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Autora del mes: Ali Smith

Círculos misteriosos de la amabilidad

Tentativa sobre el ‘Cuarteto’

Gonzalo Torné 18/12/2021

<p>La escritora Ali Smith en una entrevista tras recibir el Costa Book Awards 2014.</p>

La escritora Ali Smith en una entrevista tras recibir el Costa Book Awards 2014.

Costa Coffee (Youtube)

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Poco después de cumplir veinte años, Gustave Flaubert se propuso un plan literario que le llevaría casi una década madurar y cuyo desarrollo le ocuparía la vida entera: descubrir las mezquindades, hipocresías y falsedades que palpitan bajo la piel de los “buenos sentimientos” y de las “buenas acciones”, de las vidas “como Dios manda”. Flaubert tomaba como referentes a Rabelais y a Byron, autores de los que admiraba la manera como le habían “escupido la verdad en plena cara” a la humanidad. Pero también se alimentaba del prolongado ejercicio de los moralistas franceses (con La Rochefoucauld y La Bruyère a la cabeza), cuya principal afición era anotar cuidadosamente las malas intenciones escondidas bajo cualquier amabilidad social que descubrían en los salones o en la corte. Flaubert tuvo el acierto de trasplantar esta corriente a una forma llena de posibilidades, la novela, y abordó su tarea con una perseverancia y un talento únicos, que crearon escuela, al tiempo que sirvieron para templar clásicos como La señora Bovary o Bouvard y Pécuchet.

Pero han pasado casi dos siglos desde la muerte de Flaubert y su estrategia se ha popularizado hasta volverse algo corriente. Ya no solo en novelas, series o películas. A diario se dedican decenas de reportajes y artículos a desenterrar la semilla de mezquindad de la que brotan proyectos políticos, sociales y personales bienintencionados. El ejercicio se ha convertido en una inercia algo maquinal, y hemos perdido el talento de Flaubert por el camino. ¿Hay cosa más previsible que leer a un columnista contra Greta Thunberg o la enésima contraportada que nos promete una novela vitriólica? Así nos enteramos a diario de cosas que conocemos desde hacía doscientos años: que el amor envuelve deseo, que la amistad admite intereses y que la militancia no presupone la santidad. El tono de audacia con el que se repiten estas verdades del barquero empieza, seamos sinceros, a dar un poco de apuro. 

Ali Smith se sitúa (al menos en las cerca de mil quinientas páginas de su Cuarteto) en las antípodas del plan proyectado por Flaubert. Aunque, si lo pensamos dos veces, hablar de las “antípodas” es injusto e impreciso. Al fin y al cabo, a lo que se oponía Flaubert era a una forma de hipocresía vital que podríamos llamar “buenisimo” y que nunca ha dejado de estar representado en las letras de todos los países y épocas. Da igual cuando lo consultes, el reloj siempre marca la hora de discurso blando y meloso del portarse bien, de una bondad que es como la idea de belleza en el escaparate de una confitería: vaciada de tensiones morales, de brega política, de las complicaciones de la vida. Como el pasado soñado desde la nostalgia o las novelas de Muñoz Molina. 

El tono de audacia con el que se repiten estas verdades del barquero empieza, seamos sinceros, a dar un poco de apuro

Así que no, Smith no está en las antípodas de Flaubert, lo que se propone es algo más complejo, algo así como recuperar la vigencia del proyecto flaubertiano invirtiendo sus objetivos: señalar la bondad y los sentimientos amables que siguen vivos debajo de la mezquindad y de las decisiones políticas menos sensibles al sufrimiento ajeno. Planteado, insisto, lejos (lejísimos) de las coordenadas del buenismo, un programa narrativo que muestra la dificultad del bien, su audacia, la madurez que exige.

Y, ahora sí, con la tranquilidad de haber anticipado la conclusión, volvamos atrás y expliquemos de qué va este asunto del Cuarteto. Admitamos de entrada que, como se nos asegura por todas partes, los cuatro libros tratan del brexit, admitámoslo, pero no sin antes señalar que el abordaje no es para nada directo: no sucede en primer plano y no viene envuelto por una representación más o menos realista. Ni se siguen los pasos de personajes directamente relacionados con el brexit, ni se exploran los entresijos del poder, ni se remueven las causas políticas ni económicas. Estamos lejísimos de Balzac, incluso de Proust cuando reporta el caso Dreyfus. 

