1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

cuentos cotidianos

La mirada amable de Hebe Uhart

Fue una escritora más preocupada por comprender a esos animales tan extraños y desconcertantes que somos los seres humanos que por juzgarlos

Rubén A. Arribas 1/11/2022

<p>Hebe Uhart. </p>

Hebe Uhart. 

Ministerio de Cultura de Argentina

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Atípica como ella sola. La lectura de las algo más de mil quinientas páginas que suman los volúmenes Cuentos completos (2020) y Crónicas completas (2021) de Hebe Uhart, publicados ambos por la editorial Adriana Hidalgo, nos devuelve el reflejo de una escritora muy alejada del estereotipo intelectual argentino. Aunque se licenció en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires en pleno subidón sartreano, Uhart (1936-2018) prefirió interesarse por lo doméstico, el lenguaje campero, el barrio, el indigenismo o la zoología antes que ejercer de cosmopolita ciudadana del París del sur, bilingüe en psicoanálisis y estructuralismo. De hecho, fiel a su lugar de nacimiento y crianza, Moreno (provincia de Buenos Aires), se autodefinió como “mujer suburbana” y como tal ejerció toda su vida. 

Si algo la deslumbró fue su continente, y no Europa. A pesar de sus raíces italianas y vascofrancesas, nunca demostró gran interés por su vínculo europeo ni por lo que se cocinaba culturalmente aquí. Si bien estuvo en España, viajó por Italia o la invitaron a la Feria del Libro de Frankfurt, y escribió sobre ello, cualquiera de esas crónicas carece del ingrediente principal de la mejor Uhart: su proverbial empatía latinoamericana, un factor muy estimable en alguien que echaba de menos una fraternidad y unidad similar a los tiempos de la colonia.

Esa empatía puede rastrearse fácilmente en sus crónicas. Por ellas sabemos que su viaje iniciático fue en tren con una amiga a Bolivia cuando tenía 20 años, y también sabemos que visitó varias veces a su familia en Perú, lo que aprovechó para escribir sobre Lima y Arequipa o interesarse por el quechua. Asimismo, sabemos que su gran amor fue Paraguay, cuya gente alegre y vital le fascinaba, algo llamativo si consideramos el escaso aprecio que Argentina tiene por su vecino del noreste. Uhart, fiel a este amor paraguayo, escribió varias crónicas sobre Asunción, se interesó por “la hermosa cadencia del guaraní” y siempre tuvo una palabra amable para este país.

Su pulso tiene algo de impresionista y rara vez contempla otra estructura para organizar la información que empezar por fijarse en algo

También tuvo buena conexión con Chile, donde trabó amistad con escritores como Alejandra Costamagna, Diego Zúñiga o Alejandro Zambra, y donde recibió el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2017. Con todo, su otro gran amor fue Uruguay, donde residió unos años y colaboró con El País Cultural, lo que le permitió escribir sobre Tacuarembó, Piriápolis, Rivera o Minas, y familiarizarse con la cultura del país. En Minas, por ejemplo, siguió el rastro de Juan José Morosoli, un cuentista al que admiraba por haber tratado magistralmente temas como “la variedad de etnias, sus psicologías, el nomadismo, la relación campo-ciudad”, y además por haberlo hecho con el lenguaje del campo. Es decir: encontró en Morosoli un precursor, un referente.

Una cronista muy subjetiva

En cualquier caso, Uhart destacó por ser una excelente viajera de cabotaje, pues se especializó en conocer pueblos diminutos y desconocidos de su país. “A mí me gustan los pueblos chicos, porque son abarcables, porque se los camina y se los conoce”, leemos en El estilo en la miradael perfil que escribió Mariana Enríquez sobre ella. Por eso mismo, sus crónicas sobre lugares minúsculos como Irazusta –con un inicio memorable– o Tapalqué –digna del teatro del absurdo– brillan a un nivel que no encontramos cuando habla de Río de Janeiro, Quito o La Habana.

Según Enríquez, prologuista de Crónicas completas y gran lectora uhartiana, la razón hay que buscarla en una cuestión social: “En los lugares más chicos la gente está dispuesta a saciar la voraz curiosidad de la escritora: ella pregunta, quiere saber; charlar con ella es ser entrevistado”. He ahí el gran motor de su escritura: una curiosidad inagotable.

De hecho, sus crónicas transmiten que escribe para indagar sobre un tema que le interesa a ella, y no tanto pensando en el público general o en si el texto se publicará en un periódico. Su pulso tiene algo de impresionista y rara vez contempla otra estructura para organizar la información que empezar por fijarse en algo, dejarse llevar y escribir hasta que considera que es momento de parar. “Soy medio turista, medio notera y medio perro de la calle”, apuntó mientras caminaba por Montevideo.

Se tomaba tanta libertad que Leila Guerriero, en su perfil “Hebe Uhart, la escritora oculta”, incluido en Plano americano (Anagrama, 2018), anotó: “A veces llega a esos sitios con contactos previos pero otras no, y entonces desenfunda un estilo que podría definirse como el de ‘cronista arbitraria’: entra a un café o se sube a un taxi y pregunta por un ‘referente cultural’, o por ‘cosas para ver’, y le dicen: ‘Hable con el profesor tal’, o ‘vaya al museo’. Y ella va”.

Semejante improvisación parece impensable en cronistas más canónicos, como Martín Caparrós, Leila Guerriero o Jon Lee Anderson. Quizá por eso muchos textos de Uhart suenan a diario de viaje, a cuaderno de campo o incluso a borrador para un cuento. Seguramente, ella se defendería mentando a sus dos grandes maestros en el género: el brasileño Rubem Braga, de quien solía destacar su sencillez, subjetividad y libertad, y el peruano Julio Ramón Ribeyro, cuyas prosas apátridas admiraba porque aunaban reflexión, observación y narración.

La incertidumbre del narrador remite a Felisberto Hernández, con quien compartía el asombro por lo cotidiano

Observar monos a los 80

Uhart publicó libros de crónicas entre 2011 y 2017, es decir, cuando tenía ya más de 75 años. También cuando el fervor que profesaban por ella Enrique Fogwill, Elvio Gandolfo y otros había logrado trocar la etiqueta de cuentista de culto en la de mejor cuentista argentina. En ese momento, Uhart abandonó el cuento y se pasó a la crónica. Según explicó, sintió que ya no tenía más que contar y que prefería viajar, actividad que siempre le había resultado propicia para escribir. Aunque hubo un último libro de cuentos en 2013, Un día cualquiera, el tramo final de su obra lo constituyen media docena de libros de crónicas, dos de ellos monográficos sobre sendas obsesiones: las comunidades indígenas y los animales.

La lectura de esos dos volúmenes deja claro que Uhart supo anteponer el deseo personal a las presiones de la actualidad o del interés ajeno: escribió sobre lo que le dio la gana, a su aire, sin importarle nada más que trazar su camino. Uno de los senderos de ese camino pasaba por comprender mejor el país pluricultural, plurilingüe y pluriétnico donde vivía; recorrerlo con sus crónicas tiene mucho de indagar sobre lo criollo y lo indígena, y no solo sobre ese clásico que es la enorme migración europea de los siglos XIX y XX.  

La Argentina que nos enseña Uhart es un vasto territorio diverso donde adquieren visibilidad el barrio de El Obrador, con mucha población toba y situado en una gran ciudad como Rosario; la enseñanza bilingüe en guaraní –en un colegio de Corrientes– o en wichí –en la Universidad Nacional de Formosa–, o las historias personales de mapuches radicados en Los Toldos, El Bolsón o Bariloche.

El otro sendero discurre por visitas a zoológicos, entrevistas a personas con mascotas o lecturas de primatólogos como Frans de Waal o Roger Fouts. A sus 80 años, como si le hubiera dado prisa por emular a Jane Goodall. Cuando menos, resulta chocante esta vocación tardía. Con todo, en su notable texto “Nuestros parientes”, le da forma a una idea relevante: la inteligencia es un instinto que se refina, y no algo absoluto que se tiene o no; si observáramos más a los monos, apreciaríamos que todo es cuestión de matices y gradaciones. Curiosamente, esa idea caracteriza su mundo narrativo.

Onomatopeyas y estornudos

Entre 1962 y 2013 Uhart escribió y publicó libros de cuentos y novelas cortas que le proporcionaron un sólido hueco en el panorama literario. Y  consiguió abrirlo a pesar de su bajo perfil público, su poca habilidad para negociar con las editoriales o el intento de algunos por menoscabarla acusándola de ser alcohólica, estar loca y ser una persona difícil de tratar, o de escribir textos naíf. Como recoge Leila Guerriero en su perfil, Ricardo Piglia dio buena cuenta en Blanco nocturno (Anagrama, 2010) de su estatura literaria: “No me gustan los escritores demasiado satisfechos. La mejor tradición de la literatura argentina está construida en esas vacilaciones: es el narrador incierto de Borges o de Hebe Uhart”.

En el caso de Uhart, la incertidumbre del narrador remite a Felisberto Hernández, a quien solía referirse como “mi maestro” y con quien compartía el asombro por lo cotidiano; lo que era aburrido para otros, a ellos dos podía producirles una epifanía hondamente filosófica. Del escritor uruguayo tomó, entre otras, la idea de que es preferible evitar los adjetivos si estos categorizan y cierran el sentido, en vez de abrirlo y matizarlo. Mejor rodear –merodear– los conceptos antes que adjetivar de manera taxativa.

Como Chéjov, Uhart desconfiaba de los personajes que se mostraban explícitos en cuestiones políticas

Otras dos lecturas que acompañaron la perplejidad uhartiana son las de Simone Weil y Antón Chéjov. De la filósofa y activista francesa habló en su famosa conferencia “¿Para qué le sirve Simone Weil a los escritores?”, pronunciada en la Universidad Diego Portales (Chile). También hay múltiples referencias a ella en Las clases de Hebe Uhart (Blatt & Ríos, 2015), de Liliana Villanueva, libro fundamental para asomarse a su concepción literaria. La influencia de Weil puede sintetizarse en una cita clásica de La gravedad y la gracia (Trota, 2007): “No juzgar. Todos los defectos son iguales. No hay más que un defecto: carecer de la facultad de alimentarse de luz. Puesto que, abolida esa facultad, todos los defectos son posibles”.

En cuanto a Chéjov, también muy presente en el libro de Villanueva, la influencia tiene que ver con el amor de este por sus personajes. En sus talleres de escritura, Uhart insistía mucho en este punto: quien escribe debe esforzarse en querer y comprender al personaje, por alejado que esté de su sensibilidad. De ahí que valore tanto el típico narrador chejoviano que ejerce como testigo imparcial y muestra a los personajes tal y como son, en especial a través de lo que hacen y por cómo hablan.

Además, como Chéjov, Uhart desconfiaba de los personajes que se mostraban explícitos en cuestiones políticas. Llevando al extremo este punto, la narradora del cuento “Él” afirma que “se conoce mucho más íntimamente a las personas por las onomatopeyas o por el modo de estornudar que por las más variadas ideas que puedan sustentar”. Aunque una pizca hiperbólico, el pensamiento está bastante cerca del meollo de su programa literario.

Saber escuchar, saber respetar

Por suerte, además de por las onomatopeyas y los estornudos, Uhart nos muestra a sus personajes por cómo hablan. De ahí que su literatura sea todo un ejercicio de oído lingüístico. Si bien el lector puede quedarse en lo colorido o pintoresco de ciertos giros orales, Uhart utiliza estas marcas lingüísticas como puerta de entrada al otro. Ella escucha, observa y selecciona la frase que nos revela quién es, qué le preocupa o cómo entiende el mundo su personaje. Ese es su trabajo como escritora.

Por ejemplo, en “Teresa”, una mujer boliviana nos relata su viaje migratorio (en realidad, se lo cuenta a otra mujer, que no habla, así que es como si se lo contase al lector). Con un tono mesurado, Teresa nos habla de que unos “hombres rudos” le han retenido la documentación en el hotel “por puro prejuicio” y se encomienda a Nuestra Señora de Copacabana para que la hija con la que ha viajado sea argentina algún día. También nos habla de que supo tener marido, pero “que no agregaba”, una manera sucinta de contar que la golpeaba y que hace 20 años que no sabe nada de él y no la ayudó con la crianza de los hijos. De hecho, ha tenido que dejar a los otros dos a cargo de un “padre cura” en La Paz.

Detalle tras detalle, Teresa se nos revela como una mujer que lidia animosa con las dificultades, algunas tan inesperadas como su anhelo de conseguir más trabajo “cuando domine el ascensor”, al que le tiene miedo porque una vez “se quedó entorpecido en medio de lo oscuro” y desde entonces le “quedó esa desazón”. Es tan genuina en su manera de contarse a sí misma que nos hace cerrar los ojos y respirar hondo cuando pregunta en voz alta: “¿Yo podría poner un letrero, como esos que he visto en la librería, donde pondría: ‘Se ofrece señora para trabajos domésticos solamente en departamentos del piso bajo’?”.

Las narraciones de Uhart huyen así de las certezas rotundas y cuestionan una manera de entender el mundo

He ahí no solo el oído narrativo de Uhart en acción, sino una muestra del respeto y cariño que tenía por sus personajes, muchos de ellos inspirados en personas reales. Antes de estereotipar a Teresa como inmigrante o analfabeta tecnológica, prefirió pensar que había algo que no sabía o que se le escapaba sobre ella y, en vez de enjuiciarla con la rotundidad de quien cree saber, eligió –al menos en el cuento– dejarla hablar y pedirnos que la escuchemos. Las narraciones de Uhart huyen así de las certezas rotundas y cuestionan una manera de entender el mundo, la de quienes, como leemos en otro cuento, “Ella, él, el hijo”, juzgan al prójimo “con tanta naturalidad como si hubieran nacido con esa sabiduría”.

Asimismo, eligió narrar ese algo que desconocía –eso que aprendía del otro– con un moderado tono optimista, muy alejada de lo que llamaba el efecto tragedia. Pese a que su vida estuvo marcada por la muerte temprana de su padre, su hermano y un par de primos, así como por la mala fortuna en amores o por una tía con esquizofrenia paranoide, Uhart hizo de la alegría una militancia escrita. No es solo que sus textos se caractericen por la mesura, la falta de solemnidad y por el buen humor, sino que, como señala Eduardo Muslip en el prólogo de Cuentos completos, ella apostó por mostrar lo que había “de vivo y vibrante en los personajes”. Antes que en la gravedad de sus defectos, incidió en lo grácil de su luz.

En ese sentido, Uhart fue una escritora de mirada amable, más preocupada por comprender a esos animales tan extraños y desconcertantes que somos los seres humanos que por juzgarlos. No hay página de sus crónicas y cuentos que no pueda leerse como un canto a nuestra cotidianidad, en especial a la de las clases populares, y a lo mucho de extraordinario que hay en ella si sabemos apreciarla con ojos curiosos y asombrados. No por nada, la frase final de su cuento más emblemático, “Guiando la hiedra”, no solo resume su obra completa, sino que anuncia la más bella y concisa despedida del dolor que se haya escrito: “Arre, hermosa vida”.

Atípica como ella sola. La lectura de las algo más de mil quinientas páginas que suman los volúmenes Cuentos completos (2020) y Crónicas completas (2021) de Hebe Uhart, publicados ambos por la editorial Adriana Hidalgo, nos devuelve el reflejo de una escritora muy alejada del estereotipo...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí