
Un mundo de tecnología.
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Me sobrevienen ciertas dudas pues no sé si algunos de ustedes, curiosos lectores de las líneas de quien aquí escribe y confiesa su pensamiento, se habían planteado igualmente el propósito de iniciar el año con la voluntad de trazar una nueva ruta, de buscar una brújula que permita orientarnos en medio de una atmósfera en la que por azares, infortunio o destino insiste la prevalencia de un carácter de confusión y arbitrariedad; un estado semejante al de quien ha perdido el don creativo de la locura y tan solo padece la enferma realidad. Un espíritu así, de caos y de trastorno, nos impide comprender hacia dónde vamos, dilucidar sin demencia y con serenidad. Desde que comenzó el año, he recibido noticias de diferentes rincones del mundo que, en su conjunto, me entregan un cuadro pictórico donde se contempla una humanidad cansada, agotada, llena de dudas sobre sí misma y su propia historia; pero, sobre todo, incierta en su rumbo. Esto es lo que más me preocupa, en verdad, pues realmente temo el estar constatando la entrada a una nueva época, tan dispuestos a entregarnos a esa mutación, pero sin dar tregua a nuestra marcha frenética que nos conduce a un camino, paradójicamente, tan desértico como repleto de miserias elementales mundanas.
De modo que, ante este escenario, encuentro una novela oportuna para intentar esclarecer algo de todo esto que nos ocurre, pues pareciera que las sociedades estamos cada vez más en manos de la evolución científica y tecnológica, exclusivamente. Y todo intento de fundar o retomar las bases de una vida que no sea compatible con el estado de esas ciencias parece un despropósito. Sin embargo, aún creo en la sabiduría de la novela y en lo que podemos comprender, en esta ocasión, a través de una obra como Las partículas elementales de Michel Houellebecq, en donde se nos ofrece un retrato de “esa especie torturada, contradictoria, individualista y belicosa, de un egoísmo ilimitado, capaz a veces de explosiones de violencia inauditas, pero que sin embargo no dejó nunca de creer en la bondad y en el amor”. Como bien apunta el novelista en sus páginas, se trata de una “especie que, por primera vez en la historia del mundo, supo enfrentarse a la posibilidad de su propia superación; y que unos años más tarde supo llevarla a la práctica”.
Pero ¿en verdad estamos llevando a la práctica nuestra propia superación? Y por superación no quiero decir que debamos ser los protagonistas del sueño tecnológico occidental, pues este lo que ha conseguido es acercar más a la sociedad a un modelo de control y volverse más distante de la vida, lo cual, sin duda nos remite más a un nihilismo, ya que ¿quién en su sano juicio diría poder sostener la continuidad de la vida humana ante una eventual solución de orden técnico? ¿O acaso las vacunas dan respuesta a todos los problemas desprendidos de esta pandemia, incluidos aquellos psicológicos, socioculturales o filosóficos? La ciencia no nos dará un criterio de verdad única e irrefutable ni tampoco la tecnología será la solución a cualquiera de los problemas que atravesamos. La covid-19 no puede en sí mismo imprimir una nueva dirección a los acontecimientos, aunque ha tenido el papel de acelerador de nuestra descomposición histórica, pues a mi juicio la dirección y el rumbo de tales acontecimientos competen, como nos lo había dicho Nietzsche, profeta y poeta inestimable, a la voluntad humana, a la voluntad de poder, al espíritu creador de valores propios para la existencia. En tanto no nos sea revelado o comprendamos el sentido oculto de nuestro tiempo, estaremos atrapados entre un ocaso que se prolonga y un amanecer que se demora.
Me sobrevienen ciertas dudas pues no sé si algunos de ustedes, curiosos lectores de las líneas de quien aquí escribe y confiesa su pensamiento, se habían planteado igualmente el propósito de iniciar el año con la voluntad de trazar una nueva ruta, de buscar una brújula que permita orientarnos en medio...
Autora >
Liliana David
Periodista Cultural y Doctora en Filosofía por la Universidad Michoacana (UMSNH), en México. Su interés actual se centra en el estudio de las relaciones entre la literatura y la filosofía, así como la divulgación del pensamiento a través del periodismo.
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