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Esta podría ser la historia de otros lugares y otros objetos, la historia de las persistencias de la memoria franquista y de sus desmemorias, los recuerdos y los olvidos. Cosas con las que nos encontramos una y otra vez. Vigo también tuvo (y tiene) su cruz de los caídos o la Cruz de O Castro, como se la conoce popularmente. Una cruz situada enfrente del ayuntamiento y sobre una de las principales arterias de la ciudad. Sus 12 metros se alzan sobre la ladera del Monte de O Castro. Pero no es solamente una cruz, es un complejo arquitectónico construido sobre una escalinata en diferentes niveles: en el inferior una fuente y simbología militar, en el superior la cruz sobre un altar. Todo en granito sobre hormigón.
Hoy en día la cruz acompaña el tránsito de la ciudad, por la escalinata suben turistas al mirador sobre la ría, “Muy bonito, ojo mogollón de escaleras” (podemos leer en Tripadvisor) también se usan para entrenar, es lugar de encuentros fortuitos y quedadas, pasear al perro… Es un telón de fondo del día a día de la ciudad.
Cuando nos acercamos vemos que es objeto de “vandalismo urbano”: muchas veces se trata de tags o firmas, otras de nombres y fechas, otras restos de mensajes previos que se superponen, como un yacimiento arqueológico que va sumando capas. En la superficie hay una variedad de mensajes más o menos grandes, más o menos persistentes y más o menos reivindicativos. En periodos extensos se limpia la cruz (el último este año) y el proceso se inicia de nuevo. Se compone así un lienzo en el que se suceden los mensajes de diversa índole e intencionalidad. Algunos parece que dialogan con el pasado de la cruz, otros se desarrollan, como líquenes en una roca, porque las condiciones ambientales son adecuadas; unos interpelan su carácter fascista y católico, otros lo trasgreden al obviar su valor. Las muestras son variadas y van mudando: el escudo de la hinchada del Real Club Celta de Vigo (antiespañolista), “Aborto livre” en gallego lusista; “PUTO FRANCO”, “FACHAS FORA” y “FALANGE E MIERDA”, “MORTE AO FASCISMO”, “Adriel absolución”, la cabeza de Francisco Franco con una nariz de clown, tres pegatinas con la bandera de “acción antifascista”, sobrescrita con el texto “Zona Anticomunista”, otra de “Vandalxs” y el lema “En este mundo podrido solo queda pelear”; “No olvidamos ni perdonamos” con la A anarquista.
Este ir y venir de transgresiones efímeras revelan la persistencia de su sentido franquista, la propia cruz pervive en su connotación, a la vez que presta sus superficie para ser cuestionada. Está es la única forma actualmente posible de transgredirla. Y la razón por la que deberíamos discutir sobre la memoria, el recuerdo, el olvido y la ignorancia.
Más allá de las protestas vivas pero efímeras que suponen las pintadas, hubo antes también demandas de derribo (que no se vieron satisfechas)
¿Por qué no cae la cruz de los caídos? La Ley de la Memoria Histórica señala que toda simbología franquista (tanto escudos, como insignias, placas y otros objetos o menciones) deberá ser “conmemorativa de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”. Lo que se comprenda bajo “exaltación” es un pantanoso terreno que una y otra vez surge ante las solicitudes de cambios de nombres o eliminación de símbolos franquistas. ¿Tiene la cruz como símbolo esta capacidad, o solamente los elementos accesorios franquistas?
Más allá de las protestas vivas pero efímeras que suponen las pintadas, hubo antes también demandas de derribo (que no se verán satisfechas). En 1980 tres concejales del Partido Comunista de Galicia solicitan el derribo de la cruz, petición que no llegará a pleno. En 1981 el alcalde de la primera corporación de la democracia –Manuel Soto, PSOE– propone instalar en la cruz en memoria de todas las víctimas una placa con la inscripción “Por los muertos de la Guerra Civil 1936-1939”, que recuerda (¿exalta?) a los muertos tanto del bando sublevado como de la República. Se instala ese mismo año en la parte oculta del fuste (esta solo es visible accediendo a la parte trasera de la cruz después de subir un tramo más de escaleras, y está oculta desde la perspectiva frontal principal).