Ali Smith prefiere dos aproximaciones al Brexit considerablemente distintas entre ellas. La primera, más puntual, consiste en breves tiradas de dos o tres páginas, de corte ensayístico (pero con el nervio verbal propio de la ficción, donde no es tan importante la transparencia y la concatenación precisa del argumento como su fuerza expresiva, ¿de verdad es la vida un cuento lleno de ruido y de furia, contado por un idiota y que no significa nada?, ¡qué más dará!) donde se exploran los caldos de cultivo ambientales en los que se ha alimentado y prosperado el Brexit (que Smith interpreta como una amputación de derechos de corte insensible y xenófobo): la insensibilidad, la inseguridad, la desconfianza, la agresividad... Situadas hacia el principio de cada novela, estos briosos pasajes de pensamiento literario ofrecen la clave interpretativa que modulará cada libro. 

La segunda aproximación (aunque de tan indirecta parece excesivo llamarla así) se prolonga muchas más páginas, hasta el punto que se confunde con el argumento de cada estación. Se trata de historias familiares, sobre encuentros y reencuentros, donde alguno de los personajes se encuentra seducido por el brexit. Es muy interesante la concepción que Smith tiene de las decisiones políticas, por humana y verosímil. No interpreta que el voto (el gesto político decisivo, la plasmación del compromiso para las personas que no son militantes) sea el destilado inequívoco de una identidad determinada por la clase o los ingresos, ni tampoco la resultante de una deliberación serena, minuciosa y bien documentada; sino una inclinación puntual y pasajera, enredada en nuestros estados de ánimo cambiantes y en los problemas del momento, y sustentada en una información tan parcial como insuficiente. Un voto inseguro y reversible, más propio de un simpatizante que de un militante. ¿Y no es ese uno de los problemas de nuestro tiempo, tempranamente señalado por Eric Hobsbawm: el de los miles de ciudadanos que, cegados por el miedo hacia quienes son más pobres que ellos (e incapaces de hacerles daño), votan a partidos decididos a empeorar sensiblemente sus condiciones de vida?

Admitamos que los cuatro libros tratan del brexit, pero no sin antes señalar que el abordaje no es para nada directo

Por esta situación (la de votar una política que, pese a sus efectos decisivos, atraviesa de manera fugaz la vida de las personas, envuelta en otras polémicas y discusiones más sentidas que pensadas) pasan las madres de Elisabeth y Art, la “cuidadora” de Primavera, y el joven Robert, todo ellos simpatizantes, colaboradores o “blanqueadores” del brexit. Pero la narración no les abandona al papel de villanos, no trata de analizar sus motivos para condenarlos ni tampoco pretende encerrarlos en alguna etiqueta peyorativa donde solo puedan ser “enemigos”. Al contrario, Smith los emplea como secundarios de historias donde se revierten algunas de las constantes emocionales y afectivas que facilitan el éxito social del brexit. Así, Elisabeth se niega a aceptar que su amigo centenario Daniel Gluck muera desvinculado de trato humano; una joven migrante resuelve un complicado embrollo familiar con las energías más baratas que existen: la escucha y la inteligencia afectiva; y una muchacha (que guarda un parecido razonable con Greta Thunberg) pone en jaque, con una serie de preguntas sencillas y directas, la maquinaria insensible que sostiene el sistema de retención de inmigrantes.  

Estas historias (a la que deberíamos añadir la de cómo Robert pasa de ser un adolescente resentido y afecto al brexit a un muchacho decente, sencillamente porque encuentra una pasión más intensa que sentirse superior por defecto), que no llegan a ocupar más de un tercio del último libro, pertenecen a uno de los géneros más queridos de la literatura inglesa, el del embrollo que termina resolviéndose a fuerza de buena voluntad, género donde sobresalen, entre otros, E. M. Forster e Iris Murdoch, ambos bajo el magisterio de las comedias menos sombrías de Shakespeare. No entraré en detalles, pero lo que se abre paso en estas historias es el ejercicio de la bondad; lo que aquí se desvela (en una operación contraria a la de Flaubert) es lo que sigue perviviendo de amable debajo de la incomprensión y de las malas decisiones, y que puede ser revivido, a la manera en que el otoño hincha las calabazas o la primavera dispara las energías que el suelo ha sabido conservar debajo la aparente muerte invernal. No se trata de una bondad sencilla o milagrosa, sino discutida y en tensión, una bondad que no duda en hacer un poco de daño por aquí, en sacar un recuerdo incómodo por allí, en dejar en evidencia a sus eventuales adversarios (muchas veces también queridos), convencida de que su principal arma es la firmeza. Ali Smith no mira el campo político como un enfrentamiento entre dos bandos, sino como un sensible tejido humano, donde la mayoría de fibras contusionadas por la insensibilidad del brexit son recuperables. 

