TIRANDO DEL HILO, VIII
La ciudad incendiaria
‘La ciudad’, de Lara Moreno, habla de todas las violencias posibles que encierra la vida de las mujeres y, quizá por eso o sobre todo por eso, es una novela con cierta vocación política
Carmen G. de la Cueva 10/09/2022
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A principios de julio leí una novela que he tenido en la cabeza todo el verano: La ciudad, de Lara Moreno. No me da miedo decir que este libro es lo mejor que ha escrito Lara Moreno. Y, posiblemente, una de las mejores novelas del año. Sé que suena pomposo hablar así, pero este nuevo curso que comienza he decidido dejar de tener miedo a decir lo que pienso. Quiero ser honesta con los lectores y también conmigo misma. Lara Moreno no es una autora novel, no comenzó a publicar como un gran talento literario, no ocupó páginas y páginas de los suplementos culturales. Empezó poco a poco, despacito, con sus versos, con sus cuentos, con una voz propia, muy propia, que se anunciaba desde Casi todas las tijeras allá por 2004. En 2013, dio el salto a Lumen con su primera novela, Por si se va la luz, un libro que, confieso, no me entusiasmó, pero que estaba escrito con una potencia y un lirismo inéditos en el panorama español. Y dieciocho años después de aquellos primeros relatos, publica su tercera novela. Lara Moreno está en su madurez creadora.
Leí La ciudad en un día y medio, en las siestas de mi hijo, robándole horas a la madrugada con el manuscrito impreso y encuadernado en espiral en la copistería universitaria sostenido en precario equilibrio con una sola mano y alumbrado con la débil luz de una lamparita de noche. Y no podía dejar de pasar las páginas, la angustia me mantenía en vilo. En poco más de trescientas páginas, Lara Moreno nos presenta la vida de tres mujeres muy distintas entre sí que están unidas por el fino hilo de la precariedad: Oliva, Damaris y Horía. Oliva es una madre de treinta y tantos años que vive una relación de violencia psicológica con uno de esos falsos aliados que tan presentes están en nuestras vidas. Damaris es una mujer que cuida a un par de gemelos desde la mañana a la noche mientras sus hijos crecen y viven muy lejos de ella, en Colombia. Horía es una mujer que llegó desde Marruecos para trabajar en la campaña de frutos rojos en los invernaderos de Huelva dejando atrás a un hijo adolescente que, poco después de la partida de su madre, decidió cruzar el Estrecho. Las tres terminan enjauladas de alguna manera en un bloque de pisos de la Plaza de la Paja, en La Latina, en pleno centro de Madrid.
Lara Moreno nos presenta la vida de tres mujeres muy distintas entre sí que están unidas por el fino hilo de la precariedad
En La ciudad están contenidos algunos de los temas presentes en las anteriores obras de Lara Moreno: las relaciones de pareja, la precariedad económica, el problema de la vivienda, la identidad, el cuerpo, la violencia, la ciudad, los cuidados. En Deshabitar. Un recorrido vital por las habitaciones de la crisis inmobiliaria (Destino, 2020), Moreno hizo un recorrido personal por su propia geografía inmobiliaria que se antoja bastante generacional. Una muchacha llegada desde provincias para vivir el sueño de convertirse en alguien, en otra o de ser ella misma en la capital. Hasta hay un capítulo, el penúltimo, en la última casa alquilada en la que Lara Moreno vive en Madrid antes de lanzarse a comprar un piso que es, precisamente, el escenario donde comienza su novela: la plaza de la Paja. No solo es que haya un hilillo que une a Oliva con Damaris y Horía, sino que hay otro que va desde la propia Lara hasta Oliva. Un hilo que sigue y sigue uniendo la vida de una mujer aparentemente feliz, aparentemente satisfecha a la de otras dos mujeres que pasan tantas veces desapercibidas, que son invisibles no solo en la sociedad sino también en la literatura. Y Lara Moreno les da voz y les pone cuerpo.
Esta novela habla de todas las violencias posibles que encierra la vida de las mujeres y, quizá por eso o sobre todo por eso, es una novela con cierta vocación política. Habla de lo que no se habla, se pone en el pellejo de la otra, te arrastra como lectora a incómodos lugares, hace que te revuelvas y mires con cierta resistencia justo donde no quieres mirar. Es imposible no empatizar con la historia de estas tres mujeres, con cada una de ellas, y a la vez, es difícil no sentirse responsable de todo lo malo que ocurre en sus vidas. Todo está tan enmarañado que la salida no es posible. No hay final feliz para ninguna de ellas y por eso es tan real, tan verosímil, tan honesta. En La ciudad está lo mejor de Lara Moreno: una prosa que, por un lado, está cargada de lirismo y de imágenes y, por otro, es torrencial, explora y profundiza en la naturaleza humana y todo aquello que nos hace seres dolientes.
