Suma Flamenca (II)
Y en el principio fue el baile…
Varios flamencos no han tenido problema en pormenorizar en escena el papel que Madrid ha jugado en sus vidas. Hemos escuchado estos días cante por caracoles, encumbrado por Antonio Chacón hace un siglo
Pedro Calvo 16/11/2022
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Se acabó el jamón. La Suma Flamenca bajó el cierre con paseíllo final dedicado a la danza flamenca. Y en el principio fue el baile, que estaba ahí antes de que el flamenco existiera como género. Todas las citas con el baile flamenco han terminado con el público puesto en pie y aplaudiendo a placer, largamente. Al menos en Madrid, la cosa flamenca gusta con avaricia desde que los primeros tablaos aparecieron por aquí a comienzos del siglo XX. No es extraño que la mayoría de artistas que han participado en esta edición que tiene a Madrid como referente hayan coincidido en afirmar públicamente lo mucho que le deben a esta capital. Y algunos flamencos no han tenido problema en pormenorizar en escena el papel que Madrid ha jugado en sus vidas. Varias veces hemos escuchado en estos días de otoño ese cante por caracoles encumbrado hace un siglo por el mítico Antonio Chacón. Un estilo hoy apenas resignificado, exultante también en las voces actuales:
“Cómo reluce
la gran calle de Alcalá
cuando suben y bajan
los andaluces”.
Antes de llegar a lo de la bata de cola, momento es de hablar de dos vibrantes espectáculos, muy creativos y novedosos. La música encuentra su camino hacia la belleza gracias al talento de una pareja de artistas como Diego Amador y José María Bandera. O como Rosario La Tremendita formando pareja consigo misma. Diego Amador, de los Amador de las 3.000 Viviendas sevillanas, hermano de los rompedores Rafael y Raimundo de Veneno y Pata Negra, se ha metido en esta a hermosa aventura “Paqueando” junto al exquisito tocaor José María Bandera, escudero de Paco de Lucía durante más de una década. Son dos músicos solventísimos y brillantísimos que levantan el repertorio de Paco de Lucía –con su genial aroma y corazón– en formato de piano y guitarra flamenca. El resultado quita el hipo. Diego regaló también con mucho temple unos cantes por camaronerías, de las minas o de la fiesta. Y sonaron los geniales temas de Paco, tan cargados de sentido pero en otra lengua instrumental, carnal y sublime.
No menos impresionante es el espectáculo de La Tremendita, tanto el del set acústico como el de tralla con batería y bajo eléctrico. Rosario es la que toca el bajo, por lo que suena doblemente eléctrico. Magnífica cantaora, con estilo personalísimo y cuna trianera, hizo más que nada los temas de su arrollador doble álbum “Tremenda. Principio y Origen”, obra que era objeto de presentación. Canta esta mujer con una fiebre y un estilazo que apabullan. Una voz con mucho conocimiento que consigue alzar dos horas de recital con la pegada del mejor rock, que, por otra parte, también es buen paño que se conoce Rosario, un tornado en escena. Tremendo carácter, rompiéndose:
“De mi cuerpo haré yo cenizas
y muero cuando diga yo”.
Antes de llegar a las noches del baile, debo aclarar un percance. Me falló la vista. Más de un año esperando la cita con el oftalmólogo que la gestión sanitaria de esa señora Ayuso en Madrid ha convertido en un suplicio. Y pasó lo que tenía que pasar: las cataratas se me vinieron arriba –o abajo, no lo sé bien– antes de que se haya materializado la cita con el ansiado oftalmólogo. Sucedió en el espectáculo de María Pagés: mis ojos, o no veían, o veían cosas alternativas. Vaya aquí mi testimonio de lo visto y entrevisto, con algunas desconcertantes visiones triples (toda una experiencia de luz y color sin necesidad de ingestas químicas).
La sevillana María Pagés, gran bailaora y gran intelectual de la danza flamenca, acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes junto con Carmen Linares. Y en la ceremonia de entrega vimos a las dos flamencas formar el taco. Su espectáculo de riguroso estreno, “Alcalá 94”, es fruto de la colaboración con el escritor y coreógrafo El Arbi El Harti. Siete estampas que atrapan lo que María aprendió del baile y de la vida aquí en Madrid, cuando siendo una quinceañera se vino de Sevilla al foro escoltada por su madre y su abuela. Todo me pareció exquisitez expresionista, con fuertes claroscuros, en este espectáculo poderosísimo, penetrante, geométrico y minimalista. Minimalismo en las formas dentro de todo lo sobrehumano que abriga el lenguaje escénico de María Pagés. Todo lo que vi –o creí ver– me pareció tan hermoso como la música. Un destilado de arte mayor de una grandísima bailaora que tiene a bien ser también una gran atleta. El cuerpo de María y su carga simbólica despliegan una intensidad magistral, jugando a ser escultura en movimiento. Su cuerpo es una pintura de la que brota la vida. Magnífica la música de “Alcalá 94” con un formato original: cante, violonchelo, violín, percusión y la rica guitarra de Rubén Lebaniegos. Tiempo habrá de verlo con precisión.
Más suerte para mis gastados ojos hubo la noche anterior en el homenaje a la Tati, casticísima maestra y gran bailaora madrileña. Maestra, por ejemplo, de la maestra María Pagés. En su homenaje hubo un colorido número de tributo a cargo de algunas alumnas venidas de varios rincones del mundo mundial. Francisca Sadornil Ruiz (Madrid, 1945) debutó siendo niña en los tablaos de la capital macerando su arte al lado de figuras como Pericón de Cádiz y Perico del Lunar. Décadas vendrían después bailando por todo el mundo, formando parte de espectáculos propios y ajenos con lo más granado del cante y el toque. La Tati es artista con mucha historia y carisma, muy querida de Madrid, y en la noche de su homenaje, engalanada con unos vistosos trajes de calle, devolvió ese cariño bailando un par de números rebosantes de sabiduría, sabor y grandeza. A su homenaje acudió un piquete de indiscutibles figuras y amigos: Rafael Riqueni, María Terremoto, Marco Flores, José Mercé, Gerardo Núñez, Capullo de Jerez, La Truco, Juan Villar y Joaquín Grilo. Un homenaje al que se sumó el público entregado. Y, entre tanta emoción contenida o liberada, el Grilo remató con un baile sazonado en el buen humor, que siempre es una bendición. La Tati lleva décadas de poderío en el santoral del baile flamenco de los madriles.
La bailaora jerezana Mercedes Ruiz puso en escena una obra tótem de la guitarra flamenca: “Tauromagía” (1988), álbum insuperable del llorado maestro Manolo Sanlúcar. El también jerezano Santiago Lara –por años escudero de Manolo Sanlúcar– ocupó el lugar del maestro con una solvencia y un dominio impecables. La música fue excepcional; el baile, muy notable, aunque no siempre encajaba con el imaginario de los momentos taurinos que inspiran la obra. El comienzo me pareció una fantasía subacuática. Quizá resulte un poco sacrílego, hablando de flamenco, pero quede claro que hace muchas décadas hice apostasía de la llamada fiesta nacional. No me gusta ver morir a nadie. Ni en el ruedo ni en ninguna parte.
La Suma Flamenca se cerró con el espectáculo “Color sin nombre”, del bailaor madrileño José Maya. Empieza la función en modo pictórico: el escenario recrea el espacio de la Capilla Rothko en Houston (Texas). El decorado replica los fascinantes e hipnóticos cuadros morados que el gran pintor norteamericano Mark Rothko –punta de lanza del expresionismo abstracto– realizó para ese espacio consagrado a la espiritualidad inclusiva. La forma de la capilla es octogonal, y de ahí la peculiar distribución de los bancos donde se sientan los músicos. Baila José Maya, poderoso y espléndido, inspirándose en la música y en el soporte videográfico. Los números cuentan con imágenes espectaculares de tormentas o volcanes. Una buena idea –ensamblar baile y tecnología– que necesita depurarse. Canta también José Maya en su espectáculo, espoleándose con la voz mientras baila. Y las dos cosas las hace bien: cantar y bailar. En su cuadro musical encontramos al conmovedor cantaor asturiano Rafael Jiménez “Falo”. Siempre es puro bálsamo escucharle:
“Si la nieve que cae cubre las rosas…”.
Buen cierre para una edición de la Suma Flamenca 2022 tan preñada de arte. Despedimos al flamenco hasta el año que viene sin tristeza porque ya estamos en abigarrados días de jazz. Y vienen muchos más. Les sigo contando mientras mis ojos puedan.
Se acabó el jamón. La Suma Flamenca bajó el cierre con paseíllo final dedicado a la danza flamenca. Y en el principio fue el baile, que estaba ahí antes de que el flamenco existiera como género. Todas las citas con el baile flamenco han terminado con el público puesto en pie y aplaudiendo a placer, largamente. Al...
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Pedro Calvo
Periodista chusquero. Nací en Cuatro Caminos (Madrid), en 1954. Vengo de los felices tiempos del estajanovismo plumilla. Me dio por escribir de músicas y de la tele. Tengo el humor ahí. Una manía. En RNE me dejan ponerme fino delante del micro.
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