NUESTRO MODELO REPRESENTATIVO
El Congreso Liliput bajo las normas del Joker
Frente a los desacuerdos, es la mayoría la que decide. Esta es una de las principales ideas rectoras de la democracia. Pero si el voto es desigual, dicho principio se pierde
Jorge Urdánoz Ganuza 20/03/2022
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Frontispicio del Congreso de los Diputados.
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Hace muchos años escribí que era muy posible que España ostentara un curioso récord mundial: el de ser el país con más partidos liliputienses en el Congreso. De modo totalmente personal e intransferible, definí como "partido liliputiense" a aquel que logra menos de un 1,2% de los votos válidos. España es como un paraíso para que tales partidos accedan a la Cámara Baja: de media entran unos 6 por cada elección celebrada desde 1977. Tenemos ahora nada menos que diez liliputienses en el hemiciclo. Y no piensen que entran con un escaño cada uno. Navarra Suma, por ejemplo, tiene dos diputados –muy famosos ahora, ya saben por qué– a pesar de haber logrado un escuálido 0,4% de los votos de los españoles. Y Bildu, con un 1,14% del voto, tiene nada menos que cinco señorías.
Se trata de una anomalía en derecho comparado. En la inmensa mayoría de cámaras Bajas no hay liliputienses. Hay barreras que lo impiden, por una razón muy obvia: hace falta cierta entidad, en votos –esto es: en gente– para poder representar a la gente. Alemania establece un 5% del voto. Otros países un 3%. Holanda –que es, por su permisividad, la gran excepción del panorama internacional– exige un 0.67% para entrar. Y después estamos nosotros, que vamos por libre. El Congreso Liliput, un hallazgo español.
Recuerdo que cuando escribí aquello puse el ejemplo de Geroa Bai, que por aquel entonces había logrado un escaño con un 0,17% de los votos. Otro probable récord mundial: no solo éramos el congreso con más liliputienses, sino además el país con el partido liliputiense más liliputiense del planeta. Pero España es mucho España, y ya hemos pulverizado el récord. Teruel Existe entró en las últimas elecciones ¡con un 0,075% de los votos! ¡Ni una milésima parte del electorado, y entra en un Congreso con 350 escaños! Y no piensen que no podemos mejorar la marca: Soria Ya está calentando en la banda, y viene muy fuerte.
¿Cuál es la justificación para este inaudito estado de cosas? Ninguna. Desde ninguna Teoría de la Democracia puede justificarse que el voto de los españoles no sea igual. Si la ley es igual para todos, entonces todos debemos ser iguales a la hora de conformar la ley. Es tan básico que da vergüenza tener que explicarlo. No tiene nada que ver con la cuestión del nacionalismo o de la descentralización. Eso va por otro lado. Un país cuasi federal como el nuestro necesita representar a sus partes. Y que esas partes tengan un órgano que pueda expresarse en la estructura institucional. De acuerdo. En España no lo tenemos. Tenemos el Senado, una broma de mal gusto que merece su propio artículo. Pero ese, aunque relacionado, es otro problema.
Lo de los liliputienses es más grave. No por esos partidos en sí –que son dignísimos– sino por lo que reflejan de nuestro modelo representativo. Si dejas entrar a un partido con una milésima de votos, entonces es evidente que a otros mucho mayores no les vas a poder dejar entrar. Para tratar a todos como a Teruel Existe, necesitamos un Congreso de 1.300 escaños. No lo tenemos. ¿Qué hacemos? A unos sí, a otros no. Brindamos un trato desigual. En los estudios electorales es habitual referirse al Sheriff de Nottingham: lo que les quita a los pobres se lo da a los ricos. Pero en España no hay ni siquiera un patrón, aunque sea injusto. Entre nosotros la cosa carece de guion, de lógica, de explicación: somos más del Joker. Algunos liliputienses sí, otros no. Partidos con más de 200.000 votos no, partidos con 40.000, sí. Con 300.000 votos unos reciben 6 escaños, otros, con 500.000, reciben 1. Y así. Es el caos.
