1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

Memoria

El pobre más rico y el rico más pobre

Retrato del músico yugoslavo Žarko Jovanović, superviviente de tres campos de concentración y autor del himno nacional gitano ‘Dželem, dželem’

Marc Casals 14/09/2021

<p>Imagen de portada del disco <em>Žarko</em> de Žarko Jovanović (1973).</p>

Imagen de portada del disco Žarko de Žarko Jovanović (1973).

Discogs

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Respondiendo a preguntas de un periodista montenegrino, el músico y cantante gitano Žarko Jovanović trazó su propia descripción: “Soy el pobre más rico y el rico más pobre, el feliz más infeliz y el infeliz más feliz. Soy Jagdino, que significa ‘El de fuego’, porque el fuego es lo que me ha afirmado. Solo espero no consumirme antes que él...”. Superviviente de tres campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial –cuando los nazis exterminaron a buena parte de los gitanos de Yugoslavia–, Jovanović hizo la mayor parte de su carrera musical en París, donde cosechó un gran éxito actuando en restaurantes y cabarets rusos. Participó en el Primer Congreso Mundial Romanó de 1975, que sentó las bases de la identidad gitana moderna, y compuso el himno nacional gitano, Dželem, dželem. Ante las tragedias que zarandearon a los gitanos en el siglo XX, sumadas al racismo secular que padecen, se mantuvo siempre fiel a la música y el compromiso con su pueblo. 

Žarko nació en el norte de Serbia en el año 1925, en el seno de una familia de músicos. Junto a la recogida de chatarra, la artesanía del metal y la madera, el chalaneo de ganado y el amaestramiento de osos bailarines, la música era de las escasas actividades que podían ejercer los gitanos en la Yugoslavia de aquel tiempo. Según la costumbre, el oficio se transmitía de padres a hijos. Aunque tanto el abuelo como el padre de Žarko habían sido violinistas, cuando empezó a tocar a los cinco años se inclinó por el prim, un pequeño instrumento de cinco cuerdas con una longitud de 50 centímetros. Desde su temprana niñez, Žarko se fogueó como miembro de las llamadas “orquestas de tamburaši”, pequeños conjuntos de cuerda popularísimos en la Serbia septentrional que amenizan banquetes, bodas, cumpleaños y celebraciones de todo tipo.

Žarko Jovanović y su conjunto de cuerdas interpretando un tema al estilo tradicional de los gitanos del norte de Serbia.

La incipiente carrera musical de Žarko se truncó a los 16 años con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando las potencias del Eje ocuparon Yugoslavia. En el reparto territorial entre aliados, la mayor parte de Serbia correspondió a la Alemania nazi, que comenzó a aplicar, como en el resto de territorios bajo su control, una política de exterminio no solo de los judíos, sino también de los gitanos. En el holocausto gitano –conocido en lengua romanó como Porraimos (La devoración) o Samudaripen (La destrucción de todos)– murieron más de medio millón de personas, aproximadamente el 70-80% de la población gitana de Europa. Junto a muchos de sus familiares y vecinos, Žarko fue capturado por las SS y recluido en el campo de concentración de Banjica, un antiguo cuartel de infantería cerca de Belgrado destinado a encerrar a gitanos, judíos, comunistas y brigadistas de la guerra civil española.

Las condiciones en Banjica resultaban penosas. Žarko y el resto de internos, divididos en grupos de unos 150, malvivían hacinados en salas de 100 metros cuadrados con las ventanas siempre cerradas, así que les faltaba el aire para respirar. Algunos eran seleccionados para llevar a cabo trabajos forzosos, una actividad peligrosa no solo por su dureza intrínseca, sino también porque, cuando su labor no avanzaba al ritmo suficiente o por puro capricho sádico, los guardias de las SS maltrataban a los reclusos e incluso llegaban a asesinarlos. La desesperación de Žarko para evitar los trabajos forzosos llegó a tal punto que convenció a su padre, encerrado con él en Banjica, de que le rompiese la pierna con una piedra y de esta forma ponerse a salvo. También se libró de las ejecuciones masivas en revancha por la sublevación partisana que comandaba el mariscal Tito: por cada soldado alemán al que los partisanos daban muerte, debían ser fusilados 100 presos de los campos de concentración.

Junto a una parte de los reclusos de Banjica, Žarko fue trasladado a un nuevo campo, el complejo ferial de Belgrado, situado cerca del centro. Como había hecho en Banjica, aprovechó sus habilidades musicales para entretener a los guardias de las SS y procurarse así un mejor trato. Puesto que la música era un oficio extendido entre los gitanos, muchos llegaban a los campos de concentración acarreando sus instrumentos. Pavle Minh, judío superviviente del campo de Topovske Šupe, también en Belgrado, dio testimonio de una escena pavorosa: conscientes de su próxima eliminación, nada más entrar en el campo decenas de músicos gitanos arrestados se juntaron en el patio para improvisar un concierto de despedida. Después de interpretar varias piezas, incluida la obertura de El barbero de Sevilla, los nazis rompieron sus instrumentos, quemaron los trozos amontonados en una hoguera y embarcaron a los músicos en camiones, rumbo a sus lugares de ejecución.

Žarko sobrevivió a las masacres en la feria de Belgrado, pero fue trasladado en un convoy hacia un tercer campo de concentración: las minas de Trepča, en el norte de Kosovo. En este complejo minero, que abastecía al ejército alemán del 40% de sus necesidades de plomo para la guerra, Žarko realizaba trabajos forzados a centenares de metros bajo tierra. En galerías oscuras, excavaba la roca a paladas para encontrar el mineral en bruto, que luego colocaba en una carretilla de mano y empujaba hasta el montacargas. Cuando, por orden de instancias superiores, los presos de Trepča fueron dejados en libertad, Žarko se echó al monte con los partisanos, en cuyas filas estuvo luchando hasta el fin de la guerra. Con el tiempo, recordaría lacónico sus experiencias, primero en los campos de concentración y luego como combatiente: “Todo eso ni un caballo sería capaz de resistirlo, pero la juventud es un milagro”.

Pese a que no sabía leer partituras, Žarko pasó casi dos décadas como miembro de la Orquesta Nacional de Belgrado, hasta que, deseoso de realizarse artísticamente, en 1964 se marchó a París. Sin hablar casi una palabra de francés –aprendió a decir “merci” en el tren durante el viaje–, al llegar se encontró con que, en su destino, la música yugoslava era desconocida, pero no así la rusa. Tras la revolución comunista y la posterior guerra civil, París se había convertido en una capital del exilio antibolchevique y por sus distritos noctámbulos proliferaban cabarets rusos donde la música gitana tenía un papel protagonista. Desde que, en la época imperial, el conde Alexei Grigorievich Orlov, general de Catalina la Grande, organizó el primer coro gitano para deleite de la zarina y la alta sociedad, en Rusia siempre había existido una atracción por los romaníes, a quienes Pushkin dedicó el poema Los gitanos, considerado una de sus obras cumbre. En la abundancia de locales rusos herederos de esta fascinación por la música gitana, Žarko encontró su oportunidad para establecerse en París.

Además de familiarizarse con el cancionero ruso, Žarko vio que le convenía pasarse a la balalaica, el instrumento nacional, pero lo hizo adoptando solo su forma externa, puesto que conservó las cinco cuerdas –la balalaica tiene tres– y la afinación del prim. Pronto entró en el circuito local de restaurantes rusos, propiedad de judíos de Rusia y Polonia que se hacían pasar por rusos étnicos: La maisonette russe, Kalinka, À la ville de Petrograd y el más prestigioso de todos, Rasputin, situado cerca de los Campos Elíseos. La clientela para la que iba cantando de una mesa a otra estaba compuesta de burgueses –tanto parisinos como rusos– y pilotos de avión que hacían escala de una noche en París, de forma que el bolsillo de Žarko rebosaba de propinas. Transcurridos apenas cuatro años, en 1968, había alcanzado tal virtuosismo con la balalaica que fue nombrado mejor tocador del mundo en un certamen organizado en Lisboa, por delante de hasta 50 rivales procedentes de Rusia.

