera sus causas y, de paso, introdujera el siglo XXI en los artículos del Código Penal que hablan de sedición, rebelión y carreras de cuadrigas. Ese movimiento debería solucionar también el problema de los exiliados.
13- La salida de los presos, deseable, sólo debería ser un principio. Quedan más cosas. Y menos factibles. Devolver Cat a un anclaje político relajado en el Estado. Recordemos, hermanos, que todo esto empezó con una gracia constitucionalista: pelarse un Estatut votado por la ciudadanía. Esta vez el nuevo anclaje debería culminar con una votación vinculante. Se debería obtener, como mínimo, un reconocimiento nacional, una financiación razonable, y un reconocimiento lingüístico que no fuera simbólico –todo ello, que supone una mayoría social en Cat superior al procesismo o a sus contrarios, es lo que quería el procesismo en 2017, aunque mintiera explicando otras metas–. Sería deseable, e higiénico, que ese anclaje supusiera también aportar más derechos desarrollados, herramientas de participación, y herramientas de control ante el nacionalismo de Estado esp y cat. Herramientas federales, vamos, para controlar la bestia/el Estado, y que no nos vuelva a caer encima, en forma de abuso de dos nacionalismos.
La mentira y la confusión ya poseen dos grupos parlamentarios esencialistas en el Parlament, usuarios de dos nacionalismos de Estado, distantes y similares
14- Lo expuesto en el punto 12 y 13 supondría un momento cero. Un volver a empezar gracias a los indultos. Es mucho, pero no es nada sin cambios culturales. Difíciles. El constitucionalismo utilizará los indultos para la Guerra Mundial Cultural Z. Y está por ver –es un decir– lo que hará el procesismo. JxC, la CDC de siempre, pero depurada, relacionada con las nuevas extremas derechas europeas, y especializada en Guerra Cultural, no podrá parar/es su carácter. Está por ver si puede hacerlo ERC, un partido que, desde su época Junqueras, utiliza la mentira como herramienta cotidiana, incluso para menudencias que te las consigue Glovo. Sí, hay una ERC detrás de ERC, con individuos con valores republicanos. Y escandalizados. Deberían dar un paso al frente. En general, es preciso dejar de mentir. El uso abusivo de la mentira –o de algo peor: la aludida utilización de la propaganda en el rol de los análisis– es una densidad absoluta en Cat. Y en Esp. Pero Cat es una sociedad más pequeña y más frágil. No puede soportar tanto fake sin irse al guano. Ya está ahí, viendo nacer huevos de serpiente. De hecho, ya resulta difícil, sino imposible, discernir sobre el problema cat, esa cosa real, pero enterrada bajo tres metros de procesismo. Perdonar, por otra parte, no solo es noble, sino que limpia. El 70% de la sociedad cat está por ese perdón. Es, esta mañana a primera hora, la única mayoría absoluta que existe en Cat. Se tendría que ser fiel a ella. No instrumentalizarla, especialidad del procesismo. Tenerla en cuenta, por primera vez en 10 años. Y optar, sin grandes ceremonias, por vías que excluyan el uso convulso de la mentira. La mentira y la confusión ya poseen dos grupos parlamentarios esencialistas en el Parlament, usuarios de dos nacionalismos de Estado, distantes y similares. Es preciso invalidar esa vía, de mentira y mito, antes de que eso sea la normalidad. No sé si es posible, sinceramente. El perdón y el diálogo social, algo más importante que los indultos, y más costoso, y aún posible, obliga a ello.
1- Repasando articuletes, la primera vez que defendí los indultos fue en octubre de 2017. Eso no explica ningún portento personal, sino que alude a otro fenómeno mayor: el grueso de los medios esp y cat de aquel momento, un tanto illuminatis, y que informaron, antes que de lo que...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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