1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

  315. Número 315 · Diciembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.690 Conseguido 99% Faltan 0204€

literatura

Predrag Matvejević: compromiso y mediterraneidad

En los 90 años del nacimiento del autor de ‘Breviario mediterráneo’

Marc Casals 20/09/2022

<p>El escritor croata Predrag Matvejević, autor de <em>Breviario mediterráneo</em></p>

El escritor croata Predrag Matvejević, autor de Breviario mediterráneo

Flickr

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El escritor croata Predrag Matvejević abre su ensayo Esos molinos (1977) con una metáfora inspirada en Cervantes: “En todas partes, la vida pública y cultural tiene sus molinos y sus caballeros de la triste figura. Las circunstancias nos llevan a ser unos u otros, a veces ambos al mismo tiempo. Los molinos giran, impersonales o indiferentes, cumplen una función dada. Los caballeros, impacientes y nerviosos, se refugian bajo sus toscas aspas o los embisten”. Matvejević, de cuyo nacimiento se cumplen 90 años en octubre, tendió siempre a la opción quijotesca. Defensor de los intelectuales represaliados en Europa del Este más allá de su ideología, alcanzó la fama internacional como autor de ensayos poéticos sobre el Mediterráneo, pero el auge de los nacionalismos que acabaría con su Yugoslavia natal le obligó a marcharse para vivir “entre el asilo y el exilio”. Aunque su oposición al nacionalclericalismo de la Croacia independiente le ha convertido en una figura incómoda en dicho país, sus libros se siguen leyendo en el resto del mundo y ha quedado como ejemplo tanto de compromiso político como de mediterraneidad.

Matvejević nació en Mostar (Bosnia-Herzegovina) en 1932 y, como toda su generación, fue un niño de la Segunda Guerra Mundial. Su madre era croata, pero su padre, Vsevolod, tenía una procedencia más compleja: “Ucraniano por origen; ruso por lengua y cultura; cristiano y ecumenista”, había abandonado su Odesa natal con los rusos blancos tras su derrota frente al ejército soviético. En la Mostar ocupada por las Potencias del Eje, su nacionalidad le hacía sospechoso, así que fue deportado a un campo de trabajo en el norte de Alemania, donde pasó cuatro años talando árboles y cargando troncos sin que su familia supiese de él. Buscando paliar la ausencia del padre, el pequeño Predrag le escribía cartas, pero, como no sabía adónde dirigirlas, simplemente ponía como destinatario: “Vsevolod Matvejević. Campo. Alemania”. Fueron sus primeros textos. “A veces”, recordaría después, “tengo la impresión de no haber hecho otra cosa en la vida que escribir cartas. Con frecuencia al destinatario equivocado”. Pese a su juventud, se alistó como correo en los partisanos del mariscal Tito, experiencia que cimentaría su compromiso con el socialismo y la yugoslavidad.

Salvo el dramático paréntesis de la guerra, la infancia de Matvejević fue la de todos los niños en Mostar, llena de baños y juegos a la orilla del río Neretva, que atraviesa la capital de Herzegovina. Una cincuentena de kilómetros más abajo de Mostar, el Neretva desemboca en el mar Adriático, por lo que Matvejević siempre tuvo una conciencia mediterránea: “Ese espíritu que invade el continente a través de las desembocaduras de los ríos, franjas de tierra donde hay una verdadera penetración del mar en el continente”. Como el resto de chiquillos, subía a diario al Puente Viejo, símbolo de Mostar, para contemplar el Neretva desde la altura, mientras a su lado, en el parapeto, se posaban las gaviotas procedentes del Adriático. Matvejević siempre defendió la mediterraneidad tanto de Bosnia-Herzegovina –“Una parte del Mediterráneo sin mar, una tierra montañosa y seca al filo de la gran agua”– como propia: “La mediterraneidad no se hereda, sino que se logra [...] No la dan solo la historia o la tradición, la geografía o la patria, la memoria, el legado o la fe: el Mediterráneo es un destino”.

En la Mostar ocupada por las Potencias del Eje, su nacionalidad le hacía sospechoso, así que fue deportado a un campo de trabajo en el norte de Alemania, donde pasó cuatro años

Durante los años 70, Matvejević hizo cuatro viajes a la Unión Soviética y aprovechó para buscar sus raíces, porque, al exiliarse, su padre había perdido el contacto con la familia. En su primera visita a Odesa, descubrió que el estalinismo no la había dejado indemne: su tío paterno había desaparecido en el gulag y su abuelo murió a causa de las secuelas poco después de haber sido liberado. Vsevolod estaba en el hospital tratándose un cáncer de garganta y Matvejević le escribía para contarle cómo era ahora la patria de la que se marchó. En estas cartas de intención literaria –publicadas en castellano bajo el título Entre asilo y exilio: epistolario oriental (Pre-Textos)–, la URSS aparece como una sociedad pobre, gris y burocratizada, donde los intelectuales supervivientes de la represión estalinista penan en los márgenes: “En la vida cotidiana reina lo banal”, diagnosticaba Matvejević, salvo por algunas conversaciones salpicadas de dobles sentidos y una ironía mellada, “amagos de una resistencia que solo puede ser pasiva”. Constataba que la ideología socialista había dejado de ser una vanguardia política y abogaba por un “socialismo con rostro humano”.

Matvejević, cuya primera obra fue una monografía sobre Sartre, había teorizado sobre el compromiso del intelectual y comenzó a ejercerlo tanto en la URSS como en su país, Yugoslavia. En la tradición de Voltaire y Zola, escribía cartas abiertas defendiendo la libertad de expresión artística de escritores censurados o perseguidos, fuese cual fuese su ideología: “Defendí la libertad de la palabra sin tener en cuenta en qué medida estaba de acuerdo con su emisor”. Sus intervenciones ante los poderosos buscaron siempre conquistar una mayor autonomía para la literatura. Publicó varias de esas cartas con el subtítulo Ejercicios morales, pero sin incluir la que le había puesto en mayor peligro: aunque valoraba a Tito por haber liderado la lucha antifascista y trazado un rumbo propio para Yugoslavia, le pidió que se echase a un lado y preparase su sucesión. La policía secreta comenzó a vigilarle y se lanzó una cruda campaña en su contra. La prensa afín al régimen le tildó de “genio maligno”, “epiléptico que blande un hacha”, “chamán o gurú”, sustentador de “tesis más peligrosas que el SIDA” y “donante gratuito de sangre ajena”, capaz de “arrancarle la cabellera a un hombre todavía vivo”.

Durante los años 70, Matvejević hizo cuatro viajes a la Unión Soviética y aprovechó para buscar sus raíces, porque, al exiliarse, su padre había perdido el contacto con la familia

Condenado al ostracismo y pensando en suicidarse, Matvejević empezó a escribir Breviario Mediterráneo (Destino, Anagrama), un libro que en nada se parecía a su obra anterior y que le llevaría a su máxima popularidad. Junto a la infancia del autor en Mostar, bebía de dos grandes fuentes, a saber, las descripciones que su padre, Vsevolod, le había hecho de Crimea cuando era pequeño y los veranos pasados en la ciudad costera de Šibenik, en Croacia: “De estos dos encuentros, el imaginario de los relatos de mi padre y el real de la orilla del Adriático, nacieron los dos discursos que constituyen Breviario mediterráneo: uno visual, concreto y otro imaginario y poético”. En el libro, que definía como “una tentativa de gaya ciencia”, Matvejević evoca con lirismo y erudición el Mare Nostrum, su paisaje de olas, vientos, islas, faros y muelles, pero también su representación en los mapas de los cartógrafos y el lenguaje de las poblaciones ribereñas. Lo abre un prefacio de Claudio Magris terminado en confesión: “Como potamólogo que, en Danubio, ha expresado antes que nada una profunda nostalgia del mar [...] no puedo más que envidiar fraternalmente al talasólogo Matvejević”. 

Matvejević continuó su singladura mediterránea con un libro dedicado a Venecia, por tratarse de la ciudad que había determinado la historia del Adriático, el mar que conocía mejor. Rehuyendo la trillada postal de canales y góndolas, optó por desplazar la mirada hacia lo nimio –los pilotes que orientan a los navegantes por la Laguna, el arenal donde van a morir las gaviotas, los hierbajos que crecen en las grietas de los muros, los jardines cerrados donde “anhelaban los solitarios y los amantes”– para reflotar una Venecia más allá del tópico. Siguió la misma estela con Nuestro pan de cada día (Acantilado), una historia cultural del pan que es a la vez una historia de las civilizaciones, desde su horneo y consumo en el Creciente Fértil, pasando por su consagración en la eucaristía cristiana, hasta llegar a su agónica escasez en el gulag. Los tres libros son de extensión breve y prosa depurada porque, comparando la escritura con la navegación, Matvejević no se consideraba un capitán de largas travesías, sino un simple marino al timón de un velero pequeño y frágil. “Además”, remachaba, “en mi barco no hay capitanes”.

Condenado al ostracismo y pensando en suicidarse, Matvejević empezó a escribir Breviario Mediterráneo, un libro que le llevaría a su máxima fama

En 1984, con Tito ya muerto, Matvejević publicó La yugoslavidad hoy, que despertó una atención inusitada en su país de origen. Este ensayo mostraba su preocupación respecto a la falta de debate público sobre los problemas que lastraban a Yugoslavia, porque el silencio podía dejar el camino libre a fuerzas capaces de destruirla y generar una violencia extrema como en la Segunda Guerra Mundial: “Teniendo en cuenta todo lo que la ha acompañado en el pasado, la yugoslavidad [...] no debe permitir bajo ningún concepto que se la apropien los unitarismos encubiertos, ni tampoco que la intimiden los nacionalismos”. A estos les imputaba como origen un sentimiento de fragilidad interna y se negaba a considerarlos valiosos de por sí: “El canibalismo también representa una particularidad, ¡pero no por eso es un valor!”. Para Matvejević, el valor no radicaba en la diferencia, sino en las relaciones entre diferencias. Con todo, una década más tarde sus temores se hicieron realidad y Yugoslavia se disolvió de forma trágica: “Estalló la guerra, a un tiempo nacional, civil y religiosa; a veces de conquista, otras de defensa; una guerra de memoria y venganza”.

Como había hecho siempre, Matvejević intervino en la esfera pública e incluso antes de que empezasen las hostilidades envió una contundente carta abierta a Slobodan Milošević: “Hoy solo la dimisión puede salvar su honor. Mañana ya no bastará y quizás solo le quede el suicidio”. Aunque se mantuvo firme en su yugoslavismo, la Guerra de Croacia despertó una parte adormecida de su identidad: “El drama del pueblo croata me ha devuelto el sentimiento por Croacia, pero no por cualquier Croacia. Jamás aceptaré ni el nacionalismo ni el clericalismo”. Tras remitir otra carta al presidente croata, Franjo Tuđman, advirtiéndole de que precisamente ese era el camino por el que conducía al país, la respuesta del poder fue expeditiva: en su buzón de Zagreb encontró tres disparos de revólver, acompañados de las pintadas “Asno rojo” y “Cerdo yugoslavo”. Sabedor de que corría peligro, se marchó primero a Francia y luego a Italia, un periplo para el que acuñaría la expresión “entre el asilo y el exilio”: “No era un asilo, porque no se lo pedí a nadie, ni un exilio, porque nadie me expulsó [...] Estaba entremedias, una posición para nada confortable”.

En 1984, con Tito ya muerto, Matvejević publicó La yugoslavidad hoy, que despertó una atención inusitada en su país de origen

Primero en Zagreb y luego en Roma, Matvejević acogía en su piso a los desplazados por la guerra en su Mostar natal. En 1993, como el resto de mostarcenses, quedó conmocionado cuando las tropas croatas destruyeron el Puente Viejo. De inmediato escribió una tribuna publicada en las grandes cabeceras internacionales donde evocaba su niñez y reclamaba la dimisión de Franjo Tuđman. Cuando visitó Mostar en 1998, la ciudad era un montón de escombros: “De los cascotes voy levantando piedras, esparcidas y hechas trizas. Toco muros agrietados y rotos. Repaso con los dedos superficies ásperas como si fuesen heridas”. Por haber quedado en la línea de frente, la casa de sus padres estaba en ruinas. Buscó la higuera cercana cuyos frutos, de pequeño, metía en un cesto trenzado con juncos del Neretva para regalarlos a vecinos y compañeros de clase; pero, del árbol de la infancia, cuajado de higos, ni siquiera encontró la raíz. Contemplando el río desde la orilla, sin el puente donde antes iban a posarse las gaviotas, se preguntaba con incomprensión: “¿Acaso junto a un agua tan clara los hombres pueden ser tan turbios?”.

Tras la caída del comunismo, Matvejević sostenía que numerosos países vivían una existencia póstuma. Los bautizó como “Mundo Ex”: “Un eximperio, numerosos exestados […] tantas exsociedades y exideologías, exciudadanías y expertenencias”. Allí se habían impuesto lo que llamaba “democraturas”, regímenes cuya apariencia democrática encubría un fondo autoritario basado en el nacionalismo y la religión. Matvejević continuó enfrentándose a ellos, sobre todo en la antigua Yugoslavia. Aunque, en 1999, se había opuesto a los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, en un acto en Belgrado con motivo de la reconstrucción del Puente Viejo denunció los crímenes de las tropas serbias en Sarajevo y Srebrenica. Los radicales presentes le derribaron y comenzaron a arrastrarle escaleras abajo, hasta que sus amigos intervinieron para salvarle del linchamiento. En 2005 publicó un artículo titulado Nuestros talibanes, donde nombraba a los intelectuales yugoslavos que habían azuzado el nacionalismo. Uno de ellos, croata, le llevó a juicio y Matvejević fue condenado por calumnias e injurias a cinco meses de cárcel, pero se levantó una oleada de protestas de escritores internacionales que forzó al tribunal a anular su decisión.

Al cabo de dieciocho años viviendo en Francia e Italia, en 2008 Matvejević decidió volver a Croacia contra la opinión de sus amigos. “¿Cómo no regresar allí?”, afirmaba, sobre todo a un país que consideraba no haber dejado de verdad: “Había permanecido siempre en mi corazón”. El buzón de su apartamento en Zagreb conservaba los tres disparos de revólver que alguien había descerrajado como aviso a Matvejević y, pese a su prestigio en el extranjero, la nueva intelectualidad nacionalista le ignoró. Quería escribir un libro sobre la disolución de Yugoslavia titulado El naufragio, pero el aislamiento en el que se hallaba sumido le hacía profundamente infeliz: “En mi casa estoy en el exilio, privado de asilo”. Tras una apoplejía ingresó en una residencia de ancianos, donde moriría en febrero de 2017. En un sarcasmo del destino, el cosmopolitismo balcánico-mediterráneo que profesó Matvejević durante toda su vida le llevó a terminar sus días con el mismo desarraigo que había observado en su padre, Vsevolod: “Se sentía como un ciudadano del mundo al que el mundo había dejado sin patria. Fue siempre un extranjero, aunque lo intentó todo para no serlo”.

El escritor croata Predrag Matvejević abre su ensayo Esos molinos (1977) con una metáfora inspirada en Cervantes: “En todas partes, la vida pública y cultural tiene sus molinos y sus caballeros de la triste figura. Las circunstancias nos llevan a ser unos u otros, a veces ambos al mismo tiempo. Los...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí