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El verano del sí
Todavía quedan algunos que entienden que una mujer paralizada por el miedo e incapaz de pronunciar palabra está prestando algún tipo de consentimiento
Ana Bibang 12/09/2022
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Pues sí, dentro de poco se acaba el verano, aunque por las temperaturas extremas y continuadas que estamos viviendo este año parece que vaya a ser eterno; como toda hija de vecina, servidora ha sudado la gota gorda, y está claro que no he sido la única.
El verano del 2022 ya es aquel en el que la propuesta de la ministra de Igualdad, Irene Montero, desembocó en la aprobación de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como ley de ‘solo sí es sí’, objeto de múltiples críticas, dimes y diretes y con una tramitación parlamentaria que recuerda a Juego de Tronos.
A muy grandes rasgos, la norma tiene como eje principal el consentimiento claro y libre de la víctima para determinar la existencia de agresión sexual, delito que se ve redefinido a la vez que reforzado por la supresión de la figura del abuso sexual; sin embargo, la ley ‘solo sí es sí’ va un paso más allá en la prevención y sensibilización respecto a la violencia sexual, poniendo énfasis en la tan necesaria educación afectiva, sexual y de género, así como disponiendo medidas de asistencia y protección a las víctimas, con especial atención a la violencia ejercida contra menores y también la que se perpetra de forma online, a través de redes sociales y diferentes entornos digitales.
Grandes rasgos, pero que permiten hacer reflexiones concretas.
Servidora no es quien para cuestionar el mejor y superior criterio de juristas especializados que plantean dudas de fondo sobre lo ajustado a Derecho de la norma que nos ocupa, pero una vez discutida, tramitada y aprobada la ley, esta que lo es, se convierte en una ciudadana receptora del contenido del nuevo texto legal y sometida a su imperio, así que desde esta condición y en mi opinión, la ley ‘solo sí es sí’ es necesaria.
Entiendo necesario definir el consentimiento de forma clara y expresa, ya que, al parecer, todavía quedan algunos que entienden que una mujer paralizada por el miedo, incapaz de pronunciar palabra y con una expresión facial similar a la de Sissy Spacek en Carrie, puede consentir en la situación que le ha llevado a semejante extremo, por no haberse resistido o no haber dicho “no”.
Pues ahora hará falta un “sí” y no hace falta ser ingeniero aeroespacial en la NASA para entender que la letra de la ley no reclama una repetición continuada de monosílabos afirmativos, basta con que la persona muestre su asentimiento de forma entendible por cualquier Homo sapiens con un mínimo de entendederas.
Es más, dado que la versión perversa del Homo sapiens ni siquiera sabe lo que significa consentir, ni se espera que lo sepa, pero sí que sabe intoxicar bebidas o esperar agazapado como un buitre carroñero a que el consumo voluntario de estupefacientes haga su efecto y de este modo obtener provecho sexual, se les hace saber que su despreciable actividad se denomina sumisión química y es un delito.
Mención aparte merecen los especímenes que emplean tiempo y pericia en llevar a cabo pinchazos a mujeres. Pese a que aún no se puede confirmar objetivamente el móvil sexual de esta práctica, es cuando menos inquietante y, por descontado, delictiva.
Así que, frente a la existencia de estas situaciones, la ley ‘solo sí es sí’ se me antoja un instrumento de protección y defensa frente a la violencia sexual.
Hasta donde sabe quien escribe estas líneas, tras un verano en el que las denuncias por pinchazos a mujeres han estado a la orden del día hasta contabilizarse 2.000 denuncias en toda Europa y más de 100 de ellas solo en España, no se han habilitado mecanismos extraordinarios de prevención o control en el acceso a locales y lugares de ocio, salvo alguna medida puntual en fiestas patronales; en cambio, sí que he presenciado con gran preocupación cómo dos casos en los que la agresión sexual ha quedado acreditada judicialmente y confesada por sus autores, para los que la Fiscalía solicitaba inicialmente pena de cárcel, se saldan con acuerdos de conformidad que disponen la no entrada en prisión de los agresores, a cambio de una indemnización económica para la víctima, el compromiso por parte de los agresores de no volver a reincidir y realizar un curso de educación sexual. Impresionante.
Impacta ver lo tortuoso del camino hacia la promulgación de una ley y lo fácil que se habilitan vías de acuerdo y resolución sobre la comisión de hechos muy graves que pueden sentar precedentes realmente preocupantes.
Pero pese a todo, hemos llegado al verano del sí.
Y en este punto creo obligado recordar que, para alcanzarlo, se empezó a caminar en el verano del año 2016 y por aquel entonces la violación a una mujer por parte de un grupo de cinco hombres necesitó de un periplo judicial largo, costoso y doloroso, acompañado de una importante protesta social, para ser reconocida como tal.
Pero se consiguió y se llegó hasta aquí. Ya lo creo que sí.
Pues sí, dentro de poco se acaba el verano, aunque por las temperaturas extremas y continuadas que estamos viviendo este año parece que vaya a ser eterno; como toda hija de vecina, servidora ha sudado la gota gorda, y está claro que no he sido la única.
El verano del 2022 ya es aquel en el que la...
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Ana Bibang
Es madrileña, afrodescendiente y afrofeminista. Asesora en materia de Inmigración, Extranjería y Movilidad Internacional y miembro de la organización Espacio Afro. Escribe sobre lo que pasa en el mundo desde su visión hipermétrope.
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