Esto, intuitivamente, no parece muy justo. Choca con el principio de voto igual. De este principio depende una de las mayores ideas rectoras de la democracia: la idea de la mayoría. Frente a los desacuerdos, es la mayoría la que decide. Pero si el voto es desigual, queda destrozada la propia idea de “mayoría”. Miren lo que estuvo a punto de pasar con la reforma laboral. Supongamos que el diputado del PP no se equivoca de botón, y que el bloque de la derecha, junto a sus extraños aliados en esa votación, anulan la reforma. Hubiera sido legal, pero no mayoritario. Todos los partidos contrarios a la reforma (incluyendo los dos votos tránsfugas de Navarra Suma) suman 176 escaños… pero, si nos ponemos a contar a los ciudadanos a los que representan, solo les votaron un 44,13% de los españoles. El bloque partidario de la reforma tenía 174 escaños, y por tanto habría perdido… ¡pero había una clarísima mayoría de votantes detrás: el 47,58%! En España es legal que la minoría decida. Y que la mayoría pierda. ¿Cómo es posible? Repitan conmigo: VOTO DESIGUAL. Y repitan de nuevo: J-O-K-E-R.
Hay muchas más cosas que merecerían ser tratadas aquí, pero que por falta de espacio deberemos obviar. Una, el peligro de la "tiranía de la mayoría", esto es, una mayoría que vulnera derechos individuales. La pesadilla del liberalismo, pero, ¿hay, en algún cielo platónico, una expresión más acabada de la tiranía de la mayoría que el PP y el PSOE, una mayoría absoluta y constante, coincidiendo siempre en la defensa de este modelo representativo, aunque pisotee el derecho fundamental de cada ciudadano al voto igual?
Dos, la implosión por abajo del sistema electoral. De abajo a arriba, más bien. El hecho de que la gente se vaya dando cuenta de que todo esto no es más que desnudo voto desigual quizás ayude a cambiar las cosas. En Teruel y cercanías se han dado cuenta para bien. Ahora les toca a sevillanos, madrileños, valencianos y compañía darse cuenta para mal y elevar ciertas cuitas a sus “representantes”. ¿Por qué los candidatos del PP o del PSOE se atreven a pedirme mi confianza mientras, a la vez, se aseguran de concederme por ley un voto que vale menos que el de otros conciudadanos? Pensemos en el próximo mitin del candidato del partido popular en, pongamos, Zaragoza. ¿Les va a prometer ese candidato a los ciudadanos zaragozanos que defenderá en el Congreso que tengan un voto con un valor igual al de los riojanos? ¿O les explicará que no, que es mejor que ellos –sus votantes zaragozanos– estén peor representados que los de La Rioja, como ha sido siempre? ¿Cómo hará el "representante" socialista de los sevillanos para explicarles, muy serio, que es preferible que tengan un voto desvalorizado, y que son los alaveses –la provincia con el mayor PIB per cápita de España– los que tienen que estar sobrerrepresentados, porque, claro, son pocos? ¿Empezarán los perdedores de todo este mal chiste a exigir lo obvio, esto es, un voto igual? Los madrileños son los votantes con menos poder de voto de toda España, ¿van a seguir votando a los dos grandes partidos que, no solo lo permiten, sino que lo defienden a capa y espada?
Tres, las alternativas. Desde hace poco existe un sistema electoral que nunca ha estado sobre la mesa, y que por tanto abre nuevas posibilidades. Tiene a su favor que, contra todo lo que se ha dicho siempre (yo el primero), no hace falta cambiar la Constitución para lograr un sistema electoral igualitario y proporcional con el que conformar nuestro Congreso. Si todavía están ahí y la cosa les parece interesante, me temo que tendrán que esperar a la segunda parte de este texto, que además viene en vídeo. To be continued.
Hace muchos años escribí que era muy posible que España ostentara un curioso récord mundial: el de ser el país con más partidos liliputienses en el Congreso. De modo totalmente personal e intransferible, definí como "partido liliputiense" a aquel que logra menos de un 1,2% de los votos válidos. España es como un...
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Jorge Urdánoz Ganuza
Jorge Urdánoz Ganuza es filósofo y ensayista. Profesor de Filosofía del Derecho, Moral y Política (Universidad Pública de Navarra) y de Ciencia Política (UNED). Es activista por el voto igual en España.
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