
Imagen de una noria.
PixnioEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Querida comunidad de CTXT:
Como buena millennial, he perdido la cuenta de todas las crisis existenciales que me han ido asaltando en los últimos lustros de mi vida. Me van a permitir que me explaye un poco en este punto. Una de mis comidas de tarro recurrentes está relacionada con mi dedicación profesional durante la postrera década al sector del cuidado infantil, actividad laboral que todavía hoy me empeño en compaginar con mi trabajo en la redacción de CTXT. Es una labor, por desgracia lo sé muy bien, horriblemente considerada y aún peor remunerada, precarizada hasta el infinito y con unos horizontes poco halagüeños. Y es al pensar en todas estas cosas cuando, con frecuencia, una nube oscura cruza mi mente. “Estoy perdiendo el tiempo”. “Debería dedicarme a otra cosa”. O, aún peor: “Estoy desperdiciando mi vida”.
Desperdiciar la vida es uno de esos temores que casi todo el mundo tiene más o menos soterrado en el cerebro, esperando el momento más inoportuno para emerger. Los libros de autoayuda, casi siempre cimentados sobre el individualismo más atroz, han ayudado a imbuirnos de la creencia de que vivir es como tener un ticket de acceso para un día en el parque de atracciones y, en consecuencia, una ha de aprovechar para montar en la mayor cantidad de aparatos posible antes de que caiga la noche, sin que nada más importe.
Y sin embargo, cuando me siento aplastada por todos esos pensamientos, un relámpago zigzagueante acaba resplandeciendo tras la nube negra, un grito desde otra parte de mi cerebro, apenas una breve epifanía: cuidar niños no es un desperdicio porque me hace feliz. No voy caer en la estúpida trampa de vender mi actividad como algo subversivo o revolucionario, porque las mujeres llevamos cuidando gratis o casi gratis desde que el mundo es mundo. Pero, con independencia de la mejorable remuneración, las condiciones laborales o las nefastas perspectivas de futuro, los niños me gustan. No solo me gustan: encuentro un sentido a lo que hago con ellos, es una labor que me hace sentir útil y en paz con mi conciencia, que aleja de mí el sentimiento ominoso de estar formando parte del grasiento engranaje de un sistema criminal y perverso. Debería bastar con eso.
Es curioso, pero creo que con CTXT sucede algo parecido. Más allá de que nuestro trabajo aquí nos permite a los miembros del equipo comer y pagar las facturas, CTXT tiene, creo, sentido por sí mismo. Y no es que no me sienta horriblemente pesimista a veces. A menudo, ante la influyente omnipresencia –y casi diría omnipotencia– de los medios de comunicación cloaqueros, los dramas de egos y superhéroes que okupan a los informadores madrileños –a veces de medios de izquierdas–, y la publicidad de alarmas antiokupas, yo me siento francamente derrotada. ¿De qué sirve –rumio con desesperación– intentar exponer a esos tramposos, o simplemente alimentar otros relatos desde nuestra modestísima posición? ¿No será esto un desperdicio? ¿No estaremos despilfarrando el tiempo y el dinero? ¿Acaso pinta bien el futuro?
Bueno, he decidido que en realidad no importa. Nos hace felices esta labor y aspiramos a hacerles felices a ustedes de algún modo. O a serles útiles, al menos. Queremos hacer un periodismo que tenga sentido –aunque a veces nos equivoquemos, sí–, una labor de comunicación que no forme parte de la sucia maquinaria que aplasta nuestras vidas y que nos exhorta a diario a elegir entre ser apisonados o convertirnos en apisonadoras nosotros mismos. Quizá con eso debería bastar. Quizá, después de todo, no estemos malgastando nuestro ticket de un día en el parque de atracciones.
Así que, querida suscriptora o querido suscriptor, gracias por estar ahí, por apoyarnos económicamente, por leernos con atención, por escribirnos cartas cariñosas y no tan cariñosas. Seguiremos aquí, porque, cuando una lo piensa bien, seguir resistiendo no es ningún desperdicio. Les mando un abrazo a todas y todos,
Adriana T.
Querida comunidad de CTXT:
Como buena millennial, he perdido la cuenta de todas las crisis existenciales que me han ido asaltando en los últimos lustros de mi vida. Me van a permitir que me explaye un poco en este punto. Una de mis comidas de tarro recurrentes está relacionada con mi dedicación...
Autora >
Adriana T.
Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío. Autora de ‘Niñering’ (Escritos Contextatarios, 2022).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí