1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

HOMENAJE

En recuerdo de Miguel Gallardo

El dibujante hizo de la reinvención artística el motivo principal de su carrera y marcó el camino a seguir con tres hitos incontestables del cómic español: ‘Makoki’, ‘Un largo silencio’ y ‘María y yo’

Gerardo Vilches 8/06/2022

<p>Gallardo se enfrenta al boniato en 'Algo extraño me pasó camino de casa'.</p>

Gallardo se enfrenta al boniato en 'Algo extraño me pasó camino de casa'.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El pasado 21 de febrero falleció Miguel Gallardo, a causa de un cáncer, el tumor cerebral al que llamaba “boniato” y al que dedicó uno de sus últimos trabajos. Se iba uno de los grandes dibujantes españoles de los últimos cuarenta años y, quizás, el más influyente en la profesión. Un artista polifacético, inquieto e irreverente, que tenía muchos maestros pero les guardaba a todos ellos el respeto justo. Su obra, profundamente original y libre, ha abierto caminos sin los cuales, por tópico que suene, el cómic español no sería el mismo. Un gran artista puede alumbrar una obra que lo cambie todo, pero solo los más grandes tienen su carrera poblada de ellas. Es el caso, sin duda, de Gallardo, a quien debemos un homenaje como es debido. Haremos lo que podamos.

Miguel Gallardo nació en Lleida, en 1955, en el seno de una familia de clase media, y se educó en un colegio de los Maristas, aunque tal y como reconocía en la excelente entrevista que le realizó Antonio Trashorras en U, el hijo de Urich n.º 2 (1997), no le dejó mucha huella. Era un niño que iba a su aire y pasaba mucho tiempo solo en casa, protegido por su madre, lo que le deparó horas de lectura y de dibujo, que siempre estuvo ahí: el humor de Bruguera, la fantasía de Capitán Trueno y otras series de aventuras. El Globo y Zepelin, dos revistas de la época, le descubrieron los clásicos de la prensa estadounidense, el Little Nemo in Slumberland de Winsor McCay o el Krazy Kat de Georges Herriman. Cursaba COU y ya supo que él quería hacer tebeos.

Tras un paso efímero por Bellas Artes, en Barcelona, se matriculó en la Escola Massana de arte y diseño y empezó a entrar en contacto con todo el ambiente contracultural de una ciudad en la que las cosas estaban cambiando. El underground ya estaba allí, tirando a patadas la puerta que el franquismo moribundo se empeñaba en mantener cerrada. Allí se movió Gallardo como pez en el agua; aunque no formó parte del colectivo que alumbró en 1973 El Rrollo Enmascarado, sí participó en revistas como Star, Disco Exprés y Butifarra! En el estudio Andreu conoció al simpar Juanito Mediavilla, uno de esos personajes geniales que poblaba el mundillo del underground. Ambos se entendían bien y apañaron un sistema de trabajo anárquico y mutante, que se iba adaptando a las necesidad de las obras pero, también, a las circunstancias vitales, siempre inciertas. Vivían al día, sin preocuparse del futuro, entrando y saliendo de proyectos, trabando amistades y, poco a poco, haciendo historia. Sin saberlo, como suele pasar cuando uno hace historia. Ellos solo estaban pasándoselo bien, pero, a la postre, estaban ayudando a que el cómic adulto español fuera una realidad, al fin. La generación anterior, los Carlos Giménez, Enric Sió, Luis García y compañía, provenían de la industria y habían trabajado en agencias. Y ese bagaje marcó el tipo de obras que hicieron durante los primeros compases de aquel boom del cómic adulto, aún apegadas a los géneros narrativos y al dibujo académico que profesionales como ellos no podían permitirse abandonar. Con la excepción de Giménez, que también sería pionero, el resto pudieron entregar tebeos muy interesantes, incluso alguno brillante, pero todos eran, como suele decirse, hijos de su época. Que era una, por cierto, ya superada en el resto de Europa o en Estados Unidos. Gallardo y compañía llevaban otro rollo, nunca mejor dicho. Ni se plantearon entrar en aquella industria de las agencias de dibujantes, y sus referentes fueron otros: los del underground yanqui, que llegaba también tarde a España, pero que lo hacía con fuerza en un momento en el que, al fin, nos podíamos soltar el pelo.