Hay un personaje masculino, Max, la pareja de Oliva, que cualquier lectora que haya pasado por una relación de violencia –dejemos de llamar tóxicas a las relaciones en las que hemos sufrido violencia emocional, psicológica y económica– reconocerá: el hombre nuevo, ese hombre moderno, que dice ser feminista, y que encierra a una bestia. La manera en la que Lara Moreno va quitando una a una las capas de la relación de Oliva y Max como si fueran las de una cebolla es magistral: “Loca. Debe de estar loca pero el animal no va a llamarla loca. El dinosaurio torpe no va a llamar loca, el perro malherido, la fiera sin su jaula, ella no está loca ahora mismo, está sorda, muda, está ciega, no está loca […] Algo muy importante debe de estar pasando en la cabeza del hombre, un estallido devastador ha anulado su rostro. Lo que la mujer ve son unos ojos nuevos que de todos modos ya ha visto antes, semicerrados por la ira, afilados, que la miran a veces, porque no siempre quieren mirarla, con una dureza sobrenatural. Ella ha intentado hablar pero su discurso se ha diluido en la sombra. Ahora tiene que gritar también, grita para gritar no me grites, grita para gritar qué estás haciendo, grita qué coño te pasa y no me hables así, grita para entender o para hacerse entender pero la garganta le falla, es un llanto ronco lo que le sale al abrir la boca; tendría que ser más sólida, más alta, más robusta”. Todo lo que no se ve, todo lo que no se dice en voz alta está contenido en el cuerpo de Oliva que llega a sufrir las consecuencias de esa violencia, del miedo a ese hombre sin que haya habido ningún golpe.
Otro de los grandes temas de La ciudad es la precariedad económica. Tanto Damaris como Horía son mujeres migrantes llegadas a España en situación de vulnerabilidad. Damaris lleva diez años lejos de Colombia, ha entregado su vida a una familia para la que es una mera criada aunque cuide de sus hijos como una madre. Damaris está enferma, sufre en su cuerpo los estragos de un trabajo de esclavitud y la soledad. Horía salió de su casa dispuesta y abierta al mundo, con la promesa de una vida próspera y en pocos meses sufrió la esclavitud del trabajo en los invernaderos, las terribles condiciones de vida en el campo onubense y la violencia sexual. Hay algo en este libro que me ha recordado a la última novela de Brenda Navarro, Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022) y también al breve ensayo de Cristina Sánchez-Andrade, Fámulas (Anagrama, 2022). Me alegra leerlas, aunque la experiencia lectora sea incómoda. Es ese el otro hilo que une estos libros a ensayos como el “Se necesita muchacha”, incluido en Las indómitas de Elena Poniatowska. La autora reflexiona sobre la situación de las mujeres que cuidan y limpian para otras personas en México y se pregunta: “¿Por qué es tan silenciada en México la situación de las sirvientas? Porque su misma condición de sirvientas, como ya lo vimos, borra su voz. A las sirvientas, cuando están, se les olvida; toda su formación, el entrenamiento que reciben tienden a nulificarlas. Una buena sirvienta no debe hacerse oír ni ocupar espacio, debe pasar inadvertida”. Son estos libros incómodos, libros incendiarios, libros desoladores que hacen que todas esas mujeres anuladas, silenciadas ocupen espacio, que hablen.
Desde que terminé La ciudad, he pensado mucho en un ensayo que publicó Marta Sanz hace ya algunos años, No tan incendiario (Periférica, 2014), en las preguntas que ella lanza al lector al principio, que invitan a reflexionar y a leer desde otro lugar más allá del placer lector: “¿Nos importa, como sujetos de izquierda, la cultura?, ¿pensamos que vale para algo?, ¿tiene la cultura alguna utilidad?, ¿y alguna utilidad específicamente política?, ¿por qué o para qué leemos?, ¿por qué o para qué escribimos?, ¿es necesario formularse las preguntas anteriores?”. Con libros como La ciudad de Lara Moreno, todas estas preguntas cobran mucho más sentido.
A principios de julio leí una novela que he tenido en la cabeza todo el verano: La ciudad, de Lara Moreno. No me da miedo decir que este libro es lo mejor que ha escrito Lara Moreno. Y, posiblemente, una de las mejores novelas del año. Sé que suena pomposo hablar así, pero este nuevo curso que comienza...
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Carmen G. de la Cueva
Periodista, escritora y editora. Ha publicado varios libros y fue directora de la editorial feminista La señora Dalloway.
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