FEDERICO CAMPAGNA / FILÓSOFO
“El hombre moderno es muy supersticioso. Se deja gobernar por todo, incluso por los valores financieros”
Esther Peñas 6/06/2022
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Federico Campagna (Sondrio, Italia, 1984) es un filósofo con querencia por los desafíos metafísicos y éticos que plantea el nihilismo contemporáneo, refractario a la queja y militante de la posibilidad de elaborar una arquitectura filosófica fundamental de la emancipación. Trabaja como director de derechos en Verso Books, en Londres, y es un estrecho colaborador del pensador Franco Bifo Berardi. Se acaba de publicar en castellano su último ensayo, Cultura profética (Enclave de Libros), un texto en el que reivindica la profecía (entendida como comprensión del presente) como terapia de hacer mundo.
El profeta como alguien no que anuncia el futuro, sino que “ve” el presente. ¿Qué se necesita para ello?
Para ver el presente, es necesario separarse de él al menos un poco. El profeta es capaz de “ver” mejor que los demás, no porque esté más dentro de la actualidad, de las “cosas actuales”, sino precisamente porque está en parte desprendido de ellas. ¿Qué ve el profeta? Ve la esencia misma del tiempo. Ve los límites del tiempo y todo lo que contiene. Ve cómo el tiempo es sólo un ritmo según el cual observamos la realidad, y no una cosa existente en sí misma. En este sentido, lo que el profeta ve realmente no es el presente, el pasado o el futuro, sino la eternidad que los rodea.
La realidad no existe de manera autónoma, sostiene usted, sino que depende de quien la mira. ¿Conviene mirarla, construirla de manera individual o colectiva?
La realidad debe construirse siempre individualmente. Y después, como un instrumento musical, debe afinarse junto con la de los demás. Si, por el contrario, cometemos el error de creer que la realidad debe construirse colectivamente, corremos el riesgo de obtener una monotonía espantosa. O más bien, por metáfora, ya no crear una realidad maleable según las necesidades de cada uno, sino una ideología rígida y totalizadora: la jaula de una “naturaleza”.
¿De qué depende que la profecía pueda hacer mundo?
Cada uno de nosotros construye el mundo en cada momento. En cada instante, debemos poner un “orden” en la avalancha de percepciones que nos embargan: debemos hacer del caos perceptivo un cosmos, o un mundo. La profecía es un estilo particular de narración, capaz de presentar una determinada manera de hacer el mundo.
¿Es la cultura profética una épica de la metafísica?
En cierto modo, sí. Es una épica, en el sentido de que es una manera de “hablar” (la raíz del término épica) de una imagen total de un mundo. Y es también épica en el sentido homérico: su autor no actúa como autor, sino como un oído que sabe escuchar la realidad para oír la voz de las Musas.
Se ha hablado del silencio de Dios, pero el hombre posmoderno ahora lo ha silenciado, ¿a qué precio?
El silencio es la condición normal de Dios (o lo que generalmente se designa con este término). En este sentido, no se puede decir que el hombre moderno haya silenciado a Dios, el problema del hombre moderno, más bien, es que no puede soportar el silencio de Dios, quiere información, entretenimiento, ruido. Quiere que lo divino le hable con el megáfono. Y, ante su silencio, se siente perdido.
No se puede decir que el hombre moderno haya silenciado a Dios, el problema del hombre moderno, más bien, es que no puede soportar el silencio de Dios
Si “el mundo es una construcción artificial de la imaginación”, ¿significa que no somos capaces de encontrar una alternativa a este mundo en decadencia porque hay una crisis de imaginación?
La imaginación metafísica parecía haberse dormido en las décadas pasadas. Pero en los últimos años, quizás también en respuesta a las diversas crisis inminentes, parece haberse despertado un poco. Estamos solo al comienzo de una nueva imaginación metafísica, y es importante no detenerse ahora.
“La ideología de la modernidad occidentalizada está llegando a su clímax”. ¿Hay que temerlo o desearlo?
