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Querida comunidad contextataria,
Les escribo desde el sur para darles esperanzas.
El próximo lunes, la mayoría de gente de Andalucía, como la de Francia y la de Colombia, se levantará con su rutina diaria de café, bus, trabajo, lavadora y cena. Sin duda, la mayoría sentirá que no ha cambiado nada en sus vidas y que los resultados de las elecciones del domingo 19 de junio solo son un contenido más de noticias que leer en redes sociales o un tema de conversación en el bar o el supermercado. La crisis del sistema de representación política nos atraviesa a todas, y nuestras fatigas diarias quedan muy lejos de las sesiones de control al gobierno y los debates electorales. El “qué más da, son todos iguales” se impone con fuerza. Nos someten a eso que llaman la posverdad, que de toda la vida ha sido el “donde dije digo, digo Diego”, y a eso de las guerras culturales que nos tiene entretenidas debatiendo sobre lo divino y lo humano en todas las reuniones de café. Pero sus decisiones políticas no mejoran nuestras vidas con la rapidez necesaria. Además, los políticos no se parecen en nada a la mayoría de personas que llaman a las urnas en cada elección. Ni hablan, ni se visten, ni se mueven como la mayoría de personas de las clases populares o de la clase trabajadora a la que piden el voto. La abstención es sin duda la única forma de impugnación que mucha gente tiene para protestar ante esta crisis de representación política. En Andalucía, en las últimas elecciones, hubo una abstención del 44,1%, la más alta desde 1990, y este domingo se prevé algo parecido. Fue esta protesta abstencionista –que se orquesta desde el hartazgo, y no desde la ideología– la que llevó a gobernar a la derecha más que su crecimiento en votos, que no fue excesivo.
He aquí la paradoja a la que nos enfrentamos, la abstención es el síntoma de la desafección política y nos invita a pensar y construir otro modelo más democrático. Pero a la vez, la abstención favorece el ascenso de la derecha, que no trae precisamente un modelo de avance hacia sociedades más democráticas, sino todo lo contrario. La abstención favorece a la derecha porque las clases privilegiadas dueñas del capital saben que votarles es la mejor garantía de defender sus intereses de clase porque legislarán a su favor. Y el voto de los ricos a la derecha es fiel y constante.
Este dilema nos obliga a pensar una vía alternativa a la abstención electoral para conseguir el avance del modelo democrático al que aspiramos. En el plano teórico, y sobre el papel, este último párrafo queda bastante bien y rotundo, pero a mucha gente ir a votar le supone enfrentarse a su propia desilusión, a su sentimiento de haber sido traicionado y a la desesperanza misma que lleva a pensar: “Estoy solo, ningún político mirará por mí y por los míos”. Cuesta llamar a votar a los desesperanzados. Toda esa gente que en Andalucía siempre votó al PSOE de Felipe porque era la forma de enfrentar al señorito, y que después resultó que era lo mismo. Toda esa gente de una generación más joven que apostó por el asalto a los cielos y que después no vieron las reformas prometidas y sufrieron las guerras intestinas de la nueva política. Mucha de esa gente no votará el domingo y sus desesperanza e incredulidad le atarán a la pata de la cama. Y en la desilusión tienen razón, pero en el razonamiento que les lleva a ella hay un error de base que urge corregir.
La política no se delega. La política, entendida como la forma de tomar decisiones para incidir en la realidad social, para organizar las vidas en comunidad, no debería ser solo responsabilidad de los llamados políticos. Es de una ingenuidad conmovedora pensar que volveremos a tener un despido de 45 días por año sin hacer varias huelgas generales y confiar en que se conseguirá por la buena voluntad de un equipo de técnicos y políticas. Igualmente fue ingenuo pensar que el PSOE nunca legislaría en contra de la clase trabajadora cuando las luchas vecinales y sindicales dejaron de apretarles las tuercas. Echarle el pulso al neoliberalismo y arrancarle más cotas de derechos y riqueza para vivir dignamente requiere mantener un contrapoder constante. Nos equivocamos al aflojar ese pulso cuando la izquierda tiene más representación política institucional. Y es un enorme error de los y las políticas de izquierdas pedir que aflojemos este pulso cuando están gobernando para dejarles hacer en paz. Huyan de los políticos progresistas o de izquierdas que les digan que rebajen el tono de la protesta cuando ellos gobiernan, porque están equivocados, sus políticas de clase no avanzarán contra el monstruo neoliberal si la movilización social no les acompaña.
Quienes sentimos que este orden social y económico es injusto, porque crea una violencia y un sufrimiento estructural que sería reversible en otro modelo, debemos ir a votar a la izquierda. Un voto que no es para los políticos, sino para nosotros y nosotras, y que nos permite debilitar a esta cosa monstruosa que tenemos delante. La derecha ya tiene el monopolio del capital, de la información y de los recursos; debilitarla en la representación institucional nos facilitará la correlación de fuerzas en ese pulso. Por eso, démosle a la izquierda nuestro voto pero no toda nuestra ilusión y nuestra esperanza; eso pongámoslo en nosotras mismas como comunidad. Pongamos la esperanza en nuestra asociación vecinal, en nuestras asambleas y sindicatos, en el AMPA de los coles, en nuestras redes formales e informales, ahí es donde debemos estar construyendo cohesión social y movilización para cambiarlo todo. Ningún político lo hará por nosotros y nosotras.
Si mañana no gobierna ni Petro, ni Francia, ni Mélenchon, ni Teresa Rodríguez o Inma Nieto, y si ascienden los Le Pen, Olona y Hernández, sequémonos las lágrimas pronto y continuemos echando el pulso. La derecha puede tener el poder pero a nosotros y nosotras nos asiste la razón: continuemos extendiendo ideas y discursos críticos, cultura e información en nuestro ámbito más cercano y construyendo alternativas en cada espacio social que habitemos. Quizás lo que venga no sea bonito, pero por más dura que se ponga la cosa, en la Historia los y las contextatarias siempre han vuelto a nacer.
Un abrazo
Querida comunidad contextataria,
Les escribo desde el sur para darles esperanzas.
El próximo lunes, la mayoría de gente de Andalucía, como la de Francia y la de Colombia, se levantará con su rutina diaria de café, bus, trabajo, lavadora y cena. Sin duda, la mayoría...
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Pastora Filigrana
Es abogada y activista por los derechos humanos.
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