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Ayer me vi en Filmin Los consejos de Alice, peli francesa de hace un par de años; premiada, pero un poco insulsa. Me enganchó la propuesta porque trataba de un político mayor, un alcalde, y una chica “de letras” que había sido contratada para darle ideas al tal edil que “ya no conseguía pensar” (sic). Y nada mejor, y más políticamente correcto, que los servicios de una jovencita idealista que se enfrenta al pragmatismo/siglo XX de un “señoro” desgastado. En fin.
En realidad, la vi porque estoy un poco obsesionada por evitar que la rutina crónica de desgana universitaria, anclada cómodamente en el suelo de los cuentos que nos han contado, se vea agravada ahora por el contagio neoliberal de “no tener nada que decir”. No por decisión propia –exculpo siempre a los jóvenes– sino por irrigación interna de un sistema académico caduco, con anteojeras para la vida y siempre atado a programas “corsé”, casposos la mayoría, inapetentes para hincarles el diente y que parecen transcurrir al margen del pensamiento. Otro tanto les espera a los mismos jóvenes cuando se enfrenten a los temarios de las oposiciones donde todo lo que realmente les interesa en tanto generación inquieta, que sí ha llegado al pensamiento, queda fuera de su alcance. La cuestión principal ha sido siempre, y ahora de nuevo especialmente, tratar de evitar el peligro que he localizado alguna vez sirviéndome de las palabras de nuestra “santa patrona de CTXT”, la querida Hannah Arendt: “La negatividad que todo el mundo pudo apreciar en el juicio de Eichmann en Jerusalén ‘no era estupidez’, sino “una curiosa y absolutamente auténtica incapacidad para pensar”. Y así ponía de manifiesto “la estrecha conexión entre la capacidad o incapacidad para pensar y el problema del mal”. Muy cerca está hoy el uso torticero de la palabra “libertad” en los discursos de la derecha/Ayuso cuando en realidad se están refiriendo a la defensa de los privilegios. “El pensar y el juzgar están interrelacionados –continúa Arendt– por eso es importante que apliquemos nuestro juicio y nos dejemos llevar por la capacidad del viento del pensar (es decir) ‘de distinguir’. Y esto, en los raros momentos en que se ha llegado a un punto crítico, puede prevenir catástrofes”. (“El pensar y las reflexiones morales”). Hace tiempo que llevo incorporadas –‘durmientes’– estas ráfagas tan lúcidas de la filósofa alemana; reviven en mí cada vez que una situación parafascista amenaza. Creo que ahora estamos en uno de esos momentos en los que se hace cada vez más necesario “distinguir” y defender las palabras que han costado tanta sangre (como la mencionada libertad). Por ello, quienes nos dedicamos al mundo de la educación, deberíamos enfrentar el nuevo curso con una divisa rotunda: “Pensar como forma (entusiasta) de acción directa”.
Por volver a la película, como buena francesa consciente del peso de su cultura, la joven Alice se dedica a pasarle ‘notas’ al alcalde, pequeñas ráfagas de pensamiento sacado de Rousseau, de Orwell, incluso de Ivan Illich. Sólo una artista (basada en el peor de los estereotipos), que aparece en segundo plano, nos habla de Donna Haraway, el extractivismo, y el capitaloceno. Un montón de lugares comunes y un enfado por mi parte al reconocer en un personaje secundario e histriónico lo que en muchas y muchos de mi entorno ocupa el centro de nuestras preocupaciones. Entonces ¿por qué me enganchó? En primer lugar, porque está bien que una película ligera, para todos los públicos, baraje temas que discutimos en círculos de autoconvencidos: ¿fascismo o colapso climático? ¿Idealismo intelectual de la torre de marfil o pragmatismo a pie de calle?
En segundo lugar, lo que me atraía del trabajo de Alice era la invitación al pensamiento por medio de una exquisita (y trabajada) selección de pequeñas notas que le pasaba al señor alcalde. Como profesora (y lectora de todo tipo de post), he focalizado en la importancia de esas notas que replican la educación que muchas y muchos hemos recibido en los tiempos de las desgraciadamente desaparecidas antologías, cuando ya nos decían que leíamos poco.
Los fragmentos son una forma de invitación a la lectura, tan válida como el volumen que cae con un golpe seco y culpabilizador sobre el escritorio del/de la joven que nunca lee. Son bocaditos que luego pueden conducir al libro. Es una forma más sensual y convincente de invitación a la lectura y, por tanto, a una forma de pensamiento.
Ayer me vi en Filmin Los consejos de Alice, peli francesa de hace un par de años; premiada, pero un poco insulsa. Me enganchó la propuesta porque trataba de un político mayor, un alcalde, y una chica “de letras” que había sido contratada para darle ideas al tal edil que “ya no conseguía pensar” (sic). Y...
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Aurora Fernández Polanco
Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.
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