La vita nuova
La vacuna
Mi generación no formuló. La siguiente formuló la democracia esp. Fue el 15-M. En términos operativos fracasó. Lo que es más de lo que consiguió la mía. El resultado es un mundo sin cambios
Guillem Martínez 7/06/2021
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1- Taxi, a toda leche a mi punto de vacunación, en el que me encontraré a mi generación. La última vez que nos vi en ese trance fue hace 10.000 años, en el cole. Varios millones de compañeros/as hacíamos cola para ser vacunados. Todos queríamos llorar, pero sólo algunos valientes lo hicieron. Recibieron la recompensa al uso que ofrece la humanidad en ese trance: ser corridos a boinazos. En todo caso, la pregunta es: ¿qué es una generación? Ortega, un tipo no sólo listo, sino astuto, afirma que es un segmento de 12 años. Es decir, no de 10 años. Es decir, vete a saber. El taxista que me lleva al punto de vacunación, un lince comparable a Ortega, me habla de las vacunas y, a su vez, también formula una generación –la suya, que es la mía–, con mayor precisión y con estas sabias palabras, que parecen extraídas de La España invertebrada: “A mí me da igual si me meten Astrazeneca. Con lo que me he metido”.
2- La heroína, supongo, es mi gran hecho generacional. Lo que habla de que muchos compis no se vacunarán hoy, conmigo. Desaparecieron, zas, como ninjas. La pirámide de población, en muchas zonas (ex)industriales de por aquí abajo, habla de ello, con un dibujo típico de un país que ha sufrido una guerra –con todas las letras–: una muesca significativa que afecta, a lo bestia, a la población masculina en edad militar. Y que se adentra en la población femenina. Murieron los más molestos, los más sensibles. En mi memoria, los que querían un mundo mejor. Paradójicamente, accedieron a ese mundo, mejor, en vida, momentáneamente, a ratos, y antes de que fuera un infierno. ¿Cómo hubiera sido el mundo con esa zona del mundo? No sé en qué, pero diferente.
3- Por lo demás, una generación son una serie de lugares comunes. Con pequeñas variables. Todas son las primeras en descubrir el clítoris, la homosexualidad y la sopa de ajo. Por lo que veo, y en ese sentido, en Esp se reproduce, desde los 80 y cada 10 años –cada 12, según Ortega–, la misma novela iniciática generacional, con pocas variables, que explican esos descubrimientos, y el hecho de que no hay lugar en el mundo. Leo alguna, periódicamente, y supongo que no hablan tanto de generaciones, sino de un mundo sin lugares, que cíclicamente es descubierto y formulado por las generaciones, que hacen muy bien al hacerlo. El mundo, ese sitio sin asideros, por otra parte, nació hace 4.000 años, según algunas sectas, y varios millones de millones de años, según la ciencia. Jalonado por desgracias, esas desgracias no suelen ser percibidas por la generación que las describe, salvo cuando son gigantescas e ineludibles. Les paso algunos de esos hechos espectaculares, que han vertebrado las generaciones del XX anteriores a la mía y en mi topos. La Guerra de Cuba, el sindicalismo, la represión al movimiento obrero, la gripe española, la República, la Revolución, la Guerra Civil, la Postguerra, el Franquismo gore, el desarrollismo. No todos esos fenómenos, determinantes, han sido determinados por la generación que se los ha comido con patatas. Las generaciones, en fin, valen lo que formulan. Por lo mismo, no son fiables. Transmiten cosmovisiones certeras. Pero, muy posiblemente, erróneas. Suelen describir la aceituna del Martini, lo que es mucho, pero no el Martini.
4- La mía, por ejemplo, formuló poco o nada su época. Su época es su infancia, su adolescencia y su juventud salvaje. La Transición y la formulación de la democracia en Esp. Los 80, de los que todo el mundo habla, por lo que veo, como última edad de oro. No lo fue, salvo por esa característica de todas las edades de oro: no hablar de ellas, no ser percibidas cuando suceden. Otras generaciones describieron los 80. Y así nos luce el pelo.
5- Los jalones de los 80 empiezan en los 70, con el hecho más determinante en la Esp reciente. No es la muerte de Franco o la CE78 tanto como la interpretación de todo ello, a partir del primer pacto entre franquismo y oposición. Los Pactos de la Moncloa –1977–. Posibilitaron que Esp no se fuera al garete. Pero también otros garetes, no formulados por ninguna generación. La superposición de los sindicatos al Estado y a su estabilidad, y la asunción por parte de los sindicatos –se dice rápido; supongo que es el único caso planetario de suicidio sindical colectivo– de paro frente a inflación. Con esos pactos concluyeron, zas, una etapa de movilización y huelgas salariales en los 70 –en los 80 ya eran imposibles–, similar a la acaecida en la década anterior en Europa. Y también, por lo general, victoriosas. Moderación salarial, paro, e imposibilidad de aludir a estas dos realidades sin ser tratado como un peligroso y fanático agente contra la estabilidad de la joven democracia esp –es decir, del Estado–... No, los 80 no fueron una edad de oro. La desindustrialización –no exigida tanto por la UE como por la RFA– supuso el fin de un esfuerzo colectivo iniciado en 1959. Gratuito. La metáfora es la venta de SEAT a una empresa alemana por 1 peseta –0,006 euros–. Y el paso de un objeto difícil, improbable –el obrero especializado, la joya de la corona; de ahí parte la ideologización y el juego de piernas del movimiento obrero, su peligrosidad y gamberrismo–, al paro estructural, con accesos periódicos al trabajo informal. Es incomprensible –literalmente– cómo varias generaciones de exobreros se arrastraron hasta la jubilación, varias décadas después. En este momento, aparece la frase “ahora trabaja”, en alusión a un primo, a un tío, a un amigo que, en ocasiones, en efecto, trabajaba. Sigo oyéndola. La situación fue aliviada con la entrada a la UE y los fondos de cohesión, una suerte de Keynes para mayoristas brutos. Junto a la liberación del suelo, de la siguiente década, supusieron un boom en la construcción. Una riqueza desatada, es decir, sin orden, indescriptible, que llegó a la base de la pirámide en forma de migaja y de coches tuneados, lo que construyen los obreros especializados cuando ya no lo son.
6- En el 81, el golpe de Tejero consigue un objetivo de un golpe más amplio y secreto. La paralización del proceso autonómico. Algo importante si pensamos que, desde el siglo XIX, la democracia esp es su descentralización. En el periodo 1981-85 se produce el caso Banco Catalana. El primer gran caso de corrupción económica, bancaria y, por lo tanto, política. Y que es solucionado con un indulto informal, previo a juicio y condena. Esto fue una señal que los lectores de señales entendieron a la primera. En esa década, por otra parte –o por la misma– se va creando y formalizando la informalidad del IBEX, punto inicial de unión e inteligencia de las generaciones financieras del franquismo y las del socialismo. Nace el país –descrito en el punto 5– en el que “más fácil es enriquecerse”. La democracia esp, empezada a formularse con los Pactos de la Moncloa, ya está formulada. En esta década nacen, por otra parte, los GAL. Un indicativo de la riqueza y libertad del Estado. No se accede a esa libertad y al uso de la violencia, paradójicamente, con violencia. Sino con propaganda. Un indicio de que la propaganda es ya tan poderosa que impide ver la violencia de Estado. Y, con ella, la económica. El eje de la propaganda ya son los nacionalismos de Estado. El nacionalismo es, de hecho, la única discusión posible desde 1978. Zzzzz.
7- Mi primer curso de carrera, en esa década, me costó unos 30 euros pelados. Mi último curso, unos 200. No era mucho. Pero era un indicio: la cosa había subido más de 7 veces. En la facu, por cierto, estudiamos un día el fin del ascensor social. No existía. Había empezado a no pitar en el 73. No habíamos entrado muchos a la uni, de hecho. De una clase de 60, unos cinco. Un trabajador en negro ganaba unos 400 euros –un alquiler apañado valía un poco menos–. Era mucho para un estudiante. Nada para un exestudiante. Se empezaba a vivir en grupo más allá de la uni. El acceso a la vivienda en propiedad era imposible. Si bien la media de su precio era entre un 500% y un 600% más baja que ahora, el pago se realizaba a través de un invento formulado en los Pactos de la Moncloa. La hipoteca. Con unos intereses, en aquella década, de entre el 16% y el 19%. Y de difícil acceso. Se empezaba a crear, con suma rapidez, un problema: la vivienda. Sin solución hasta ahora. Los créditos personales tenían intereses de usura, en torno al 30%. Las marcas de coches empezaron a reconvertirse en financieras, para posibilitar el acceso al coche. La deuda empezó a considerarse un negocio. El gran negocio.
8- Es posible que, en el campo, el primer sector atara los perros con longaniza, y accediera a la vivienda y al trabajo con un sueldo digno. Lo dudo. No obstante, en la ciudad y en su cinturón esto es lo que había en los 80. Los recuerdos generacionales, en fin, suelen ser más dulces. Los míos, lo son. Por ejemplo, recuerdo todo lo que he explicado con menos gravedad. Es decir, en otro cuerpo y con otra alma, dando bocados a la vida, antes que recibiéndolos. La vida es así, y los mamíferos, amables, salvo cuando pillan la rabia. En todo caso, es posible deducir, con datos y experiencia, que la famosa clase media –que son dos cosas: a) un funcionariado que, como sucede en democracia, no ha parado de crecer, y b) clases que acceden a ese grado por su trabajo y sueldo, una probabilidad creciente en la industria desde 1959–, por esa época empezó, de manera radical y violenta, a no existir. De hecho, en los 80 dejaron de existir otras cosas que hoy se dan vivitas y coleando en aquel entonces. Como la soberanía del Estado, que ahora se parece reivindicar como una expectativa de retorno por parte de cierta derecha y cierta izquierda. No volverá. Como no volverá el Barroco, o el Pleistoceno. Y si lo hace, será sangriento.
9- Mi generación no formuló. La siguiente formuló el problema de la vivienda, el problema de una economía financiera, sin industria, con servicios mal pagados, y con una gangrena política e informativa, que impedían ver esos problemas. Formuló la democracia esp. Fue el 15M. En términos operativos –que no en otros, sexis–, fracasó. Lo que es mucho más de lo conseguido por la mía. El resultado es un mundo sin cambios. Salvo la añoranza por el pasado, a menudo envuelta en nacionalismo. Lo que viene, sin cambios, será la consecuencia de la ausencia de cambios. La crispación, la quema de contenedores. El certificado de defunción del ascensor social, una vez se ha sido insensible a todos los certificados anteriores. Da pereza. Y más si pensamos que varias generaciones de precarios seremos tratados como una clase media, que accedió a todo lo que ni ellos ni nosotros hemos accedido. Igual lo somos, comparado con lo que viene. No será un clima deseable. Salvo para el Estado, siempre competente en el uso de la violencia. Habrá que apoyar a esa generación, no obstante, cuando le partan el cráneo. No se me ocurre otra. No me explico por qué no lo hicimos nosotros. Tal vez por la heroína. Tal vez por la propaganda. Ambas te hacían soñar.
10- Llego al punto de vacunación. Una metáfora de la época. Hay Bienestar, pero solo en las crisis. Lo habrá, en general, pero solo en los límites. Lo poco que haya –algo de educación, de sanidad, ese negocio privado, que lo será más, por imperativo UE, tras la pandemia; algo de dinero en sectores que ya son de exclusión– impide la violencia. Sin cambios, esto puede durar unos años. Los sanitarios son extraordinariamente amables. Incluso vertebran cariño. Aluden, con su actitud, presencia y servicio, a un mundo que pudo ser. Me vacunan. Me siento 15 minutos, a ver si me pongo verde. Saco una foto en la que se ve a mi generación.
1- Taxi, a toda leche a mi punto de vacunación, en el que me encontraré a mi generación. La última vez que nos vi en ese trance fue hace 10.000 años, en el cole. Varios millones de compañeros/as hacíamos cola para ser vacunados. Todos queríamos llorar, pero sólo algunos valientes lo hicieron....
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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