SEMILLAS DE OKRO
Mi traje de negra
Sin una educación antirracista y decolonial, de desaprendizaje consciente, cualquier avance relacionado con los cuidados sanitarios seguirá siendo un arma de silenciamiento y violencia
L. Elisa Cebrián Sale 25/03/2022
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Me decía mi madre por teléfono que para ir a tiendas de lujo no me pusiera el “traje de negra”, que luego no me hacen caso. Como mujer racializada, que te atiendan más tarde o peor en los comercios, o, literalmente, te persigan como también ha denunciado recientemente el colectivo AMUGE, es lo habitual. Así que mi madre, para protegerme, me aconsejaba sobre la imagen que debo tener para aparentar éxito y respetabilidad, es decir, la idea eurocentrada de progreso –aunque no necesariamente hable de quién soy yo, como dice Ray BLK en Doing Me–. Mi madre me recomienda siempre que en cuanto entre en la consulta de cualquier centro sanitario diga que soy del gremio.
Pienso en esa forma en la que yo, con mi DNI/tarjeta sanitaria, mi acento castellano, mis estudios, mi “traje de médica” en la recámara, mi cisnormatividad, mi piel clara, etc; me enfrento a una consulta médica. Y pienso en esas mujeres racializadas que habitan España que no disponen de estas herramientas y también deben sentarse frente a sanitaries blanques para explicar sus síntomas. ¡Con lo difícil que es la comunicación en el pequeño espacio-tiempo de una consulta! Estás nerviosa, no sabes si lo explicas bien, quieres curarte o que te diagnostiquen aquello que te preocupa, o saber si es cosa-de-poco. Hay personas que no saben expresarse adecuadamente porque están asustadas. En mi quehacer habitual en cuidados críticos, además, no es infrecuente atender pacientes inconscientes o que no pueden comunicarse por su situación de gravedad, y mi labor es reconstruir su historia clínica según lo que cuentan familiares, amigues o les compañeres del 112 o Urgencias que los han asistido antes. En ocasiones me cuestiono qué sería de mí si fuera una paciente inconsciente, con mi piel y mi afro como único testimonio de lo que pudiera representar mi persona.
Samba Martine permanece presente muchos días cuando trabajo y, con ella, tantas otras mujeres enterradas bajo un sistema que criminaliza, cosifica y deshecha mujeres no blancas enfermas. La deshumanización viene de los ojos que miran desde fuera. Justificamos nuestra mirada como algo neutral, como verdad absoluta, cuando realmente las imágenes que acuden a nuestra retina luego se integran a nivel cortical en todo aquello que tenemos almacenado en el cerebro: la historia única blanca, la invisibilización de cuerpes diverses, la descripción de lo racializado en medios de comunicación como tosco e inferior, también forma parte de lo que vemos. Y sin embargo, ¿qué fue para Samba convertirse de mujer a migrante, y de migrante a número en un CIE de Madrid? ¿Qué significado le daría ella a un centro de detención cuando no había cometido ningún crimen? ¿Qué miedo se apoderaría de ella hablando en lingala y francés, intentando arrojar información que pudiera ayudar en la consulta médica? A pesar de todo esfuerzo, de ella solo vieron su negritud enferma y no productiva, como objeto no deseable en el territorio español.
Las últimas estrategias en mejora de la calidad asistencial en el ámbito sanitario –deterioradas en parte por la pandemia actual– quieren poner en el centro los pacientes y sus familias, hacerlos partícipes de las decisiones médicas y revalorizar la horizontalidad con el equipo asistencial para conseguir una atención integral. Pero esa humanización se ha olvidado nuevamente de les cuerpes negres y marrones sobre los que se sustrajeron los conocimientos de La Medicina Moderna. El mismo paternalismo que nos comprometemos a abandonar es el que mostramos sin fisuras sobre las mujeres no blanques. En la transmisión de la información médica nos referimos a ellas con apuntes como coneja, bruta, reprimida, pocas luces, exagerada, mantenida; y sobre todo, lo más habitual es que pensemos que “no entienden el español”, como concepto de ser español, porque vemos en ellas que nunca serán mujeres o siquiera personas.
Sin una educación antirracista y decolonial, de desaprendizaje consciente, cualquier avance relacionado con los cuidados sanitarios, seguirá siendo un arma de silenciamiento y violencia.
Me decía mi madre por teléfono que para ir a tiendas de lujo no me pusiera el “traje de negra”, que luego no me hacen caso. Como mujer racializada, que te atiendan más tarde o peor en los comercios, o, literalmente, te persigan como también
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L. Elisa Cebrián Sale
Licenciada en Medicina por la Universidad de Valladolid. Especializada en Medicina Intensiva. Activista afrofeminista, disidente sexual. Colaboradora en radio y medios digitales sobre música, cine y literatura.
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