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Tras varios meses de repliegue, pero con un hartazgo que se incrementa ante la dictadura instalada, la población del Perú vuelve a movilizarse abrumadoramente y sin parar contra el gobierno de Dina Boluarte. Primero se había anunciado una nueva “toma de Lima” para el día 19 de julio, con delegaciones de las diversas regiones del país convergiendo sobre la centralista capital. Lo que ocurrió fue que hubo una gran movilización en Lima, sí, pero del propio pueblo limeño, hasta ahora algo renuente a manifestarse, y simultáneamente, se dieron marchas contra la dictadura en una gran cantidad de localidades del país: se produjo una marcha nacional.
Con ello se instaló una dinámica de movilizaciones menos amplias, pero persistentes y más combativas. Los peruanos no perdonan ni a la dictadura que les arrebató la democracia de su voto, ni a la dictadura que asesinó a 69 ciudadanos, indígenas en su mayoría, 49 de los cuales murieron directamente por bala. Pero también apresuró las maniobras legalistas y represivas de la dictadura para quedarse.
Terrorismo desde el Estado
Previas a estas movilizaciones del 19 de julio, anunciadas desde un mes antes, los jefes policiales de las áreas de lucha contra el crimen y contra el terrorismo, y el propio director general de la policía, dieron entrevistas en varios medios. Todo comenzó con una supuesta grabación de una incógnita “camarada Vilma” del ya desaparecido grupo terrorista Sendero Luminoso, que fue recibida con escepticismo, tanto por la población como por los especialistas en terrorismo. Todos saben que Sendero Luminoso dejó de existir hace décadas, y no había huellas de la existencia del personaje.
Prosiguieron las amenazas, de las que la peor fue una torpe declaración de la misma presidenta de facto, Dina Boluarte, que exclamó: “¡Para qué van a hacer esta movilización! ¿Es que quieren que haya más muertos?”.
Siguió el permanente acoso de la policía a la población en las calles, pidiendo documentos de identidad –algo ilegal si no hay delito flagrante– y luego, deteniendo autobuses en ruta hacia Lima para pedir documentación a los pasajeros y revisar sus equipajes, también sin motivación.
Un enorme desfile de policías armados y gritando que iban a matar “terrucos”, fueron vistos, sin embargo, con inquietud.
La población sabe que no hay terroristas, pero los mandos policiales han creado en los policías de a pie la convicción de que van a combatir al terrorismo
La población sabe que no hay terroristas, menos aún en las movilizaciones, pero también sabe que los mandos policiales han creado en los policías de a pie la convicción de que van a combatir al terrorismo. Y eso genera, obviamente, temor. Contra todo eso hay que enfrentarse.
Lo que vimos en Lima
El 19J, desde diversos lugares de la misma capital, que ocupa una superficie bastante extensa, delegaciones organizadas se dirigieron en marchas hacia la zona del centro histórico. El alcalde de Lima, de extrema derecha, perteneciente a un partido vinculado a la red de grupos extremistas que ha organizado Vox en América Latina, hizo aprobar una norma que declaraba intangibles varios espacios del centro histórico.
Pero para la marcha del pueblo que pide democracia se cercaron todas las calles, bloqueando los accesos. La estrategia de la policía fue dividir a los bloques que provenían de los extremos de Lima, norte, sur y este, que son los que albergan a los distritos populares, y evitar una sola gran concentración. Por otros lados convergieron las organizaciones universitarias, los sindicatos y particularmente la histórica Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) fundada por José Carlos Mariátegui, algo venida a menos pero aún de pie. También, representantes notorios de la derecha liberal, política y mediática, que, por primera vez, desfilaron con la población.
Si bien la policía logró su objetivo de evitar aquella foto de la gran concentración, a la que temía el Ministerio del Interior, que suele dar cifras por debajo de lo real para minimizar las demostraciones adversas, los manifestantes calculan que llegaron a encontrarse allí hasta 40.000 personas.
Hasta pasadas las diez de la noche se vieron grupos marchando en la capital. Y en otras ciudades del país ocurría lo mismo.
Todo el país
El informe de la Defensoría del Pueblo habla del 32,7% del total de provincias movilizadas aquel día, a nivel nacional, en 23 de las 24 regiones, lo que, distribuido en el territorio, habla de buena parte de las grandes ciudades, y muchas localidades pequeñas que marcharon y bloquearon carreteras. Incluyendo a pueblos indígenas amazónicos cuyas marchas fueron tanto en sus comunidades como en las rutas fluviales, que son el modo de comunicación natural en la Amazonía.
La policía recibió instrucciones de no actuar con excesiva fuerza, consciente de la indiferencia de las potencias occidentales si se reprime más discretamente
La demostración de rechazo a la dictadura fue contundente, pero salvo hechos aislados, la policía recibió del gobierno instrucciones de no actuar con excesiva fuerza, consciente de la atención internacional si se daba una represión como la de diciembre y enero, y de la indiferencia de las potencias occidentales si se reprime más discretamente. También puede atribuirse a la presencia de “intocables” de los medios en la marcha. Eso ha logrado un objetivo favorable al régimen que, efectivamente, opacó así los titulares de la prensa extranjera sobre la situación en el Perú, relegándola al olvido.
Pero al mismo tiempo prueba lo que la población siempre ha dicho: que las marchas son pacíficas y que la violencia, cuando ocurre, la inicia la policía, o acaso infiltrados por la misma policía para generar pretextos que permitan la intervención violenta.
La gran prensa capitalina peruana, al servicio del régimen, se limitó a describir –minimizando– lo ocurrido en Lima, relegando al olvido todos los sucesos en el interior del país. Salvo para el diario La República, de oposición socioliberal, el pequeño cotidiano se izquierdas Diario Uno, y la emergente prensa alternativa en internet, en el Perú no pasó nada.
Más movilizaciones, un discurso que irrita y un ilustre troll
Tras la gran convocatoria del 19J se instaló una dinámica de movilizaciones. Una y otra vez, las calles se poblaron de peruanos que reclaman la renuncia de Boluarte, la disolución del Congreso de la República y justicia para los asesinados y heridos por la represión de la dictadura.
Boularte pedía disculpas por matar, y luego pasaba a leer un texto de 72 páginas exponiendo un enorme listado de obras
El 28 de julio, día de fiestas patrias en el Perú, la constitución ordena al presidente de la República dirigir un mensaje a la nación. Mientras en la calle miles de manifestantes recibían gases, perdigones y golpes con palos de parte de la policía, la señora Boluarte pedía disculpas por la represión de enero y diciembre pasados. Pedía disculpas por matar, y luego pasaba a leer un texto de 72 páginas, que le tomó nada menos que tres horas perorar, exponiendo un enorme listado de obras que requerirían no solo el dinero, sino de la disponibilidad técnica suficiente y un tiempo de los que la dictadura no dispone, incluso si se queda hasta completar el mandato presidencial vigente. Eso sí, los congresistas aplaudían cada frase, al menos los que no se dormían o jugaban en sus teléfonos.
Ese listado de lavandería, esa enorme mentira arrojada con desparpajo al rostro de la población, generó un mayor disgusto porque muchos esperaban –ilusamente– el anuncio de nuevas elecciones. Pero, sobre todo, porque dejó también un mensaje claro: “el Congreso y yo nos quedamos, nadie nos saca de aquí”.
La sonrisa forzada de Boluarte luego del discurso, las comedias montadas al día siguiente al acudir Boluarte a la parada militar, con figurantes que simulan adhesión –como dos niños que “espontáneamente” le alcanzaron flores– y las tribunas de la extensa avenida para el desfile con acceso restringido, llenas de familiares de los soldados y policías desfilando, pero sin las multitudes que tradicionalmente colman ese evento, van de la mano con la persecución y acoso a la prensa alternativa de mayor llegada, la detención de activistas en las calles, y –ahora, además– un proyecto de ley para la creación de una Policía de Orden y Seguridad, sin sometimiento a la cadena de mando policial, que incorporaría a civiles que, tras solo un año de capacitación, dispondrán de todas las facilidades y facultades para colaborar con la “prevención de la delincuencia”.
¿Caerá la dictadura?
Los problemas de Boluarte y la alianza de extrema derecha que la sostiene –y que incluye ahora al partido Perú Libre, el partido que postuló a Pedro Castillo a la presidencia, y que acaba de aliarse con el fujimorismo para ocupar la mesa directiva del Congreso de la República– no son solo por la irredimible oposición ciudadana en cada rincón del Perú. Sino que eso mismo empieza a afectar la economía del país.
Perú ha sido “la principal economía de más rápido crecimiento de América Latina en este siglo”, según la plataforma de análisis económico Bloomberg. Un problema de recesión parecía impensable. Sin embargo, la economía se ha contraído un 0,5% en los primeros cinco meses del año, y la inversión privada en varios sectores caerá el 3,0% en el 2023, según el Instituto Peruano de Economía (IPE).
La inestabilidad política y la conflictividad social que le va aparejada son la causa principal de la retracción económica
La inestabilidad política y la conflictividad social que le va aparejada son la causa principal de esta retracción. A lo que se suman problemas adicionales climáticos como el fenómeno del Niño que, en un país eminentemente pesquero, afecta las diversas actividades relacionadas con la pesca.
Es decir que, al desencanto político y social, puede sumarse pronto el descontento por una mayor reducción del nivel de vida de una población que ya es marcadamente pobre, en un país con niveles elevados de desigualdad. Como ejemplo, el índice de anemia en niños y niñas de 6 a 35 meses de edad a nivel nacional es del 40,9%, pero ese porcentaje se eleva hasta más del 60% en algunas regiones abandonadas y que solo interesan en Lima cuando hay alguna materia prima para extraer y exportar.
El índice de anemia en niños y niñas de 6 a 35 meses de edad en el país es del 40,9%
No hay mucho optimismo para la recuperación de esta situación, si no es mediante la vuelta a la estabilidad política vía elecciones generales libres, unido ello, en lo inmediato, a políticas de apoyo para la generación de empleo justo, un combate auténtico a la corrupción que corroe todo, el inicio de una política de descentralización real, inclusiva y no burocrática, estrategias de prevención de desastres también ligados a los sectores productivos, y medidas de cuidado ambiental más estrictas. Nada que pueda resolver la dictadura de Boluarte.
El factor externo
Un elemento que fortalece a la dictadura es el apoyo de los Estados Unidos. Pocas veces se ha visto a un titular de embajada norteamericana tan visible y activa como la embajadora Liza Kenna, cuyos antecedentes vinculados a la CIA son conocidos públicamente. La disputa de Estados Unidos con China por el predominio en el Pacífico Sur, donde Australia, Brunéi, Canadá, Chile, China (Taiwán incluida), Hong Kong, Indonesia, Japón, Corea, Malasia, México, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Perú, Filipinas, Rusia, Singapur, Tailandia, Estados Unidos y Vietnam conforman el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) cuyos miembros representan aproximadamente el 60% del PBI mundial y el 50% del comercio mundial, es vital para ambas potencias, y Perú, geopolíticamente, está en el centro de esa disputa.
China lleva una considerable ventaja en la región latinoamericana, incluido Perú donde está en construcción, por gestión china, el megapuerto de Chancay –vital para la nueva ruta de la seda– que será el mayor de Latinoamérica. Las gestiones anteriores habían permitido avanzar a China, pero Boluarte ha abierto las puertas a los Estados Unidos, incluso deteniendo proyectos enormes como una vía férrea. Boluarte ha llegado al extremo de aceptar el veto norteamericano de comercio con Rusia, lo que afecta a la provisión de repuestos para los vehículos y tanques.
Un elemento que fortalece a la dictadura es el apoyo de los Estados Unidos
Todo esto explica, asimismo, la indiferencia de la Unión Europea, que –si bien marginó a la canciller de Boluarte en la reciente reunión con CELAG– se toma con indiferencia la suerte de los peruanos.
Un balance
El desarrollo intenso de las jornadas de protesta ha ratificado el rechazo a la dictadura. Nuevamente, la movilización grande y sólida, a pesar de las amenazas, demostró su debilidad principal, que es la falta de liderazgo y de un proyecto común que vaya más allá del adelanto de elecciones y de la demanda de justicia para las víctimas asesinadas durante las movilizaciones de enero y diciembre. A lo que hay que sumar una cada vez más creciente demanda de nueva constitución que reemplace a la actual, legado de la dictadura de Alberto Fujimori, y marcadamente neoliberal. Esos pocos puntos, sin embargo, son irrenunciables, lo que garantiza la duración de la resistencia.
Se pone así de relieve la colisión entre una mayoría poblacional –82% de rechazo a Boluarte y 92% de rechazo al Congreso, según todas las encuestas– versus la alianza fáctica de poderes del Estado .
La dictadura, en la que el fujimorismo es ya el actor visible que mueve los hilos, requiere dar pasos “legales” que justifiquen su total copamiento del Estado, para lo que le falta controlar al conjunto de instituciones que conforman el poder electoral, además de a la Junta Nacional de Justicia, encargada de nombrar, fiscalizar y remover a jueces y fiscales, y para ello le son necesarios unos meses más; mientras que la población movilizada requiere organizarse mejor, generar contrapoder sólido, y encontrar la unidad de liderazgo y agenda que le permita fortalecer su presión sobre la dictadura, al tiempo que resiste a la represión.
Los peruanos están solos en esa batalla. Sirva esta crónica para llamar la atención sobre una lucha que afectará a toda la región en su desenlace.
Tras varios meses de repliegue, pero con un hartazgo que se incrementa ante la dictadura instalada, la población del Perú vuelve a movilizarse abrumadoramente y sin parar contra el gobierno de Dina Boluarte. Primero se había anunciado una nueva “toma de Lima” para el día 19 de julio, con delegaciones de las...
Autor >
David Roca Basadre
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