En Mayúsculas
A voces, a bulos y a lonas
Se están normalizando mensajes racistas y machistas que pueden calificarse como delitos de odio
Ana Bibang 18/07/2023
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Siempre he creído que hay personas que solo se expresan de dos maneras: a voces y a gritos.
Creo también que estas dos modalidades de expresión pueden darse en cualquier circunstancia del espacio y el tiempo, aunque sea indiscutible que alcanzan su mejor versión en el ámbito familiar y las zonas rurales; así, me atrevo a afirmar que no has vivido de verdad si tu madre no te ha llamado a gritos alguna vez o si no has escuchado vocear a dos lugareños, de monte a monte, de forma inesperada.
Desde una visión costumbrista, a una solo le queda acostumbrarse al nivel de decibelios alcanzados o intentar soportarlos como buenamente pueda. Las madres y los lugareños son personas de respeto, de toda la vida.
Pero no todo el mundo utiliza de un modo sano y espontáneo estos estilos de expresión que forman parte de nuestras vidas, todo lo contrario.
En estos tiempos que nos toca vivir, vociferar se ha convertido en un instrumento de manipulación peligroso, pero valiosísimo, en manos de quienes necesitan hacer el ruido suficiente para esconder todo lo que necesitan ocultar y, por supuesto, conseguir que no se escuche nada, ni a nadie más.
Por eso, estamos presenciando una suerte de mensajes fascistas, racistas, xenófobos y machistas lanzados a voz en grito hasta la saciedad, de modo que no se repare en que son intolerables en democracia y que agreden, no solo a quienes son objetivo directo del ataque, sino al conjunto de cualquier sociedad decente y con la actividad cerebral desarrollada y ordenada, claramente ausente en los autores de semejantes acciones.
Lo más grave es que gracias a ese ruido creado, tampoco se presta la debida atención a la ilegalidad en la que se pudiera estar incurriendo, con lo que, ante la normalización de estas conductas, debemos recordar que la única norma que las califica es aquella que las define como delitos de odio en nuestro Código Penal.
Que igual en los centros de alto rendimiento intelectual donde se crean tales contenidos no saben de la existencia de disposiciones legales, ni de las consecuencias que acarrea su vulneración, así que tampoco está de más repasar que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.
Queda claro entonces que vociferar es una práctica comúnmente aceptada, pero agredir a voces, no. Continuamos.
Esta clase de ruido inaceptable no camina solo, uno de sus acompañantes más leales es el bulo y no es extraño que ambos empasten tan bien.
Falsear información a sabiendas de no tener réplica con argumentación fundada requiere necesariamente del ruido y lo histriónico, ambos activados de forma continuada, en una mecánica que niega la información veraz y dispara acusaciones falsas a sabiendas de que es lo único que se va a escuchar.
Así y como muestra palmaria de semejante forma de proceder, los que vociferan el odio y la mentira, vocean para acusar de la comisión de un crimen a una persona migrante, pero apenas se oye como se retractan de su más que orquestado “error” xenófobo y racista. Difama, que algo queda y al respetable solo le queda aquello que se oye más alto y más veces, sea cierto o no.
Ahí tienen el resultado de la suma de ruido más bulo.
Nótese que quienes gritan y mienten también guardan algún miedo en la recamara a no ser oídos o creídos, porque a las voces y los bulos hay que sumar otra acompañante de última hora: las lonas.
Parece ser que ante el temor de que el ruido no sea lo suficiente agresivo y el bulo no impacte de forma anestésica en la mente de los receptores, nada mejor que trasladarlos a lonas callejeras gigantescas, siguiendo un modus operandi igual de depurado que lanzar cabras desde campanarios.
Y ya estamos todas, las voces, los bulos y las lonas.
Pero esta vez no están en manos de las benditas madres, ni de entrañables lugareños. Estos son los instrumentos de quienes se postulan como alternativa a gobernar el país.
No será una servidora quien desde esta columna se dedique a bajar el tono, desmentir los bulos de forma continuada o descolgar las lonas, eso implicaría entrar al trapo del Gish gallop que genera retos por ver quién grita más y cruces compulsivos de datos y cifras que solo arrojan confusión y desinformación a los ciudadanos. Por supuesto, de las lonas se ocupará quien determine el mejor y superior criterio de la Fiscalía, solo faltaba.
Pero pocas veces ha sido tan necesario expresarse de forma clara y rotunda para abogar por la lealtad y la unión del progresismo, para defender los derechos y libertades que tanto ha costado conseguir, proteger el estado del bienestar y tener un país decente con mandatarios decentes. Porque somos más e incluso equivocándonos, somos mejores.
Así lo anuncié en el primer artículo de esta humilde columna “Un nuevo sentido”: se puede escribir en mayúsculas, sin voces, sin bulos, ni lonas.
Algunas tenemos palabra.
Siempre he creído que hay personas que solo se expresan de dos maneras: a voces y a gritos.
Creo también que estas dos modalidades de expresión pueden darse en cualquier...
Autora >
Ana Bibang
Es madrileña, afrodescendiente y afrofeminista. Asesora en materia de Inmigración, Extranjería y Movilidad Internacional y miembro de la organización Espacio Afro. Escribe sobre lo que pasa en el mundo desde su visión hipermétrope.
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