Pronto Žarko se hizo famoso en la noche parisina tanto por su habilidad musical como por sus singularidades. Iba siempre con la cabeza rasurada, abrigo y pajarita y, antes de dar la mano a alguien para saludarle, se ponía unos guantes de piel marrón como señal de respeto, deferencia que acostumbraba a dejar perplejo al interlocutor. Para las mujeres –por quienes sentía gran inclinación– se reservaba la tradicional sucesión de reverencia y beso galante en el dorso. En París se alojaba en un cuchitril de apenas 14 metros cuadrados, pero su morada predilecta era una caravana con la que desaparecía de la ciudad, como en un vestigio del nomadismo gitano. De natural generoso, con lo que ganaba en las actuaciones compraba regalos para sus seres queridos y ejercía como benefactor de un monasterio ortodoxo en Serbia: el convento de Fenek, en cuya hospedería pasaba temporadas y al que se desplazaba cada 8 de agosto para la romería de la patrona, Santa Parascheva de los Balcanes. Todo este desprendimiento se debía a una convicción firme: “Tras una persona no quedan sus propiedades, sino solo aquello que ha dado”.

En paralelo a su carrera como músico, Žarko siempre se preocupó por la situación de los gitanos, hasta el punto de participar en el Primer Congreso Mundial Romanó, celebrado en 1975 en Londres. Durante este encuentro, piedra fundacional de la identidad gitana moderna, los reunidos recibieron la noticia de que, en el desalojo de un campamento de travellers –etnia nómada de origen irlandés–, una caravana había ardido de forma accidental y tres niños habían muerto carbonizados. Los congresistas se desplazaron en autobús al lugar de los hechos para protestar y, a lo largo del trayecto, Žarko se puso a canturrear mientras rasgueaba su balalaica y tomaba notas. Sobre una vieja melodía balcánica, escribió el texto de Dželem, dželem, que desde ese día se convirtió en el himno nacional gitano. En la letra, Žarko recordaba el genocidio que habían sufrido los romaníes en la Segunda Guerra Mundial –“Una vez tuve una gran familia/pero la asesinó la Legión Negra”– y terminaba llamando a su pueblo a una toma de conciencia política: “Ha llegado la hora, gitanos, levantaos/Si actuamos, volaremos alto”.

Žarko aseguraba haber financiado enteramente el Segundo Congreso Mundial Romanó, celebrado en 1978 en Ginebra, donde, pese a que tenía dificultades para leer y escribir, fue nombrado simbólicamente ministro de Cultura. En Ginebra conoció a Yul Brynner, estrella de Hollywood y presidente honorario del evento tras embaucar a los organizadores convenciéndoles de que era gitano. Brynner, un mentiroso compulsivo sobre su biografía, proclamó ante más de 100 delegados de 26 países que era un gitano de Rumanía pero había olvidado la lengua romanó al crecer, cuando en realidad había nacido en Vladivostok, hijo de un padre suizo-alemán y una madre rusa. Pese a su desfachatez, Brynner compartía con Žarko la experiencia de haber tocado con orquestas gitanas en los cabarets rusos de París antes de marcharse a América y tenía un vínculo con Yugoslavia por haber actuado en La batalla del Neretva, una superproducción impulsada por Tito. Por eso trabó una amistad íntima con Žarko, quien se estuvo carteando con él durante años y le profesaba auténtica pasión: “Le tocaría canciones hasta la tumba, ¡porque me sale del alma!”.

Como buen músico gitano, Žarko enseñó el oficio a sus hijos, Perica y Slobodan, hasta que ambos también se convirtieron en virtuosos. Los dos hermanos, Perica a la balalaica y Slobodan a la guitarra, formaron un grupo llamado Cigani Ivanovići (Los Gitanos Ivanovići), con el apellido familiar, Jovanović, modificado para facilitar su pronunciación al público francés. El vibrante repertorio de los Cigani Ivanovići, basado en nuevos arreglos del repertorio gitano ruso y otras canciones en la misma línea compuestas por Perica, les proporcionó un éxito desbordante en su Yugoslavia natal, donde durante dos o tres años encabezaron las listas de los más vendidos. Actuaban rodeados de la parafernalia asociada al mundo gitano –ruedas de carromato dispuestas por el escenario, bailarinas de tez oscura y pelo negro que agitaban sus faldas de colores– en conciertos llenos para los que la reventa multiplicaba por 10 el precio original de la entrada. Con los ingresos que les dio su popularidad, abrieron en París un restaurante al estilo de los locales rusos donde se habían fajado tanto ellos como su padre: Chez Cigani Ivanovići.

Žarko consideraba a Perica y Slobodan grandes instrumentistas, pero siempre se opuso a la idea del restaurante. En su opinión, regentar un negocio iba contra el espíritu libre de los gitanos y sus hijos se habían condenado ellos mismos a la esclavitud. Además, le escandalizaba la enorme facturación de Chez Cigani Ivanovići, ya que consideraba que los gitanos ricos, una vez alejados de la miseria y la desgracia, se convertían en infelices, al quedarse sin el sentido que daba a su vida tener que luchar: “En realidad, la miseria consiste en vivir y no saber para qué”. Así pues, de forma paradójica, teniendo en cuenta su activismo en pro de la emancipación de los gitanos, en parte se adhería a los estereotipos que les colgaba el resto de la sociedad. Cuando, a partir de los años ochenta, en serbocroata se empezó a popularizar la palabra rom para designar a los gitanos –por ser un vocablo romanó desprovisto de connotaciones negativas– Žarko mostraba cierta indiferencia. A la pregunta de si se consideraba rom o gitano, contestaba entre burlón y poético: “A una rosa le puedes cambiar el nombre, pero su olor seguirá siendo el mismo”.

En 1984, Žarko ingresó en el hospital por un cáncer de hígado, aunque su familia se lo ocultaba para que no sufriese, y su hijo Perica le intentaba dar ánimos: “Papá, los médicos dicen que vas a mejorar. Te compraré una caravana nueva y volveremos a tocar juntos”. Como sus ingresos en los restaurantes se basaban en las propinas, apenas había cotizado en la seguridad social francesa. Tampoco había cobrado jamás un céntimo por los derechos de autor de Dželem, dželem, así que tuvo que ofrecer a los doctores unos cuadros antiguos para costearse el tratamiento. Fue en vano, porque murió en el hospital con 62 años. Dejó sus escasos bienes a la organización internacional antirracista MRAP (Movimiento contra el Racismo y para la Amistad de los Pueblos) y recibió sepultura en el cementerio de Montmartre. Además de su nombre, en la lápida de su tumba se encuentra grabada una balalaica, el instrumento con el que Žarko popularizó la música romaní. Ya postrado en el lecho de muerte, se había despedido de uno de sus mejores amigos con una frase enigmática: “Antes solo éramos gitanos los roma. ¡Ahora vosotros también sois gitanos!”.   

Respondiendo a preguntas de un periodista montenegrino, el músico y cantante gitano Žarko Jovanović trazó su propia descripción: “Soy el pobre más rico y el rico más pobre, el feliz más infeliz y el infeliz más feliz. Soy Jagdino, que significa ‘El de fuego’, porque el fuego es lo que me ha afirmado. Solo espero...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí