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Manifestación en defensa de la sanidad pública madrileña.
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Querida comunidad contextataria:
estos días se han cumplido 20 años (¡ya!) del desastre del Prestige. En los medios de comunicación, y también en algunos centros culturales como el Museo Reina Sofía, se ha recordado vivamente tanto el hecho catastrófico como los movimientos de respuesta a que dio lugar: me refiero por supuesto a Nunca Máis y a la “marea blanca” de voluntarios de toda España que acudieron a las playas gallegas a ayudar con la limpia de chapapote.
Me atrevería a decir que por su masividad e inclusividad, por su carácter alegre y desafiante, Nunca Máis fue el precursor de todos esos movimientos tan importantes que llegaron después, desde el “no a la guerra” de 2003 hasta el 15M de 2011. Fue el arranque, pues, de una secuencia de movimientos que cambiaron la faz de nuestro país para siempre.
Durante estos mismos días otra marea blanca tomaba las calles de Madrid, esta vez contra el desmantelamiento neoliberal de la sanidad pública. Quizá sea el primer gran obstáculo con que se topa Ayuso en el gobierno de la Comunidad de Madrid: un movimiento muy amplio y transversal que valora la sanidad como bien público y universal, que rechaza un modelo de sociedad donde sólo tiene derecho a la atención sanitaria quien se lo puede pagar. Ayuso tiene muchas y buenas razones para temerle a algo así, porque no se trata de un movimiento social claramente identificado a la izquierda, sino de un sentido común en movimiento capaz de contagiar incluso dentro de su base de votantes.
Me pregunto si hay conexiones entre estas “mareas blancas” que aparecen en nuestro país con 20 años de diferencia. Creo que sí. La diversidad social, el protagonismo de la sociedad frente a los partidos y las organizaciones, la intergeneracionalidad, su mínima expresión identitaria y su amplia inclusividad, la alegría a la hora de tomar la calle como afecto básico, la creatividad individual y colectiva…
Me animo a formular la siguiente cuestión: ¿podríamos decir que en estos movimientos se insinúa algo así como una “tercera España” capaz de romper, aunque sea sólo por un momento, las polarizaciones que organizan el mapa de las posiciones en nuestro país desde hace décadas?
Una suerte de España-guadiana que no tiene representación política o mediática fija y establecida, pero que aparece de pronto para modificar decisivamente el paisaje mental y político de nuestro país, volviendo luego a desaparecer. Ese guadiana se habría hecho visible también en la respuesta a la manipulación política del atentado de 2004 en Madrid, en la ola feminista más reciente o incluso en el 1 de octubre de 2017, cuya amplitud hace que no lo podamos considerar simplemente como un fenómeno nacionalista.
La realidad política española se nos presenta cotidianamente como un tablero de ajedrez: PP o PSOE, izquierda o derecha, gobierno u oposición. “¿Y tú, de quién eres?” Siempre hay dos bandos y hay que elegir. La lógica del tablero nos tienta siempre a lo mismo: a no partir de lo que sentimos y pensamos, sino de los términos predeterminados del bando de nuestra elección. A hacer del tablero de ajedrez nuestro escenario mental, a pensar desde una lógica de bandos en disputa, a definirnos a la contra y no desde la autonomía de una voz propia.
Por el contrario, las mareas blancas son expresiones autónomas de una sociedad en movimiento que se mueve con ritmo propio. Responden a las catástrofes de nuestro mundo logrando conjugar masividad y radicalidad. Transgreden las fronteras –ideológicas, geográficas, identitarias– que nos separan y debilitan a diario. Pelean por lo común (o “lo de todos”) sin alimentar nuevas exclusiones. Y no cristalizan nunca en partidos o bandos, sino que los desbordan a todos al activarse.
¿Es pensable algo así? ¿Un sujeto político evanescente no definido sólo por un “quiénes” (somos) o un “qué” (pedimos), sino también por un “cómo” (hacemos)? Un “cómo” que habla de otros modos de salir a la calle, de interpelar a cualquier persona más allá de las clasificaciones a priori, de estar juntos los que son diferentes.
Un “cómo” que nos llena a todos de alegría al activarse, porque de pronto corre el aire allí donde nos estábamos asfixiando…
Un saludo,
Amador Fernández-Savater
Querida comunidad contextataria:
estos días se han cumplido 20 años (¡ya!) del desastre del Prestige. En los medios de comunicación, y también en algunos centros culturales como el Museo Reina Sofía, se ha recordado vivamente tanto el hecho catastrófico como los movimientos...
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Amador Fernández-Savater
Es investigador independiente, activista, editor, 'filósofo pirata'. Ha publicado recientemente 'Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política' (Ned ediciones, 2020) y 'La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política' (Akal, 2021). Su último libro es ‘Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar’ Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en www.filosofiapirata.net.
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