Por un lado, es de desear, ya que tras un pico suele haber una bajada. Por otro lado, es de temer, porque el desinflamiento de una ideología rara vez ocurre de manera pacífica: como un animal herido, gira, gira, e intenta arañar. A veces, trata de arrastrar todo consigo al abismo. Esperemos que no suceda esta vez también.
¿Qué sucederá cuando las nuevas tecnologías estén fuera de nuestro control? O es más bien lo contrario, ¿cuándo nosotros estaremos fuera del control de las nuevas tecnologías?
Las tecnologías han estado fuera de nuestro control durante mucho tiempo. Pensemos en una de las primeras tecnologías, la escritura. Escapó de nuestro control inmediatamente después de su invención. U otra tecnología milenaria: el Estado. Durante casi cinco milenios, el Estado ha cobrado vida propia y se esfuerza por dominarnos por todos los medios. Y también lo es la tecnología del dinero, y muchas otras. Las tecnologías a menudo se salen de control. Y la respuesta, cada vez, es recordarnos que son solo tecnologías, no “cosas” vivas. Nos recuerdan que solo son ficciones. Este es, por ejemplo, el trabajo que se suele hacer con un psicólogo: recordar que incluso nuestro ego, al fin y al cabo, es una tecnología que no debemos permitir que nos abrume ni nos gobierne.
El hecho de que “los valores financieros sean más legítimos que las iluminaciones místicas”, ¿qué nos dice del hombre moderno?
Nos dice que el hombre moderno es muy supersticioso. Cree en todo y se deja gobernar por todo. Incluso por los valores financieros.
Sin mitos, sin profetas, sin símbolos, ¿cómo será el mundo que viene?
Realmente no creo que el mundo venidero carezca de mitos, profetas y símbolos. Habrá que verlo.
¿Qué podemos ofrecer a los que vengan después de nosotros que les ayude a construir un nuevo mundo tras el colapso del actual?
Podemos ofrecerles ayuda para crear un nuevo mundo. Podemos darles una gran epopeya metafísica que pueda inspirar la construcción de un mundo nuevo, diferente al nuestro. Esta es la cultura profética de la que escribo.
¿Por qué la cultura “tiene la incapacidad para sobrevivir al cuerpo social del que ha surgido”?
Porque la cultura es la voz de un cuerpo social.
De todos los profetas que hemos conocido a lo largo de la historia, y que deambulan por las páginas de este libro, ¿por cuál siente especial simpatía?
Sin duda, Homero. Un profeta que no habla sino que escucha, que no describe situaciones sino que dibuja mapas del universo, que no se limita a hacer literatura sino que es arquitecto de mundos por venir.
¿Está de acuerdo con el enunciado de Bifo: “Abandonar la totalidad, hacer proliferar singularidades” como vía de la democracia postcapitalista? Esa singularidad, ¿sería profética?
Estoy de acuerdo con Bifo, en esto y en muchas otras cosas. Si bien es posible que él no lo acepte, creo que hay un elemento de intuición mística en su afirmación, como en gran parte de su pensamiento. Una posición no muy lejana a la de Simone Weil.
Por último, me gustaría que hiciera un breve comentario sobre la parte final de Cultura profética, la parte narrativa del viaje con sus alegorías y su proceso “homérico”. ¿Cuándo embarcamos?
La parte final del libro es una historia de viajes, casi como las que le cuento a mi hijo. Escribirla fue la única manera que pude encontrar para describir mi visión de la realidad como un gran cosmos multidimensional, en el que nuestra conciencia se mueve y se transforma sin perderse nunca. Un profeta no es un autor, sino un lugar cosmológico: es un punto de vista frente a la avalancha de percepciones que nos invade, y es una forma de “afinar” incluso la propia forma de ver y sentir.
Federico Campagna (Sondrio, Italia, 1984) es un filósofo con querencia por los desafíos metafísicos y éticos que plantea el nihilismo contemporáneo, refractario a la queja y militante de la posibilidad de elaborar una arquitectura filosófica fundamental de la emancipación. Trabaja como director de derechos en...
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