1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Identidades

Odio San Isidro

La fiesta reivindica una tradición que a muchas nos es ajena, que se inventa costumbres donde no caben las que vinieron de fuera, que pretende ser integradora en un madrileñismo que ni siquiera se conoce a sí mismo

Irene Zugasti 13/05/2023

<p>Varias personas en las fiestas de San Isidro con la vestimenta tradicional en 2015. / <strong>Foto: Félix Moreno Palomero | Ahora Madrid</strong></p>

Varias personas en las fiestas de San Isidro con la vestimenta tradicional en 2015. / Foto: Félix Moreno Palomero | Ahora Madrid

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Amigas, compañeras, habitantes, visitantes de Madrid: ¿hay algo peor que San Isidro? Pregunto. Sí. Sí que lo hay. San Isidro en campaña electoral.

Ruego de antemano que me perdonen este desahogo centralista y aguafiestas todas las lectoras que no son de la capital, pero es que alguien tenía que decirlo. Es la segunda vez en la etapa reciente de esta villa y corte en la que convergen las fiesta patronales y las electorales, condenando a quienes no tenemos más remedio que vivir aquí a sufrir este folclorismo forzado llevado al esperpento. Días de mítines en la pradera de San Isidro, rosquillas listas haciéndose las tontas y rosquillas tontas que quieren parecer listas, vestidos horrorosos, claveles de plástico, chalecos estampados de pico de gallo, tíos con boina, Ramoncín dando un pregón, en fin, un infierno en la tierra en nombre de un santo labrador que no le importaba a nadie.

Quizá ser de Madrid no tenga que ver con la postiza arrogancia chulapa, sino con una firme y resignada voluntad de resistencia

Entiendo perfectamente la necesidad de las madrileñas de tener algo que celebrar. En una región que nos maltrata continuamente, en una ciudad inhabitable que vive aún de estirar ese falso relato de la acogida, está indefensión aprendida tan nuestra hace que nos conformemos con poco: un prado, quizá una plaza, un lugar donde encontrarnos, emborracharnos, bailar un agarrao, ponernos una flor en el pelo; un día sin cole, sin trabajar, una canción, qué sé yo: una identidad colectiva que nos haga sentirnos mejor con el lugar donde vivimos. Yo misma lo intenté, y me puse el mantón de manila alguna vez, pero confieso que me sentí ridícula, forzada, disfrazada, más cerca del cosplay que del folk. No sé si Madrid es España dentro de España, o si, por el contrario, es más bien su rompeolas con plomo en las entrañas. Pionera en los peores experimentos neoliberales, a menudo abandonada y dada por perdida, otras veces disputada con más o menos éxito, pero que ahí está, sin rendirse. Madrid, qué bien resistes no es solo una copla republicana, es la certeza de que aquí no vivimos, aquí, resistimos: cuando cierran el centro de urgencias el fin de semana, cuando te echa el casero, cuando el ascensor social te arroja escaleras abajo, cuando te cierran el centro social, cuando te deja tirada el Bicimad, cuando llegas a casa derrotada de cansancio y fantaseas con otras vidas en exilio, que podrían ser más fáciles, mejores. Quizá ser de Madrid no tenga que ver con la postiza arrogancia chulapa, sino con esa firme y resignada voluntad de resistencia.

Hablando de chulapos, confieso que apenas conozco gatos o gatas de siete apellidos madrileños, y los que conozco y evocan historias de abuelos en Chamberí, de golfos de Malasaña, de manolas y chisperos de Lavapiés, de un Madrid castizo de boticarios, serenos y tabernas, me resultan completamente ajenos, pues me hablan de una ciudad que sólo conozco por las novelas. Mi Madrid –y sospecho que el de muchas, muchísimas personas– tiene más que ver con éxodos rurales a lomos de una borriquita, con barrios de suelo embarrado, con nostalgia de olivares o de páramos manchegos, con largos viajes en vagones de metro abarrotados, con familias hacinadas en pisitos de ladrillo visto. Me siento más cómoda en ese Madrid que sus habitantes se ganaron palmo a palmo, pelea a pelea, porque el Madrid vecinal y bravo que se desmanteló entrados los ochenta nació de sus márgenes, de sus periferias, y no de su altanera capital. Quien lo desmanteló, por cierto, no fue el Partido Popular, vaya vaya, que aquí no hay playa, sino el socialismo de Leguina o Tierno Galván, que patrimonializó y dinamitó los barrios combativos haciendo bandera metafórica y literal de eso de que quien no esté colocado, que se coloque. Y al loro.

Mi amigo Rafa Villaragut, politólogo y estudioso del asunto con quien comparto la grima a San Isidro, cuenta siempre que fueron las élites madrileñas del XIX las que cogieron una vestimenta y baile traídos de Centroeuropa con aires escoceses (el schotis, que criticaba Pío Baroja) para apropiárselo. Les parecía más refinado que las jotas castellanas, las seguidillas –de origen morisco– o las rondas que cantaba la gente del campo y que tenían poca enjundia para lucirse en la capital. Los chulapos vendrían después, representando un lumpenproletariat urbano elevado a mito por gracia de los señoritos pijos que escribían couplé. Un poco como quienes se maravillan ahora de Pirri, Vaquilla, Torete o Butano. Otras teorías hablan de la construcción de un orgullo castizo como opuesto a lo afrancesado, otra de nuestras ironías, porque aquí hay quien se felicita el 2 de mayo, un levantamiento que no sé si fue tan popular ni tan épico como nos cuentan, pero que al final del día terminó por honrar las cadenas y condenar el progreso, y en su versión contemporánea, por humillar a Bolaños.

Fueron las élites del XIX las que trajeron el schotis de Centroeuropa porque parecía más refinado que las jotas, las seguidillas o las rondas

Me cruzo estos días con niñas y niños con trajes de todo a cien, con pandillas de chavales ataviadas con claveles y litronas, con jubiladas poderosas vestidas de goyesca. Y me alegro, claro, porque en este ritual artificioso también hay algo bonito, y legítimo, porque el derecho a la alegría a veces tiene que vestirse de chulapo, y porque al fin y al cabo, es una fiesta pagana de siembra y labranza, que alegra lo que nos queda de primavera. Aunque no entienda la gracia de un folclore que se limita a una canción o dos (¿alguien sabe algo más que el estribillo del Pichi, un chotis que, bien leído, es la oda a un proxeneta?) y a un baile insoportable en el que una mujer queda subida a una baldosa con un tío girando alrededor, una coreografía que tenían que enseñarnos en el recreo porque en realidad nadie en su casa tenía ni idea ni de cómo se bailaba. 

Villaragut dice que no fue hasta los 80 o 90 cuando, de la mano de la autonomía de la Comunidad de Madrid –antes provincia castellana– se exacerbó esta tradición tan poco tradicional que hasta entonces era patrimonio de dos o tres distritos de la ciudad. Había, supongo, que justificar la identidad de una región convertida en capital del capitalismo, como la invocan los propios economistas liberales que así la bautizaron, un triángulo fabricado para la acumulación de riqueza y recursos, un Barad-dûr de siete estrellas, una torre negra para gobernarlos a todos. Este mismo año he descubierto que existe un postre que Ayuso anunció orgullosa, la Corona de la Almudena, patrona de la ciudad. Algo raro pasa en Madrid que ni las madrileñas conocíamos la existencia de ese bollo que, sospecho, se han inventado en las pastelerías de postín del centro de la ciudad para recordarnos que si no hay tradición, ya la ingenian ellos.

No hace tanto, una parte de la izquierda madrileña pretendió acuñar un chulapismo progresista y popular, en un intento de cohesionarnos en torno a ese municipalismo transformador que en paz descanse. Aquello salió regular. El problema fue quizás, que se forzó esa identidad fingida, entre el organillo del Pichi y el saca el whisky Cheli, con el error de reivindicar lo que no se conoce, ni se aprecia, ni nunca fue nuestro. Pudo ser una buena idea, –no lo dudo– que funcionara del Portillo a la Arganzuela, entre Laclau y Lina Morgan, pero creo que fracasaba más allá de la M-30, y que, como la Movida, quedó para los pijos que jugaban durante un ratito a no serlo, ayer con mallas de leopardo, hoy con trajes de chulapa. Con permiso, claro está, de la gente de Carabanchel. Pero ahora ya es un poco tarde para el chotis.

No hace tanto, una parte de la izquierda madrileña pretendió acuñar un chulapismo progresista y popular. Aquello salió regular

El Madrid de San Isidro reivindica una tradición que a muchas nos es ajena, que obvia lo que ha pasado en esta región los últimos ochenta años, que se inventa costumbres donde no caben las que vinieron de fuera –de todos los fueras– para levantar la ciudad a costa de partirse el lomo, y que pretende ser integradora a costa de un asimilacionismo, de un madrileñismo, que ni siquiera se conoce a sí mismo. Los límites del Madrid de San Isidro se parecen demasiado a los límites del Madrid de Mario Vaquerizo en ese spot de la Comunidad en que vendía una ciudad de emprendedoras, cócteles en azoteas, compras en boutiques y cenas en Little Caracas. Quizá se estire un poquito más, poniendo la frontera en las terrazas de Arganzuela o en el disputado voto PAUer de La Gavia y Montecarmelo, pero ambos siguen siendo igual de excluyentes. 

Quizá no sea necesario forzar a Madrid a ser una cosa que nunca ha sido, o quizá, antes de reapropiarse de lo popular, habría que ver qué es lo que de verdad queremos hacer con ello. No creo que en Vallekas bailen muchos chotis, ni falta que les hace teniendo la Karmela, pero allí sí hay un folclore y una identidad que envidio, a la que no le ha hecho falta trajes de lunares ni dulces tradicionales para saber defenderse a sí misma y construir proyectos perdurables. Ese es quizá, el folclore que a mí me interesa, que tampoco es decimonónico, ni tiene pedigree ni siete apellidos, que se mete en líos, que a menudo pierde las batallas, pero que sirve para cuidar lo común y protegerlo de las toreras embestidas. Ojalá en Madrid capital, a este lado privilegiado del río –donde confieso, yo también vivo– pudiéramos construir algo así. Aunque, si fuera posible, un poquito menos hortera.

Me acuerdo de Gloria Fuertes diciendo eso de No puedo decir: Madrid es mi tierra, tengo que decir mi cemento, –y lo siento–. Pero no quiero ser gruñona, que ha empezado la campaña y hay quien, como San Isidro, cree en los Milagros, y hasta en los conversos. Así que, que no se enfaden mis amigas, entusiastas del clavel y el calimocho, que se merecen disfrutar lo que dure esta fiesta, como tanta gente se agolpa en la Pradera. A falta de algo mejor, este finde iré a Carabanchel, que me han dicho que tocan unos de Villaverde que se llaman Camela. 

Amigas, compañeras, habitantes, visitantes de Madrid: ¿hay algo peor que San Isidro? Pregunto. Sí. Sí que lo hay. San Isidro en campaña electoral.

Ruego de antemano que me...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Irene Zugasti

Iba para corresponsal de guerra pero acabé en las políticas de género, que también son una buena trinchera. Politóloga, periodista y conspiradora, en general

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Sol

Ricardo Aguilera

2 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. juan-ab

    Lope de Vega, en homenaje al mozárabe Isidro, nacido en un Madrid musulmán, se refiere a su nacimiento y dice que “Isidro era un hombre alto y dispuesto, en un hogar humilde, que se casó con María de la Cabeza, trigueña de ojos garzos”. Su felicidad suscitó la envidia: un labrador al servicio de la misma casa que Isidro lo acusa ante su señor, el caballero Juan de Vargas, de indolencia. Fue el amo a comprobar la acusación y se sorprendió al ver a Isidro arando con seis ángeles. En “alfayomega” nos cuentan: “Nace el niño de María e Isidro y su padrino será Iván de Vargas. A sus expensas se celebra el convite bautismal con mazapán y fuentes de oro. Isidro continúa con sus afanes y, una noche de invierno, con la nieve cubriéndolo todo, le encomiendan llevar trigo a los molinos del amo «por falta de harina y pan». Por el camino, Isidro alimenta a las palomas blancas que encuentra en un árbol con el trigo para la molienda; no obstante, al llegar a su destino halla el costal milagrosamente repleto de grano. Los labradores aguardan a Isidro para el almuerzo; como se rezaga, le apartan su ración sin saber que llegará acompañado de los pobres que ha ido encontrando. Los cofrades le reconvienen por ello; sin embargo, al ir a por la comida, ven que la ración ha crecido notablemente.” De un hombre humilde que alimenta, con lo que no es suyo, a las palomas un día de crudo invierno, y que se acompaña de los pobres que salen a su paso, es para presentarle respetos. Ojalá reaparezca el próximo día 28, papeleta en mano (multiplicada en todas las urnas). ¿Qué tendrá que ver Isidro con cualquiera de esos chulapos que se exhiben por su pradera? (Que hasta Yolanda Díaz acuda ‘ad hoc’ al campo de juego, “cando endexamais vestiu pano, xubón, saia nin pololos cando as festas do apóstolo Santiago, patrón de Galiza”, resulta, más que decepcionante, esclarecedor). Gracias, Irene, por tus estupendos artículos.

    Hace 1 año 2 meses

  2. Fernando

    Artículo magistral, gracias.

    Hace 1 año 2 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí