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It was a very good year es una canción perpleja. Fue compuesta por Ervin Drake, en 1961, para el grupo Kingston Trio. Era un grupo muy de una época que empezó entonces, y que se alargó hasta los 70. El grupo eran tres hombres vestidos con camisas de leñadores, que cantaban una suerte de folk con pretensiones sensibles. Canciones sin ritmo, de sentimientos sobreactuados, y que demandaban mucho tiempo y espacio para ser escuchadas. Todo ello suponía lo que los negros de Vietnam denominaban, para huir de todo ello, incluso de Vietnam, música para blancos. Esos grupos, por lo que sea, triunfaron en todo el mundo, y dibujaron algo extraño, caduco y de fácil olvido. La canción, no obstante, tenía una semilla magnífica, brillante, que hizo que germinara en otro mundo completamente diferente. La canción tenía, tiene, algo que la hacía entrar en ese grupo de canciones que, cuando bajas las escaleras de un local y las escuchas, sientes una caricia, o un golpe, en la nuca, momento en el que pierdes el hilo de la conversación, y te dejas absorber por esa letra y música, que te cuentan algo que ya sabías, pero de una forma inapelable y certera, como si nadie hubiera dicho eso antes nunca jamás. La canción debía de tener algo, en verdad peculiar e incuestionable, en fin, si atendemos al hecho de que en 1965 fue seleccionada para sí por Sinatra, un gran seleccionador de canciones, un hombre con una gran nariz para las canciones, esos objetos cerrados y autosuficientes, que la integró en un disco. Fue seleccionada como single por el propio Sinatra, y en 1966 recibió el Grammy a la mejor canción de interpretación masculina. Ese Grammy fue importante para Sinatra. Sinatra, que no fue siempre cantante, que tuvo que dejar de cantar por una importante lesión en la garganta, que perdió varias generaciones de público con su silencio musical, recuperaba su público, ampliado, otra vez, a varias generaciones. Si hoy sabemos de Sinatra, si hoy nos interesa su aportación a algo que no existía antes de él, algo más amplio que el swing, algo cercano al jazz, algo de gran calidad musical, algo con buenas letras, algo narrado con voz de adulto, muy vívida y vivida, es, tal vez, por esa canción. Una canción que es un antes y un después. Nadie recuerda el éxito, lejano, de Sinatra anterior a esa canción. Y todo el mundo recuerda los éxitos posteriores, empezando por el inmediatamente posterior a It was a very goog year: Strangers in the night.
La canción son cuatro estrofas, muy simétricas, en las que no paran de repetirse las palabras it was a very good year. Todo ello evita el engorro fatigoso del estribillo, esa cosa que tanto odiaría también, años después, el punk. La canción consiste en una voz masculina, que explica el paso del tiempo, aludiendo a cada edad vivida a través de un tipo de mujer distinta. Quien canta no es un coleccionista de tipos, sino diversas edades, diversos tipos, en el trance de describir a sus compañeras de juegos en cada parada del tren vital. Los juegos aludidos, a su vez, son de una delicadeza absoluta. La canción tiene un truco curioso que, como sucede con los atajos, no es necesario conocer: Drake, el compositor, la hizo de un tirón, en menos de una hora, pues esa canción aludía a su esposa, una gogó con la que había vivido todas las épocas de su vida. En la primera estrofa, bellísima, se asientan las reglas de juego. De la canción, y de la vida. La voz explica que, “cuando tenía 17 años, / fue un año muy bueno”. “Fue un año muy bueno para las chicas de una ciudad pequeña. / Y para las noches de verano”. Él, convertido en todos ellos y todas ellas explica que, juntos, “Nos escondíamos de las luces”. En la segunda estrofa, la canción gana calidad e imágenes en verdad turbadoras. El autor recuerda sus 21 años. “Fue un año muy bueno, / fue un año muy bueno para las chicas de la ciudad, / que vivían en la escalera, / con todo ese cabello perfumado / que, de repente, se deshizo”. En la tercera estrofa la voz explica sus 35 años. “Fue un año muy bueno. Fue un año muy bueno para las chicas de sangre azul”. Esas chicas “eran independientes” y, juntos “nos íbamos en limusinas. / Sus chóferes conducían”. En la cuarta, se baja un tanto el nivel poético. No hay mujeres, y el hombre queda reducido a un barril de vino, un buen vino envejecido, que “se derramó dulce y claro”. Con esta imagen trillada, que da una calidad y un sentido, tal vez excesivos, al paso del tiempo, finaliza la canción. La versión de Sinatra. La que le permitió volver hasta nosotros, aún hoy. La que fue galardonada, lo dicho, con un Grammy.
Y, en efecto, es una canción estremecedora, sobre el paso del tiempo, que finaliza de forma amable. Lo que crea la sensación de que a la canción le falta algo. Una pieza. Esa amabilidad final, sugiere eso, al menos. Sugiere que la propia amabilidad final tuvo que ser un esfuerzo, para que Sinatra llegara hasta nosotros, para que la canción fuera galardonada. Y, en efecto, así tuvo que ser, pues la canción original, la compuesta por Ervin Drake, añadía un último verso. No era ni siquiera una estrofa. Era un solo verso, salvaje, duro, sin piedad, que rellena el espacio vacío tras la última estrofa, demasiado de segunda mano, demasiado diferente a las otras tres estrofas. Ese último verso, que convierte la canción en una joya, en algo que te siega la conversación cuando bajas las escaleras de un local, que te acaricia o, mejor, te golpea la nuca, es este: “It was a mess of good years”. Esto es, “Fue un desorden, un desastre de buenos años”.
It was a very good year es una canción perpleja. Fue compuesta por Ervin Drake, en 1961, para el grupo Kingston Trio. Era un grupo muy de una época que empezó entonces, y que se alargó hasta los 70. El grupo eran tres hombres vestidos con camisas de leñadores, que cantaban una suerte de folk con...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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