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Muchas cartas y artículos tienen algo de misiva cuántica. Este domingo tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones chilenas, que desde España seguimos tan de cerca; su resultado, que por ahora desconozco, inyectará un ánimo u otro, el deseo de algo más o la reafirmación de las catástrofes. Hay un mecanismo psíquico fatalista que nos hace retener más aquello que nos duele, olvidando las alegrías, lo que nos ponía contentos. El nuevo gobierno semáforo en Alemania podrá subir el salario mínimo o implantar otras tantas medidas “de izquierdas”, pero todos sus aciertos empezarán a olvidarse nada más cometa unos cuantos errores imperdonables; errores que, vistas las posiciones sobre la dichosa “responsabilidad fiscal” de algunos de sus miembros, quizá no sean ligeros.
Lo que no podemos hacer es instalarnos en el desánimo de la resistencia, en el espíritu que resiste al asedio. Yo creo que las elecciones las ganará Boric; si no las gana Boric, no consideraré que el futuro eterno de Chile haya caído rendido en las manos de los pinochetistas, y manosearé toda mi esperanza, como si fuera arcilla, para reutilizarla cuando lleguen ocasiones futuras. De lo que me he convencido con el tiempo, el poco tiempo que he tenido, es que con frecuencia somos herederos involuntarios de una visión de la historia según la cual todo se dirige a un final predeterminado lógicamente. Entre quienes tenemos raíces o algo de afinidad con el marxismo, a ese final de la historia, que no es exactamente el de Fukuyama, lo hemos querido llamar la sociedad sin clases, el gobierno de las cosas. La característica fundamental de ese futuro proyectado es la disolución del conflicto; esencialmente, del conflicto dialéctico, de los intereses opuestos, de la diferencia, incluso si esta diferencia venía determinada por la dominación.
Las utopías tienen su utilidad y hay que creer en ellas, pero de manera relativa. El problema no es creer en las utopías: es cómo creemos, la manera en la que lo hacemos, cuánto nos apostamos y qué frustración nos provoca el hecho de que nunca, quizá por su propia definición, sean consecuentes consigo mismas. El mundo sin conflicto que se resuelve a favor de nuestro bando se parece a una lectura de la historia escatológica, en una línea cristiana, en la cual la ciudad santa, Jerusalén, baja del cielo traída por Dios, y “no entra en ella ninguna cosa impura o que haga abominación y mentira”.
Lo inalcanzable es una motivación política necesaria, pero la gestión de la frustración que provoca lo inalcanzable es quizás algo que no asumimos lo suficiente. Es justo y necesario que soñemos con un mundo más justo y necesario para quienes sufren, pero es más difícil que esa imagen baje del cielo como la ciudad santa. En el ciclo actual, los ánimos no están muy exaltados y nadie quiere lanzarse a grandes conquistas, desembarcar con gestos poderosos: se ha perdido algo desde la ilusión que algunos tuvieron hace ya más de un lustro. Sabemos que la información y la política, incluso la cultura, viven la marea baja de las movilizaciones de otrora, y que el mundo que hoy se nos pinta es un poco más reaccionario que el que podíamos pensar ayer.
Yo estoy convencida de que esto también pasará, porque esa marea sube y baja: es la naturaleza del conflicto. La ola viene y va, y en sus vaivenes hay variables incontrolables, pero también errores que dependen profundamente de lo humano. Mientras las norias giran y los ciclos siguen, es necesario, con tal de que todo siga siendo posible, que podamos todavía reunirnos y hablar, que no muera la discusión profunda, que se hable en espacios sobre el tecno, el estilo, la política y la polis, las series, las huelgas, el conflicto sin disolución, el trabajo abominable, la vida buena, el deseo, la justicia. En lo ideal, todos los medios hablarían en profundidad y con dudas sobre estas cosas. En la realidad que tenemos, nos queda proteger a quienes lo intentan, a quienes buscan más la reflexión que la sentencia. Lo bueno de CTXT es poder renunciar a que las noticias nos arrastren, destruyan y corrompan nuestros ánimos; el intento de ser una comunidad que habla sobre una infinidad de temas, siempre respondiendo a lo dentro y lo de fuera. Me encanta que se responda a un artículo sobre el trabajo garantizado con un artículo sobre la perspectiva de una izquierda contra el trabajo. Y ojalá el disenso y la discrepancia, mil veces más.
Un abrazo,
Elizabeth
Muchas cartas y artículos tienen algo de misiva cuántica. Este domingo tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones chilenas, que desde España seguimos tan de cerca; su resultado, que por ahora desconozco, inyectará un ánimo u otro, el deseo de algo más o la reafirmación de las catástrofes. Hay un...
Autora >
Elizabeth Duval
Es escritora. Vive en París y su última novela es 'Madrid será la tumba'.
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