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Clutch es un concepto que se maneja en las ligas estadounidenses y que a mí me parece esencial para entender el deporte de élite. Especialmente el deporte de equipo. Sí, porque es lo que marca la diferencia entre lo normal y lo sublime. Se tiene o no se tiene. Por resumir, un jugador clutch es alguien que juega de forma excepcional exactamente en el momento en que el equipo más lo necesita. En béisbol un bateador puede tener un promedio de bateo discreto, pero saber todo el mundo que va a reventar la bola cuando le toque batear con las bases llenas y tres carreras por debajo en el marcador. Ese es un jugador clutch. Y el Atlético de Madrid de Simeone siempre ha tenido jugadores de este tipo. El que metía el gol en el minuto justo. El que sacaba la última jugada en contra. Lamentablemente, hace ya algunas temporadas que no es el caso. El propio Atleti de Simeone era un equipo clutch, que brillaba el día que tenía que brillar y que daba la cara el día que tenía que darla. Hoy por hoy, me temo que está más cerca de ser exactamente lo contrario. El cuadro colchonero ha hecho sobre el césped de Roma casi todo lo que era necesario para empezar su andadura europea con una victoria tranquilizadora. Pero es el equipo que es, y por eso se marcha de Italia con un empate que duele tanto como una derrota. Ocurre así porque has fallado goles el día que no tienes que fallarlos. Ocurre así porque no cierras la portería en el último minuto precisamente el día que tienes que hacerlo.
El equipo ha hecho sobre el césped de Roma casi todo lo necesario para empezar su andadura europea con una victoria. Pero se marcha de Italia con un empate que duele
Había muchas expectativas puestas en la salida del Atlético de Madrid. Sí, porque la pesadilla de Valencia resonaba todavía en la nuca del entorno colchonero. Sí, porque las últimas campañas del equipo de Simeone en la máxima competición europea habían dejado la sensación de que la Champions era algo que empezaba a venirles grande. El equipo no salió con fuego en los ojos, ni dando la sensación de querer conquistar el Olímpico en los primeros minutos, pero al menos salió con tensión, que ya es un avance significativo. Una tensión prudente que casaba muy bien con los propios demonios del equipo local, una Lazio que también tiene lo suyo. Mientras los rojiblancos tapaban huecos esperando a ver qué pasaba, los biancocelesti tenían el balón para no hacer nada con él, que es como no tenerlo. Por momentos, el Atleti parecía querer sacar la pelota jugando desde atrás. El problema es que lo hacía con el ritmo y la velocidad de una película de arte y ensayo. Y claro, todo acababa en un patadón al infinito o en los pies del rival. A los diez minutos ya era evidente que los madrileños habían perdido el control del juego. Algo que tampoco parecía muy grave, teniendo en cuenta la incapacidad de su rival para hacer daño. Solamente las jugadas a balón parado parecían suponer un verdadero peligro.
Afortunadamente no fue así, seguramente porque el equipo romano, en estos momentos, es mucho menos fiero de lo que habíamos imaginado. Mientras Saúl parecía ir encontrando sensaciones poco a poco y Llorente demostraba que está muy lejos incluso de su peor versión, Pablo Barrios parecía ser el único que había entendido lo que había que hacer. Sin grandes alardes, pero con gran sentido táctico, empezó a pedir el balón y a distribuirlo con cierta calidad. Y como el dios del fútbol es a veces generoso, el madrileño ya puede decirle a sus nietos que una vez metió un gol en Champions League. Un balón que por fin llega con criterio a la banda de Nahuel Molina, el argentino que lo pasa a la frontal del área y Barrios que dispara a puerta, con la suerte de que el balón golpea en un rival para acabar en las redes. El gol desentumeció al Atleti y asustó todavía más a una Lazio que enseñó un poquito más sus costuras y que ya no fue capaz de cambiar el escenario hasta que llegó al descanso.
El regreso del entretiempo trajo una sorpresa inesperada: Barrios no era de la partida, aparentemente por “problemas físicos”. Otro más. Eso sí que cambiaba el panorama, ya que hubo que meter a Giménez en la zaga para adelantar a Witsel. Y no salió mal, aunque no por Witsel, que estuvo más bien discreto hasta lesionarse (otro más), sino por el ritmo indolente de la Lazio y porque Griezmann entró en contacto con el balón. El francés ha perdido gol y verticalidad, pero sigue siendo un excelente jugador de fútbol.
El Atleti seguía cometiendo imprecisiones en la salida de balón propias de la casa. Recuerdo en especial un error garrafal de Oblak, que él mismo solucionó parando un remate a bocajarro de Inmobile. Aun así, los rojiblancos tenían controlado el partido y tenían completamente anulado al rival. Fue su mejor tramo y si el partido hubiese terminado ahí, uno hubiese dicho que los de Simeone habían dominado con inteligencia todas fases del encuentro. Pero el partido no terminó ahí. Debería haberlo hecho, eso sí, porque hubo ocasiones suficientes para ello. Ocasiones que habría transformado cualquier jugador clutch, de esos que no tenemos. Griezmann, que una vez lo fue, remató mal una buena jugada de Llorente en el minuto 56. Morata tiró el balón al palo diez minutos más tarde, después de hacer todo lo posible para no rematar a puerta. Algo que me desespera y que, por cierto, volvería a repetir Correa en los últimos minutos. Es como si para los jugadores del Atleti fuese de mal gusto eso de buscar la portería en cuanto tienen ocasión. Lino marró otra clarísima cuando estaba ya delante del portero, y después de otra gran jugada. Hasta Riquelme, que salió al final, tuvo su opción. Nada.
Llegados a los últimos minutos con los jugadores visiblemente agotados (ay, esa preparación física), tocaba defender. Una de las especialidades de la casa, aparentemente. Y más o menos funcionó, porque la mejor jugada del rival llegó ya en el descuento, con un tiro de Cataldi desde fuera del área que Oblak envió a córner. Era la última jugada del partido. El balón que va al primer palo, Hermoso que la baja en un escorzo que podría haber sido sancionado con mano, el balón que llega a la banda, Cataldi que la coloca en el área y la Lazio que empata el partido de cabeza. ¿Quién lo hace? Provedel. El portero. Sí, el portero.
No hay más preguntas, señoría.
Clutch es un concepto que se maneja en las ligas estadounidenses y que a mí me parece esencial para entender el deporte de élite. Especialmente el deporte de equipo. Sí, porque es lo que marca la diferencia entre lo normal y lo sublime. Se tiene o no se tiene. Por resumir, un jugador clutch es...
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