En 2006, a propuesta del Bloque Nacionalista Galego se debate y decide eliminar los símbolos franquistas (emblemas e inscripción) del nivel superior. Desaparecen así el yugo y las flechas, la corona de laurel y la inscripción. En 2008 se lleva a cabo una reclamación colectiva de 4.046 firmas particulares y 30 asociaciones y colectivos de Vigo. En 2010 se solicita la “retirada del objeto”, que será desestimada. En 2011 se presentan a su vez alegaciones que serán rechazadas un mes más tarde. En ese año la Asociación Viguesa pola Memoria do 36 (AVM) presenta una demanda contenciosa-administrativa solicitando el derribo, a la que no obtiene respuesta. También la Federación Veciñal Eduardo Chao y AVM organizan un acto a pie de cruz para reivindicar su derrumbe, como se reclama en el documento fundacional de la Iniciativa Galega pola Memoria (2010) de la que ambas forman parte. Tras una demanda ante la ausencia de contestación por parte del Ayuntamiento el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo N° 1 de Vigo en diciembre de 2012 le obligará a dar respuesta. El 10 de enero de 2013 el alcalde dicta una resolución incoando el expediente del 19 de julio de 2011, y su respuesta, negativa, llega en marzo de 2013. En setiembre será rechazada la demanda de derribo por el pleno del ayuntamiento con los votos en contra del PP y la abstención del PSOE; pero el 27 de agosto se lleva a cabo el primer acto de homenaje a los alcaldes represaliados por parte del consistorio en el Xardín da memoria (lo que venía siendo el antiguo cementerio civil). AVM promueve en setiembre una demanda presentada en el Juzgado de lo contencioso n° 2 de Vigo sobre la Cruz de O Castro; en noviembre interpone un recurso contencioso- administrativo ante la resolución del consistorio. El Juzgado dicta orden de derribo en setiembre de 2014. El ayuntamiento apela al Tribunal Superior de Xustiza de Galicia que dicta sentencia a favor del mantener la cruz en febrero de 2015 (Sentencia 00054/2015): No se puede obviar que la cruz también refleja la persecución por razones políticas en un contexto histórico que no ha de ser olvidado para que no se repita, de forma que ha de conservarse esa memoria, pero no en el sentido de exaltación de los valores franquistas sino en el de que permita reflexionar sobre el pasado, una vez desaparecido el componente político inicial y dado el contexto político actual. Como ese aspecto de exaltación ha desaparecido, no se da la exigencia del artículo 15 antes descrito. (Sentencia 00054/2015). Ese año la asociación recurrirá al Tribunal Constitucional, que rechaza admitir a trámite el recurso.
Conocemos, más allá del Valle de los Caídos, otros muchos elementos de celebración de la victoria y martirologio franquista menores. Menores en tamaño pero no en significado, que se extienden como una maraña que pervive por toda la geografía estatal. Este es el origen de la Cruz de O Castro. En 1959 la sección local de Falange Española y de las JONS toma la iniciativa para la creación de un monumento a José Antonio Primo de Rivera y los caídos, aunque en la práctica es al franquismo y a Franco a quien se destina el monumento. El arquitecto municipal diseña el conjunto monumental y el consistorio asumirá todos los costes. El emplazamiento no es casual, por su ubicación y porque la escalinata original unía dos instalaciones militares, abajo el cuartel del Campo de Granada y arriba la fortaleza, que se usó durante la Guerra Civil como centro de detención, juicios militares y ejecuciones. El dictador inaugura un 14 de setiembre de 1961 el monumento “a los caídos”, además de un vítor en la entrada por mar a la ciudad en las Islas Cíes, visita instalaciones ejemplares de la nueva política de desarrollismo económico (como la estación marítima o la de cerámicas de Pontesa, la Zona Franca y la fábrica de Citroën). Como nos recuerda la prensa de la época: “A las once y media llegó el Jefe del Estado a la ladera del monte del Castro de donde arranca la Avenida de Circunvalación, pasando en compañía del ministro secretario general del Movimiento y del alcalde de la ciudad a ocupar una tribuna situada frente al monumento de la Cruz de los Caídos, emplazada en el tercer tramo de la escalinata, proporcionando por su altura una perspectiva muy lograda de sencillez y solemnidad” (Faro de Vigo, 15.9.1961).
Se compone de dos niveles construidos, tras la modificación de la escalinata original para darle más visibilidad. En el inferior dos soldados (de infantería y marina) en posición activa enmarcan una fuente sobre la que se pueden apreciar los emblemas de los tres ejércitos. Los soldados están esculpidos en tamaño natural sobre granito rosado, que contrasta con el resto de la piedra en gris. Los emblemas del ejército (tierra, aire y mar) sobre una fuente. La fuente representa a dos niños que portan un cuerno del que mana el agua que simbolizaría según la prensa del momento “la Nueva España” (El Pueblo Gallego, 14.9.1961). En el superior, ante una plazoleta, se sitúa la cruz sobre un altar y acompañada de sendas coronas de laurel, la inscripción “Caídos por dios y por España. ¡Presentes! 1936-1939”, el escudo franquista, el de la ciudad, el yugo y el haz de flechas de Falange, y la cruz de Borgoña del Requeté (todo en bronce). Las bases ideológicas del franquismo y su nueva orientación económica se plasman en lo simbólico. La cruz es tributo a una acción moralizadora e industriosa, franquista y desarrollista, desde el cuerno de la abundancia de la fuente, los soldados voluntarios, las escalinatas intermedias hasta la cúspide de la cruz.
En la descripción de la ruta turística por el Monte de O Castro no hay ningún tipo de mención ni a la cruz ni al monolito
En los últimos años el Ayuntamiento de Vigo ha puesto en marcha una serie de iniciativas turísticas destinadas a poner en valor el patrimonio de la ciudad. La visita al Monte de O Castro es una de las propuestas recogidas que aparecen en su web bajo el optimizado nombre: “Monte de O Castro en 100 minutos. Paseo por el mirador de Vigo en menos de 2 horas”. Desde el Ayuntamiento tenemos la perspectiva más destacada de la cruz, se sube por la escalinata que conforma el conjunto para continuar el ascenso hasta la cumbre del monte y la fortaleza, a su entrada hay un monolito de homenaje a las víctimas del franquismo (de 2010, iniciativa de la Asociación Viguesa pola Memoria Histórica do 36). La cruz es visible y esquiva a la vez, aunque aún la podamos encontrar con su denominación original “de los Caídos” en medios como Google Maps. En la descripción de la ruta no hay ningún tipo de mención ni a la cruz ni al monolito.
Las “técnicas del olvido” son variadas: borrar, cubrir, ocultar, silenciar, sobrescribir, ignorar, neutralizar, negar, perder (según Aleida Assman). Desde hace unos años en la Cruz de O Castro somos espectadores de cómo operan estas técnicas (sobre todo la de la ignorancia), pero también aquellas que de forma efímera recuerdan una y otra vez su origen. Olvido, memoria y recuerdo.
Es difícil asumir que haya un consenso sobre el hecho que la cruz represente un simple símbolo religioso, o de concordia y entendimiento entre todas las víctimas, tampoco se puede afirmar que haya un consenso sobre el valor de la placa conmemorativa con su formulación inclusiva de ambos bandos. La cruz tiene un significado persistente, a pesar de la justificación de la sentencia del Tribunal Superior de Galicia.
La pregunta es insoslayable: ¿cómo crear la memoria de un espacio en disputa? La cruz está viva y seguirá siendo resignificada, con pintadas, grafitis, tags, pegatinas. Y ¿por qué no celebrar las demandas de derribo, como una no-derrota? La eliminación de los símbolos franquistas no le ha dado otro sentido a la cruz: está ahí contra la memoria y contra el olvido. Contra la memoria porque es única y esto no sucede; contra el olvido porque no se necesita borrar aquello que es incómodo –una amnesia peligrosa–, sino confrontarse con ello: hablar de la cruz, hacerla hablar. Más a falta de una iniciativa informativa in situ, de un ejercicio de explicación crítico y documentado sobre qué fue y es. La Cruz de O Castro se queda, y como existe el riesgo de que se olvide su origen y sentido, está bien que haya quien la despierte de su cómodo sueño. No pretender hacer tabla rasa, crear allí un vacío, como si una condena o salvación fuesen un punto y final. Hoy con esas prácticas efímeras, que recuerdan que aquello no es una mera cruz, se pone en evidencia lo ignominioso, se condena el olvido. Quizás el vandalismo urbano sea una forma de reclamar más civilización.
Esta podría ser la historia de otros lugares y otros objetos, la historia de las persistencias de la memoria franquista y de sus desmemorias, los recuerdos y los olvidos. Cosas con las que nos encontramos una y otra vez. Vigo también tuvo (y tiene) su cruz de los caídos o la Cruz de O Castro, como se la conoce...
Autor >
David Casado Neira
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