El underground ya estaba en Barcelona, tirando la puerta que el franquismo se empeñaba en mantener cerrada. Allí se movió Gallardo como pez en el agua

“Makoki, Makoki, Makoki es cojonudo”

El primer Gallardo estaba poderosamente influido por Robert Crumb y Gilbert Shelton, popes del comix underground, pero también por E.C. Segar, cuyo Popeye incluso llegaría a hacer algún cameo en las páginas de Makoki, primera gran obra de Gallardo, cuya génesis forma parte de su leyenda. La cuenta Roser Messa en Underground. Cuando lo marginal se transforma en oficial (Del boom al crack: la explosión del cómic adulto en España (1977-1995), 2018): Felipe Borrallo, más tarde editor y librero, había escrito un cuento breve, Revuelta en el frenopático, que Gallardo y Mediavilla leyeron. Y se les ocurrió la idea de contactar con Borrallo para proponerle hacer una historieta inspirada en su escrito, que se publicaría en junio de 1977 en Disco Exprés. Así nació Makoki, un personaje psicótico e incontrolable, vestido con una bata del manicomio en el que había sido internado y con su célebre casco con los cables colgando, ya que se había escapado en medio de una sesión de electroshocks que le había dejado un poco tocado del ala.

Makoki fue lo más parecido a un héroe que tuvo el underground español, porque la Anarcoma de Nazario fue, más bien, personaje de dos historias cerradas, y el Gustavo de Max tuvo un recorrido mucho más breve. Primero en Disco Exprés y luego en Star, Gallardo al dibujo y Mediavilla al guion desarrollaron historias pasadísimas de vueltas, inspiradas en la fauna que frecuentaba el piso del hermano de Mediavilla, “gente lumpen, muy bregada en la vida, gente peligrosa, de dar palos y tal”, le decía Gallardo a Trashorras en la citada entrevista de 1997. La capacidad de Mediavilla para capturar el lenguaje oral y el argot del arroyo rivalizaba con la de Ivà, y con Gallardo dieron forma a un conjunto de personajes únicos: el tío Emo, el Buitre Buitaker, el comisario Loperena, y, por supuesto, la banda de Makoki.

Entonces llegó El Víbora, fundada en 1979 por Berenguer con un dinero proporcionado por Toutain, y que aglutinó a los mejores lápices del underground de Barcelona, al tiempo que, de algún modo, daba fin a esa etapa de locura anárquica para concentrar los esfuerzos de aquella generación en una publicación que iba a romper moldes y aguantar en los quioscos la friolera de veinticinco años. Berenguer tenía sus cosas y no quería que Gallardo y Mediavilla, enrolados en el proyecto desde el principio, usaran a Makoki, porque este ya había aparecido en otras revistas. Así que se inventaron al Niñato, protagonista de las primeras historias en El Víbora, hasta que el editor cedió y también pudieron usar al original. Como ha escrito Santiago García, el Niñato es el reverso de Makoki: “El Niñato es la persona, Makoki es la fuerza de la naturaleza” (Cómics sensacionales, Larousse, 2015).

Primera página de 'La muerte de Makoki', punto y final a su célebre personaje. 

Primera página de 'La muerte de Makoki', punto y final a su célebre personaje. 

Conforme acumulaba páginas a sus espaldas, Gallardo se soltaba y rompía amarras con sus primeros referentes. Se convertía en un dibujante libre que más que cultivar un estilo propio jugaba al despiste, al pastiche, al homenaje irónico y al apropiacionismo. Gallardo fue nuestro primer posmoderno. Por ejemplo, si caía en sus manos Los Cuatro Fantásticos de Jack Kirby, se marcaba unas páginas alucinantes en las que Makoki y la Basca se encontraban con una invasión alienígena en Nueva York. Los sueños del Niñato (1986), verdadera cumbre de esta etapa, es una colección de paranoias provocadas por la droga –“fue como sentarme en el diván de un psicoanalista”, diría Gallardo– y coctelera de referentes, influencias y deformaciones que mostraban el riquísimo universo del dibujante, al tiempo que evidenciaban que el underground se le iba a quedar pequeño muy pronto.

De hecho, el mismo éxito de Makoki va agotando a Gallardo, con la cabeza ya en otros sitios: durante los ochenta, entregará Pepito Maguefesa (1984), otra turmix de referentes artísticos highbrow y lowbrow, y Los casos del perro Nick (1991), una serie en color, pastiche del noir en clave de humor, brillante en su grafismo pero que fracasó en su objetivo de lanzar a Gallardo internacionalmente. En cualquier caso, y a pesar de éxitos como el álbum de Fuga en la modelo (1981), con más de cuarenta mil ejemplares vendidos, la cabecera Makoki (1982-1993), o la canción que le compuso Fernando Márquez “el Zurdo” al personaje en 1983 –cuyo estribillo da nombre a este epígrafe–, Gallardo se decide a cargarse a su hijo en La muerte de Makoki (1995), que vio la luz en la revista Viñetas en una época de decadencia ya del mercado editorial del boom. El dibujante toma la decisión porque considera que el mundo de Makoki ya no existe, pero también molesto con Borrallo, quien en esos años había pleiteado por la propiedad del personaje, cuyo nombre había registrado a espaldas de Mediavilla y Gallardo. Incluso había publicado algunas historietas con otros dibujantes y advertido al editor de Viñetas, Joan Navarro, de que no podía publicar nada sin su consentimiento. El problema fue que en el inicio de todo, las cosas se hicieron a la ligera, sin firmar nada, entre risas y copas, y, en realidad, quince años más tarde nadie se acordaba de quién había hecho qué. Pero lo cierto es que Borrallo era autor de aquel relato original en el que Makoki ni siquiera se llamaba Makoki, y nada más. En cualquier caso, Gallardo le dio un final crepuscular y hasta épico a su personaje, con un estilo visual ya completamente alejado de los orígenes, y pasó a otras cosas.

El hijo de Francisco

Ya en los noventa, la mayoría de las revistas de cómic habían desaparecido. El Víbora continuó, pero renovada y con una mayor presencia de material foráneo. Muchos de los protagonistas del boom del cómic adulto se marcharon a pastos más verdes, ya fuera el diseño, la ilustración o la animación. Solo unos pocos insistieron en el cómic, porque lo llevaban en la sangre. Gallardo, por supuesto, estuvo entre ellos: aunque dedicó la mayor parte de su tiempo a la ilustración, campo donde desarrolló una brillantísima carrera internacional, aún nos reservó joyas como Roberto España y Manolín (1997), con guiones de Ignacio Vidal-Folch. Pero, sobre todo, fue capaz de dibujar el extraordinario Un largo silencio (1997), un libro que recoge las memorias de su padre, combatiente por el bando republicano en la Guerra Civil. Si recurrimos de nuevo a la entrevista de Antonio Trashorras, comprobamos que Gallardo tenía una idea clara sobre la obra, pero que le estaba resultando complicado llegar a ella. Y no debería sorprendernos: en los noventa no había prácticamente referentes, más allá de Maus (1992), de Art Spiegelman, para hacer un libro de no ficción que abordara la memoria histórica desde diferentes lenguajes. Ya teníamos la obra de Carlos Giménez, pero Gallardo quería hacer algo muy distinto, y las lecciones de Paracuellos no le resultaron útiles: sus páginas de historieta se intercalarían y completarían las páginas de las sobrias y crudas memorias de su padre –Francisco Gallardo Sarmiento, que aparece, por justicia, acreditado como coautor en la cubierta–, y además se incluirían fotografías y documentación personal. El libro aúna la urgencia de quien había callado durante décadas, y solo empezó a hablar tras la muerte de Franco, con la capacidad de Gallardo para narrar a través del dibujo y llevar a otro plano emocional el relato de los hechos. No había nada ni remotamente parecido a este artefacto en España, y el libro sorprendió a todos, no solo por estar firmado por quien se había dedicado hasta entonces, principalmente, al humor, sino también porque, por aquel entonces, el debate público sobre la Guerra Civil estaba aletargado. Un largo silencio se adelantó en diez años a la ley de memoria histórica del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pero también a toda la corriente de cómic histórico que inaugurarían  Antonio Altarriba y Kim con El arte de volar (2009); Altarriba ha reconocido siempre la importancia de la obra de Gallardo en la suya propia, de hecho. Sin embargo, y a pesar de estar nominado a los Premios del Salón del Cómic, Un largo silencio pasó bastante desapercibido en su momento. Y, en realidad, no debería extrañarnos, porque era poco menos que un ovni en un mercado en el que “novela gráfica” sonaba a chino. Fue años más tarde, cuando los cómics sobre memoria histórica e historia reciente proliferaran, cuando este libro de Gallardo encontraría su sitio y se reivindicaría como la gran obra que es.

El padre de María

Tras la tibia recepción que tuvo el libro sobre su padre, Gallardo continuó trabajando como ilustrador, un tanto alejado del cómic. Ya mientras estaba trabajando en esa obra confesaba su cansancio en un medio que, entonces, encontraba más rígido y agotado que la ilustración. Por no hablar del dinero escaso –o nulo– que uno podía ganar con un libro. Durante los primeros años del siglo XXI, las páginas de Gallardo se cuentan con los dedos de una mano: una historieta breve en alguna antología, alguna obrita de encargo, y alguna reedición de sus primeras obras. Mientras, el cómic español se desperezaba, tras el largo sueño de los noventa, y se veían indicios de algo que estaba por venir, pero que no llegaría en parte hasta que Gallardo dijera “aquí estoy yo”.

María y yo llegó a un público nuevo, que comprobó que el cómic podía ser un lenguaje perfecto para explicar el autismo… o cualquier otra cosa

El golpe en la mesa llegaría en 2007 con la publicación de María y yo, que coincidió en las librerías con el celebérrimo Arrugas de Paco Roca. Algunas obras de David Rubín, Juanjo Saez o Max estaban anticipando desde poco antes la llegada de la novela gráfica y el formato del libro, sin límite de páginas ni restricciones de formato, que intentaba apuntar al público lector no especialista, porque se asumía que los coleccionistas eran ya cuatro gatos. Pero eso no se comenzó a conseguir de verdad hasta que llegaran los enormes éxitos comerciales de Arrugas y María y yo. El libro de Gallardo lleva diez ediciones, y las que le quedan, pero eso es lo de menos. Lo que interesa aquí es la nueva revolución que trajeron a los tebeos. Desde la madurez y la tranquilidad, alejado ya del desenfreno underground pero aún con ganas de pelearse y las ideas claras, Gallardo llega a este libro a través de su hija María, diagnosticada con autismo. El dibujante todoterreno, el hombre de los mil estilos, descubre entonces un camino: el del dibujo urgente, despreocupado de su calidad, y con una función estrictamente comunicativa. A María le da igual el acabado.

Una muestra de la mezcla de lenguajes entre 'María y yo'. 

Una muestra de la mezcla de lenguajes entre 'María y yo'. 

Gallardo empezó a explicarle a su hija tareas cotidianas a través de sus dibujos, para organizar su día y su vida, y ahí se da cuenta de que había que desaprender unas cuantas cosas, y le coge el gusto a dibujar libretas y libretas sin el corsé del estilo. María y yo es un libro para María, pero también de María –por eso, igual que Un largo silencio lo firmaba Gallardo junto a su padre, aquí lo hace con su hija–, una forma de comunicarse, o lo que es lo mismo, una forma de quererse. La ternura y el humor con los que Gallardo explica la forma de ser de María son desarmantes, pero el libro cumple, también, una evidente labor informativa y desestigmatizadora. La libertad formal que el autor había empezado a catar en Un largo silencio explosiona aquí sin vuelta atrás: ya no hay reglas, y el texto en prosa se mezcla con las viñetas, con los diagramas y con los dibujos-signos que Gallardo usa para guiar a María. Los guardianes de las esencias –esos mantas– se apresuraron a torcer el gesto y decir que aquello no era un cómic, pero eso no importó a sus miles de lectores, y mucho menos a Gallardo, que venía de vuelta y ya vivió polémicas en el sector mucho más agrias en su juventud.

Lo importante es que María y yo llegó a un público nuevo, que comprobó que el cómic podía ser un lenguaje perfecto para explicar el autismo… o cualquier otra cosa. Por eso Gallardo empezó a ser requerido por asociaciones de personas autistas de todo el país para que diera charlas y talleres. Con el tiempo, se involucraría en todo tipo de causas, y su dibujo fue el arma que empleó para lucharlas. Por si fuera poco, con María y yo llegó a una nueva generación de dibujantes, demasiado jóvenes para haber leído Makoki, pero que vieron en esta obra libérrima un camino a seguir: su influencia se rastrea en todo tipo de ensayos y diarios gráficos que vinieron después. De nuevo, Gallardo nos sacaba a todos tres cuerpos de ventaja. Cuando volvió a hablar de su hija en María cumple 20 años (2015) ya no sorprendió tanto ni pareció un libro tan avanzado como el primero, porque el mercado español había alcanzado al adelantado Gallardo, pero su maestría era la misma, y su tono igual de vital, aunque, por momentos, podía ser sombrío, ya que el autor, cercano ya a los sesenta años de edad, se preguntaba por el futuro y por lo que le depararía a María cuando estuviera sola.

