En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Una muchedumbre aguarda impaciente la llegada apalabrada de un salvador, seguros de la exactitud de la profecía que dictamina que hoy, exactamente hoy, será el día en que se verifique su Segunda Venida y un anuncio de redención. Los congregados rezan y salmodian sus conjuras bajo la lluvia. Son hombres y mujeres de todo tipo, de toda edad; hay ancianos y niños. Corean, ríen, celebran. Todos los problemas se acabarán o empezarán a acabarse hoy: el Mesías, el Profeta, el Resucitado, los solucionará. Juicio Final contra los adversarios de la Fe.
No es medieval la escena, aunque lo parezca; no es este milenio un ensueño de labriegos provenzales o bávaros o leoneses, del tipo de los que Norman Cohn estudiara en su maravilloso En pos del Milenio. El año del Señor que corre es 2021; Dallas el lugar; los congregados, trumpistas adeptos a la conspiranoia QAnon; el mesías prometido, uno sorprendente: John Fitzgerald Kennedy Jr., el hijo desventurado de JFK, fallecido en un accidente de avioneta en 1999, del que estos feligreses aseguran que fingió aquella muerte, pero hoy reaparecerá entre las masas, en esta ciudad donde tuvo lugar el asesinato de su padre, para anunciar que concurre con The Donald a las próximas elecciones presidenciales.
Sigue siendo posible la fiebre milenarista en la era de los smartphones. No lo es ni más ni menos que en la de Joaquín de Fiore, las cruzadas y el mester de juglaría. Bajo la lucida costra de fibra de carbono y circuitos de silicio que encapsula nuestras vidas del siglo XXI, palpita atávica, irreductible, la misma antropología que hace diez centurias se dejaba cautivar por las promesas escatológicas del Maestro de Hungría o el rey Tafur o el sueño del regreso de antiguos emperadores. “Muchos –nos cuenta, por ejemplo, Cohn del clima de excitación profética que rodeó la Primera Cruzada– creían incluso que Carlomagno no había muerto, sino que dormía –en su túmulo de Aquisgrán o dentro de alguna montaña– hasta que le llegara la hora de retornar al mundo de los hombres”. Carlos el Grande derrotaría al islam y, a la vez, barrería de Europa a las aristocracias corruptas y avariciosas, poniendo fin a los padecimientos de los humildes. ¿Son imposibles hoy estos imaginarios? El propio Cohn apunta al final del libro, en una reflexión sobre los milenarismos modernos, que “el antiguo lenguaje religioso ha sido sustituido por otro secular, lo cual tiende a oscurecer lo que de otro modo sería obvio, pero la verdad pura y simple es que, despojados de su original justificación sobrenatural, el milenarismo revolucionario y el anarquismo místico continúan presentes en nuestros días”.
Presente siempre en un grado u otro en las sociedades humanas, el milenarismo y su leal compañero, las teorías de la conspiración, se avivan típicamente en eras de reajuste y zozobra como lo fue, en Europa, el entorno del año mil, atravesado por una revolución feudal aparejada a grandes transformaciones económicas e institucionales. Angustiadas a la vista de un mundo que se desmorona, nuestras psiques, incapaces de hacerse cargo de la inmensa complejidad de lo que ocurre, buscan el asidero de un archienemigo concreto hacia el cual encauzar todas las iras y un concreto Salvador en cuya parusía depositar todas las esperanzas. Un archienemigo que en nuestra historia fueron típicamente dos: el musulmán y el judío, el enemigo exterior y el interior. Novecientos años después, una era muy distinta y a la vez muy parecida de reajuste y zozobra, la segunda revolución industrial, hallará en el antisemitismo un socialismo de los idiotas; la asignación de rostro concreto y un cuerpo tangible que emplumar, golpear, bayonetear, gasear, al enemigo, vago e inmenso, del Capital.
Nuestros días asisten a una nueva revolución feudal –desplazamiento de la vieja aristocracia analógica por lo que Javier Echeverría llama señores del aire, dueños globalizados de feudos digitales como Google o Amazon– y, en buena e implacable lógica marxista, nuevos milenarismos prosperan con el abono de sus desasosiegos. Volvemos a buscar un rey Tafur redentor del que ser vasallos y no somos distintos de los tatarabuelos que buscaban el suyo hace treinta generaciones, como ellos no lo eran de los que, treinta más atrás, se arremolinaban en torno a Honi el Dibujante de Círculos, el rabino Hanina o cualquier otro de los santones innúmeros que pulularon por la Palestina del siglo I, y entre los cuales fue solo uno más Jesús de Nazaret. Volvemos a acuñar un socialismo de los idiotas, reductor de los tres abstrusos volúmenes de El capital a una simplicísima fábula teológica de perfidias elementales, como la trama pedófila y caníbal, nuevos protocolos de los sabios de Sion, que conjetura QAnon –y acá irradió La Gaceta de Intereconomía– y en la que imagina metidos a todos los rivales del trumpismo, desde actores de Hollywood hasta expresidentes de Estados Unidos o el magnate George Soros. Y tampoco son distintos los libelos que propagamos; no lo es un libelo predicado de uno impreso o whatsapeado. Cambia el hardware, pero no el software, y el software es el pánico pleistocénico de un mono asustado en una intemperie de árboles talados, y en el que ese susto puede estimular el lado más sociable y fraterno, un sentido de justicia generosa, o la violencia egoísta. Hubo en el Medievo –cuenta también Cohn– milenarismos amables y feroces; herejías precedentes del anarquismo o el socialismo y del fascismo. Perseguir y matar a los judíos dejando intacto el castillo o unirse a los judíos y asaltar juntos el castillo.
Hombres asustados: no necesariamente hombres humildes, aunque la retórica sea la emancipación de los humildes. Siempre hay perdedores millonarios de los reajustes de era y su ira puede confundirse con la de –y confundir a– los desheredados; su antielitismo de la nueva élite que toma los tronos y cetros que fueron suyos disfrazarse de un antielitismo sin apellidos. Todas las casas cuecen hoy estas habas, todas las han cocido. Es fácil y reconfortante regodearse en la estupidez de los gringos, pero QAnon y la formidable teoría de la conspiración que se desarrolló en España en torno a los casos Alcàsser y Arny y a la leyenda del Bar España se parecen como dos gotas de agua: otra red de pederastia y parafilias salvajes con involucración de personalidades de las altas esferas de la sociedad y la política españolas; otra élite satanizada en tiempo de zozobras, las de los años noventa, los de la apoteosis del neoliberalismo. No pocos españoles creyeron a pies juntillas en aquella chaladura monumental; no pocos siguen haciéndolo contra toda evidencia; no pocos la caldean hoy en submundos abisales de Internet. Un QAnon español con todas las de la ley es, seguramente, cuestión de tiempo: no somos menos estúpidos que los gringos.
Lo decía Arrabal aquel día de ebria lucidez: el milenarismo va a llegar.
Una muchedumbre aguarda impaciente la llegada apalabrada de un salvador, seguros de la exactitud de la profecía que dictamina que hoy, exactamente hoy, será el día en que se verifique su Segunda Venida y un anuncio de redención. Los congregados rezan y salmodian sus conjuras bajo la lluvia. Son hombres y mujeres...
Autor >
Pablo Batalla Cueto
Es historiador, corrector de estilo, periodista cultural y ensayista. Autor de 'La virtud en la montaña' (2019) y 'Los nuevos odres del nacionalismo español' (2021).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí