PROCESANDO LA CAMPAÑA EXPRÉS
La juventud
La campaña/el monstruo se le ha ido de las manos al PP. La mentira de Sánchez, aquello que quiso y pudo ser la campaña, pasó a ser la mentira de Feijóo, aquello que jamás quiso ser la campaña
Guillem Martínez 20/07/2023
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1- La campaña no es necesariamente la sociedad. Es un monstruo que nace, vive y muere en 15 días. En cada uno de esos días crea su propia lógica, que es su biografía, que nadie recordará cuando el monstruo muera. Como un caballo, puede parecer dócil, pero posee furia y lógica propias. Es imposible ponerle bridas, y sale corriendo, hacia el lado menos previsto y más peligroso, cuando escucha un disparo, o el ruido de un pétalo al abrirse. Hay quien cree que se puede dominar a ese monstruo y que eso es una suerte de arte o de ciencia. No es así. El monstruo se rige por cuatro reglas básicas, sí. Pero nunca son las mismas. La regla más importante y determinante, la que puede domar al monstruo, es una sola palabra, que nos es desconocida.
2- La campaña, el monstruo, ha dado un vuelco. La campaña empezó centrada en un único asunto. El sanchismo, un hipotético corpus consagrado a la mentira, que adornaba a un gobierno ilegítimo. Ese marco se fijó con suma facilidad en la campaña. Aun gaseoso y ridículo, llegó a parecer algo inapelable. Con posterioridad al 10 de julio y al debate Sánchez-Feijóo –la parodia de un debate, la parodia de unos moderadores, la parodia de un candidato; creímos que ese era el monstruo; pero el monstruo estaba escondido en otro sitio, y tenía otros planes–, el sanchismo, a la vez que fue formulado, empezó a diluirse, con lentitud, pero de manera incuestionable, hasta dejar de existir. Y la mentira de Sánchez, aquello que quiso y pudo ser la campaña, pasó a ser la mentira de Feijóo, aquello que jamás quiso ser la campaña. El monstruo fue a donde quiso ir. El monstruo, que en ocasiones no considera importante que 8.000 personas hayan muerto sin atención alguna, en el suelo, entre sábanas sucias, en la inmundicia y el peor olor de los humanos, de pronto, zas, consideró sumamente importante y relevante una mentira. El monstruo, que hace lo que quiere y va a donde quiere, hizo lo que quiso y fue donde quiso.
3- Vete a saber lo que pasará el domingo. Pero la campaña/el monstruo, en todo caso, se le ha ido de las manos al PP. Al extremo de que Feijóo ayer, todo apunta a ello, a) se alejó del monstruo por causa de una enfermedad leve, o bien, b) simuló una enfermedad leve para alejarse del monstruo. Vete a saber lo que pasará el domingo, pero ahora Feijóo siente el aliento del monstruo. No es un buen aliento y puede impregnar su ropa toda la vida. Ha protagonizado algo reservado a muy pocos humanos: el vuelco, el revés del destino cuando lo tenía todo de cara. Vete a saber lo que ocurrirá el domingo, pero el PP ha vuelto a acceder al vuelco por, otra vez, un manejo torpe de la mentira. Si el destino es el pasado, el domingo, el PP, de una forma u otra –ganando o perdiendo, pero siempre a través de la mentira–, accederá a su destino.
4- El martes 19 de julio fue el debate televisado de los candidatos que quisieron ir a un debate. La idea inicial de Feijóo, cuando el monstruo era pequeñito, era no ir al debate, pues consideraba que, para entonces, el sanchismo ese se explicaría a sí mismo y por sí mismo. No se entiende muy bien por qué ayer, finalmente, no acudió Feijóo al debate. Tal vez no fue idea suya, sino del monstruo.
5- Un debate no es un debate. Es la ritualización del debate. En el ritual de ayer, Sánchez y Díaz fueron dos regiones de lo mismo: un gobierno de coalición, bien engrasado, habituado a sí mismo, con arrugas mutuas, incluso, creadas por el contacto. Sánchez fue la vis moderada, la exhibición de los logros de un Gobierno, con pocos matices, con tono presidencial. Díaz supuso la exhibición de esos logros y una crítica a la no consecución de otros. Fue imposible no ver que el monstruo tiene, al menos hoy a primera hora, simpatía por Sánchez y Díaz. Es importante, no obstante, el rol elegido por Abascal para el debate.
6- En estos momentos –siempre según las encuestas, incluso las más pesimistas con PP-Vox–, si no existiera Vox, el PP podría liderar una mayoría holgada, tal vez una mayoría absoluta. El domingo se sabrá si Vox –esa idea del PP, esa inversión prolongada– ha servido para algo más que afianzar varios centenares de ayuntamientos y varios gobiernos autonómicos. O si la idea de Vox es un fracaso, que, básicamente, ha impedido al PP acceder al gobierno del Estado. En todo caso, y esto es importante, el único representante de las derechas en el debate, más que aprovechar la ausencia del PP para fortalecer el discurso de Vox, pareció fortalecer el discurso del PP, orientado en este debate a la recolección de frutos en el centro, ese colectivo humano que puede comprar barbarie, siempre que sea con palabras moderadas. Abascal, en ese sentido, y todo apunta a ello, luchó en el debate por un puesto de trabajo digno, en un punto próximo o subordinado al PP, y no en un punto que requiera más furia que esa furia, de por sí llamativa. Abascal, en todo caso, renunció a la extrema derecha. La poca que vertebró, se le escapó. Fueron un par de destellos, que hicieron intuir al espectador el poderío al que Abascal renunciaba, en tiempo real.
7- La extrema derecha apareció en sus formas más sexys e inapelables. En la forma de la adolescencia, esa etapa en la que las personas son especialistas, sinceramente buenas, en la detección y exposición de problemas, si bien suelen no ser tan buenas en la exposición de soluciones. Ese experto en demoliciones, pero constructor discreto, si no chungo, es la extrema derecha, ese eterno adolescente, cuando aparece, por ejemplo, en redes sociales. Y ayer, Abascal, casi sin quererlo, tal vez queriéndolo evitar mientras hacía guardia ante los luceros por Feijóo, fue dos veces adolescente ultraderechista. En una ocasión, cuando aludió a que esta es ya una sociedad “sin ascensor social”. Esa frase provocó el estupor, el silencio, en la sala. Silencio que Abascal no aprovechó, porque estaba en modo centrista. La segunda ocasión fue cuando hizo callar a sus interlocutores ante la pregunta, dos puntos, “¿qué es es una mujer?”. Una gamberrada adolescente absoluta, que, sorprendentemente, sobrepasó a Sánchez y Díaz. Una mujer, por cierto, como un hombre, como cualquier integrante del género Homo sapiens, carece de definición. En defender, en luchar para que los y las Homo sapiens carezcamos de definición, de función, nos va la libertad.
8- La extrema derecha es un adolescente que quiere liarla, básicamente. Esto es, una energía arrolladora. Ayer, de perfil.
9- Mañana es el último día de vida del monstruo. El sábado sube al monte Sinaí. El domingo baja de él, con unas tablas.
1- La campaña no es necesariamente la sociedad. Es un monstruo que nace, vive y muere en 15 días. En cada uno de esos días crea su propia lógica, que es su biografía, que nadie recordará cuando el monstruo muera. Como un caballo, puede parecer dócil, pero posee furia y lógica propias. Es...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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