Realismo social
El rescate de Dolores Medio
En este país nos merecemos conocer una parte importante de nuestra literatura, que fue primero silenciada y luego olvidada
Sofía García-Hortelano Martín-Ampudia 31/03/2023
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Amarillo Editora acaba de rescatar a una gran narradora española: Dolores Medio (1911-1996). Ha sido un acierto, por parte de la editorial, elegir, entre las obras de esta autora, El pez sigue flotando, que no había vuelto a publicarse desde el año de su aparición, en 1959. Reeditar Nosotros, los Rivero, la novela con la que Dolores Medio obtuvo el premio Nadal en 1952, hubiera sido algo redundante, pues en muchas casas de este país conservan este libro, del que se llegaron a vender 50.000 ejemplares en un año. Lo que demuestra que Dolores Medio fue en su tiempo una autora de éxito, casi una superventas.
Hay que agradecer a Amarillo Editora por elegir tan bien y por editar con tanto esmero El pez sigue flotando. Agradecerle que mantenga expresiones con laísmos o leísmos, que respete la puntuación original, que haya compuesto el texto de un modo que nos permite leerlo con facilidad. Agradecerle, de paso, haber conseguido crear un catálogo valioso, con este amarillo que da nombre a un sello que imprime tan cuidadosamente sus libros.
Dolores Medio escribía literatura de verdad. Fue novelista de enorme potencia, y una exponente del realismo social de los años cincuenta y sesenta, una de las más fértiles corrientes de la literatura española.
La lectura de El pez sigue flotando, al igual que la de otras novelas de su misma tendencia, también recuperadas de un tiempo a esta parte (como La mina de Armando López Salinas, o La piqueta de Antonio Ferres), desmonta el discurso con que en España se ha pretendido relegar a un plano inferior la literatura del realismo social y del realismo socialista. Agonizaba Franco cuando los “modernos” se dedicaron a motejar la literatura del realismo social como “literatura de la berza” y a decir de ella que era sectaria, aburrida, plana, carente de recursos estilísticos y de complejidad, nostálgica y pesada, y que encima se metía donde no debía: en la política.
El pez sigue flotando es literatura de la buena. Una novela brillante, profunda, apasionante
Esto último es lo único cierto, si bien lo gracioso es que quienes lo sostienen lo dicen, por supuesto, desde posiciones políticas. ¿O es que dedicarse a hablar de los sentimientos individuales en un mundo supuestamente perfecto no es política? ¿No lo es pretender que, como hay libertad de expresión, no hay necesidad de criticar al poder, de generar un contrapoder?
La verdad es que, a pesar de quienes desdeñan presuntuosamente el realismo social, El pez sigue flotando es literatura de la buena. Es una novela brillante, profunda, apasionante, a su modo sofisticada y compleja. Venga del pasado o se proyecte en el futuro, lo que refleja la angustia de sus personajes es un presente de plomo, sin asomo de nostalgia. Y se trata, por supuesto, de una novela política.
Sorprende la estructura de la novela: trece personajes que se nos presentan protagonizando cada uno de los treinta y cinco capítulos. En realidad treinta y cinco escenas, con el nombre del protagonista titulando cada escena.
Trece personajes que se alternan creando un contraste muy medido por la autora. Ese contraste entre escena y escena, entre protagonista y protagonista, no es en absoluto caótico. La diversidad de situaciones narradas no hace perder a la novela su unidad. Hay un único clima narrativo del que van participando los personajes, algunos de forma esporádica, en un único capítulo, otros de forma reiterada, en cuatro o seis. Todos para explicarnos la vida en Madrid en los años 50, en un edificio del barrio de Chamberí, en la calle Medellín, concatenando los episodios a través de elementos comunes: el patio de vecindad, en el que cada vecino ve a los demás a través de su ventana; la portería de la vivienda, que privilegia a quien la ocupa en preguntarse por todos ellos; los cantares de Benita, que inundan el patio entero, y la narración más vertebral del personaje de la escritora, Lena Rivero, un alter ego de la autora, que abre y cierra el libro.
El pez sigue flotando narra con sencillez un espacio común. Sus trece personajes mantienen entre ellos relaciones unas veces directas (amistades, amores insatisfechos) y otras indirectas (envidias, suposiciones, desplantes a través del patio, de lo que ven oyen y piensan, de lo que imaginan y de lo que saben). Todos ellos comparten el ambiente agobiante de la España franquista, que cierra todo horizonte de cambio o de huida. Los hay que sobreviven en la pobreza, y los que disfrutan de una pequeñísima holgura económica, todos hundidos en una enorme miseria moral.
Los niveles de explotación a la que se ven sometidos la prostituta, el hombre anuncio, la mecanógrafa absorbida por las extensas jornadas de trabajo a que la obligan los cuidados que debe dispensar a su anciana Tata, son narrados con bisturí, diseccionando cada dolor, en una serie de estampas de literatura social en las que la carga del trabajo se hace a veces insoportable.
Y luego está la angustia existencial de la escritora con escasos recursos, la enorme soledad del dueño de la mercería, la necesidad que una joven burguesa tiene de ocultar su trabajo para eludir el control de su suegra. Tribulaciones de una clase media deprimida que contrastan con los problemas de una clase trabajadora que ocupa las áreas realquiladas o las más pequeñas viviendas del edificio: el fracaso de las aspiraciones laborales de un portero, la soltería a la que se condena socialmente a una modista enganchada a la máquina de coser, las dificultades que a un empleado plantea la noticia de su paternidad.
Conviene tener en cuenta que la literatura de Dolores Medio es enormemente autobiográfica, un dato que se constata al comparar sus novelas con sus libros de memorias y entrevistas, su literatura con su vida.
Dolores tuvo una vida de novela, una vida determinada por las circunstancias históricas que padeció, a tal punto que el recurso al elemento biográfico era en su caso decididamente acertado y valiente.
Dolores tuvo una vida de novela, a tal punto que el recurso al elemento biográfico era en su caso decididamente acertado
Nacida en el seno de una familia burguesa de Oviedo, Dolores Medio fue una mujer a la que el derrumbe de la economía familiar, superpuesto al que supuso, cuando ella tenía trece años, la muerte de su padre (un indiano que perdió sus ahorros por la quiebra de un banco de Asturias y que invirtió todo lo que le quedaba en un negocio de ultramarinos que se incendió), la obligó a trabajar mientras hacía estudios de magisterio, como institutriz en Lugo y cuidando a una anciana maestra en Llanes.
Dolores fue una maestra imbuida de los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Ejercía su labor en la localidad asturiana de Nava, cuyo párroco la denunció acusándola de atacar la religión, la patria y la moral y de hacer propaganda de ATEA, la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias.
Tras la muerte de su madre en 1937, y terminada la Guerra Civil, empezó a escribir y a publicar. En 1945 obtuvo el premio Concha Espina por uno de sus cuentos. Poco después se trasladó a Madrid, pidiendo una excedencia temporal. Pensaba que en la capital iba a poder escribir y publicar con más facilidad. Cuando obtuvo el Nadal decidió no volver a las aulas y dedicarse enteramente a la escritura. En Madrid, gracias al desahogo económico que el Nadal le proporcionó, llevó en la medida de lo posible la vida de una mujer libre, fiel a sus convicciones, frecuentadora de la bohemia semiclandestina de la ciudad.
La censura se cebó con algunas de sus obras (Diario de una maestra) y no perdió la oportunidad de meter la tijera en otras. En 1963 Dolores fue encarcelada durante mes y medio por manifestar su apoyo a los mineros en lucha. Fue conducida a la cárcel de Ventas en un furgón lleno de prostitutas y mecheras, con las que estableció una cálida relación. A partir de ella escribió una gran obra de memorias, Celda común, que no vería la luz hasta 1996, el mismo día en que ella falleció. Ese mismo año 1963 en que fue encarcelada comenzó su trilogía Los que vamos a pie en cuyo primer volumen, Bibiana, narra los hechos por los que fue detenida.
En el prólogo de su libro de memorias En el viejo desván (1991) confesaba Dolores Medio haber tenido una vida sentimental “intensa, pero desdichada”, algo que transparentan sus personajes femeninos, a menudo trasuntos de su propia personalidad: mujeres independientes, mujeres que buscan la libertad de vivir para escribir.
Es un acto de justicia la nueva edición de El pez sigue flotando. Esperemos que provoque una recuperación, mediante nuevas reediciones de sus novelas y memorias, de la figura de Dolores Medio. En este país nos merecemos conocer una parte importante de nuestra literatura, que fue primero silenciada y luego olvidada.
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Este texto reelabora las notas tomadas para la presentación del libro El pez sigue flotando en Madrid, el pasado domingo 19 de marzo, en la librería Sin Tarima. En el acto intervinieron también el escritor José Esteban y la editora del libro, Ester Vallejo.
Amarillo Editora acaba de rescatar a una gran narradora española: Dolores Medio (1911-1996). Ha sido un acierto, por parte de la editorial, elegir, entre las obras de esta autora, El pez sigue flotando, que no había vuelto a publicarse desde el año de su aparición, en 1959. Reeditar Nosotros, los...
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