Se trata de historias familiares, sobre encuentros y reencuentros, donde alguno de los personajes se encuentra seducido por el brexit

El “bien” se abre paso en estos relatos con gran esfuerzo, sus éxitos son parciales y reversibles (la discusión, lo sabemos bien, no termina nunca), y en ocasiones no consigue imponerse. El recurso que Smith emplea para expresar toda esta tensión viva de la persuasión afectiva, política y real es el diálogo. Una clase de diálogo que no se usa tanto como recurso para que progrese la trama, que no está ajustado por una idea chata de conveniencia o de verosimilitud, ni ingenuas marcas verbales para reconocer a los personajes, sino que tiene su propia lógica, y mucho espacio para desarrollarse, como una fuerza viva de la narración por derecho propio, arrastrando toda clase de materiales. 

La combinación de los pasajes dialogados, los narrativos y los ensayísticos conforman una insólita sintaxis narrativa, a la que debemos añadir sueños, recuerdos y fantasías. La yuxtaposición de elementos y tonos tan diversos (y el vuelo libre unos diálogos desprendidos de cualquier idea utilitaria de adecuación o mesura) son los principales desafíos y placeres que Ali Smith propone a sus lectores, atenuados por esa confianza tan británica (casi una cortesía) en el sentido común del relato, por encima de narradores y personajes. Y también beneficia a esta yuxtaposición la evidencia creciente (incuestionable al alcanzar el cuarto volumen) de que se integran en un propósito superior. 

Al contemplar la rueda de las estaciones, al mezclar realidad y sueño, al superponer memorias, Ali Smith altera el prejuicio según el cual el bien siempre es igual, el resultado de darle la razón a unos preceptos ya establecidos. Lo que al rodar el tiempo queda asimilado a la misma cháchara, a la misma insensibilidad adolescente, al mismo descuido de la amabilidad, a la deshumanización de las víctimas, es todo lo que acabo de enumerar, da igual un campo de refugiados del siglo XX que una instalación donde se retiene y se atormenta a migrantes inocentes. Es el mismo gesto vacío y brutal, la misma intensidad ciega. Distintas son las personas encerradas, aunque su situación las vuelva parecidas a poco que nos atrevamos a mirarlas. Lo que siempre es distinto y provechoso es la bondad (cuyo interior es firme como un hueso) con la que contribuimos a que una vida avance en un sentido imprevisible. La alegría de mirar a otro y reconocer a una persona, de ayudar y facilitar, sobreponiéndose a las complicaciones y a las presiones ambientales (Smith convoca un catálogo impresionante, y no rebaja su peso), la vieja magia cotidiana de la amabilidad; todo esto se celebra y se reconoce una y otra vez en esta formidable espiral narrativa. 

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Otoño, Invierno, Primavera y Verano han sido publicadas por Nórdica en castellano (traducción de Magdalena Palmer) y por Raig Verd en catalán (traducción de Dolors Udina).

Poco después de cumplir veinte años, Gustave Flaubert se propuso un plan literario que le llevaría casi una década madurar y cuyo desarrollo le ocuparía la vida entera: descubrir las mezquindades, hipocresías y falsedades que palpitan bajo la piel de los “buenos sentimientos” y de las “buenas...

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Autor >

Gonzalo Torné

Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).

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1 comentario(s)

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  1. Fernando

    Muchas gracias. Tras la lectura del artículo compré el cuarteto y tras la lectura del primero de los libros -deseando leer los siguientes- debo decir que es una maravilla, gracias

    Hace 2 años 10 meses

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