El maldito boniato

María y yo tuvo la feliz consecuencia de que Gallardo volvía a un medio del que, en realidad, nunca se fue del todo. De su generación, solo Max logró llegar al siglo XXI siendo tan activo y relevante como él. Tras el éxito de ese libro, Gallardo publicó a cuatro manos un nuevo cómic con Paco Roca, Emotional World Tour (2009), que refleja el tour de sesiones de firmas que ambos hicieron, como si fueran estrellas de rock. En esa gira se forjó una amistad y una alianza entre generaciones de autores que dice mucho del carácter de Gallardo: mientras otros autores veteranos –no diremos nombres– echan pestes de los jóvenes autores, o se empecinan en que ya no hay tebeos, que es casi peor, él siempre tuvo inquietud y curiosidad por todo lo nuevo, y palabras de aliento para los que empezaban en la profesión.

Gallardo siguió divirtiéndose y publicando libros, sin presiones, cuando había algo que contar, como sucedió con Turista accidental (2016), un divertido compendio de anécdotas sucedidas durante sus viajes recientes, en las que hace gala de un despiste monumental.

Una página de 'Un largo silencio'. 

Una página de 'Un largo silencio'. 

En 2020 vuelve al cómic con más urgencia si cabe. Algo extraño me pasó camino de casa cuenta cómo le diagnosticaron un cáncer cerebral y todo el proceso médico que siguió. Gallardo se enfrenta al boniato, como llamó al tumor, de la única forma posible: con su dibujo y su humor. Y con una vitalidad inmensa e imbatible, que llena páginas magistrales, compendio de todo lo aprendido a lo largo de su vida. Vuelve el pastiche, que se mezcla con el dibujo rápido a lo María y yo, pero sorprende además con algunos de los mejores textos que escribió jamás. Huyendo de la cursilería como de la peste, Gallardo se aferra a la vida sin miedo: está en paz, se siente querido y quiere a los suyos. Ni siquiera la pandemia de la covid-19, que le pilló en medio de su terapia, le pudo quitar todo eso. Pero el lío tremendo que supone padecer un cáncer en una situación de emergencia sanitaria da para unas cuantas anécdotas y reflexiones interesantes. Gallardo no tiene vocación de filósofo, pero en este libro uno puede encontrar el sentido de la vida. Y consuelo en momentos oscuros.

Tras una primera operación exitosa, el boniato, lamentablemente, volvió. Un año más tarde, Gallardo tuvo que volver a pasar por el quirófano. Le pillaba esta recaída, cómo no, trabajando. Acabando un libro con su compañera Karin du Croo: El gran libro de los perros, una obra tierna y divertida, publicada póstumamente, en la que Gallardo aplicó su gramática al mundo canino, descubierto en sus últimos años gracias a la perra Cala, que adoptó con du Croo. Fue un amor tardío, breve pero intenso, que demostró una vez más la calidad humana del inmenso Gallardo. Al final tuvo que marcharse, pero lo hizo en paz, rodeado de sus amigos, recibiendo el calor de la profesión y el cariño de sus lectores. Poco antes de su muerte, Paco Roca capitaneó un homenaje en el que participaron muchos amigos dibujantes, que se despidieron de él con un fanzine. Gallardo, maestro hasta el final –en el cómic y en la vida–, hizo de la reinvención artística el motivo principal de su carrera, y marcó el camino a seguir al menos en tres ocasiones, con tres hitos incontestables del cómic español: Makoki, Un largo silencio y María y yo. Quizás lo hizo desde la intuición y la inconsciencia, simplemente por lo que el cuerpo le iba pidiendo en cada momento, pero lo cierto es que se lanzó al terreno desconocido sin manual de instrucciones y salió airoso. Fue un explorador de la terra ignota que regresaba siempre con el terreno cartografiado, para que el resto no se perdiera ya nunca. 

El pasado 21 de febrero falleció Miguel Gallardo, a causa de un cáncer, el tumor cerebral al que llamaba “boniato” y al que dedicó uno de sus últimos trabajos. Se iba uno de los grandes dibujantes españoles de los últimos cuarenta años y, quizás, el más influyente en la profesión. Un artista polifacético,...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Gerardo Vilches

Es crítico de cómic e historiador. Autor de 'La satírica Transición'.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí