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Querida comunidad de CTXT:
Me temo que frases como “promover el pensamiento crítico”, “educar en la duda y el cuestionamiento de la autoridad”, etc. se han vuelto, a día de hoy, un cliché, un estereotipo, un lugar común que se repite sin saber muy bien lo que significa. Hacen lo contrario de lo que dicen.
¿Qué es el pensamiento crítico? ¿De qué se trata, cuando hablamos de duda y cuestionamiento? Del mismo modo que la nueva política ha envejecido rápidamente, ha ocurrido igual con el “nuevo periodismo crítico”. Un medio como CTXT no puede evitar hacerse preguntas radicales, si no quiere convertirse en un medio más.
¿Es la crítica una mera denuncia de los desmanes y las mentiras de los poderosos? “Poner en la picota” es el deporte nacional, la actividad principal practicada en las redes sociales. Sin embargo, los efectos de transformación son muy escasos, por no decir nulos. La denuncia del otro permite un alivio, un desahogo, pero poco más.
¿Por qué? La crítica permanece en el interior de los objetos criticados: se denuncia a tal político sin cuestionar la política, se señala tal abuso sin analizar la estructura que lo hizo posible, se desvela tal mentira sin describir la red de mentiras necesarias en que vivimos. Todo el mundo sabe, está enterado, tiene conciencia, pero las cosas no cambian por ello. El pensamiento crítico no puede ser reactivo, ir solo a la contra. Ha de ser afirmativo, creador. Proponer una mirada propia, elaborar una voz autónoma, habitar otro tiempo, cambiar de marco.
Volvamos a los clásicos para orientarnos. Bertolt Brecht bautizó el pensamiento crítico como “dialéctico”. En su célebre poema, “Elogio de la dialéctica”, escribe:
“Con paso firme se pasea hoy la injusticia/ Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más/ La violencia garantiza: “Todo seguirá igual”/ No se oye otra voz que la de los dominadores, y en el mercado grita la explotación: “Ahora es cuando empiezo”/ Y entre los oprimidos, muchos dicen: “Jamás se logrará lo que queremos”/ Quien aún esté vivo no diga “jamás”/ Lo firme no es firme/ Todo no seguirá igual/ Cuando hayan hablado los que dominan, hablarán los dominados/ ¿Quién puede atreverse a decir “jamás”?/ ¿De quién depende que siga la opresión?/ De nosotros/ ¿De quién que se acabe? De nosotros también/ ¡Que se levante aquél que está abatido!/ ¡Aquél que está perdido, que combata!/ ¿Quién podrá contener al que conozca su condición?/ Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana y el jamás se convierte en hoy mismo”.
El pensamiento dialéctico es pues, para Brecht, un pensamiento del cambio y la contradicción. Mientras que los dominadores se presentan a sí mismos como “la última palabra de la Historia”, la dialéctica nos recuerda –sensiblemente, hablando al cuerpo, no sólo por medio de razonamientos abstractos– que la historia es cambio, contingencia, transformación incesante. Mientras que los dominadores pretenden hablar solamente ellos, aunque sea en una diversidad de tonos y opciones, la dialéctica hace aparecer otro punto de vista, radicalmente exterior, imprevisto, inaudito, el punto de vista de los dominados.
Guy Debord, autor de La sociedad del espectáculo (1967), retoma y prosigue esta tradición de pensamiento, desde un marxismo heterodoxo. En 1988, escribe una serie de tesis que prolongan su primera obra, se trata de un libro llamado Comentarios sobre la sociedad del espectáculo. El espectáculo, afirma ahí Guy Debord, pretende la erradicación de la dialéctica. Nos educa para ello tanto en la amnesia como en el monólogo.
La historia se sustituye por el tiempo instantáneo de la comunicación. El sentido de la historia es el sentimiento del cambio, de la fluidez de lo existente, de la posibilidad de una novedad radical. La certeza sensible de que lo que hay es transformable, de que las cosas no siempre han sido como son ahora y pueden, por tanto, ser distintas. Sin sentido de la historia quedamos clavados a lo existente como único posible. Confundimos la incesante presentación de banalidades mediáticas –la última declaración, la última polémica, el último incidente– como novedad y cambio.
Desde 1988 ese tiempo instantáneo de la comunicación no ha hecho más que acelerarse, socialmente es hoy aún más hegemónico. El hechizo del timeline ha devorado casi por completo al sentido de la historia.
En el espectáculo, prosigue Debord, no hay diálogo, sólo monólogos. El marco dentro del cual se discute es escogido y construido por otro. Debord escribe esto en la época donde reinaba la televisión, pero ¿contradicen las redes sustancialmente sus análisis? En ellas encontramos muchas opiniones, pero hablan continuamente dentro del marco, replican a lo que este propone pensar como “tema”, como “coyuntura”, como “topic”. Y la autonomía del pensamiento radica no tanto en criticar, como en elaborar un marco propio.
El yo no piensa, pese a Descartes, si no hay un tú que le responda. Esa es la esencia del pensamiento dialéctico. Por eso, dice Debord, la dialéctica se ha formado en los libros y en la conversación. La lectura es un ejercicio de diálogo, muy exigente, entre el autor y el lector. Implica tiempo y atención. La conversación, por su lado, nos requiere escucha, apertura auténtica al punto de vista del otro, disposición al cambio. Responder no es replicar o likear, sino inventar una palabra propia a partir de la palabra expuesta. La opinión no dialoga, sólo monologa. Nadie cambia de opinión en las redes sociales, ahí somos bolas de billar que chocan entre sí.
Las revoluciones han sido siempre momentos de conversación y pensamiento dialéctico, colectivo. Desde los consejos obreros a las plazas del 15M, las revoluciones abren procesos de deliberación colectiva, donde la palabra del uno se deja afectar por la palabra del otro, buscando lo común. Sin dialéctica, quedamos reducidos a la “adhesión” a lo existente, aunque sea a la contra. Obligados a vivir en su tiempo instantáneo, a su monólogo con muchas voces. ¿Puede un medio que se quiere crítico, como CTXT, favorecer el sentido de la historia y la capacidad social de diálogo? ¿Cómo nos volvemos hoy dialécticos?
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Me temo que frases como “promover el pensamiento crítico”, “educar en la duda y el cuestionamiento de la autoridad”, etc. se han vuelto, a día de hoy, un cliché, un estereotipo, un lugar común que se repite sin saber muy bien lo que significa. Hacen lo contrario de lo que dicen....
Autor >
Amador Fernández-Savater
Es investigador independiente, activista, editor, 'filósofo pirata'. Ha publicado recientemente 'Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política' (Ned ediciones, 2020) y 'La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política' (Akal, 2021). Su último libro es ‘Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar’ Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en www.filosofiapirata.net.
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