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Macarra. Dicho de una persona: agresiva, achulada, vulgar, de mal gusto; rufián. Así define el diccionario la entrada. Pero más allá de lo semántico, la figura del macarra habita un imaginario con sus propios códigos de conducta, sus cabecillas, sus territorios, sus usos y tipos humanos. El antropólogo Iñaki Domínguez lleva años analizando este fenómeno desde una perspectiva que mezcla lo periodístico, lo cultural y lo mítico. Su última entrega, Macarras ibéricos: Una historia de España a través de sus leyendas callejeras (Akal), profundiza en las diversas modalidades peninsulares, desde los famosos quinquis de Barcelona, pasando por los macarras bilbaínos, la ruta del bakalao levantina, lo salvaje de las Tres Mil Viviendas de Sevilla o los raperos del sur de Madrid.
¿Qué diferencia a los “macarras ibéricos” de los foráneos?
Las similitudes son muchas. Por ejemplo, en ambos casos, se trata de personas que (generalmente) llegan a las grandes ciudades españolas en corrientes migratorias. En los cincuenta y sesenta, se trataba de macarras que llegaban desde el campo o pequeñas ciudades de provincias; desde los noventa, los macarras latinos, africanos, magrebíes, etc., llegan del extranjero, también en busca de una vida mejor. La diferencia es meramente cultural: unos y otros cuentan con rasgos culturales propios de los entornos familiares a los que pertenecen, pero su desubicación en la gran ciudad y su uso de la violencia es el mismo.
Dentro de los ibéricos, ¿cuáles serían los macarras pata negra?
En el ensayo, me centro en las grandes leyendas callejeras. Digamos que los grandes macarras “pata negra” serían aquellos de los setenta y los ochenta, épocas del boom de la delincuencia autóctona y expansión de la identidad macarra y quinqui por vía del cine, los medios, la música, etc.
Películas como Deprisa, deprisa, El pico, La estanquera de Vallecas… ¿entronizaron el macarrismo?
Sin duda, y también la delincuencia. Aunque se le llame “cine quinqui”, casi habría que llamarlo “cine macarra”, puesto que muchas de estas películas se centran más en macarras que en quinquis; sobre todo en el caso de Eloy de la Iglesia. No es de extrañar, este director se centra en Madrid, el gran feudo del chulo y macarra español. Estas películas se tornaron verdaderos éxitos de taquilla, a la vez que clásicos instantáneos, por lo que la delincuencia en ellas retratada llegase a ser romantizada e idealizada. Un hecho es que muchos macarras y delincuentes callejeros se vieron espoleados por tales películas.
¿Cuáles eran los objetivos principales del camorrismo que empleaban?
Reafirmar la propia identidad en un entorno duro y hostil como es la calle. También puede servir para atemorizar, explotar, extorsionar, provocar admiración y respeto. Puede, incluso, ser una herramienta muy eficiente para ligar con el sexo contrario. Las chicas más guapas del mundo macarra siempre tienden a mantener relaciones con los tipos más duros de sus respectivos barrios. En definitiva, es un medio para obtener estatus entre ciertos segmentos sociales.
Los Brujos, los gitanos de Acropol, los Mini-Brujos de Vicálvaro, los vallecanos… ¿los distintos grupos se respetaban entre ellos?
La hostilidad más importante entre diversos grupos callejeros se daba entre barrios, principalmente en los años setenta y principios de los ochenta. Después, la identidad macarra dejó de estar tan condicionada por la localización concreta y las hostilidades surgieron entre diversas tribus urbanas, al margen del barrio. Se trataba de unas nuevas identidades de alcance global, hostiles unas a otras; una hostilidad que, como en el caso de las pandillas barriales de los setenta, era la base de una diferenciación identitaria. Unos grupos eran hostiles a otros para diferenciarse y lograr una identidad propia.
Digamos que las llamadas “bandas latinas” representan a los nuevos macarras
¿Las bandas latinas han desplazado a las pandillas de las que se nutrían los macarras?
Digamos que las llamadas “bandas latinas” (que, en realidad, no son tan latinas, sino multirraciales, como las pandillas de los ochenta y noventa en España) representan a los nuevos macarras; más globalizados, eso sí, e imitadores de grupos norteamericanos. Hay que decir que ninguna de las principales bandas latinas surge en Latinoamérica. Trinitarios, Dominicans Don’t Play, Latin Kings, etc., nacen todas en Estados Unidos, a pesar de contar con miembros de origen latino. En España pertenecen a ellas españoles, rumanos, magrebíes, latinos, etc.
¿El hortera es la antítesis del macarra?
El macarra puede ser hortera y viceversa. En ningún caso representa uno la antítesis del otro. Sí puede ocurrir que el hortera sea la versión domesticada, hedonista, del macarra, como ocurre con el fenómeno metrosexual, por poner un ejemplo.
De todos los grandes macarras que deambulan en estas páginas, ¿por cuál siente debilidad?
En este libro me interesan, particularmente, los Brujos y Mini-Brujos y la gente de Primera Línea de Falange, entre los que destaca Búfalo, un mítico portero de discoteca, muy amigo de los Miami originales. Él representa una transición desde movimientos políticos de ultraderecha hasta las puertas de discoteca, los cobros de pellas, etc.
¿Cuánto de antisistema hay en ellos?
No se rigen por las normas del sistema, y eso les hace antisistema. Cuando delinquen lo hacen para medrar en el sistema, aunque al margen de sus normas. En ese sentido, hay una contradicción, que es la contradicción a la que están casi abocados por su condición social y falta de estudios.
¿Dónde reside la fascinación que provoca esta figura?
En el hecho de que vivimos vidas higienizadas, desinfectadas, virtuales. Hoy el macarra fascina más que nunca puesto que nos permite asomarnos a una realidad ajena, violenta y dolorosa, pero real. Una forma de experimentar formas de vida propias ya del pasado, quizás.
Hoy el macarra fascina más que nunca puesto que nos permite asomarnos a una realidad ajena, violenta y dolorosa, pero real
¿De qué manera ha cambiado la manera en la que los jóvenes ejercen la violencia?
Hoy los jóvenes están mucho más vigilados: hay cámaras por todas partes, teléfonos móviles, redes sociales... Es más difícil delinquir y ejercer la violencia en el espacio público. Por eso la violencia juvenil es ahora más sofisticada y especializada. Muchos jóvenes están más preparados en artes marciales, MMA, etc. La violencia, en ese sentido, puede ser más eficaz. Pero hay que ser más listo y sutil si uno quiere evitar ser detectado.
¿Qué justifica el uso de la violencia?
Nada, excepto quizás la defensa propia. Aunque este es el código convencional, legal, no el callejero. En la calle, la violencia es justificada de múltiples modos. En la calle la violencia es una forma de socializar, de medrar, de ligar, etc. En ciertos barrios, la violencia está más que justificada por la propia cultura e ideología, que surgen de la base material, de los grupos humanos que habitan dichos entornos y su forma de relacionarse.
¿Cuál es la relación droga-macarrismo?
Es una relación importante y significativa. Todo ser humano se droga, ya sea con tabaco, café, alcohol, etc. El macarra, sin embargo, está más vinculado a los consumos ilegales, puesto que es atrevido, vive en un marco de prohibición, y puede aspirar a lucrarse por medio del trapicheo o el robo (también de estupefacientes ilegales). El macarra y la droga suelen ir de la mano, aunque siempre hay excepciones, o macarras abstemios en todos los sentidos.
Los macarras, ¿es un tipo humano que nada tiene que ver con las mujeres?
Existen las mujeres macarras. Pero, en el caso del macarrismo, sin duda, los grandes ejemplares son masculinos. Esto se debe a que, aunque hombres y mujeres son relativamente similares en su agresividad, en el ámbito de la violencia extrema (hábitat del macarra) los hombres se llevan la palma. Por ello los macarras más visibles son hombres.
Macarra. Dicho de una persona: agresiva, achulada, vulgar, de mal gusto; rufián. Así define el diccionario la entrada. Pero más allá de lo semántico, la figura del macarra habita un imaginario con sus propios códigos de conducta, sus cabecillas, sus territorios, sus usos y tipos humanos. El antropólogo Iñaki...
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