capitalismo destructivo
Sobre el avance de la ultraderecha en una democracia incapacitada
Los partidos fascistas actuales son un simulacro propuesto por el mismo capital bajo una confusión de términos históricos e ideológicos para hacerse con el poder
Jacobo Sucari 28/08/2023
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El triunfo del partido de ultraderecha La Libertad Avanza en las elecciones primarias de Argentina vuelve a disparar el desconcierto y el pánico que provoca el avance de fuerzas fascistas, que en distintas latitudes utilizan similares estrategias mediante personajes payasescos que parecen representar una broma siniestra de carácter global.
Sí, es claro que Javier Milei, payaso de turno y dirigente absolutista de La Libertad Avanza, no es un antisistema, ni un anarcocapitalista. Es claro que no pretende derrocar el Estado, tal como anuncia, sino fortalecer las instituciones del aparato represivo para destruir las otras que distribuyen cierto estado de bienestar civil, para así privatizar y esquilmar lo público.
Es cierto, según analizan algunos medios, que el partido de La Libertad Avanza representa ese neoliberalismo voraz que se ha desatado para que el capitalismo pueda ser aún viable en un mundo donde manda el 1% de la población, y donde ante el colapso medioambiental no nos quedará otra alternativa que elegir entre capitalismo o subsistencia del planeta. Es cierto que estos partidos fascistas son un simulacro que se esconden tras una confusión de términos políticos e históricos, libertarios e ideológicos para hacerse con el poder, al estilo de Trump, de Bolsonaro y de los payasos mediáticos que el capital hoy propone para poder continuar con un extractivismo que comenzó hace unos siglos en territorios lejanos y que ahora continúa esquilmando a la sociedad civil local.
Hasta aquí, todos de acuerdo. La estrategia de las élites que comandan la economía y el rumbo del capitalismo financiero, digital y cognitivo en Occidente parece bastante clara, y no es muy diferente de las estrategias aplicadas el siglo pasado en los años veinte contra los movimientos sociales de izquierda que amenazaban el statu quo del poder de entonces. Conocemos suficiente sobre cómo se desencadenó esa historia en Europa, la feroz represión y masacre de la militancia social que acometieron nazis y fascistas, y los millones de muertos que provocó esa guerra.
Hasta aquí sobre lo que el poder institucional, medios y analistas políticos incluidos vamos elaborando sobre las estrategias del avance de la ultraderecha contemporánea. Pero existe además una dimensión del proceso que venimos viviendo durante los últimos cincuenta años que se obvia porque no acusa solo a las élites del poder de imponer su agenda, sino que necesita ser refrendada en nuestra vida cotidiana. Se trata de la precarización de la vida en todas sus facetas y cómo esa vida de mierda a la que se nos somete se hace cada vez más profunda, más sádica en su complejidad burocrática, más insoportable y enloquecedora para la mayoría de la población. Si durante cincuenta años –por fijar un comienzo vinculado a las políticas del neoliberalismo–, la represión y el encarecimiento de la vida han ido en aumento, también se ha ido disparando la angustia y el pánico social de sociedades condenadas a vivir en un ambiente de selva capitalista con una gran inflación interanual, que en el caso de Argentina alcanzó el 113 %. Si, en este último medio siglo de encarecimiento continuo de la vivienda, la luz, el agua y los insumos básicos, se instruye y alimenta el imaginario de las poblaciones industriales con mierda, el sujeto y el contexto que se obtiene es una mierda. Si se inunda a la gente que solo asiste a la información de los hechos a través de una esfera mediática manipulada, orgiástica y gritona, se obtiene un sujeto que piensa mal, habla de manera confusa y estrafalaria, a la manera de los programas que su sistema cognitivo debe procesar.
Si nadie de la partidocracia tradicional da por señalar que podría haber una salida a este orden de cosas, se obtiene un ciudadano apático
En síntesis, si la mayoría de la población se alimenta con comida basura, tendremos grupos humanos con enfermedades y distorsiones sanitarias de muy diverso orden, epidemias incluidas. Si idiotizas a la gente con circo y narcisismo, si das un valor delirante a su identidad como algo esencial a cuidar, si los otros son el enemigo que asfixia, obtienes un sujeto paranoico, violento y carente de empatía. Si las instituciones europeas apoyan el aparato destructivo de la OTAN en vez del diálogo para dirimir los intereses geopolíticos y militares enfrentados, se propone un sujeto que no ama y no percibe la vida, sino que asume el asesinato como forma de sostener valores abstractos. Si destrozas la educación y mantienes sentados en pupitres exigentes de deberes, razón y obligaciones, durante toda la niñez, obtienes adolescentes descreídos y hartos. Si se privatiza la educación y la sanidad a fuerza de ir mermando continuamente sus presupuestos. Si la vida se transforma en una opresión de la administración cada vez mayor. Si nadie de la partidocracia tradicional da por señalar que podría haber una salida a este orden de cosas, se obtiene un ciudadano apático y democracias irrelevantes.
Si, como señalaba Iván Illich, nuestra experiencia cotidiana de una existencia administrada (por las diversas instituciones) nos conduce a dar por sentado un mundo de entidades ficticias, se configura un desierto semántico anclado en el vacío, donde solo algún fetiche permite sostener los valores tradicionales. Ese fetiche se configura hoy día con la tecnología, el progreso, la innovación, el consumo, y el individuo como un yo cuantificado, sujeto a los datos y la estadística.
En esta biopolítica cotidiana atravesada de basura en lo mediático, lo productivo y lo espiritual, el sujeto que emerge no es precisamente un individuo heredero del ideal humanista, ni del discurso ilustrado, o un defensor de la democracia popular. No es este tipo de sujeto el que estamos formando desde hace tantos años. Existen responsables de este estado de cosas, pero no los queremos ver, aunque se denuncia con una vehemencia sospechosa que la gente vota idiotas porque mira videos en YouTube o en TikTok, o porque clique likes en sus mágicos dispositivos técnicos.
Los partidos políticos de nuestras democracias representativas son incapaces de afrontar las necesarias respuestas a este orden de cosas. No enfrentan la miseria de la cotidianidad, no luchan contra la precariedad, ni contra una economía cada vez más centralizada por corporaciones. No apoyan las necesidades de las instituciones públicas ni las que ponen de manifiesto infinidad de organizaciones cooperativas que luchan por abrir espacios de trabajo solidario. Su mundo es el de la abstracción administrativa. La elección necesaria que se nos viene encima entre capitalismo o planeta no deja casi margen para continuar con esos discursos de cosas abstractas que no podemos experimentar, ni olfatear, ni saborear, ni compartir.
Ahora, cuando el lobo se acerca a la jaula, los políticos y sus partidos nos piden que les votemos para poder contener a las fuerzas oscuras. Sin embargo, no proponen nada, ni van a hacer nada que varíe la relación de fuerzas de este capitalismo salvaje, porque este es el que manda. La socialdemocracia del siglo XX en Europa abrió el espacio a la barbarie del fascismo antes de permitir la acción de las fuerzas sociales comprometidas con un verdadero socialismo de libertad, igualdad y fraternidad.
Habrá que ver si nuestras instituciones actuales, nuestras administraciones públicas y gobernantes son capaces de asumir la necesidad de una transformación radical, o si continuarán mirando para otro lado mientras el capitalismo profundiza su acción destructiva, donde el discurso de la basura y el mundo de mierda abrirán las puertas de un nuevo delirio asesino. El huevo de la serpiente lleva años incubándose a conciencia.
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Jacobo Sucari es realizador de cine documental. Es doctor en Bellas Artes y profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Sus últimos libros son Tecnologías para el bien común y Los proyectos frustrados.
El triunfo del partido de ultraderecha La Libertad Avanza en las elecciones primarias de Argentina vuelve a disparar el desconcierto y el pánico que provoca el avance de fuerzas fascistas, que en distintas latitudes utilizan similares estrategias mediante personajes payasescos que parecen representar una broma...
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