En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Amigas que nos leen:
¿Notáis su olor? ¿La brisa caliente? El bochorno se desliza por la piel, la eriza, la deja sensible, lisa y húmeda, preparada para lo que el verano tenga a bien otorgarle. ¿Qué nos depara el verano? Espero, queridos lectores y lectoras que en algún momento, vacaciones, de esas de holgazanería y quietud, sueño prolongado, comidas lentas, sosiego de siesta y noches plácidas. VACACIONES, ¿las oléis? Solo si tenéis mucha mucha suerte.
Llegamos agotados este año –y muchos otros–. Agotados de trabajar, pero también de la postpandemia, la guerra y las intensidades informativas, la crisis energética, la inflación… ¿para qué seguir leyendo? Dicen que cuatro de cada diez españoles han tenido que cambiar su destino de vacaciones por la subida de los precios, pero los hoteleros españoles se declaran muy felices: todo lleno, aseguran. No se muestran tan exultantes cuando se habla de la falta de trabajadores en el sector, aducen que “la gente no quiere trabajar” o que “falta formación”. “¿Queréis trabajadores?, dejad que monten sindicatos”, dice mi amigo Ernest Cañada, que sabe bastante de trabajo turístico. Ese que se da en una industria fundamental para nuestro país, una industria de horarios infernales, enfermedades laborales no reconocidas –como las de las kellys–, trato brutal y salarios de risa. ¿Qué sería de España sin esta industria extractiva que devasta el territorio, consume recursos y trae a más de 80 millones de turistas al año –prepandemia–? 80 millones.
Leámoslo otra vez: 80 millones. 16 de estos van a Baleares, esas islas minúsculas y preciosas, donde me he criado. Esas islas donde al asomarte al balcón una noche cualquiera de verano, si vives delante de una playa turística puedes ver sexo en vivo, vomitonas en vivo, borrachos desplegados cantando en varios idiomas europeos. ¡Ah, las noches de verano en Baleares! Esas islas donde a veces hay tantos barcos amarrados en una cala que no puedes nadar sin riesgo de perder un miembro y los fondos marinos quedan devastados. Esas islas donde cada verano muere algún joven al que le pareció buena idea lanzarse a las piscina desde el balcón del hotel, o se emborrachan hasta que llegan al hospital, donde les extraen –con suerte a tiempo de frenar el coma etílico– el tampax mojado en tequila que se han introducido en la vagina para alcoholizarse barato. Ay, mis islas. Pero ¿qué haríamos sin los turistas? ¿Qué harían en cualquier caso las empresas turísticas –y negocios asociados– sin esos beneficios que les sirven para especular en los mercados financieros, aumentando así las ganancias, y por tanto, los bonos de sus CEOs? ¿Qué haríamos nosotros sin los trabajos precarios, baratos, de mierda que genera el sector?
En Ibiza, y de manera recurrente, hay trabajadores estacionales del sector turístico que duermen en tiendas de campaña. En los Pirineos y en el sur se estilan más las furgonetas acondicionadas, que además permiten cambiar de zona de trabajo según la época del año –playa o montaña–. Cualquier sitio es bueno para vivir si no se pueden pagar los alquileres astronómicos –dispuestos para rentabilizar al máximo las propiedades inmobiliarias dirigiéndolas a los turistas y no a esos trabajadores de temporada–. No hay trabajadores. Claro, porque, para algunos, ir a los lugares donde se ofertan estos empleos veraniegos supone matarse toda la temporada en empleos que apenas cubren la supervivencia en esas mismas zonas de playa que, se supone, les necesitan.
En fin, yo quería hacer una loa a las vacaciones y a la necesidad de descansar –cuanto más, mejor–, pero cada vez que pienso en el verano me acuerdo de que me crié encima de una tienda de souvenirs en la que en todas las cosas a la venta ponía “Mallorca”. No me lo tengan en cuenta, la isla sigue siendo maravillosa, y por favor, disfruten, y hagan lo menos posible este verano, si es que lo consiguen. Y sigan leyéndonos desde la tumbona.
Amigas que nos leen:
¿Notáis su olor? ¿La brisa caliente? El bochorno se desliza por la piel, la eriza, la deja sensible, lisa y húmeda, preparada para lo que el verano tenga a bien otorgarle. ¿Qué nos depara el verano? Espero, queridos lectores y lectoras que en algún momento, vacaciones, de esas de...
Autora >
Nuria Alabao
Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí