lírica
Vuelve ‘A rachas’, la poesía completa de Carmen Martín Gaite
La memoria, el tiempo y su feminismo quedaron plasmados en la obra de una autora que supone una rotura de molde, un descarrilamiento, en la literatura del siglo XX
Andrea Toribio 15/07/2023
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Vuelve A rachas, un volumen con la poesía completa de Carmen Martín Gaite, esta vez en La Bella Varsovia, y en la edición de José Teruel. Así que hagamos algo de memoria en estos días, ¡que son días de celebración! Son numerosas las monografías, los volúmenes de ensayo crítico, las reediciones modernas de algunas de sus novelas, así como múltiples los encuentros dedicados a preservar el legado de Carmen Martín Gaite. No obstante, ¿alguien ha comprobado las dimensiones bibliográficas que ha generado su obra? Caray. El conjunto de notas eruditas a propósito de nuestra autora es extenso.
“Los artistas, antes de llegar a ser conocidos”, dijo Roland Barthes, “deben pasar por un pequeño purgatorio mitológico: primero hay que poderlos asociar de manera maquinal a un objeto, a una escuela, una moda o una época de los que, para la opinión común, sean precursores, fundadores, testigos o símbolos”. ¿Fue Martín Gaite fruto de una moda literaria de época? ¿Lo es ahora? Y, de ser así, cómo pudo sobrevivir, en palabras del profesor José Teruel, a aquellos “varones sesudos de su generación, de los que tantos estímulos recibió, pero frente a los que también necesitó afirmar su poética”. Carmen Martín Gaite eligió construir un hogar en la palabra con el fin de alumbrar un estilo propio. Los distintos géneros literarios que cultivó aspiraron a convertirse en un espejo en el que poder reflejarse. Nunca trató de emular, copiar, imitar, asemejarse, integrarse. En cualquier caso, la relación que estableció con sus compañeros de generación no sería otra que contemporánea, de profundo y mero diálogo con el tiempo que les tocó vivir. Carmen Martín Gaite supone en la literatura del XX una rotura de molde, un descarrilamiento. Un milagro. Libertad del vivir, libertad al crear.
Carmen Martín Gaite eligió construir un hogar en la palabra con el fin de alumbrar un estilo propio
Carmiña frecuentó, como decía, diversos géneros que le permitieron vehicular su experiencia a través de un lenguaje literario, y plasmó en su obra sus incertidumbres, algo que permite organizar su producción a nivel interno y sospechar de la carga biográfica. Sin embargo, ¿qué hay de la distancia que interpuso entre su realidad y la ficción? Carlos Uxó concluyó que sus obras “se caracterizaban por girar en torno a una serie muy limitada de temas recurrentes”, “aunque” –añade– “es posible observar una constante renovación en su tratamiento”. Pero la aparición continuada de estos temas, ¿solo ocurría en sus novelas? Intereses, obsesiones y manías que, todo sea dicho, trazaban un laberinto que comenzaba y acababa en la configuración de su identidad. ¿Qué hay de sus ensayos? ¿Y de sus cuentos? ¿Qué hacer con la poesía, su teatro? ¿Sus traducciones…? En definitiva, ¿qué le ofrecía a Carmen Martín Gaite la literatura para la recreación de la vida, que no le suministrarán otras formas de vida?
La “renovación en su tratamiento”, que comentó Carlos Uxó, residió en continuar narrándose a sí misma el cuento desde otra perspectiva. Así consiguió expandir sus reflexiones literarias, al otorgarles un carácter transversal. La búsqueda de interlocutor, la memoria, el tiempo o su feminismo quedaron fijados en su obra, al asentarse en un discurso general disgregado, fragmentario. En esta misma línea, creo que en Carmen Martín Gaite la estructura de su producción literaria es el reverso de una biografía intelectual, en claro contraste con su ser más personal, que reposa no sin ciertos matices, ya no tanto en un género, sino en un medio, casi un hábitat, sus Cuadernos de todo.
La inclinación de Carmen Martín Gaite hacia un género u otro depende de las bondades comunicativas que este le brinde. La forma y el tono eran para ella una garantía de calidad a la hora de entablar una conversación con su lector. Cada tipo literario le aportó un enfoque distinto que subraya el grado de parentesco que existe entre sus escritos. Más allá de las posibles conexiones que el lector intuye entre sus textos, se observa un diálogo entre los géneros para tratar determinados asuntos. Recuerdo ahora uno de los casos más llamativos sobre esta cuestión: el de Ignacio Aldecoa. La relación que Carmen Martín Gaite tuviese con el autor de Young Sánchez se materializó de forma muy distinta. Al artículo necrológico de 1969 –que, más tarde, figuraría compilado junto a otros textos en La búsqueda de interlocutor (1973)– se le sumó otro también de naturaleza periodística, ya en 1976. El leitmotiv del amico morto regresaría en 1994 en un ciclo de conferencias para la Fundación Juan March, culminando su periplo con la publicación ese mismo año de un volumen titulado Esperando el porvenir y publicado en Siruela. (Por cierto, otro aviso: a finales de junio podremos disfrutar de las conferencias completas, también en Siruela, en un título llamado De viva voz.)
Las aproximaciones de Carmen Martín Gaite a los géneros literarios quedan condicionadas a la eficiencia de los mismos para comunicar el “yo” de la autora, tanto para sí misma, como para los demás. Ahora que se publica nuevamente su poesía, fijo la mirada en ese apartado literario suyo. ¿Es una prima lejana en su escritura o una hermana menor? Sobre esto, recordemos que su primera publicación fue un poema titulado “La barca nevada” para la revista salmantina Trabajos y Días, en 1947:
¡Oh nubes desligadas,
que os destrenzáis tan jóvenes
sobre la barca inútil!
Sí. De nuevo el invierno.
Tomad entre los labios
su áspero jugo oculto
animado en la niebla y en las ramas sin savia.
¡Abrid las puertas todas
y que entre oscuramente
esa canción intensa de promesa
y letargo fecundo!
Tiempo duro y dichoso
para los corazones que esperan el milagro,
apenas presentido, de otros días.
Es difícil andar entre la nieve,
subiendo por camino pedregoso;
pero allí están las cumbres,
muy lejos, sonrosadas en la tarde.
Desde sus primeros balbuceos literarios, la poesía fue para Martín Gaite un lenguaje común de época, tal y como ella misma explica en Esperando el porvenir: “Los versos de los otros amigos –y todos escribíamos versos entonces– no los recitamos en alta voz; eran versos de cuchicheo íntimo para ser leídos en casa. Hablaban preferentemente de congojas de ánimo, de preocupaciones metafísicas”. El poema anterior remite a una fotografía publicada ese mismo año de 1947 por José Núñez Larraz en El Adelanto. Pero la existencia de otra imagen, una fotografía de su archivo personal (y que aparece en Esperando el porvenir), sugiere una interpretación distinta, ya que “la lectura de las fotografías públicas”, como dijese Roland Barthes, “es siempre en el fondo una lectura privada”. La escritura y la lectura quedan ligadas a un proceso de distanciamiento entre la realidad y el sujeto que la observa. El mirar afuera desde dentro le permitió a nuestra autora articular una voluntad biográfica y cohesionada que atraviesa toda su producción. Leer un texto en voz alta representó, por un lado, dar con el primer interlocutor, que es ella misma; por el otro, la capacidad de toparse con su interlocutor, y es que lo poético en Carmen Martín Gaite se entiende como una forma de aproximarse al hecho literario desde la vida.
El mirar afuera desde dentro le permitió a nuestra autora articular una voluntad biográfica y cohesionada que atraviesa toda su producción
Al echar un vistazo a la bio-bibliografía sobre su poesía, la dicotomía interior-exterior, el binomio observar-actuar o el tándem escribir-leer obtienen su mejor metáfora en la expresión “mujer ventanera”, tal y como observó Iñaki Torre Fica en su artículo “La mujer ventanera” en la poesía de Carmen Martín Gaite, cuya lectura recomiendo. Para Martín Gaite, las frases hechas y las metáforas son tácticas cotidianas para contarse a sí misma un determinado acontecimiento, a fin de comprenderlo y recordarlo. La poesía en la Gaite es ante todo mnemotecnia.
Jennifer Wood en su texto “Poesía a ráfagas. Carmen Martín Gaite’s Early Poetic Voice” señala también ese lugar que apunta Torre Fica, y lo describe como un bastión necesario para la consolidación y desarrollo de una personalidad literaria autónoma. Pienso ahora en lo que Celia Paul le escribe a Gwen John en una de sus cartas viajeras en el tiempo, y que ahora publica Chai editora: “…cada vez soy más consciente de que se refieren a nosotras con relación a los hombres. La mirada pública te asocia siempre con tu hermano Augustus y tu amante, Auguste Rodin. A mí me ven a la luz de mi relación con Lucian Freud. No nos consideran artistas autónomas”. Volviendo a Wood, para ella la búsqueda de la palabra en Martín Gaite incorpora un compromiso con el tiempo que se pierde y que debe recuperarse y condensarse en un espacio al que poder volver. Catherine O’Leary y Alison Ribeiro de Menezes comparten esta última impresión, al advertir este ecosistema lírico como un conjunto múltiple de tropos diseminados, no solo en su poesía, sino también en sus otros textos, para formar una red intertextual. Para el profesor José Teruel, la memoria y la poesía construyen un relato secreto de nuestra vida, que diverge cuando no se opone al relato oficial que tendemos a legalizar, ya que el conocimiento poético es un reconocimiento de lo que ya vive en nosotros. Es un conocimiento por retracción, afirma.
El panorama bibliográfico tan breve en torno a la poesía de nuestra autora contrasta con su recepción, que fue alegre. Cuando se publicó por primera vez, gozó de cuatro ediciones, que no reediciones, debido a las sucesivas ampliaciones y supresiones, en la editorial Hiperión a cargo de Jesús Munárriz. Si, como hemos comentado, la poesía o más bien lo literario surgió en un clima de amistad auténtica, la publicación de sus poemas debía continuar adscrita a esta política:
A Carmen Martín Gaite –escribe Munárriz en la nota editorial a la primera edición de 1976–, evidentemente, no le basta con sus novelas, ni con sus narraciones, ni con sus ensayos, ni con sus traducciones, ni con haber empezado su carrera literaria ganando el premio Nadal, ni con sus trabajos históricos, ni con su investigación sobre “el arte de contar”, en la que trabaja desde hace tantos años y que ya va tomando últimamente forma de libro. Ni con tantas otras preocupaciones y dedicaciones –en especial el cultivo de la amistad, de las amistades– que la hacen permanecer atenta a cuanto le rodea, con esa curiosidad universal que es el primer escalón para llegar a la sabiduría.
El panorama bibliográfico tan breve en torno a la poesía de nuestra autora contrasta con su recepción, que fue alegre
La segunda y la tercera edición experimentaron (siguiendo a Munárriz) cambios que recalaban en el aspecto del libro y que nos devuelven a aquella relación entre lo que se dice y lo que no se dice:
A mí me gusta consultar estos detalles con los autores –dice el editor a propósito de la cubierta–, pero Carmiña en aquel momento se nos había ido a Nueva York y delegó la elección en su hija Marta. Fue ella quien seleccionó la divertida bañista casera que figuró en la segunda y tercera edición de A rachas y que con cariño, y en recuerdo de quien tan pronto nos dejó, se recoge ahora en esta nota preliminar, también ella racheada.
Ya en la cuarta edición, donde se anuncia al lector la incorporación de nuevas composiciones, nos encontramos con un dato de interés para la interpretación de los poemas, también aportado por el editor:
Porque, ¿en qué cabeza sino en la suya cabe que una mujer que ha recibido, entre otros, el premio Nacional de Literatura, el Príncipe de Asturias y el de las Letras de Castilla y León se vaya los martes por la noche al Manuela, al cafetín del barrio de Maravillas que regenta Juan Manglana con inquebrantable vocación de a contrapelo, a recitar versos con Paco Cumpián, Chicho Sánchez Ferlosio y otras gentes de las que salen poco en los papeles y aún menos en la tele?
Pues allí se la puede ver y oír cada dos por tres, predicando con el ejemplo, haciendo más por la poesía que un batallón de funcionarios culturales. Gracias, Carmiña, en nombre de todos los poetas.
A la amistad, como constatación del éxito o fracaso de la búsqueda de interlocutor, se le añade el peso de la palabra dicha y no escrita: la recitación, la performance. La producción lírica de Carmen Martín Gaite nunca trató de equipararse a los autores contemporáneos de su generación en cuanto a calidad y estilo. Su poesía experimentó lecturas y relecturas sucesivas que oscilan en cada edición y que hablaban de la gran oralidad que presenta el conjunto. La memoria, materia principal de su poesía, se acurrucó al calor de una serie de mecanismos de control, propios de una memoria creadora, como diría José Antonio Marina.
La producción lírica de Carmen Martín Gaite nunca trató de equipararse a los autores contemporáneos de su generación en cuanto a calidad y estilo
Ahora, si “la relación de Carmen Martín Gaite con su obra es una relación biológica”, como dice José Teruel, y además se destierra su posición marginal dentro de su trayectoria, ¡esta veta discursiva se integra en su biografía literaria y personal con absoluta naturalidad! No se puede obviar que el “yo” de nuestra autora es un “yo” cambiante: un conjunto de historias del corazón. Jesús Munárriz empleó el término “vergonzante” en el primer prólogo que le dedicó, a propósito de esta faceta creadora de Martín Gaite, y nos conecta así con la etimología de la palabra “recordar”, que no es más que “volver a pasar por el corazón”. Aquel ejercicio de memoria requería de un esfuerzo de sistematización de los afectos y emociones desde el espacio íntimo a lo público: la literatura debe vehicular la vida y no al revés. La poesía de la escritora se consolidó como un territorio literario capaz de albergar una geografía en la que poder leer y leerse.
Como sucedió en el caso de Aldecoa en el año 2000, este corpus poético alcanzó su aspecto definitivo de la mano de Alberto Pérez, en Avizor Records. Los poemas recogidos en el libreto se dividieron en cinco secciones: “Poemas de primera juventud”, “Poemas posteriores. Primera entrega”, “Poemas posteriores. Segunda entrega”, “Después de todo” y un apéndice final con otras composiciones, entre las que figura una loa a la Virgen de El Boalo. Su conversión en CD confirma su carácter oral, la subordinación del relato escrito al oral, la interlocución primera con uno mismo como condición sine qua non para acercarse a los otros y el acento biográfico de su trabajo lírico. El propio Alberto Pérez en un homenaje en 2001 a Martín Gaite en el Centro Cultural del Círculo de Lectores, se hizo eco de estos cuatro pilares, al recordar un instante concreto durante el proceso de edición y grabación de los poemas:
Y nos quedamos –ya era tarde– a escuchar toda la grabación, y ella lejos de adoptar una postura trascendente se permitió hacer algunos comentarios jocosos, pero hubo uno que no me pareció tan jocoso, que dijo: “Fíjate, ahí solitos, el silencio y yo”. Le di la cinta y se perdió en un taxi en la noche, camino de casa de Anita.
En fin, La Bella Varsovia también recupera la grabación de estos poemas. ¿Lo estáis escuchando ya o no? ¿O estáis viendoos todos los vídeos de Carmiña en YouTube? Ay, been there, done that…
Vuelve A rachas, un volumen con la poesía completa de Carmen Martín Gaite, esta vez en La Bella Varsovia, y en la edición de...
Autora >
Andrea Toribio
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